Escudriñar el Valle del Mesa

Es curioso saber que la comarca molinesa también vierte sus aguas al Mediterráneo y no sólo al Atlántico a través del Tajo.

Dos son los ríos que provocan este efecto. Por un lado, el Piedra, que nace en las tierras altas de la Sexma del Campo entre Embid y la Yunta y que luego formará el espectacular rincón del Monasterio de Piedra en la vecina Zaragoza. Y, por otro, el río Mesa que nace en las cercanías de Selas y a su paso por Anquela del Ducado empieza a coger caudal que se incrementa cuando pasa por Turmiel, aunque luego lo pierde en las cercanías del Tormo de Mochales. Antes de alcanzar el pueblo de Mochales, el río se encajona varias veces y forma parajes espectaculares dignos de conocer.

Para visitar el Valle del Mesa podremos hacerlo tanto en coche como andando o en bicicleta. Es aconsejable partir desde la vecina localidad de Calmarza, ya en tierras zaragozanas, seguir el curso del río Mesa, aguas arriba, por la carretera GU-427 si vamos en coche. A pie o en bici podremos seguir el trazado del GR-66 Caminos de la Hermandad en su variante del Mesa. El barranco en los primeros kilómetros se encajona. El río queda a nuestra izquierda y, a ambos lados, se yerguen escarpadas paredes calizas que acaban convirtiéndose en nidos de los buitres y alimoches que surcan los cielos del valle.

Pocos kilómetros después llegamos a la pequeña localidad de Algar de Mesa. Antes nos recibe la bella ermita de Nuestra Señora de Albares o de la Soledad, situada a la derecha del camino. La carretera atraviesa las estrechas callejuelas del pueblo, y antes de abandonarlo decidimos visitarlo. Poco tiene que ver, sólo la iglesia parroquial dedicada a Santo Domingo de Guzmán, que se levantó en el siglo XVI sobre los restos de un templo románico, terminándose su construcción en el año 1574. Tras la Guerra Civil fue reconstruida en 1944. La iglesia posee una sola nave con cubierta de madera y coro alto a los pies. Conserva varios retablos barrocos del siglo XVIII y otro neoclásico del siglo XIX.
Seguimos nuestro recorrido. De vez en cuando a ambos lados de la carretera, veremos diversas mesas de interpretación que explican en sencillos paneles el entorno, ya que la ruta forma parte de la Geo ruta 11 “Valle del Mesa”, del Geoparque de Molina.

Conviene ir con tranquilidad, despacio, admirar el entorno y deleitarnos con un valle que más parece sacado de un belén viviente. En apenas cuatro kilómetros llegamos a Villel de Mesa. Poco antes, surge la ermita de Jesús Nazareno y, muy cerca, sobre un altozano, aparece la de San Isidro junto al pairón de San Mamés.

Villel de Mesa es un pueblo grande y con servicios, un poco más que Algar o Mochales. Hay que detenerse y arrancar su visita en el Castillo de los Funes. El origen de esta fortaleza se remonta a la dominación árabe siendo ampliado en la época cristiana. D. Manrique de Lara pobló estas tierras incluyendo a Villel en los Fueros de Molina, pero en 1299 los Funes se hicieron con buena parte del Valle del Mesa y en 1680 obtuvieron el título de marqueses de Villel.

El edificio es un castillo de tipo roquero. Sus gruesos muros forman un rectángulo que encierra un patio de armas central con una torre a cada lado. La gran torre de entrada, orientada al norte, servía de residencia y punto fuerte, hoy está en grave estado de deterioro.

Descendiendo desde el castillo pasamos junto a la bella iglesia parroquial de la Virgen de la Asunción. Es uno de los monumentos más significativos de esta zona, tanto por su arquitectura, como por la belleza de su entorno. Levantada en el siglo XVI, sigue los estilos gótico y renacentista. Y destaca su portada de arco apuntado, resguardada bajo un pórtico con techumbre de madera labrada, además de la espadaña con tres grandes vanos ocupados por campanas. En su interior, de tres naves cubiertas por bóvedas de crucería, llama la atención la calidad de sus retablos con pinturas y esculturas de los siglos XVI-XVIII.

Cerca de la iglesia se encuentra el palacio de los marqueses de Villel, situado bajo la mole del castillo. Este palacio, edificado entre los siglos XVI y XVII, perteneció a los señores y marqueses de Villel de Mesa y forma parte del conjunto de construcciones levantadas bajo el lado oriental del castillo de los Funes, ante la necesidad de más espacio. Posee tres alturas (planta baja, primer piso y desván) y en su fachada principal destaca su gran portada con dos columnas sobre pedestales que sostienen el balcón. Sobre el mismo, aparece el escudo familiar tallado en piedra.

No debemos dejar de visitar el Pozo Galeano en el Mesa. Situado muy cerca del pueblo, este paraje es uno de los más populares entre los vecinos de la zona. Nuestro camino continúa y, tras cruzar el río, conviene detenerse junto a un molino restaurado para ver los restos de un viejo puente ya semiderruido que emerge aguas arriba.

Llegamos a Mochales, donde nos espera alguna que otra sorpresa como la singular iglesia parroquial situada en una amplia plaza, lugar y vida de los parroquianos. Podremos llegar en coche por un buen carril hasta la ermita de San Pascual, dominando las fértiles huertas del valle. De regreso a Mochales, el viajero deberá abandonar el coche para seguir a pie la última parte de nuestro recorrido por el Mesa. El objetivo es arribar al Tormo de Mochales, un resalte rocoso que destaca entre las vegas del fondo del valle, delimitado a su vez por cortados calcáreos. Esta angosta garganta se extiende por la parte septentrional del Geoparque y genera algunos de sus paisajes más atractivos y singulares.

Mochales posee otros muchos focos de interés, tanto en su casco urbano, como en los alrededores. En este sentido cuenta con diversos pairones, restos de molinos harineros, el lavadero, recientemente restaurado, y “la mina”, un túnel de alrededor de un kilómetro de longitud, excavado para derivar el agua del río Mesa en época de crecidas. El valle del Mesa es una de las comarcas más desconocidas de Guadalajara, pero también una de las más lozanas y pletóricas. Especialmente, para quienes gusten patearse la provincia.