Domingo de Pentecostés, La Caballada recorre las calles de Atienza

Este 5 de junio tiene usted, estimado leyente, una oportunidad única de acercarse a conocer –o quizás, a repetir visita a- una de las fiestas más genuinas de Castilla y, por ende, de España. La Caballada de Atienza es la rememoración del hecho histórico acontecido en el siglo XII. En aquel entonces, las tropas de Fernando II de León asediaban la villa de Atienza para hacerse con el rey de Castilla Alfonso VIII, por entonces, un zagal. La astucia de los arrieros atencinos de la época impidió que se hicieran con él, pues simularon una romería que despistara a las huestes leonesas y permitiera a las caballerías más veloces llevar, mientras tanto, al rey niño hasta Ávila. Desde aquella mañana de Pentecostés de 1162 se viene celebrando en Atienza la conocida como fiesta de La Caballada, declarada de Interés Turístico Nacional, Regional y Provincial.

El atractivo de La Caballada viene de su genuinidad. Si vienen, no pretendan ver a nadie disfrazado de lo que pudieran entender algunos por medieval. Tampoco verán a nadie caracterizado de Alfonso VIII: el de las Navas sólo estuvo una vez en La Caballada y fue en su episodio piloto. No es una fiesta de copia y pega. Verán una rememoración, una serie de ritos –los conocidos en Atienza como usos y costumbres– que se han venido manteniendo desde lo más profundo de los siglos. Y es eso lo que nos hace únicos. Verán la fiesta que pudieron ver los que nos visitaron en el siglo XX. O los atencinos del XIX. O del XVIII… O sabe usted cuándo parar la cuenta atrás.

Si me admiten el consejo, si pueden, vengan a pasar todo el fin de semana a Atienza. Hay una gran oferta de alojamientos pensados para todo tipo de visitantes. Vengan y aprovechen el sábado para conocer el gran patrimonio cultural y artístico que tiene la villa. Y ya, al caer la tarde, cuando quieran reposar todo lo que han degustado –artísticamente hablando- durante el día, acudan a la plaza del Trigo. Acudan con hambre, con sed y con ganas de bailar, que la Cofradía les saciará los tres apetitos. Al caer la noche de la víspera de La Caballada tiene lugar la invitación de la hermandad organizadora de la fiesta a todo el pueblo y visitantes. Invitación sencilla, consistente en tortilla, chorizo y vino para todo el mundo; y un concierto de música castellana que hará saltar los resortes de las punteras de sus zapatos. Si no sabe bailar la jota, imite a los que por allí vea bailar y déjese llevar por el ritmo.

A la mañana siguiente, el día de La Caballada, si puede, madrugue un poco. Algunos de los actos más atractivos para el turista tienen lugar a las 10 de la mañana en la casa del prioste (hermano mayor de la Cofradía, cada año es uno diferente). Este año el principal de todos los hermanos se alojará en la plaza de España, junto al Arco de Arrebatacapas, en uno de los rincones más emblemáticos de Atienza. Allí verá acudir, poco a poco y acompañados de su caballería, a todos los hermanos de La Caballada, vestidos con su indumentaria tradicional: chaquetilla, corbata con los emblemas de la bandera que verán colgada en un balcón, camisa blanca y pantalón y zapatos oscuros. Si ve que algún hermano lleva, además, capa castellana y sombrero es que aquél es un seis –es decir, ese hombre ya ha sido prioste en el pasado-. Cuando las campanas del reloj del Ayuntamiento marquen las diez, el manda –un señor que verán vestido como si fuera un hermano, pero que no montará- dará la voz para que todos los cofrades se suban a los lomos de sus caballos. Y ahí escucharán ustedes cómo se pasa lista, nombrando al rey Juan Carlos –tan de actualidad estos días- el primero de todos, en su condición de prioste honorario.

Después, afinen el oído para interceptar el sutil humor castellano, vestido de la más absoluta de las seriedades, a la hora de leer las multas –si ven a un hermano con velas de cera en la mano es que incumplió alguno de los protocolos el año pasado y, por eso, está siendo sancionado-. Por último, verán cómo se subasta el privilegio de encabezar la caballar formación con la bandera, distintivo de la Cofradía desde que se tiene constancia de la misma. La subasta de la bandera será la primera de todas las rifas que verán ustedes a lo largo del día. Y es que en La Caballada nos gusta mucho pujar por las cosas. En ésta ustedes no podrán participar; en las restantes, sí. La subasta se realizará en cuartillos de vino y el precio de salida se marcó el pasado 15 de mayo, festividad de san Isidro Labrador. Habrá un hermano que gane la subasta. En ese momento, el manda –al que ya nos hemos referido antes- se acercará al ganador, le dará el paño y se pondrá al frente de la formación, que avanzará por las calles del pueblo hasta la cercana ermita de la Virgen de la Estrella.

