«Alto Rey», siglos de romería (y de montaña)

El 2020 está siendo un año extraño en muchos aspectos. La COVID–19 lo protagoniza todo. La pandemia ha sacudido los cimientos de nuestras sociedades. De hecho, a la grave situación sanitaria se han unido las crisis económica y social. Sin embargo, los efectos de la actual coyuntura se están dejando notar en otros muchos ámbitos. Por ejemplo, se han suspendido multitud de eventos. Algunos de ellos, con una gran solera a sus espaldas…

Un ejemplo de ello es la romería del Santo Alto Rey de la Majestad y de Nuestra Señora de los Ángeles, una fiesta que se celebra desde –al menos– el siglo XVI y que –en la actualidad– tiene lugar el primer sábado de septiembre. Empero, en esta ocasión, no se va a poder realizar, debido a las exigencias derivadas de la «Nueva Normalidad».

“Nos ha llegado una pandemia que ha superado –con horror– todas las expectativas. Todavía hoy somos víctimas de la Covid-19. Por ello, los tres sacerdotes que regimos las siete parroquias que –junto a los respectivos ayuntamientos– forman la Junta Rectora de la Cofradía del Santo Alto Rey de la Majestad y de Nuestra Señora de los Ángeles hemos decidido –conforme a las directrices indicadas por las autoridades sanitarias– suspender la Romería de este 2020”, se señalaba en una comunicación de los organizadores.

Pero, ¿en qué consiste esta celebración? Se trata de un día de fiesta en la que los vecinos de siete localidades serranas se reúnen en la cima del Alto Rey, con el fin de pasar un día de diversión entre amigos y familiares. De hecho, se dan cita los vecinos de Albendiego, Aldeanueva de Atienza, Bustares, Gascueña de Bornova, Las Navas de Jadraque, El Ordial y Prádena de Atienza. “Se puede disfrutar de un caleidoscopio de actividades que expresan la vitalidad imparable de una comarca”, señalan Antonio Herrera Casado, Ángel Luis Toledano y Luis Antonio González en «La Romería del Santo Alto Rey».

Todo ello, además, en un marco incomparable, en una de las cimas más conocidas de la serranía arriacense, que se eleva a 1.852 metros. “La montaña a la que llamamos Alto Rey se encuadra en el extremo oriental del Sistema Central. Y en su derredor se configura una comarca de características propias y muy peculiares”, aseguran los expertos.
Una tradición con historia.

Las primeras noticias de esta festividad proceden del siglo XVI. Más concretamente, de 1580, cuando apareció en la «Relación Topográfica de Bustares». En la misma se indicaba que «a media legua del lugar de Bustares está, en lo alto de la sierra, una casa y ermita que se nombra y llama del Señor Rey de la Majestad, la cual es de grandísima devoción y donde, por esta causa, acude gente de muchas partes».

Inicialmente la fiesta era hecha por cada pueblo de manera individual. Así, en Albendiego se ascendía el 9 de mayo y el 12 de septiembre; en Aldeanueva de Atienza y en El Ordial, el día siguiente de la Pascua de Pentecostés; en Bustares y Las Navas de Jadraque, el 13 de junio; en Gascueña de Bornova, el domingo de la Santísima Trinidad, en primavera; y en Prádena de Atienza, el Domingo de Pentecostés.

Empero, “la caída de un rayo en la década de 1940 en medio de la reunión festiva de Albendiego, que supuso la muerte de un hombre y una mujer, hizo que se unificara la subida al monte por parte de todos los pueblos”, explican los afectados. Primero, se optó por el 12 de septiembre, luego por el primer domingo del mismo mes y, finalmente, por el primer sábado de dicha mensualidad. De esta forma, se buscó adaptar la tradición a las exigencias sociales, fruto de la despoblación y de los nuevos hábitos laborales de los participantes.

