José Torija: «Las salinas de Imón fueron las más importantes de la península»

Hoy les presentamos a un escritor castellonense nacido en 1975, pero cuyo espíritu pertenece a Guadalajara. Cuenta con raíces familiares en la serranía arriacense, una comarca que visita regularmente –al menos, una vez por año–. Y siempre está atento a lo que ocurre en la provincia. Hablamos de José Torija, un abogado que acaba de sacar su primer libro, «La Sal del Rey». Se trata de una obra histórica –se desarrolla en el siglo XIII– en la que parte de su ambientación y personajes proceden del actual espacio caracense. La novela se presentará el 22 de agosto en el centro sociocultural «El Torreón» de Sigüenza, tras haber pasado por la capital caracense y Bustares –el pueblo del autor–. Incluso, el trabajo se ha dado a conocer en otras ciudades españolas, como Castellón y Barcelona. Desde Henares Al Día hemos querido hablar con este literato, para que nos explique todos los detalles de su labor. Una conversación en la que también hemos charlado sobre historia de España. ¡No te la pierdas!

¿Cómo surgió la iniciativa de emprender el camino de «La Sal del Rey»?
Se trata de una idea que yo tenía en la cabeza desde hace unos años. Anhelaba hacer una novela histórica, ambientada en la Edad Media. El propósito que me planteé fue que la trama se desarrollase en la batalla de Las Navas de Tolosa, acaecida en 1212. Pero al buscar información sobre este enfrentamiento, observé que el ejército cristiano no estaba formado –exclusivamente– por las mesnadas de cada rey participante –Castilla, Aragón o Navarra–, sino que también se componía de soldados procedentes de diferentes Señoríos y Comunidades de Villa y Tierra. Entre ellas, la de Atienza. Entonces, me di cuenta de la relevancia que alcanzó el territorio en el que se integraba –en esta época– el pueblo de mi familia, Bustares.

Al mismo tiempo, fui consciente de la importancia que, en aquel periodo, poseía tanto Sigüenza como las salinas de Imón, muy cercanas a dicha ciudad. Ante estas circunstancias, el planteamiento original que tenía pensado para la novela varió hasta convertirse en «La Sal del Rey». Asimismo, quise aprovechar este libro para realizar una reivindicación de la historia de la Serranía Norte, de Sigüenza y de la producción salinera del lugar, que da nombre a la obra.

¿Cómo fue el trabajo de documentación previo a emprender la escritura?
Sobre todo, me basé en la lectura de bibliografía, mientras que para datos más concretos consulté portales especializados, en los que se alojan investigaciones de calidad. Es cierto que, en internet, se puede hallar de todo. E, incluso, los materiales son presentados con el mismo valor, aunque –en muchas ocasiones– no lo tienen. Por tanto, hay que discernir qué documentos se pueden utilizar y cuáles no, de acuerdo a su contenido científico e histórico.

Su familia, como comentaba, procede de una localidad de la sierra arricense. Más concretamente, de Bustares. ¿Existen menciones en su novela a parajes de este lugar?
He incluido referencias al Alto Rey. Esta montaña se encuadra en uno de los últimos capítulos de la trama. En cualquier caso, las descripciones de los lugares en los que se sucede la historia aparecen adaptadas al posible aspecto que tenían durante la Edad Media…

Además, he querido mostrar el importante papel que poseían tanto Sigüenza como Atienza en esa época. No en vano, existía una cierta rivalidad entre ambas. Hay que tener en cuenta que la explotación de las salinas de los alrededores –que eran las más importantes de la península– eran compartidas entre las dos poblaciones.

En realidad, estas «industrias» dependían del reino, pero la monarquía no tenía capacidad para extraer la materia prima. Por tanto, se concedían los derechos extractivos a aristócratas, señores feudales o a la Iglesia, que sí contaban con la infraestructura necesaria para conseguir la sal. A cambio, el rey recibía un porcentaje del dinero. Sólo recaudaba, pero no gestionaba.

Sin incurrir en spoiler, ¿cuál es la trama de la novela?
La historia se inicia en la batalla de Las Navas de Tolosa, en 1212. A lo largo de la narración se explica la relación entre un personaje cristiano –el juez viejo de la Comunidad de Villa y Tierra de Atienza, llamado Manrique– y uno musulmán –Abdel–, un soldado del ejército califal cuyas aspiraciones pasaban por ser médico, pero que –al final– se vio obligado a participar en la contienda. Los árabes perdieron el mencionado combate, pero gracias a la colaboración mutua de los protagonistas, ambos lograron salvar su pellejo.

Por un lado, Abdel consiguió evitar la esclavitud, a la cual estaba destinado si lo capturaban como prisionero de guerra. Y, por otro, Manrique consiguió salvar su vida, gracias a que el musulmán lo encontró malherido en el campo de batalla y le ayudó a regresar al campamento cristiano. A partir de ese momento comenzó la relación de conveniencia. De hecho, la tesis que desarrollo en la obra es que el entendimiento entre credos fue posible en aquel momento.

Era bastante frecuente que en las guerras entre los diferentes reinos hubiera cristianos que combatían del lado de los árabes, peleando en contra de otros reyes católicos que no eran el suyo. La relación entre las religiones y las diferentes monarquías no era unívoca.

En definitiva, no es real la imagen que nos han vendido de la «Reconquista». Es decir, de un proceso en el que un credo se enfrentaba a otro sin cuartel. La realidad es que existió una convivencia. Es posible que entre las élites de las dos sociedades –la cristiana y la islámica– existieran diferencias, pero la población era la misma en todos los territorios.

Entonces, ¿por qué se ha dado –tradicionalmente– una imagen de la «Reconquista» basada en un choque religioso sin cuartel?
Ha sido una forma de construir la «nación española», justificándose en el enfrentamiento en contra de un supuesto enemigo –el árabe– a lo largo de ocho siglos. De esta forma, se ha creado un suceso mítico en el que poder fundamentar el nacionalismo de España. Pero la historia es mucho más compleja. Sin ir más lejos, cuando en el siglo VIII llegaron las tropas islámicas al actual territorio murciano, el jefe político visigodo se cambió de religión y se convirtió al nuevo credo, continuando –así– como cabeza visible del territorio que controlaba anteriormente.

Un tipo de actitudes que, tiempo después, volvieron a ocurrir, ya que cuando el poder se inclinó hacia los cristianos, muchos señores musulmanes también migraron de fe y permanecieron –de esta forma– al cargo de sus gobiernos. Por tanto, ese enfrentamiento mítico entre los «verdaderos españoles» y unos supuestos invasores –los árabes– no es cierto.

Regresando a «La Sal del Rey», ¿cómo fue el proceso de edición del libro?
En primer lugar, presenté el manuscrito a un par de concursos literarios. Y, seguidamente, también se lo hice llegar a varias editoriales. Una de ellas aceptó publicarlo, con la ventaja que el editor era colega mío. Por tanto, la labor ha sido bastante fácil. Se trata de una editorial pequeña, pero que han trabajado muy bien. La novela ha quedado perfecta.

¿Está preparando nuevos títulos?
Tengo ya un nuevo trabajo finalizado, aunque –como diría aquel– las obras no las terminas, sino que las abandonas. Llegas a un punto en el que decides que «ya está bien», en el que piensas que ya no puedes hacer más revisiones [ríe].

De cualquier forma, he presentado el nuevo libro a algún concurso literario. Y, en estos momentos, estoy esperando a la resolución del jurado. Se encuentra escrito en catalán y, durante la trama, viajo al Imperio Romano, una época que siempre me ha interesado.