Guadalajara y su riqueza geológica

Cuando se habla de la capital provincial, muchos pensamos en el Palacio de los Duques del Infantado. Otros se remiten al Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo, obra cumbre de la funeraria española del siglo XIX. Incluso, hay quien se acuerda del maratón de los cuentos, que todos los años –desde hace tres décadas– inunda de narración oral la ciudad durante 46 horas seguidas. Sin embargo, pocos mencionan la variedad geológica existente en el término municipal. Una riqueza que también debe divulgarse y ponerse en valor.

De hecho, en el territorio capitalino se pueden distinguir hasta cuatro grandes formaciones geológicas. Más concretamente, la Alcarria, la vega del Henares, la Campiña y la zona de transición entre la meseta alcarreña y las orillas del río. Ésta última cuenta con unos desniveles muy pronunciados y, en ella, se sitúa el grueso del casco urbano citadino. “La localidad se emplaza en las laderas de los valles intraalcarreños, para poder disponer de las aguas de los manantiales que se ubican por debajo de las calizas de la cumbre. Y, también, para protegerse de los rigores invernales típicos del altiplano”, explica el geólogo Raúl Gorgues Pinet.

Por ello, no es extraño que un poco más arriba de la ciudad se distinga el páramo de la Alcarria, otra de las cuatro grandes formaciones geológicas caracenses. El mismo “presenta varias capas. Las más elevadas cuentan con una mayor resistencia, dando a esta meseta su resalte característico”. Este zócalo es una suerte de «sustrato calizo», donde –incluso– se han encontrado muestras de sílex, una roca cuarcítica de mineralización amorfa. Sin embargo, “lo existente por debajo de dicho manto duro es bastante más fácil de erosionar. Por tanto, una vez que se desmonta el nivel superior, se deshace más rápidamente la base”, describen los investigadores.

Un proceso que, actualmente, se sigue produciendo debido a la acción hídrica. No en vano, se distinguen decenas de manantiales en los límites del altiplano. “En el borde de la Alcarria, donde desaparece el recubrimiento calcáreo y surgen las arenas finas y las arcillas, está plagado de fuentes naturales, que aparecen a una cota determinada, entre los 940 y los 950 metros sobre el nivel del mar”, explica Gorgues Pinet. Unos afloramientos acuáticos que continúan erosionando las laderas. Un ejemplo es el arroyo que da vida al barranco de El Alamín, que nace en estas alturas.

Una gran riqueza de ejemplos pétreos
En este contexto, el abanico de materiales presentes en el término municipal de Guadalajara es muy variado. De acuerdo a los datos del Instituto Geológico Minero de España (IGME) se tratan –según la fase– de: lutitas, fangos pardo–rojizos, arenas arcósicas, conglomerados, así como areniscas y calizas, durante el «Orleaniense–Astaraciensa» (Mioceno medio); mientras que a lo largo del «Astaraciense–Vallesiense» (Mioceno medio–superior) aparecieron calizas, margas y margas yesíferas blancas. En el «Vallesiense» (Mioceno superior) surgieron calizas con sílex, dolomías, areniscas arcósicas, conglomerados cuarcíticos y arcillas, además de calizas arenosas; y, por último, también está representado el «Vallesiense–Turoliense–Plioceno» (Mioceno superior-Plioceno), con calizas, como las existentes en los páramos y costras pliocenas.

Unos tipos rocosos que, relatados de esta manera, pueden parecer un poco áridos –nunca mejor dicho–. Pero si se va al detalle, queda mucho más claro. Por ejemplo, Guadalajara se asienta sobre los primeros materiales mencionados –los «Orleaniense-Astaraciensa», como areniscas o calizas–. Este apilamiento comenzó a depositarse hace unos 20 millones de años. Un proceso que terminó, aproximadamente, hace seis millones de «primaveras». Casi nada…

Cambios en las formas
Se produjo, además, un evento alejado la capital arriacense –tuvo lugar al oeste de Talavera de la Reina– que también contó con una “importancia primordial” para explicar la topografía actual de nuestra ciudad. Se trata de la transformación del valle Tajo de una cuenca endorreica a una exorreica. Es decir, que se «abrió» por uno de sus lados y comenzó a drenar –hacia el Atlántico– tanto el agua como los sedimentos que ésta transportaba. “Este fenómeno implicó un encajamiento de toda la red fluvial de la zona en la que vivimos, hasta labrarse las formas que vemos hoy en día”, confirma Raúl Gorgues. “Parece ser que esta modificación se inició a finales del Mioceno superior”.

