Guadalajara, tierra de fuentes

Tartanedo
Tartanedo

Cuando se habla de patrimonio histórico, muchos pensamos –automáticamente– en antiguos castillos, lujosos palacios, iglesias románicas o grandes catedrales góticas. Sin embargo, la riqueza monumental de nuestro entorno va mucho más allá. Existen otros ejemplos que también hablan del pasado. Entre ellos, las fuentes, unas edificaciones fundamentales para el desarrollo de la cotidianeidad social durante los últimos siglos.

A día de hoy, las referidas infraestructuras ya han perdido –en parte– su función de aprovisionamiento. “Pero antes, en algunos lugares de la provincia, la única manera de adquirir el líquido elemento era acudir hasta uno de estos puntos, el más cercano”, explicaba el investigador Juan José Bermejo en su libro «Fuentes de Guadalajara». Además, dichos complejos se alzaban como “el lugar de encuentro, de la charla, del cotilleo e, incluso, del amor”.

Y para muestra, el sinfín de estos «manantiales» que jalonan el territorio arriacense.

Fuentelencina
Fuentelencina

“Cuando en la Edad Media el actual espacio caracense se fue poblando, y los nuevos habitantes alzaron sus casas, también hicieron tales fuentes”, subrayaba Bermejo. “Fueron tan celebradas e imprescindibles que sirvieron para denominar lugares que, en no pocas ocasiones, se convirtieron en pueblos, villas y ciudades”. Es el caso de Fuembellida, Fuencemillán, Fuensaviñán, Fuentelahiguera, Fuentelencina, Fuentelfresno, Fuentelsaz, Fuentelviejo, Fuentenovilla, Fuentes de la Alcarria, Fontanar o Villanueva de las Tres Fuentes

No obstante, “perdida esta categoría de elemento capital, de utilidad pública y de valor estratégico, dichas infraestructuras han quedado –en su mayoría– como elementos a considerar en el patrimonio monumental de los pueblos”. Por ello, desde Henares Al Día hemos querido hacer un recorrido por algunos de estos complejos de Guadalajara –aquellos con mayor historia a sus espaldas–, con el fin de conocer un poco más a fondo nuestra provincia.

Atienza
Atienza

La Serranía
Una de las comarcas más relevantes en este sentido es la sierra norte. Sin ir más lejos, en Atienza destacan una triada de dichos complejos. El primero es el del «Tío Victoriano», de tipo mural en forma de «U» y en cuyo centro aparece el antiguo escudo de la villa. El segundo brota en la plaza de España, frente al Ayuntamiento, y se encuentra fechado en el 1784. Y la muestra más antigua se puede visitar a extramuros, junto a la ermita de la Soledad, siendo construida en 1570.

Zarzuela de Jadraque
Zarzuela de Jadraque

De igual forma, se ha de mencionar Sigüenza, ciudad episcopal desde la Edad Media. Por ello, poseyó “todos los lujos y comodidades que se podía tener en siglos pasados”. Una circunstancia que permite que haya “fuentes por todos los lados”: en la plaza del obispo don Bernardo; en el parque de la Alameda; o en el acceso de la localidad desde Madrid. Incluso, “en el interior de la catedral, en la Sacristía de las Cabezas, existe una que sirvió para que los canónigos se limpiaran sus manos antes y después de los ritos catedralicios”.

Asimismo, en Cogolludo llegó a hacer 26 «manantiales urbanos» históricos, según informaba el investigador Juan Luis Pérez Arribas. De aquellos, actualmente se puede observar el que centra la plaza de la villa, donde –en uno de sus costados– se emplaza el Palacio de los Duques de Medinaceli. “Fue levantado en el siglo XVII, en estilo barroco”, relatan los investigadores.

Cogolludo
Cogolludo

Desde el punto de vista legendario se ha de relatar el caso de Robledo de Corpes. “En el término de este pueblo serrano, y en el lugar conocido por «La Lanzada», a los pies del Otero, es donde la tradición afirma que los Infantes de Carrión violaron y ultrajaron a doña Elvira y a doña Sol, las hijas del Cid. El Cantar dice de ese lugar: «Falaron un vergel con una limpia fuent…»”.

