Laureano Cerrada, el gran falsificador que nació en Miedes de Atienza

Laureano Cerrada
Laureano Cerrada

A Laureano Cerrada Santos, natural de Miedes de Atienza, se le ocurrió, en numerosas ocasiones, cambiar la historia de España. Una de ellas fue el 12 de septiembre de 1948. Aquel día, en San Sebastián, se celebraban las clásicas Regatas de la Bandera, presididas por el entontes jefe del Estado. A eso de la media mañana, procedente de Dax, en las costas francesas, una avioneta Norecrim 1.202, cargada de explosivos, debía dejar caer veinte bombas de racimo de cinco kilos cada una sobre el yate en el que estaba Francisco Franco. En el último momento, cuando la avioneta se disponía a acercarse a la línea de yates oficiales, aviones del ejército español aparecieron en el horizonte y el piloto de la Norecrim, Primitivo Pérez, tuvo que dar la vuelta.

Laureano Cerrada, que invirtió algo más de millón y medio de francos de la época, no se resignó a perder la partida y personalmente lo volvió a intentar a la mañana siguiente. El objetivo ahora era dejar caer las bombas sobre el palacio de Ayete, donde el general se alojaba. Pero durante toda la noche no dejó de llover en las costas francesas y cuando la avioneta trató de despegar de la pista de tierra del aeródromo, las ruedas se clavaron en el barro.

De Miedes salió Laureano Cerrada, para recorrer Europa y hacer historia, en ocasiones, negra
De Miedes salió Laureano Cerrada, para recorrer Europa y hacer historia, en ocasiones, negra

Laureano, el soñador
Laureano salió de Miedes de Atienza en el mes de septiembre de 1920, a punto de cumplir los dieciocho años de edad, camino de Barcelona. Apenas sabía leer y escribir.

Trabajó en uno de los sectores que más se movilizaron en las conquistas obreras, el ferroviario. Se englobó en la CNT y se hizo anarquista. Aprendió a leer y escribir; cruzó la frontera de Francia en el mes de febrero de 1939. Con él llevaba, entre otras pertenencias, los fondos del Sindicato Obrero al que pertenecía, que entregó a los gendarmes en la misma frontera, para que los hiciesen llegar a los sindicalistas ferroviarios franceses.

Laureano Cerrada, primero por la izquierda, en el congreso anarquista que dio el poder a Federica Montseny y su marido, Germinal Esgleas, que aparece con sombrero
Laureano Cerrada, primero por la izquierda, en el congreso anarquista que dio el poder a Federica Montseny y su marido, Germinal Esgleas, que aparece con sombrero

Por aquellos días Laureano, después de alzarse en armas junto a la inmensa mayoría de los ferroviarios catalanes, se encargaba de la buena marcha de la colonia “Espartaco”, abierta en un antiguo palacete de la costa de Mataró, Can Garí, donde se acogía a niños huérfanos de la Guerra.

Por Francia y su libertad
Como perteneciente al batallón de Buenaventura Durruti, fue internado en el campo de Argeles-sur-Mer, del que no tardó en salir para combatir a los alemanes que atacaban Francia por la línea Máginot. Para entonces Laureano se había convertido en un auténtico maestro en el arte del dibujo, que otros llamarían falsificación. Lo hizo con sus propios documentos, y lo volvió a hacer con cuantos pudo. Llegando a falsificar el que ordenaba su libertad, luego que los alemanes lo tomaron preso. Con su salvoconducto se instaló en París, y allá montó su propia oficina de falsificación documental. Un cálculo, por lo bajo, cifra en 50.000 los documentos que, falsificados por él, libraron de la muerte a otros tantos, o más, judíos destinados a los campos de exterminio. Por supuesto que también lo hizo con órdenes y contraórdenes francesas y alemanas. Por las falsificaciones cobraba una pequeña cantidad que servía para mantener el sindicato anarquista. Laureano Cerrada, manejó cientos de millones de pesetas, y odiaba el dinero.

Al término de la guerra desfiló como un héroe por el Campo de Marte con las tropas francesas el día de la victoria.