La ermita dista del pueblo unos tres kilómetros. Puede usted, si así lo desea, bajar andando acompañando a los hermanos que bajarán a caballo en protocolaria formación –nada en La Caballada es casualidad o está sujeto al azar- o puede bajar en vehículo motorizado. Si elige esta última opción, podrá estacionarlo cerca de la ermita en los espacios habilitados para ello. Durante la parte de la fiesta que se desarrolla en las inmediaciones del mencionado templo, usted contemplará una romería, la romería que se supone que hicimos hace ochocientos sesenta años para despistar a la soldadesca leonesa que nos quería arrebatar al legítimo soberano de Castilla.

Al mediodía, como si del ángelus se tratara, comenzará una procesión en la que se llevará en andas a la protagonista del día: la Virgen de la Estrella, estatua del siglo XVIII que representa a Santa María con un Niño Jesús en su mano izquierda. El recorrido procesional tiene una longitud de unos trescientos metros de ida y otros tantos de vuelta. En él, se volverá a rifar –la segunda rifa del día- el derecho a portar los banzos de la Virgen. Esta curiosa subasta se realiza esta vez en una unidad distinta: los celemines de trigo, antigua medición que se empleaba para determinar el volumen de grano de cereal. A pesar de ello, se establece una relación –ajena al mercado granícola- entre los celemines de trigo y la unidad monetaria vigente actualmente en España, de manera que un celemín es un euro.

Posteriormente, en el interior de la ermita, se celebrará la eucaristía. Tras ella, otro de los momentos más esperados por el visitante: del interior del templo, los hermanos que sólo portaban la chaquetilla –los chaquetillas- sacarán un olmo del que previamente se han colgado unas roscas, dulce típico de Atienza. El manda dirigirá la subasta de tales bollos. No deje pasar la oportunidad de participar en ella y remate una rosca, ábrala allí mismo, enfrente de la ermita, que la Cofradía le suministrará vino en porrón para que le entre mejor. Qué manera más castellana de tomarse el vermú, no me diga que no.

Antes y después de comer, los hermanos bailarán –bailaremos- la pieza musical por antonomasia del folclore de Castilla: la jota. Lo haremos desde el portalillo de la ermita, relevándonos en la danza con sutil toque en la espalda y teniendo como compañera de baile a la más insigne de todas las compañeras de baile posible: la imagen anteriormente procesionada, ya puesta en la hornacina de su retablo.

A la hora de comer los hermanos se juntarán en hermética reunión en el comedor anejo al recinto sagrado. Alrededor de él, en las praderas que circunvalan la ermita, encontrará usted multitud de barbacoas, mesas plegables, fiambreras y ganas de comer por parte de los asistentes a la romería. Si decide hacer picnic allí, busque un buen hueco a la sombra; si no, suba de nuevo hasta el pueblo para degustar los manjares que los restaurantes del pueblo le tendrán preparado.

Tras la comida, se repite el ritual de las jotas hasta las cinco y media de la tarde. A esa hora, se cantará la salve, cántico litúrgico considerado el verdadero himno de la Cofradía. Musicalmente, son cuarenta voces masculinas entonando una canción que, si pega bien el oído, apreciará que se canta desde el alma. Al finalizar esto, se vuelve a montar a caballo y se acude a las carreras de caballos, las cuales tendrán lugar en el llamado Camino de las Cuevas, quizás el acto más espectacular del día.

Las carreras de caballo evocan aquellas caballerías más veloces que llevaron al rey niño hasta Ávila en siete jornadas medievales. Se corre a la morisca, esto es, el objetivo no es que un jinete llegue antes que otro: el objetivo es que los dos cofrades lleguen a la vez. A partir de ahí, la formación encaminará de nuevo hacia el pueblo para despedirse. Será el momento del recuento de emociones, de pedir llegar hasta el año que viene y de revisar la galería de fotos que haya usted hecho de la fiesta.

Y si es usted aficionado a la fotografía, puede participar en el concurso fotográfico organizado con ocasión de la fiesta, hay suculentos premios en metálico que le darán una alegría si resulta premiado. Si tiene usted niños, puede hacer que éstos participen en las actividades que para ellos se realizarán en la denominada Pequecaballada.

Todo esto que le he contado aquí a lo largo de este artículo se quedará en nada cuando sean sus propios ojos los que vean una fiesta, secularmente mantenida, en los magníficos parajes de la medieval villa de Atienza. Haga un hueco en su agenda y venga a visitarnos. No lo olvidará en la vida.