Luisa de Padilla, la dama de las letras que nació en Negredo

Como si el tiempo lo hubiese dejado a un lado de los caminos principales, Negredo, que otrora fuese población populosa a la vera del camino real que desde la capital del reino llegó en su día hasta el de Navarra y a través de este al otro lado de los Pirineos, emerge como uno de esos núcleos urbanos que se resisten al olvido.

Al día de hoy es un cogollo de casas que, perfectamente adecuadas a los tiempos que corren, dan al pueblo un aspecto de modernidad. A pesar de que ahora la carretera, en lugar de hacer un alto a sus puertas, lo deje a un lado. Aquí tuvieron su posta los carruajes del correo, de mercancías y de viajeros. Incluso, avanzado el siglo XIX, y cuando todavía el tren no cimbreaba con su paso los álamos del Henares, las galeras del Sr. Cordero que partiendo de la madrileña Puerta del Sol llegaban hasta Soria, hacían parada; punto intermedio entre Jadraque y Paredes de Sigüenza.

Hasta hubo de aposentarse, al pie de la famosa venta de Negredo, un piquete de la Guardia civil que diese escolta, en los años ácidos del último tercio de aquel siglo, cuando los últimos carlistas y bandoleros se apostaban por aquellos montes, a las carretelas que hacían ruta, para que no los asaltasen los que por estos pagos crearon escuela en lo del asalto en cuadrilla. Tanta escuela que incluso el cabo de la Guardia civil de aquella comandancia, don Antonio Caballero que se llamaba, fue depuesto del cargo para ser enviado al correccional de Ceuta después de que fuese pillado in fraganti en eso del asalto, cuando corría el año de gracia de 1853. Valor tuvieron después los alcaldes de Negredo, Pálmaces y Angón en denunciar los abusos, que hasta que no lo vieron con los grilletes cogidos a sus manos, no se atrevieron a hacerlo.

La condesa doña Luisa de Padilla
Bien pudo llevar el título de condesa de Negredo, doña Luisa de Padilla y Manrique, hija que fue de don Martín de Padilla y Manrique, y de doña Luisa de Padilla y Manrique. Sí, el padre y la madre, como parientes que fueron, llevaron los mismos apellidos que legaron a sus hijos. Curiosidades de los tiempos que a veces nos sorprenden, o no. Don Luis fue uno de los muchos héroes de la Batalla de Lepanto, aquella en la que don Miguel de Cervantes se jugó un brazo.

Llevó, don Martín de Padilla y Manrique, entre otros muchos, los títulos de Conde de Santa Gadea y de Buendía, y tan buen militar y marino llegó a ser, que le fue encargada, cuando el siglo XVI agonizaba, la alta misión de conquistar Inglaterra cuando discurría el año de gracia de 1597. Hoy sabemos que no logró su empresa, pero por aquel tiempo nadie dudó de que alcanzaría la gloria.

A doña Luisa de Padilla, la hija del matrimonio, la casaron, a la temprana edad de 15 años, en 1605, con don Antonio Ximénez de Urrea, hombre de altos ideales literarios, además de V conde de Aranda.

Nadie sabe, pasados los siglos, de quien tomó lecciones doña Luisa de Padilla; es lo cierto que fue una de las mujeres más sobresalientes de su tiempo en el arte de la pluma, o de la literatura.

Doña Luisa de Padilla ha pasado a la historia por ser una de las más destacadas prosistas, acaso la más notable de cuantas florecieron en España durante el siglo XVII, pues juntóse en ella una rica erudición con la novedad de pensamientos y un fácil y castizo estilo. Escribieron quienes analizaron su obra y dieron a conocer sus libros.

Que no fueron demasiados, y algo que solía ser habitual en aquellos tiempos, que la autora no publicase su obra: No publicó Doña Luisa de Padilla sus obras, y aun alguna, como es la intitulada “Nobleza Virtuosa” la imprimió Fr. Enrique Pastor sin hacer constar en ella el nombre de su autora; el mismo religioso editó las restantes diciendo expresamente de quien eran. Por esto han supuesto algunos que se trate de obras póstumas, opinión que se desvanece considerando que doña Luisa murió en el año 1646 y el último de sus libros “Idea de Nobles”, fue impreso en 1644. Los otros fueron “Elogios de la verdad e inventiva contra la mentira” (1617), Noble perfecto y segunda parte de la nobleza virtuosa (1639), Lágrimas de la nobleza (1639) e Ideas de nobles y sus desengaños en aforismos (1644).

Es ahora cuando toca decir que doña Luisa vio la primera luz del mundo en aquel Negredo que, por aquellos tiempos, era un alto en el camino para quienes, como su madre, viajaban a través de Castilla, en este caso, buscando las tierras de Granada. Corría el año de gracia de 1590, y en su iglesia parroquial recibió las aguas del socorro del bautismo. Aunque luego dijesen algunos estudiosos que nació (probablemente) en Burgos, y otros, para no errar, en Castilla. Tan lejano les quedaba a todos el pueblecito guadalajareño de Negredo.

Así pues, no está demás añadir el nombre ilustre de la condesa de Aranda, a la lista de sabias mujeres que vieron la luz, aunque fuese por un casual, en nuestra tierra. En Negredo, en este caso.

Luisa de Padilla, condesa de Aranda, escritora, nació en 1590 en Negredo (Guadalajara); murió en Épila (Zaragoza), en 1646.