Es el espacio protegido más extenso de Castila–La Mancha. Cuenta con más de 177.433 hectáreas en su haber –incluyendo el Área Periférica de Protección–. De hecho, se extiende por 35 municipios de dos provincias diferentes, Guadalajara y Cuenca. Pero, lo más importante, es su gran riqueza –tanto geológica como faunística y botánica–. Sobre todo, ésta última, la relacionada con la vegetación. “Si hubiera que definir la flora del Parque Natural del Alto Tajo con un solo adjetivo, éste sería «diversa»”, aseguran los especialistas Luis María Ferrero, Óscar Montouto y José María Herranz en su obra «Flora amenazada y de interés del Parque Natural del Alto Tajo».
“El catálogo florístico, con aproximadamente 1.500 especies distintas, es uno de los más completos dentro de los espacios protegidos peninsulares, estando representando en el mismo entre el 15% y el 20% de toda la flora ibérica”, confirman los mencionados expertos. Una exuberancia que se debe a la combinación de dos tipos de razones: las ecológicas y las biogeográficas. “El entramado de cañones, valles, páramos, montañas, saladares, lagunas, calizas y rodenos que se suceden a lo largo del Alto Tajo supone una variadísima oferta de nichos ecológicos diferentes, que se traduce en una flora diversa y especializada en explotar distintos ambientes”, añaden Ferrero, Montouto y Herranz.
A ello se debe unir la buena situación del lugar. “La localización del Parque puede considerarse una verdadera encrucijada de caminos, donde se entrelazan las rutas migratorias del norte y del sur con las influencias del cercano Sistema Central y las zonas más levantinas del Sistema Ibérico. La diversidad de ambientes ha propiciado que parte de la flora –que a lo largo de la historia pobló estos parajes y que en la actualidad prácticamente está desaparecida en la región– se acantonara en pequeñas poblaciones relícticas, fiel testimonio de su paso por estas tierras”, aseguran los científicos. En definitiva, “el Alto Tajo tiene una amplia diversidad de fauna y de flora. Al fin y al cabo, se trata de un lugar de encrucijada”, explica José Antonio Lozano, el director–conservador del espacio.
De hecho, esta circunstancia ha dejado su huella en muchos elementos. Por ejemplo, en que de los 488 taxones incluidos en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas de Castilla–La Mancha, 130 están presentes en el mencionado espacio protegido. Una cifra que supone el 27% del total. Así lo aseguran desde la Consejería de Desarrollo Sostenible castellanomanchega.
Además, este territorio se define por la relevancia de sus bosques. Ocupan el 75% del total. El 25% restante se reparte entre los matorrales (un 12%), los pastos (un 3%) y los cultivos, barbechos y suelo urbano (un 10%). “La vocación forestal de estas tierras y el uso ancestral que se les ha dado, han potenciado notablemente la expansión y explotación del pinar, siendo –ésta– la vegetación por excelencia del territorio, con sus 100.00 hectáreas aproximadamente, lo que alcanza el 56% del total de la superficie”, se confirma en «Flora amenazada y de interés del Parque Natural del Alto Tajo».
Sin embargo, y haciendo gala de su diversidad florística, en este espacio se distinguen cuatro especies de pino diferentes. Entre ellas, el carrasco, el rodeno, el laricio y el silvestre, que es el más extendido. Los sabinares son el siguiente grupo forestal en importancia. Del mismo, existen dos variantes, la sabina albar y la negral. Además, el caminante –si decide internarse en las profundidades del bosque– también podrá pasear por robledales, quejigares y encinares. Asimismo, y del mismo modo, “son frecuentes las formaciones mixtas en las que aparecen varias especies de pino, o mezclas de diferentes especies arbóreas”, confirman los científicos.
Esta riqueza se observa –igualmente– en los matorrales. El senderista puede encontrar desde romerales a jarales, pasando por espliegos o sabinas rastreras… “Tampoco hay que olvidar las formaciones naturales más estrechamente relacionadas con el uso del hombre: los pastos”, indican los expertos. De ellos, son relevantes los tomillares de pradera o las gramíneas.
