Los días pequeños

Portada de ‘Los días pequeños’, de Pep Bruno.

Maestro de la narración oral, Pep Bruno ha publicado un libro cargado de ternura y emoción, y un léxico que evoca los territorios rurales de nuestra infancia. Los días pequeños (Narval, 100 págs.) es un magnífico libro que cuenta con estupendas ilustraciones de Daniel Piqueras y que agrupa relatos sobre la base de “un pueblo pequeño, tan pequeño que si hubiera un habitante más quizás no cabría”. Como escribió Cecilia Frías en El Cultural de El Mundo, al arranque “no le sobra ni una sílaba”. Tampoco al resto del volumen, que está plagado de historias escritas con una pulcritud exquisita y una sensibilidad hacia el mundo rural en línea con la literatura delibeana.

Porque es, precisamente, a Delibes a quien recuerda el estilo, la semántica y la armonía con la que Pep Bruno va tejiendo sus relatos con una forma cadenciosa que recuerda al agua que brota de los pilones de nuestras aldeas, con sus plazas, sus callejas, sus paisajes y su iglesia. “El pueblo se encarama en una colina suave y luego se deja caer por sus laderas hasta el valle donde se alternan los retales de huertas, choperas y labrantíos y, más allá, las tablas de cereal, las dehesas y los bosques de pinos”.

En una nota al final del libro, el propio autor explica que en enero de 2008 se dispuso a escribir un cuento. Tirando del hilo a la hora de poner a correr a un hombre a ver hasta dónde le llevaba, apareció Andrés, el hombre carta. Así alumbró la historia que da origen al libro, concebido en un principio como un cuento suelto. Por sus páginas discurren el hombre carta que transmite de viva voz los mensajes a los vecinos, un poeta llamado Juan Tarambana, el niño Antón –que va sumando vecinos en su patinete mientras baja las cuestas a toda mecha-, además la sabia senectud de la tía Gabriela y un muchacho “algo listo” que vive en un campanario y responde al nombre de Pedro Campana.

Pep Bruno (Barcelona, 1971), bien conocido por los lectores de Guadalajara, es un referente de la narración oral en toda España. Licenciado en Filología Hispánica y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, ha colaborado con diversos medios en nuestra provincia –particularmente tengo en el recuerdo sus textos en el extinto El Decano de Guadalajara– y es narrador oral profesional para público adulto, juvenil e infantil desde 1994. Ha llevado sus palabras, como indica su propia biografía, por América, África y Europa. Ha publicado 25 libros de cuentos y ha recibido dos premios internacionales en álbum ilustrado. Da gusto oírle contar historias, pero también leerle.

Los días pequeños rezuma amor por los pueblos y por los entornos alejados de los corredores urbanos. También se cuelan los orígenes molineses de Pep, quien admite en el epílogo de la obra que “el pueblo en el que todos estos personajes viven se parece mucho a Selas”. Pep aprovechó el ingreso en un hospital de su madre para leerle en voz alta las bellas historias plasmadas en este trabajo. “Y eso hice –escribe-, leí el libro en voz alta, y de alguna manera en aquellos momentos salíamos del hospital y paseábamos por Selas: por la Cuesta del Reloj, por el Ejido, por el molino viejo…”.

El libro es un festín no solo como lectura infantil sino para los adultos que gustan de recobrar el aroma de “ir al monte y perderse entre verdes intensos de trigales, azules del cielo y roquedales salpicados de encinas”. Los días pequeños son en realidad grandes porque, como dejó escrito Lorca, nos trasladan al paraíso perdido de nuestras infancias.