Durón sí tiene quién le camine (y le escriba)

Una de las mejores formas de conocer el entorno natural, cultural y patrimonial que nos rodea es mediante el senderismo. Esta práctica deportiva, que cada día cuenta con más adeptos, permite un acercamiento íntimo a nuestros alrededores, facilitando –además– su conocimiento pasado y presente. Algo que se observa en la provincia de Guadalajara. Y más concretamente, en Durón, una localidad enclavada en plena Alcarria. Se trata de un lugar hecho para caminar. Ofrece multitud de alternativas para enfundarse las botas…

Una de las mejores propuestas –denominada «El Garduño de Cela» – combina dos grandes placeres de la vida, la lectura y el perderse entre la naturaleza. De hecho, por estos lares pasó –en la década de 1940– el premio Nobel Camilo José Cela, para escribir «El Viaje a la Alcarria», una de las obras literarias cumbre del siglo XX español.

Esta herencia cultural se ha recogido en una ruta circular de 10.10 kilómetros y que se puede realizar en cuatro horas y media, “a paso tranquilo”. La misma transita por “caminos en buen estado y a través de sendas y carriles con un magnífico firme”, señala Ángel de Juan, especialista en la materia.

Se sale y se llega a la villa duronera y, a lo largo de la alternativa, el caminante se fascinará por todo lo que le rodea. Percibirá “un paisaje totalmente alcarreño, con subida y bajada a las alcarrias”, explican desde «Caminos de Guadalajara», un portal centrado en la referida temática. Además de Durón, el viandante pasará por enclaves como Budia o El Olivar. En el término municipal de este último pueblo –además– destaca un mirador con “bellas vistas al Tajo”. La caminata “se puede realizar durante todo el año, aunque es preferible realizarla en primavera y otoño”, con el fin de evitar fenómenos meteorológicos extremos.

Así, se podrán conocer algunos de los parajes que Cela describió en junio de 1946. “Cuando llegó a estas tierras [las de Durón] ya iba por el ecuador de su viaje, al haber pasado por Guadalajara, Torija, Brihuega o Cifuentes”, describe Ángel de Juan. El creador arribó hasta la mencionada población “casi de noche cerrada”, para –posteriormente– alcanzar Budia a medianoche, donde cenó y durmió. “La villa duronera es la única localidad por la que el literato gallego pasó dos veces”, explican los analistas. “La primera, como ya se ha mencionado, en su camino hacia el pueblo budiero, mientras que la segunda se produjo al día siguiente”.

De esta forma se exponía en la referida novela de viajes el primer contacto de don Camilo con la localidad alcarreña: «El viajero se ha bajado del carro para estirar las piernas un poco. Al pasar por Durón, que queda a la izquierda, un poco desviado, empieza a oscurecer […] En la carretera hay un pequeño grupo de casas. A sus puertas descansan unos hombres, unas mujeres y una nube de niños». Incluso, allí se llegó a componer una coplilla, con el Nobel como protagonista:

Por el monte Trascastillo
llega un hombre hasta Durón.
Lleva ya mucho camino
entre espalda y corazón.
Camina como un suspiro,
le loquea la razón.
Dice llamarse Camilo
y ser su pueblo Padrón.
Al hombro lleva el hatillo
y a remolque, la ilusión.
Por el monte Trascastillo
llega un hombre hasta Durón.

El segundo paso por Cela por el enclave duronero tuvo lugar tras dormir en Budia. «El viajero, antes de comer, sale a orilla del arroyo de Lapelos, que va a dar al Tajo. Había pensado volver a Durón por el mismo camino de la noche anterior, pero cambia de parecer y se mete por el monte, a veces por sendas casi borradas, para acercarse hasta El Olivar. Después bajará otra vez hasta el mencionado pueblo a tomar la carretera».

Una vez en sus calles, Cela ofrece una magnífica descripción de lo que ve ante sí. «Durón es una población que está en tres pedazos, dos en la ladera, y otro –más pequeño– a orillas del camino que tomará el viajero y al lado de la huerta. A la puerta de las casas, el caminante ve, como la tarde anterior, el mismo grupo de hombres y de mujeres, la misma turbulenta nube de niños».

En el lugar, «la gente es abierta y simpática y trata bien al que va de camino; al viajero se le muestra curiosa e, incluso, amable». Gracias a ello, don Camilo se quedó conversando con varios lugareños, que le contaron diversas anécdotas. «A poco de salir de Durón, antes de llegar el empalme del Tajo, se le echa la noche encima. La oscuridad llega deprisa, casi precipitadamente». Tras ello, el literato continuó recorriendo los alrededores.

Así, hoy, el senderista, “puede ir tras los pasos del gallego, desde Durón a Budia, para alcanzar El Olivar y acercarse hasta el mirador, y más tarde descender –otra vez– a la villa duronera, para entrar por el mismo emplazamiento que lo hiciera el referido escritor hace 76 años”. ¿Te vas a perder esta perfecta imbricación entre cultura, naturaleza y literatura? ¡Acércate a Durón y conoce los pasos de un Premio Nobel!

Una localidad monumental
Pero si la presencia senderista y literaria en Durón es muy relevante, no lo es menos su importancia patrimonial. En sus calles se distinguen impactantes monumentos, que harán las delicias de los visitantes. Entre ellos, la iglesia de Santa María de la Cuesta, el calvario o las ermitas de Santa Bárbara, de planta cuadrada; de Nuestra Señora de la Esperanza, barroca; o la de San Roque, emplazada junto al cementerio.

Incluso, se ha de mencionar la Fuente Bajo El Olmo, edificada en 1793; así como la picota. Esta última “se trata de un sencillo pilar de piedra rematado en cuatro mensulones, siendo una obra del siglo XVI y que refleja el título de villazgo de la localidad, concedido por los reyes”, explican desde el Ayuntamiento. Tal es la importancia del monumento que “hace unos pocos años, y gracias a la iniciativa de la asociación cultural «Amigos de Durón» –y en colaboración con el Consistorio–, se ha procedido a su restauración total y la de su entorno”.

Asimismo, el templo parroquial duronero es un complejo de mediados del siglo XVI, pero con elementos –también– de la siguiente centuria. “La portada está coronada con un arco de medio punto con dovelas almohadilladas, en cuadrado con pilastras adosadas. Posteriormente, se remata con un frontón triangular con bolas”, explican desde el Ayuntamiento.

La torre de la iglesia es de planta cuadrada y de cuatro cuerpos, realizada a finales del siglo XVII –aparece la fecha de 1693–. “El interior del templo se divide en tres naves, que se separan por arcos de medio punto sobre pilares y cubiertas”, aseguran fuentes municipales. “En sus inicios, el núcleo urbano se fue formando en torno a este complejo religioso”.

Así, las primeras casas comunales del lugar –la cárcel o el Consistorio– aparecieron en torno al oratorio. Además, se conservan varias viviendas blasonadas de los siglos XVI al XVIII, entre las que destacan las de los Barquero de Lirueña. Incluso, existe una leyenda en la que se asegura que hubo un convento de templarios en las ruinas de la ermita de Santo Domingo de Guzmán…

Todo ello se complementa con un entorno natural de primer orden. “Durón se emplaza en la confluencia de varios cursos de agua muy encajados en barrancos, en el límite de contacto entre la Alcarria y la ribera del Tajo”, explican los especialistas. La vegetación y los cultivos son los propios del clima mediterráneo del interior. ¡No te lo pierdas!

Durón

 

Bibliografía:
CELA, Camilo José. «Viaje a la Alcarria». Madrid: Espasa Calpe, 1980.