¿Hay endemismos en el Alto Tajo?
Hasta ahora se han mencionado algunas de las especies más conocidas de este espacio. Pero, ¿hay más ejemplos de diversidad? Efectivamente. Sí que los hay. “Existe presencia de numerosos enclaves de pequeña extensión con formaciones vegetales especiales en cuanto a su composición florística (con frecuencia, rica en endemismos, rarezas, especies amenazadas)”, explican Ferrero, Montouto y Herranz. Estos lugares se encontrarían relacionados con saladares, entornos húmedos o formaciones rocosas.
Sin embargo, este Parque Natural no cuenta con endemismos propios –como tal–, según confirma José Antonio Lozano. “Lo que sí se pueden hallar son variantes endémicas de territorios más amplios, como la Península o el Sistema Ibérico meridional”. Una de las especies exclusivamente peninsulares de las que habla Lozano es la «Pinguicula mundi».
Se trata de una “hierba perenne, con delgadas raíces y estolones presentes, que sobrevive en invierno por yemas”. Normalmente, habita en “roquedos calcáreos, covachas, a menudo en lugares umbrosos, en sustrato calizo”.
En cuanto a los endemismos particulares del Sistema Ibérico, en el Alto Tajo se puede encontrar la «Saxifraga moncayensis». Es una “planta perenne, de porte almohadillado, viscosa, con glándulas inmersas sésiles y estipitadas, que le confieren olor balsámico en verano”. Suele aparecer en fisuras de roquedos. Por tanto, se encuentra “dispersa por los cañones y desfiladeros de la zona centro del Parque, en los ríos Gallo, Arandilla, Bullones y Tajo”, describen los científicos.
Sin embargo, en este espacio protegido están presentes otros muchos endemismos, bien sean ibéricos, alcarreños o circunscritos al Sistema Central. Entre ellos, «Brassica repanda», «Saxifraga cuneata», «Carduus paui», «Festuca gautieri», «Oreochloa confusa», «Armeria trachyphylla», «Colutea arborescens», «Delphinium fissum subsp. Sordidum», «Narcissus eugeniae», «Carex pilulifera» o «Hypericum caprifolium». “Su estado de conservación es bueno. Pero al presentar una extensión tan pequeña, su riesgo de desaparición es mayor si no se toman las medidas oportunas de preservación”, asegura José Antonio Lozano.
Las causas de esta diversidad florística
Para explicar esta riqueza se deben mencionar varios factores, además de los ecológicos y biogeográficos ya mencionados. También se encuentran los climatológicos. El Parque se define por su relativa continentalización dentro del ámbito mediterráneo en el que se encuadra. Es decir, cuenta con inviernos muy fríos y veranos frescos. Pero, dentro de estos rasgos generales, también se distinguen particularidades según el enclave. “Esta variabilidad climática, combinada con otras fuentes de riqueza ecológica –como es la naturaleza del sustrato, la exposición, etc.–, es causante de la gran diversidad de formaciones vegetales que aparecen en la zona”, explican los responsables del espacio protegido.
De hecho, otro de los elementos relevantes de este territorio –y que influye en el desarrollo de la flora– es su geología y geomorfología. El Parque se emplaza en la rama occidental del Sistema Ibérico, pudiéndose distinguir –en su interior– diferentes litologías, que van desde las calizas a las areniscas a los yesos, entre otros ejemplos. Además, algunos de estos casos permiten la edificación de Karts o de importantes sistemas de hoces y cañones, que “destacan por su abundancia, longitud, altos escarpes y formas singulares de laderas, como cuchillos, agujas y monolitos. De hecho, conforman la red continua más extensa de Castilla–La Mancha”, enfatizan Ferrero, Montouto y Herranz.