El gran golpe de la casa de papel
Nada se supo en España de ello, o sí. Que algún loco fue repartiendo fajos de billetes por las carreteras, desde la frontera de Francia, hasta Valencia, o Madrid, o La Coruña, o…

Fue a raíz del asalto a la cartográfica Cartevalori, de Milán, la noche del 29 de abril de 1945. Aquella, mientras los partisanos se encargaban de enjuicias a Mussolini, nuestro hombre, con cuatro más, a unos centenares de metros de donde el juicio eterno terminaba con el dictador italiano, se introducía en la imprenta. En ella se imprimían los billetes españoles de 50 y 100 pesetas. De ella salieron con las planchas de impresión que sirvieron para la estampación de, tal vez, cientos de millones de pesetas, sino miles que cruzaron la frontera franco-española para ser arrojados por las carreteras, los pueblos, las calles, las plazas… El Gobierno español se vio precisado a anular aquellos billetes, y estampar unos nuevos. El objetivo no era otro que colapsar, con una sobre impresión de moneda, la economía española. Y a punto estuvo de conseguirlo. Quizá fuese ese su gran golpe. O quizá no. Quizá el mayor fuese el atraco a un furgón bancario sin disparar un sólo tiro. Pertenecía a uno de los bancos más significativos de Francia, de donde salió con algo más de treinta millones de francos que sirvieron para mantener el sindicato.

También fue hombre divertido, en aquello de la falsificación, haciéndolo con decenas de miles de entradas de toros y fútbol, que repartía gratuitamente por los bares de París o Nimes, cuando los españoles se la jugaban en el ruedo, o en el campo de fútbol. Ante la avalancha de espectadores con entradas supuestamente legales, la corrida, o el fútbol, quedaban suspendidos.

Laureano Cerrada contó su vida en las revistas españolas, algo que, sin duda, provocó su muerte
Laureano Cerrada contó su vida en las revistas españolas, algo que, sin duda, provocó su muerte

Cumpleaños sangriento
Una fecha le quedó marcada en su calendario particular, la del 20 de noviembre de 1975. Lo que no pudieron sus ideas lo logró el paso del tiempo. Y aquella muerte, la de Francisco Franco, lo devolvió a la actualidad. Fue poco después cuando comenzó a hablarse en España de los atentados que se tramaron contra el Jefe del Estado, y cuando se conoció parte de su historia.

Algo de ella comenzó a contar para una de las revistas de mayor tirada entonces del panorama nacional, por el mes de septiembre de 1976. En los primeros días de octubre de ese año todavía se anunció en la revista que Cerrada hablaría de su vida en los próximos números, y que grababa sus memorias… Tenía, sin duda, muchas cosas que contar. Había sido expulsado del sindicato al que al parecer entregó todo el dinero que consiguió de manera ilegal, y todo el mundo lo conocía en el café de Europa del Boulevard de Belleville, de París, en donde se consideraba que se encontraba su oficina. A él acudieron tres hombres la noche del 18 de octubre de 1976, día de su cumpleaños. Hablaron entre ellos, Laureano salió a la calle, caminaron unos pasos y sus acompañantes desaparecieron. Laureano Cerrada quedó tendido en la acera. Diez días después recibía sepultura en el cementerio de Pantín, a las afueras de la capital francesa.

Todavía hoy es considerado como uno los mayores falsificadores de Europa. Aunque su vida, y su obra, dan para mucho más.

Laureano Cerrada Santos, sindicalista y anarquista, nació en Miedes de Atienza (Guadalajara), el 18 de julio de 1902; murió en París (Francia), el 18 de julio de 1976.

Bibliografía:
GISMERA VELASCO, Tomás. “Laureano Cerrada: Matar a Franco y otros golpes de audacia”; Indenpendently Published (2020); ISBN-13-979-8612248163
GISMERA VELASCO, Tomás. “Miedes de Atienza. La Tierra que el Cid Cabalgó”; Indenpendently Published (2018); ISBN-13-979-8623284983
GISMERA VELASCO, Tomás. “Jorge Moya. El poeta olvidado”. Indenpendently Published (2021); ISBN-13-979-8733346007