En la cumbre de Ocejón… Placas, grafitis, exvotos y cenizas

Vista de Ocejón desde Guadalajara
Vista de Ocejón desde Guadalajara

Padre Ocejón para unos, vértice geodésico de primer orden para otros, norte y guía para muchos, aposento de los dioses, el Fuji-Yama de la Alcarria, el Monte Cervino de la Sierra Norte… Si es Monte del Oso para los pobladores del medievo o “uxedio” para los celtas (“up-s-edy-o” “el más alto”), no queda claro. Tampoco está claro si era el más revoltoso de los tres hermanos condenados por su madre, según la leyenda, a verse, pero no poder abrazarse; él era el hermano mediano de los tres, por debajo del Moncayo (¿Mons Caunus o Mons Caius?) con sus 2314m. y por encima del Santo Alto Rey de su Majestad (1858m).

Un destino codiciado
El Pico Ocejón se considera la cumbre más emblemática de nuestra provincia de Guadalajara, destino obligado de cualquier senderista o montañero que se precie, a poco aficionado que lo seas. “No eres de Guadalajara si no…”, “100 propuestas esenciales para conocer Guadalajara”, “101 cosas que hacer en Guadalajara”, “los dosmiles de Guadalajara”, “los dosmiles de la Sierra de Ayllón”…

Hollar su cumbre, dejar constancia de su conquista no podía dejar de ser un reto, y la muestra está en los miles, sin duda alguna, de aficionados que lo coronan cada año. La primera crónica conocida la hacía en 1901 Isabel Muñoz Caravaca describiendo su ascensión con entusiasmo en “Flores y Abejas”. Poco después, en 1905, varias agrupaciones deportivas como el “Pedal Madrileño” y la “Unión Velocípeda Española” se concentraban el miércoles santo en Tamajón, a caballo, en bicicleta y en moto y, tras pernoctar en esta localidad y continuar hacia Valverde, acometen durante la tarde la ascensión al pico, con destacable humor y entusiasmo. Y en 1925 la Unión Deportiva Arriacense ascendía desde Tamajón, izaba en la cumbre un mástil de hierro con la bandera nacional y dejaba un buzón de firmas que enseguida desaparecieron, con gran disgusto y denuncia en la prensa de sus intrépidos impulsores.

Grupo de valverdeños y visitantes en los años cuarenta encaramados en el antiguo majano (Foto cedida por Sara González)
Grupo de valverdeños y visitantes en los años cuarenta encaramados en el antiguo majano (Foto cedida por Sara González)

Dicen que durante la guerra civil fue asiento de un nido de ametralladoras antiaéreas que, al parecer protegían el paso de la aviación hacia Madrid, primero de los de un bando y luego de los de otro. De entonces dicen que son los escalones de pizarra y dos taladros en la cumbre tallados allí para mejor trasportar y afianzar el arma. Y al finalizar la contienda los vencedores encendieron en lo alto una gran luminaria, satisfechos, orgullosos, como luego encenderían un cigarrillo, el que mejor sabía, los montañeros fumadores que habían demostrado, a pesar del tabaco o gracias a él, que Ocejón podía ser vencido. Eso al menos creían también los mandos de la Brigada paracaidista de Alcalá, que allá por los años setenta, obligaron a su compañía a conquistarlo un día de invierno, a pesar de las advertencias de los lugareños, incluido Paco en el bar y un niño en la plaza, que afirmaban que ese día no había batallón que conquistara el pico.

Estado actual del vértice geodésico, la plataforma y restos alrededor
Estado actual del vértice geodésico, la plataforma y restos alrededor

Y así fue, porque a lo largo de la mañana los disciplinados paracaidistas fueron quedando clavados en la nieve por el camino, apoyados en su Cetme y después rescatados por voluntarios del pueblo que primero les transportaron a cuestas hasta el pueblo y luego les recuperaron junto a la lumbre gracias a un buen fuego, un ardiente caldo y unos amorosos masajes. No dejaron un monolito conmemorativo, pero un diploma y una placa en el bar de los hermanos Mesón dejó constancia y premio de ello. No en vano Paco Mesón, conversador incansable y socarrón a ultranza, llamaba al pico “revientachulos”.

Y también en 1970 el Club Alcarreño de Montaña inauguró sus ascensiones para cantar un villancico y colocar allí el belén, de madera, de alabastro, de porcelana, de plástico, que luego continuaría hasta celebrar, cada vez con mayor concurrencia si la meteorología lo permite, el 50 aniversario en el año 2021.

Hubo un tiempo en que llegando allí al mediodía todas sus laderas estaban repiqueteadas de un sinfín de brillos inquietantes: cuando se abandonó la bota para salir al campo, el personal se proveía de botes que lanzaban alegremente desde la cumbre en todas las direcciones y probablemente en aquella época era el lugar del término de todos los pueblos circundantes que disfrutaba de la mayor concentración de latas del contorno.

Afortunadamente los montañeros de ahora son mucho más respetuosos en ese sentido y cada uno baja, cívicamente, tras brindar, su bota de vino, su bote de refresco o su botella de sidra. Aunque hay algunos desaprensivos que dejan de todo por allí, incluida la camisa.