No hay que olvidar que “la vegetación y la flora del Alto Tajo son fruto de la interacción, en distintas combinaciones, de una serie de variables”. En este sentido, además del sustrato, se han de tener en cuenta la orientación –si la formación se halla en solana o en umbría–, la altitud, la pendiente del terreno o el nivel de presencia de agua en el suelo…
Incluso, la acción humana también ha afectado. “Las dos grandes actividades que explican la situación actual de la vegetación son el manejo de los bosques y la ganadería. A la selvicultura se debe la abundancia y calidad de los pinares, mientras que a la ganadería hay que atribuirle su papel esencial en la formación de pastos, la potenciación de los espinares y matorrales espinosos diversos o el aspecto adehesado de muchos bosques”, confirman los botánicos en «Flora amenazada y de interés del Parque Natural del Alto Tajo».
Todo ello sin dejar de lado el punto estratégico en el que se emplaza este espacio, como ya se ha mencionado anteriormente. “Es una zona de contacto entre el Maestrazgo y los Sistemas Central e Ibérico. Se trata de una encrucijada, donde se encuentran tres cordilleras montañosas. Es un lugar de tránsito, un corredor biológico”, narra el conservador de la sección de Plantas Vasculares del Herbario MA, del Real Jardín Botánico–CSIC, Leopoldo Medina.
Al ser un «sitio de paso», “muchas especies del ámbito eurosiberiano han logrado alcanzar y sobrevivir en este emplazamiento”, añade Medina. “Son precisamente estos ejemplos los que nos pueden servir de indicadores para evaluar la intensidad del cambio climático, porque cuanto más se «caliente» esta zona de montaña [de Guadalajara y Cuenca], es posible que dichas especies vayan despareciendo…”, asevera este experto.
Cuando el peligro aparece…
Por tanto, existen amenazas en el Alto Tajo. Entre ellas, el cambio climático, ya enunciado. A esta realidad se deben unir otras circunstancias, como la colmatación y desecación de humedales –bien sea por acción antrópica o natural–; la transformación de usos de ciertos lugares –como las salinas, cuyo abandono puede presentar afecciones en los ecosistemas–; o las nuevas utilizaciones antrópicas.
Sobre éste último caso, “es muy frecuente la coincidencia de zonas de alto interés florístico con áreas recreativas”, explican los especialistas. Sin embargo, realidades como el turismo todavía no representan un riesgo inabordable en el lugar. “En el Parque Natural no tenemos una presión de visitantes elevada. Más bien, todo lo contrario. Se encuentra muy por debajo de los límites adecuados”, asegura José Antonio Lozano.
En cualquier caso, la conservación íntegra de los hábitats del Alto Tajo pasa por la gestión precisa de espacios concretos, con el fin de atender las especificidades de cada uno de ellos. “Esto obliga a los gestores a dar prioridad a unas zonas frente a otras, de tal manera que sea posible concentrare el esfuerzo en el mayor número de especies posible”, se asegura en el libro «Flora amenazada y de interés del Parque Natural del Alto Tajo». Hay que tener en cuenta que “es muy frecuente que las especies de interés, debido a sus preferencias ecológicas afines, tiendan a concentrarse en pequeños espacios”. Por esta razón, para asegurar su supervivencia, se deben plantear acciones de protección específicas.
Al fin y al cabo, la diversidad ecosistémica en general y florística en general del Parque Natural del Alto Tajo es un patrimonio de todos. Se ha de cuidar. No solo por mantener el equilibrio de uno de los emplazamientos más impresionantes de España y de Europa. También por el bien de la Humanidad, ya que una naturaleza sana es el mejor seguro para la supervivencia de todos. Como dijo el escritor, filósofo y naturalista estadounidense Henry David Thoreau:
«En la naturaleza está la preservación del mundo»
Bibliografía: FERRERO, Luis María; MONTOUTO, Óscar; y HERRANZ, José María. Flora amenazada y de interés del Parque Natural del Alto Tajo. Guadalajara: Ediciones de la Junta de Comunidades de Castilla–La Mancha, 2006. |

Historiador y periodista, especialista en comunicación ambiental y en Masonería mexicana. El reporterismo es mi vocación. Ahora informando desde Guadalajara. “Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz” (Benito Juárez, 1867).