Historias del abuelo

Pseudónimo: Perseida

Autora: Arancha Alonso Chicharro

Mención

Cada verano esperaba con ansia irse al pueblo con los abuelos; con 8 años pensaba que esas eran las mejores vacaciones que podía tener, pescaba renacuajos, hacía carreras de bicis, excursiones, merendaba pan con mantequilla y azúcar y cada noche su abuelo al que
cariñosamente llamaba aita le contaba una historia.

– “Vamos ¡¡¡A dormir!!!”

– “Ya voy… ¡Abuelito!, ¿Ya tienes pensado el cuento de esta noche?”

– “Sí, pero hoy no te voy a contar un cuento, sino como era la vida en el pueblo hace muchos años, ya verás que interesante”

“Hace mucho tiempo, en la época de los hombres primitivos.”

– “¿Cómo los de los dibujos de Érase una vez el hombre?”

– “¡Exacto!, como los que salen en los primeros capítulos, ¡¡esos que visten con pieles y
andan descalzos!!”

– “¡¡Anda, qué buena idea, ya tengo disfraz para la fiesta de verano!!

“En esa época en la Sierra había cientos de poblados, algunos nómadas que se movían con el ganado en busca de verdes pastos y huyendo de la nieve y el hielo, otros se establecían junto a los arroyos y cerca de las cuevas donde pasaban el invierno. Las casas se hacían de madera, piedra y pizarra, solían ser de una única habitación y alrededor de la lumbre que estaba en el centro se sentaba toda la familia, allí se comía, dormía, se hacía la vida. Junto a la casa hacían un corral para los animales y un chamizo para la leña y las herramientas… a veces, tenían un altillo y ahí era donde guardaban fruta, patatas, castañas, hongos … todo lo que recogían, también era en lugar preferido para que los más pillos jugaran al escondite o para que las abejas, siempre tan laboriosas hicieran un enjambre. Los abuelos bajaban al Sorbe a pescar truchas y cangrejos, en los montes cazaban conejos, corzos y jabalíes… y todo lo guardaban para tener provisiones, las mujeres sembraban los huertos, tejían mantas en el telar y en el Batán las abatanaban.”

– ¡¡La casa de los duendes del Gollindo!!

El abuelo sonríe, “a este niño no hay quien lo duerma” piensa.

“Con la rueca hacían ovillos, con las pieles hacían serones y con hierbas que recogían mejunjes para curar las heridas, lo organizaban todo para la llegada del invierno.”

El niño no para de preguntar:

– “¿Y en invierno no podían hacer todo eso?”

“Los inviernos eran muy largos, todo se cubría de nieve y apenas podían salir. Los osos
invernaban en las laderas del pico y las gentes pasaban estos meses en casa junto a la
chimenea. Antes de dormir contaban bonitas historias, pero también pasaban los días
haciendo colchas de trapos, tallando herramientas con pedernal, utensilios de cocina con
madera de encina… ellos mismos fabricaban todo lo necesario para vivir.”

– “¡¡Abuelo!!, como antes había muchos osos por eso se llamaba Valverde del Osejón y por eso la montaña se llama así verdad?!!”

“Claro, por eso era, ¿sabes que hay muchos otros lugares que tienen su nombre por el lugar donde se encuentran, por lo que parecen o por los poblados que se construyeron en aquella época??, por ejemplo la Majá el Roble, la Peña la Talla, Peña Mala, los Surcos, la Majada del Gato, casillas de Peña Rubia, Majas Viejas, las Hondonadas…
¡cuando seas mayor iremos de excursión a todos!”

“El paso del tiempo se medía por fenómenos de la naturaleza, por cambios en el cielo, las gentes se orientaban mirando las estrellas, la hora se miraba en la pared de las Covachas, las fiestas se celebraban según los ciclos de la luna… todo estaba relacionado. No había luz y por la noche se veían muchas estrellas, la Vía Láctea o el Camino de Santiago, el Carro o la Osa Mayor… y en invierno les gustaba mirar las Siete Cabritillas”.

– “¿Son cabras convertidas en estrellas?”

– “Son siete estrellas muy brillantes, que llaman Pléyades y la leyenda cuenta que son siete hermanas que murieron de tristeza cuando falleció su padre el titán Atlas, esa historia te la cuento otro día.”

El niño mira hacia arriba con tristeza. Poco a poco, el sueño le va venciendo…

“En el mes de más calor disfrutaban de las noches en las que se veía la lluvia estrellas, cientos de meteoritos cruzaban el cielo, estrellas fugaces decían …. cada vez que veían una pensaban que si cruzaban los dedos y pedían un deseo, se iba a cumplir”.

– “Abuelo, eso es cuando el 11 de agosto subimos a la era, ¡¡a que sí!!”

– “Eso es, la noche de las Perseidas o lágrimas de San Lorenzo.”

El niño bosteza, se toca la nariz, se acurruca, en sueños ve osos feroces, estrellas que bailan y pasa toda la noche jugando con las cabritillas.