Inscripción junto al vértice geodésico
Inscripción junto al vértice geodésico

Aunque “Aquí estuve yo”
Un lugar tan emblemático no podía permanecer ajeno a la tentación de dejar constancia de las hazañas, propias o ajenas, de quienes alcanzaban la cima. Menos mal que ninguno de los conquistadores que hemos reseñado previamente se empeñó en dejar en la cumbre una placa conmemorativa. Ya en la época moderna, la primera placa apareció cuando el Instituto Geográfico y Catastral, allá por el año 1984, derruyó por dos veces el majano de pizarra de tres pisos, referencia indudable para los pueblos de la comarca, y en su lugar colocó un orgulloso pivote de hormigón, y lo firmó: “Vértice geodésico. La destrucción de esta señal está penalizada por la ley”. (Ver el artículo “Los majanos de la Sierra: (http://serraniadeguadalajara.com/LosMajanosDelOcejon.pdf)

Otro “ocejonicidio” se perpetró en Julio de 2016 cuando aparecieron allí una serie de paneles con la referencia de las cumbres que se vislumbran en derredor y que fueron abatidas por la fuerza de los elementos y la indignación de los montañeros. No se les ocurrió que, quizás, unos pequeños y discretos mojones de pizarra podían cumplir la doble función informativa y estética.

Paneles informativos colocados junto al vértice geodésico
Paneles informativos colocados junto al vértice geodésico

Citius, altius, fortius. Más rápido, más difícil, desde más lejos. Y así hay quien sube en media hora, quien lo hace desde Tamajón, quien lo corre viniendo desde La Quesera. Hay quien lo sube en bicicleta, quien se lanza en parapente, todavía no hay nadie, creemos, que lo haya subido de rodillas, como decían lo hacía alguno para ir a la ermita de la Virgen de Enebrales, la Serrana. Y ya el objetivo del que hay que presumir pasa por conseguir llegar al centenar de ascensiones. Y hay que firmarlo. Aunque a veces tenga que ser el helicóptero quien rescate al desafortunado montañero, ahora que siempre hay alguien que cree tener derecho a ello ante un pequeño percance.

Los serranos, pastores o cazadores, no perseguían la cumbre y las laderas si no era para conseguir el preciado trofeo de caza o para dejar pastar por allí el rebaño, de las cabras o de los machos. Y si se aburrían, unos u otros, utilizaban la punta de la navaja para grabar en una pizarra apropiada su nombre, su pueblo y la fecha. Siempre había una pizarra con una inscripción de pocos días antes. El impacto ecológico y la improcedencia estética quedaban minimizados y sólo eran evidentes para los ojos de curiosos y amigos de la etnología. Y de estas firmas pictográficas había decenas de ellos en la cima y en muchas de las cumbres y lugares representativos de la zona.

Una de las colecciones de rótulos en la cumbre
Una de las colecciones de rótulos en la cumbre

Los tiempos cambian y las inscripciones ya son mucho más elaboradas y los materiales mucho más espurios: aluminio, acero, PVC, rotuladores, “esprays”. Y todos pensamos: “¿Y yo por qué no? Hemos subido incontables veces y conocemos personas que lo hicieron en el anonimato y declinan la tentación de hacerse propaganda. Si los que hemos subido somos miles, los que hemos ascendido cien veces superaremos quizás también el centenar y si hay varias decenas de montañeros ilustres, ¿por qué no grabar allí su semblanza?; tenemos también ejemplos de quienes han perdido la vida en la misma cumbre. Pero de nuevo los tiempos cambian y quizás sea suficiente que dejemos nuestro testimonio de otra manera: las redes sociales son una buena manera de hacerlo y no contaminan, al menos bajo el punto de vista de la naturaleza.

Inscripción a punta de navaja de 1978
Inscripción a punta de navaja de 1978

Es comprensible el sentimiento de éxito que acompaña a quienes se enfrentan a un reto y lo superan. Y entendemos las razones sentimentales que acompañan a muchas de las muestras de afecto de quienes las dejan plasmadas en la cumbre, todas respetadas y respetables, y algunas asombrosas e impresionantes. No dejaremos de entender la emoción de quien una vez subió y no pudo repetir la ascensión, ni la vida, en compañía de la persona perdida.

Imagen de Ocejón desde las proximidades de Tamajón
Imagen de Ocejón desde las proximidades de Tamajón

Afortunadamente las laderas del “padre Ocejón” no están jalonadas de los restos de quienes no consiguieron llegar o descender con fortuna, como sucede en los emblemáticos ochomiles. Sutilmente adivinamos que sólo las cenizas de algunos entusiastas flotan por allí desparramadas y sobrevuelan Peñamala, Ocejoncillo o el Collado Perdices (Collado del Hervidero para los lugareños, molestos, por cierto, con los cambios gratuitos). Diríamos que son pocos, afortunadamente, porque incluso el referido montañero y fundador del Club alcarreño de montaña prefirió, en su modestia, sobrevolar el cerro Picarón de Huérmeces, pueblo de sus ancestros, donde planean sus cenizas junto con un puñado de pétalos de rosa ofrecidos por sus incondicionales. Ojalá, como él, aprendamos a amar y respetar la naturaleza y a pasar por ella discretamente, que debe quedar, tras nuestro paso, más limpia y seductora que cuando llegamos.

(Fotos del autor)

José Mª Alonso Gordo, valverdeño, autor del libro
Valverde de los Arroyos, tradiciones y paisajes alrededor del Ocejón