Esta unificación festiva se mantiene en la actualidad y permite que cada una de las siete localidades participantes suba con sus pendones y cruces parroquiales, para realizar –seguidamente– una procesión conjunta hasta la explanada en la que se desarrolla la misma de campaña. Tras los oficios, los asistentes suben hasta la ermita, en cuya puerta tiene lugar la subasta de banzos. A continuación, todos intervienen en la comida campera y, para finalizar la jornada, se puede disfrutar de actuaciones y concursos.
“La fiesta, en esencia, es similar a lo que se ha hecho desde tiempo inmemorial.

Únicamente que ahora se junta –en la altura– un buen número de gentes. La mayoría suben por carretera, en sus automóviles, a través del camino asfaltado que se construyó para dar servicio a la base militar construida en las cercanías de la ermita”, se indica en «La Romería del Santo Alto Rey».

El patrimonio material
Pero si la romería del Alto Rey cuenta con siglos de historia, la ermita existente en la cumbre no se queda a la zaga. “Su origen es remotísimo y no existe conciencia cierta de su construcción primitiva. De hecho, en torno a los inicios constructivos de este santuario existen diversas leyendas que han ido pasando de generación en generación, aunque sin constancia documental que los avale”, explican Herrera Casado, Toledano y Antonio González.

Una de estas tradiciones es la que atribuye la edificación del oratorio a los Templarios. Un extremo que no se puede comprobar, ya que –tras la supresión de la Orden en el siglo XIV– muchos de sus archivos fueron destruidos. “Tampoco está probada la teoría de que sus sucesores –los caballeros hospitalarios de la Orden de San Juan– fueran los responsables de la ermita. No existen documentos que confirmen esta suposición”, indican los especialistas.

Sin embargo, una de las teorías que sí se ha podido demostrar es la que relaciona a este santuario con el de Santa Coloma, un templo románico existente en Albendiego. De hecho, se ha documentado que hacia 1197 existía en esta localidad un monasterio de la Orden de los Canónigos Regulares de San Agustín. Y que, del mismo, dependía una «Casa del Señor de la Majestad». De hecho, “durante la Edad Media uno de los títulos capitulares del cabildo seguntino era el de «Abad de Santa Coloma». Es más, este canónigo fue siempre el encargado de administrar y vigilar las rentas de las ermitas de Albendiego y del Alto Rey”, se asegura.

Asimismo, lo que también parece seguro es que el santuario de la cumbre fue edificado en el siglo XII. Y que a su alrededor existió un pequeño monasterio, que pudo estar conformado por celdas individuales y una sala capitular común. De estas últimas dependencias apenas quedan huellas, aunque hace algunos años se encontraron restos al instalarse un repetidor de televisión en las cercanías. “Eran simples muros adosados entre sí y a la vertiente rocosa del pico que mira hacia el sur”, narran Herrera Casado, Toledano y González.

Lo que se puede visitar hoy es la «versión actual» de la ermita. Consiste en un edificio de finales del siglo XVIII –más concretamente de 1785–, que se construyó sobre el santuario original. “En 1756, el libro de fábrica indicaba que se estaba haciendo obra nueva en el oratorio. El edificio anterior ya se encontraba muy arruinado en 1602”, asegura Ángel Almazán de Gracia en «Guía Templaria de Guadalajara».

El edifico moderno “es una construcción sencilla y recia, de mampostería basta, con algunos sillares esquineros. Sujetando y anclando sus muros existe un contrafuerte muy potente. La planta es de nave única, alargada. Tiene su ingreso al poniente. El interior se cubre por una bóveda semicircular, en forma de medio cañón. Y el presbiterio posee una cubertura hemisférica por cubrición”, se explica en «La Romería del Santo Alto Rey».
Además, en las paredes del oratorio se distinguen varios emblemas tallados en la roca. “Uno es un jarrón con azucenas, que es el símbolo del Cabildo Catedralicio de Sigüenza, que ostentó el patronazgo de la ermita [tras la disolución de la Orden de San Agustín]. El otro signo es un bloque de figuras con los símbolos de la Pasión de Cristo”, explican los especialistas.