Asimismo, se han de mencionar otros pueblos, como Majaelrayo. “Su pilón del siglo XVIII es bajo, a ras de suelo, y está adosado a un muro de pizarra en el que aparece inscrita la fecha de 1792 y la leyenda «Reinando Carlos IV»”. De la misma época es la infraestructura de Almiruete, construida en 1794. En aquel momento también comenzó a funcionar la Fuente Vieja de Bustares, que se abrió en 1797; o la de Arbancón, situada en la plaza.
Algo posterior es la fuente de Villacadima, datada en 1847. De la misma centuria es el «manantial urbano» de Alcolea de las Peñas. “Surge de la misma roca sobre la que se asienta todo el pueblo. Consta de un ancho abrevadero y otro más estrecho en la parte posterior. Además, está rematado por una cruz de hierro”. No en vano, “se aprovechó el antiguo rollo jurisdiccional para construirlo”. En cambio, de inicios del siglo XX es la fuente de Tamajón, al aparecer en 1920…

Cifuentes
Cifuentes

Un recorrido que no cesa
Y aunque la Sierra Norte es rica en dichas infraestructuras, otros lugares de la provincia también muestran una gran variedad hídrica. Entre ellos, la Campiña y la Alcarria, donde se distinguen municipios como Jadraque. “En el interior de la villa destaca la fuente que está centrando la plaza del Consistorio, fechada en 1783, que tiene forma de copa y de la que surgen cuatro caños. Todo ello, en el centro de un pilón redondo de piedra sillar”.

Asimismo, se ha de referir el caso de Cifuentes, cuya denominación está vinculada al protagonismo acuático de la localidad. De hecho, en su casco urbano nace un río, una circunstancia que se refleja en la heráldica local. “En el escudo de la villa aparecen siete arroyos manando de las abruptas peñas sobre las que se asienta el castillo”, explican los expertos.

Una diversidad hidrológica que también se observa en el entorno briocense. “A Brihuega se le conoce como el «Jardín de la Alcarria» debido a que goza de la presencia de fuentes por todos sus rincones”. También se debe mencionar Fuencemillán. En esta localidad nunca hubo falta de agua, existiendo un hontanar salobre, que “para los ganados era bueno. La gente, en cambio, tenía un pozo –de donde bebían– a dos tiros de ballesta”, según las descripciones de Felipe II.

Durón
Durón

De esta misma época procede el ejemplo de Valdenoches –una localidad que se llegó a denominar Valdefuentes–, así como la gran cantidad de manantiales que existieron en Horche y en Fontanar. Por otro lado, la infraestructura de Padilla de Hita es de estilo barroco, mientras que del siglo XVIII son los complejos de Ledanca, fundados en 1783. Asimismo, la fuente vieja de Membrillera procede de 1796; la de El Cubillo de Uceda, de 1792; o la de Durón, de 1793. De la siguiente centuria –el XIX– resalta la de Rebollosa de Hita, de 1884.

Budia
Budia

Torre del Burgo ocupa un lugar especial. Allí existen una serie de leyendas en torno a la Fuente Santa, considerada milagrosa, ya que sus aguas heladas –supuestamente– curarían a los niños herniados. “Dice la tradición que en el lugar se apareció la Virgen María al príncipe árabe Alí Maimón, quien a partir de ese instante se convirtió al cristianismo, tomando en nombre de Pedro”. Tras ello, “se rodeó el lugar de una ermita”.

Además, se han de conocer los casos de Tendilla, donde su Fuente Vieja cuenta con “dos caños que vierten el agua a sendos pilones semiesféricos, para –más tarde– dejarla caer sobre una amplia alberca rectangular”. Igualmente, se ha de visitar Pastrana, villa en la que radica el complejo de los «Cuatro caños». “Es de planta octogonal, surgiendo en su parte central una estilizada copa de piedra con estrías, que es hueca para recoger el agua que viene del manantial, permitiendo la salida del líquido elemento a través de sus cuatro carátulas con caños en la boca”.

