Brihuega también tiene cuevas

Cuando alguien menciona una localidad arriacense, evocamos –muchas veces– su monumento más representativo. En el caso de la capital, el Palacio del Infantado. Si hablan de Sigüenza, su catedral. En Molina de Aragón, Atienza o Torija, sus castillos. Y en Pastrana, su complejo palaciego Ducal. Pasa lo mismo en Brihuega, donde –enseguida– nos remitimos a la fortaleza de «Peña Bermeja» y al arco del Cozagón. Sin embargo, muy pocos sabíamos que en este municipio también se puede visitar un conjunto de galerías y grutas que se conoce –popularmente– como las «Cuevas árabes».

Sin duda, se trata de un atractivo más para conocer el «Jardín de la Alcarria», y que habla de la riqueza histórica y patrimonial de la localidad. De hecho, estas «Cuevas árabes» fueron construidas entre los siglos X y XI, aseguran fuentes municipales. Por tanto, cuentan con más de 1.000 años de antigüedad. Actualmente, se puede acceder a las mismas desde la plaza del Coso. Es decir, desde el epicentro del casco histórico briocense. La entrada se permite de martes a domingo, tras abonar una entrada de –aproximadamente– un par de euros.

Pero, ¿en qué consisten estas grutas? “Son un laberinto de galerías y túneles que recorren todo el subsuelo de la villa, con una longitud aproximada de ocho kilómetros. Fueron utilizadas en épocas de asedio, ya que a través de ellas había una vía de escape al exterior de las murallas”, explican desde el Ayuntamiento. A día de hoy, se encuentran acondicionados unos 700 metros de las cuevas, con el fin de que puedan ser visitadas. La edificación de las mismas está realizada enteramente por el hombre. La erosión natural no ha intervenido –para nada– en su modelaje.

El complejo “cuenta con una temperatura constante de 12 grados centígrados durante todo el año”, señalan desde el Consistorio. Por tanto, durante épocas de paz, esta infraestructura también se utilizó como “almacén de víveres y alimentos”. E, incluso, a lo largo de la Guerra Civil española de 1936, las referidas cavidades se usaron “como refugio”, confirmaba uno de los propietarios de la infraestructura. Por tanto, no fue –únicamente– una forma de guarecerse y escabullirse de los enemigos. Se han observado diversos usos durante la historia.

Además, al final de la visita se encuentra uno de los elementos más interesantes. Se trata de una serie de arcos que, según la tradición, se atribuyen a los visigodos, por lo que serían anteriores a la dominación árabe. Los mismos, “se encuentran cerrados por formas apuntadas, talladas a mano unas sobre otras”, confirma Cristina Motrel. Sin embargo, el origen de la referida arcada es –en realidad– muy posterior. Se habría realizado tras la retirada de los musulmanes del lugar.

Así lo defienden varios investigadores. Entre ellos, el cronista provincial de Guadalajara, Antonio Herrera Casado. “Estos arcos se denominan así por su prominencia apuntada, pero no son de época visigoda, y tampoco árabe como –también– se ha dicho. Son construcciones de época cristiana, aunque de gran valor por su antigüedad, interés y dimensiones”, explica.
– En cualquier caso, ¿cuál es la importancia histórica y monumental de la totalidad de las cuevas briocenses?

– Tienen un alto valor patrimonial, porque se trata de una estructura arquitectónica desarrollada en el subsuelo, con galerías, pisos y almacenaje de tinajas para el vino y el aceite –confirma el cronista arriacense.

Pero, ¿qué es lo más interesante de este monumento? “La gran dimensión y la intercomunicación entre todo el complejo de galerías, al que se accede –para su visita– desde la plaza del Coso, pero tiene entradas desde otras viviendas de la villa”, explica Herrera Casado. ¡Todo un lujo!

Para realizar la totalidad del recorrido –los 700 metros que son visitables– se requiere una media hora, confirman desde la «Guía Panibericana», una propuesta especializada en «lugares fascinantes de España y Portugal que no se encuentran en los itinerarios convencionales». “El túnel de acceso a las cuevas briocenses se bifurca una y otra vez. Los pasadizos y galerías son –más o menos– amplios y, en cada uno, hay toneles, barricas, grandes contenedores, tinajas y algunas mesas”. Muchos de estos elementos cuentan con siglos de historia a sus espaldas.