 

En la cabecera del centro, orientada al norte, también se observan diversos grabados. “En dos sillares colindantes de la cúpula [existente sobre el altar] destacan sendos rostros y, en otro más alejado, se pueden ver tres caras que parecen representar a los tres hermanos de la leyenda [que se contará a continuación]”, explica Ángel Almazán de Gracia.

El altar se encuentra construido sobre el promontorio más elevado de la sierra, coincidente con el pico del Alto Rey. “Este detalle es revelador de la función sagrada que se le ha dado a la montaña, al colocar el punto de encuentro con la Divinidad sobre una roca, que es la prominencia más sobresaliente del monte”, indican Herrera Casado, Toledano y González. Debido a esta circunstancia, la orientación del santuario es Norte–Sur, muy poco habitual en los templos cristianos.

En cualquier caso, y a pesar de lo «reciente» del edificio actual, lo que parece evidente es que el Alto Rey ha estado ocupado por un templo desde antaño. Este punto siempre ha sido un espacio de rezo. De hecho, “es muy posible que existiera allí un lugar de culto de grupos muchos más antiguos. Su auténtico origen, perdido en la noche de los tiempos, podría estar en las culturas de la Prehistoria”, confirman los especialistas. “Es de suponer que en el mismo lugar donde se encuentra la ermita hubo, desde tiempo inmemorial, una construcción sacra. Y es posible que la primera de ellas fuese un menhir o un dolmen”, asegura Ángel Almazán.

Las tradiciones orales
Desde el punto de vista inmaterial, se deben mencionar las leyendas existentes en esta sierra. Una de las más conocidas es la que cuenta cómo una madre, harta de las peleas entre sus tres vástagos, les lanzó una maldición. Los convirtió en montañas, las cuales se podrían divisar eternamente, aunque nunca escucharse. Así aparecieron el Ocejón, el Alto Rey y el Moncayo.

Asimismo, otra tradición cuenta que bajo la ermita existe una cueva de cuyo techo manaba aceite, empleado para alimentar las lámparas existentes en el oratorio. Dicho combustible era recogido por los monjes, que eran las únicas personas que poseían la competencia para hacerlo. Sin embargo, un pastor decidió –por su cuenta y riesgo– hacerse con este aceite para su uso particular. Y, desde aquel momento, la gota pasó a convertirse en agua…

En otra ocasión, los mencionados religiosos decidieron edificar un segundo santuario en un lugar más apacible –climatológicamente hablando–. El emplazamiento elegido fue la vertiente sur de la sierra, en el actual término de Bustares. Pero todo lo que se levantaba por el día, se caía por la noche. Al final, consiguieron finalizar el complejo y trasladaron hasta él las imágenes de los santos. Sin embargo, al día siguiente las tallas aparecieron –otra vez– en el pico de la montaña. Una circunstancia que llevó a los religiosos a regresar a su morada original, ubicada en la cima más elevada.

Unos monjes que, según cuenta la leyenda, también escondieron una serie de tesoros en el interior del Alto Rey, con el fin de protegerlos de posibles robos. Entre las riquezas ocultas se encontrarían un caldero o un becerro, ambos hechos de oro. Nadie los ha encontrado todavía, aunque muchos se han interesado por ellos…

En consecuencia, la sierra del Alto Rey no solo ofrece un entorno natural sin igual y unas vistas espectaculares. También propone un patrimonio centenario y unas costumbres cuyos orígenes se enraízan en la noche de los tiempos. Y todo, a tan solo 50 minutos de Guadalajara capital. Por tanto, esta comarca se alza como una alternativa turística de primera orden, aunque la romería de este año se haya tenido suspendido debido a la pandemia…

Bibliografía:
ALMAZÁN DE GRACIA, Ángel. Guía templaria de Guadalajara. Guadalajara: Ediciones AACHE, 2012.
HERRERA CASADO, Antonio, TOLEDANO IBARRA, Ángel Luis y GONZÁLEZ ESPLIEGO, Luis Antonio. La romería del Santo Alto Rey. Guadalajara: Ediciones AACHE, 2019.
LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón. Fiestas tradicionales de Guadalajara. Guadalajara: Ediciones AACHE, 2000.