Brihuega
Brihuega

El Pozo de Guadalajara es otra de las paradas obligadas. A la entrada a la localidad existe un pozo que da nombre a la localidad. “Mantiene su estructura desde hace siglos: un garito de planta circular y cubierto de una bóveda semiesférica. Ofrece en un costado la gran manivela de hierro que, moviéndose por fuerte brazo, echa agua al pilón que junto a él existe”.

También muy antigua es la infraestructura existente en Albalate de Zorita. “La consideramos, sin parangón, como la más interesante de cuantas hay en la provincia”, aseguraba Juan José Bermejo. Una afirmación que se basaba en “su aspecto, su decoración y, sobre todo, en su mecanismo y estructura interior, expresión de la ingeniería hidráulica del Renacimiento”.

Por tierras molinesas

Anchuela del Campo
Anchuela del Campo

Pero este recorrido no estaría completo si se obvia el Señorío de Molina, donde el aprovechamiento hídrico siempre ha sido muy relevante. Y un claro ejemplo es la capital comarcal. “Fue el diputado en Cortes por Molina, Calixto Rodríguez, ingeniero y empresario, quien se ocupó del suministro y de arreglar el sistema de distribución por la ciudad”, relataba Juan José Bermejo. “De comienzos del siglo XX son, pues, los varios «abastecimientos urbanos» que se reparten por sus calles y plazas”.

También se ha de mencionar Buenafuente del Sistal. “El monasterio recibió su nombre de la fuente que manaba del costado de la montaña donde fue adosado el pie del templo. De este modo, daba su agua al interior del santuario y, como desde un principio se le atribuyeron virtudes curativas, se creó una capilla en torno al manantial, poniendo una talla primitiva de Cristo, que hoy se conserva en el templo de las monjas”. Todo un lujo.

Buenafuente del Sistal
Buenafuente del Sistal

Durante el siglo XIX también se edificaron otros «puntos hidráulicos», como el de Tartanedo, Milmarcos, El Pobo de Dueñas, Prados Redondos y Rueda de la Sierra. De la misma forma, diversas localidades cuentan con fuentes con más de 100 años, inauguradas a principios del XX. Entre ellas, Concha (1928); Torrubia (1909); Morenilla (1933); Rillo de Gallo (1911); Checa (1905); o Campillo de Dueñas (1915).

La capital

Fuente de la Niña
Fuente de la Niña

Asimismo, se debe hacer referencia a Guadalajara. “Son conocidos los «viajes de agua» que la traían desde las alturas cercanas a la ciudad. Entre otros, el de «Santa Ana», obra de los romanos y tan alto que podía caminar por su interior un hombre montado a caballo; el de «El Sotillo», que fue usufructuado por los frailes de San Francisco y la Casa del Infantado; el de «Santa Catalina», que fue levantado por los carmelitas descalzos, estimándose el inicio de la obra hacia 1660; y el de las «Fuentes de Torija»”, repasaba Juan José Bermejo.

A todo ello se ha de sumar el gran número de fuentes diseminadas por la localidad. “Una de las más clásicas fue la que existía delante de la parroquia mayor de Santa María. Dio nombre a la iglesia y fue siempre lugar de reunión y mentidero frecuentado por los arriacenses”. Asimismo, se han mencionar la «Alaminilla», hoy desaparecida, emplazada junto al barranco del Alamín. Tampoco se ha conservado el gran pilón edificado en el barrio de Budierca. En cambio, la que se puede visitar aún hoy es la de la Fuente de la Niña, que está rodeada de diversas leyendas.

Por tanto, este tipo de infraestructuras forman parte de nuestro pasado. Y no sólo desde el punto de vista histórico, también desde la perspectiva social –por alzarse como un lugar de encuentro– y antropológico, ya que muchas de ellas se hallan repletas de relatos antiquísimos. En consecuencia, las fuentes son un elemento fundamental del patrimonio monumental, al igual que los templos, las fortalezas, las casonas o las basílicas. ¡No hay duda de ello!

Bibliografía.
BERMEJO, Juan José. «Fuentes de Guadalajara». Guadalajara: AACHE Ediciones, 2002.