La gran relevancia musulmana
Sin embargo, la riqueza pretérita briocense va más allá de las «cuevas árabes». Su pasado es impresionante. En sus vías más importantes se suceden los palacios, las casonas y las iglesias. Y gran parte de este legado tuvo un germen musulmán, como ocurre en las grutas analizadas. Este municipio presentó una importante vida durante la época musulmana. “El protagonismo briocense en la Edad Media viene determinado por su papel en el señorío del arzobispo de Toledo. Pero el proceso arquitectónico y urbano del pueblo se estableció sobre la base de conceptos y transformaciones gestadas a lo largo del mandato de Al–Mamún, monarca de la taifa toledana”, confirma la investigadora María Magdalena Merlos Romero.

Así, y desde el siglo VIII, el lugar se alzó como un enclave militar. “Esta función castrense, que posiblemente tuviera su origen en el periodo del emirato, vendría definida por el emplazamiento del pueblo en la «Marca Media», que se constituía como una situación de frontera”. Por tanto, y de acuerdo a este cometido defensivo, no es extraño que se edificara el imbricado laberinto de pasadizos que –gracias a sus ocho kilómetros de longitud– ocupa gran parte del casco urbano de la localidad. Éste es el origen de las cuevas de Brihuega, que –inicialmente– sirvieron para guarecerse y escabullirse de los enemigos. Sobre todo, en una localidad completamente amurallada, como era el «Jardín de la Alcarria».

Pero los elementos castrenses no desaparecieron tras la toma de la plaza por las tropas castellanas. “El valor militar se perpetuó durante el dominio cristiano”. Y para muestra, la fortaleza de la localidad. “El castillo original musulmán se emplazó sobre un lugar de indiscutible valor estratégico, una peña que domina todo el valle del Tajuña”. Se concibió como un lugar de vigilancia. Sin embargo, el monumento fue adaptando su estructura a los nuevos usos conferidos a lo largo de la historia. “El sistema fortificado sufrió múltiples modificaciones en su fisonomía, aunque orientadas al mantenimiento de las estructuras defensivas y a su aclimatación a las funciones añadidas, la residencial y la recreativa”, explica Merlos Romero.

En cualquier caso, el conjunto defensivo de Brihuega “enraizó con la evolución tipológica de las construcciones del Alto Tajo en los siglos del dominio islámico, entre el IX y el XI”, explica María Magdalena Merlos Romero. En este contexto, “Brihuega se comprende en conexión con los hábitats fortificados de los bereberes de Al–Ándalus”. La mencionada localidad “comparte con estas comunidades determinados rasgos, como la ubicación del castillo, que domina un valle con una importante vega”. Por tanto, la influencia arábiga en la localidad es más que evidente. Se vislumbra por los cuatro costados.

Una circunstancia que –de forma clara– se entrevé en el complejo subterráneo al que se accede por la Plaza del Coso. No en vano, el mismo es conocido como «Cuevas árabes». Una denominación que no es gratuita, ya que se excavaron durante los siglos X y XI. En dicho momento, la villa briocense se constituía como un enclave militar de gran relevancia, asomado al río. Algo que ocurrió durante la dominación musulmana. De hecho, fue durante la época islámica cuando la villa comenzó a tomar la forma actual. Por tanto, el visitante también debe conocer las grutas de Brihuega. Al fin y al cabo, son un elemento más para comprender nuestro pasado. Como dijo el escritor mexicano Octavio Paz:

«La arquitectura es el testigo menos sobornable de la historia»

Bibliografía
HERRERA CASADO, Antonio. «Castillos y fortalezas de Castilla–La Mancha. Una guía para conocerlos y visitarlos». Guadalajara: AACHE Ediciones, 2002.
MERLOS ROMERO, María Magdalena. «El castillo de Brihuega y sus orígenes islámicos», Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, 12 (1999), pp.: 41-60.