Además, junto a este progresivo proceso de desgaste –todavía vigente–, “encontramos en Guadalajara las morfologías típicas de carácter erosivo y sedimentario, como las terrazas fluviales”. Incluso, en el páramo de Iriépal aparece un campo de «dolinas de colapso» –es decir, pequeños sumideros–, que son amplias en extensión, pero poco profundas. “Los agricultores del entorno las conocen bien, porque en su centro –más arcilloso– perdura más la humedad que en los extremos rocosos, por lo que en el interior la producción de cereal es mayor”, explican los especialistas.

Asimismo, en las parameras alcarreñas se han labrado otras formas muy identificables por los vecinos de la capital. “La Peña Hueva y el Pico del Águila funcionan como unos tótems de entrada a la Alcarria Alta. Se han formado «retranqueando» los bordes de esta meseta”, confirma Gorgues Pinet. No en vano, sus cimas están conectadas con el altiplano y, en sus cumbres, permanece visible el sustrato calizo típico de la mencionada llanura…

Gracias a este zócalo, la parte más elevada de la planicie no ha desaparecido. Pero no siempre ha sido un lugar prominente. Todo lo contrario. Antiguamente, se alzaba como “una de las zonas más deprimidas del Tajo”. Pero, ¿cómo era posible esta situación? “El agua va para abajo, pero el resultado de la erosión se dirige hacia arriba. Es decir, los cauces y los valles se van formando de manera ascendente. Esto provoca que los arroyos –como el existente entre la Peña Hueva y el Pico del Águila– se encajonen hasta llegar a lo más elevado de la Alcarria”, describen los geólogos. Por tanto, “lo que para nosotros es actualmente una montaña, hace millones era el fondo de una vega”.

La geología influye en la actividad humana
Además, no se puede olvidar que la calidad de los suelos también afecta a diversas actividades humanas, como la agraria. De hecho, Guadalajara capital cuenta con terrenos muy propicios para los cultivos. “En el margen derecho se sitúan el grueso de las parcelas de alto interés agrícola, por su propia naturaleza y por situarse entre el canal del Henares y el propio río, que la abastece de agua en los momentos de mayor demanda”, confirman los especialistas.

Asimismo, también se debe mencionar la asimetría del valle donde se ubica la ciudad. Mientras que la orilla derecha presenta una menor accidentalidad geográfica –es más llana–, el izquierdo, que es donde se encuentra la mayor parte de la capital, presenta una mayor accidentalidad y desnivel. “Existe una importante asimetría entre ambos lados”, comenta Gorgues Pinet.

Pero, ¿cuál es la razón de esta desproporción? “Se interpreta como un movimiento regional de la Campiña, que bascula hacia el nordeste en favor de una falla que profundiza el valle en esa misma dirección”, confirman los geólogos. “No es fácil encontrar pruebas de la existencia de esa falla en superficie, pero sí que se puede encontrar si se utilizan técnicas especializadas”.

De hecho, estudios sobre terremotos en ciudades antiguas –denominados «evidencias neotectónicas»–, como los realizados en Alcalá de Henares –referentes al asentamiento romano de Complutum–, han encontrado certezas sobre la existencia de la referida falla. “En Guadalajara, sin embargo, no nos constan –todavía– este tipo de evidencias”, explica Raúl Gorgues. Por tanto, se debe seguir investigando en torno a dicha temática.

A pesar de ello, en el término municipal arriacense existe una gran variedad geológica. En sus pocos más de 200 kilómetros cuadrados se distinguen hasta cuatro grandes formaciones geológicas, además de una importante diversidad materiales, generados a lo largo de las diferentes fases de la historia del planeta. Por todo ello, la referida riqueza se ha de poner en valor. “Existen elementos divulgativos que permiten la difusión de los aspectos más relevantes del entorno geológico de la zona, entre los que destacan el diseño de exposiciones o la instalación de diversos paneles explicativos”, concluyen los especialistas José Albero Lebrón Moreno y María Dolores López Carrillo.

Bibliografía
LEBRÓN MORENO, José Alberto, y LÓPEZ CARRILLO, María Dolores. «Estudio del patrimonio geológico con fines educativos: un ejemplo en la geología de la provincia de Guadalajara». Pulso: revista de educación, 40 (2017), pp.: 135-158