Budia, villa de soldados…

Guadalajara es una tierra de tradiciones. En muchos enclaves se desarrollan fiestas y costumbres milenarias. ¿Quién no ha acudido a una romería? ¿O a una botarga? Son celebraciones con siglos a sus espaldas, que hablan de la historia de los municipios. Un ejemplo de ello se encuentra en Budia, una villa alcarreña situada cerca de Entrepeñas. En la misma hay posibilidad de disfrutar, durante la semana santa, de unas de las festividades más famosas de la provincia. Hablamos de los «Soldados de Cristo», que hacen su aparición a lo largo de los días de Pascua.

El origen de esta costumbre data del siglo XV, aunque despareció en la década de 1950. Sin embargo, la fiesta volvió a hacer acto de presencia en 2001, cuando se recuperó gracias al tesón de los vecinos. Y, a partir de ahí, la propuesta ha conseguido múltiples reconocimientos, como el de interés turístico provincial.

En años normales –COVID19 mediante– los «Soldados de Cristo» realizan diferentes apariciones durante la semana santa. Comienzan, oficialmente, el Domingo de Ramos, cuando la quincena de intervinientes en la festividad se reparten las tareas que han de desarrollar en las jornadas siguientes. Una vez realizada dicha distribución, vuelven a aparecer el jueves santo, momento en el que acuden a misa. Justo en ese momento, se colocan frente a la iglesia parroquial, donde reciben a los vecinos en formación de pasillo, generando –así– una estampa muy solemne…

Sin embargo, la implicación pía de dichos protagonistas continúa al día siguiente. El viernes santo son los encargados de portar el sepulcro durante la procesión del entierro. Y cuando cae la noche, se involucran en la procesión de las antorchas, durante la cual se apagan todas las luces del pueblo. “Previamente, los soldados han puesto luminarias en el trayecto, para dar un mayor realce a la celebración”, explican los especialistas.

Pero los «Soldados de Cristo» no descansan y el sábado santo vuelven a la carga. Ese día preparan una hoguera en el atrio de la iglesia. “Allí se bendice el agua y el fuego, y se procede al encendido del cirio pascual”, señalan los vecinos de la localidad. Y unas horas más tarde, durante el Domingo de Resurrección, los miembros de esta cofradía realizan su última aparición, interviniendo en la procesión del encuentro. En todas sus participaciones, estos soldados salen con una vestimenta compuesta de traje de pana negro, sombrero de ala ancha, una banda roja y una lanza.

El patrimonio material también cuenta
Y si el visitante se ha quedado con ganas de más, siempre tendrá la oportunidad de deleitarse con el legado monumental de Budia. Lo primero que llama la atención es el conjunto del municipio, de marcado carácter popular. “El pueblo muestra una exhibición de viviendas antoñas en sus calles más típicas, casas que pudieran servir muy bien como patrón a la hora de definir el tipo de la vivienda alcarreña: muros de sillar en la base, mampostería de buena piedra en el cuerpo de la pared, para concluir con obra de entramado y adobe a la altura de las cámaras y de los graneros en el piso más alto”, asegura el investigador José Serrano Belinchón en su libro «La Alcarria de Guadalajara».

No en vano, en el interior del casco urbano se suceden los palacios. Entre ellos, el de los Condes de Romanones, la Casa Poyatos, la Casa de la Parra, la Casa del Duende y la Casa de los López Hidalgo. Todos estos ejemplos se disponen en torno a pequeñas calles intrincadas, que desembocan en uno de los espacios más relevantes de la villa. Se trata de la plaza en la que se sitúa el Ayuntamiento, una edificación que remite a las estructuras renacentistas del siglo XVI.

“La bella estampa que ofrece este complejo remata en airosa torrecilla sobre el tejado, provista de veleta, reloj municipal y carillón con templete y campanil para dar la hora”, explica Serrano Belinchón. Sin embargo, éste no es el único espacio abierto que existe en la localidad. Todo lo contrario. Los callejones de la villa deparan más sorpresas al caminante.

Un poco más allá del domicilio consistorial se halla otro de los lugares públicos de importancia. Nos referimos a la plaza de la iglesia, sitio desde el que se puede acceder a la parroquia de San Pedro. “Llama la atención su portada plateresca, no demasiado corriente en la comarca. El interior del monumento es grandioso, sorprendente”, se asegura en el libro «La Alcarria de Guadalajara».

Asimismo, se debe mencionar la imaginería del templo, que es muy rica, a pesar de las pérdidas sufridas durante los últimos decenios. De hecho, durante la Guerra Civil desapareció su retablo mayor, ocupando su lugar un frontal en plata generosamente decorado. A ambos lados de ese altar aparecen dos tallas de Pedro de Mena –un Ecce Homo y una Dolorosa– muy realistas y expresivas, y de brillante policromado”, explican desde «Turismo de Castilla–La Mancha».

Una vez empapado con el arte de San Pedro, el caminante ha de regresar a las calles budieras. De esta forma, tendrá la oportunidad llegar hasta la ermita del Peral, patrona del lugar. “Tiene un cumplido pretil de sillería con bolones, oronda espadaña barroca y monumental cúpula por encima del presbiterio”, describen los especialistas.

Además, muy cerca de la localidad se contemplan los restos del Convento de las Carmelitas, del siglo XVII. “Fue fundado en 1688, bajo la protección de Nuestra Señora de la Concepción. A este convento pertenecían las cartas de Ana de San Bartolomé y de Santa Teresa de Jesús. La época de mayor esplendor del inmueble tuvo lugar entre 1732 y 1835, cuando se fabricaba en él gran parte del paño necesario para las vestimentas de la Orden de Castilla”, rememoran los historiadores.

Del complejo, todavía se puede divisar “su magnífica fachada con un enorme ventanal encargado de dar la luz necesaria al coro”, explican desde Turismo de Castilla–La Mancha. Además, “contaba con una gran cúpula, hoy hundida, sobre el crucero. El edificio fue víctima de las tropelías cometidas durante la Guerra de la Independencia española, así como del abandono que sufrieron muchos monumentos hispanos tras la desamortización de Mendizábal.

Convento de las Carmelitas, en la localidad alcarreña de Budia. // Foto: Budia Directo.

A pesar de la situación actual de este monumento, el visitante se quedará impresionado con Budia. No sólo por su amplio patrimonio histórico, su arquitectura típica y su intrincada trama urbana. También por sus costumbres y fiestas tradicionales, algunas de las cuales –como los «Soldados de Cristo»– cuentan con un origen centenario. Por tanto, no es raro que el turista que conoce esta localidad quiera repetir. ¡No te la puedes perder!

Bibliografía.
SERRANO BELINCHÓN, José. La Alcarria de Guadalajara. Guadalajara: Ediciones AACHE, 2003.