Pareja, villa brujeril

Cuando se conoce el entorno, lo primero que llama la atención es la abundancia de agua. Pareja se encuentra en uno de los brazos de Entrepeñas, que conserva una lámina de agua constante gracias al azud inaugurado en 2008 sobre el cauce del arroyo Ompolveda. En las 29 hectáreas de extensión de la balsa se almacena un hectómetro cúbico de líquido elemento, lo que permite la práctica de diferentes actividades, como los deportes acuáticos. E, incluso, se puede realizar senderismo en los caminos que recorren los alrededores.

Sin embargo, esta villa alcarreña también es conocida por su pasado, debido a los procesos inquisitoriales de brujería que sufrieron varias de sus vecinas durante el siglo XVI. Una memoria que –en la actualidad– está siendo rescatada, gracias a la labor –entre otros– del Ayuntamiento parejano y de Javier Fernández Ortea, un joven historiador que lleva varios años indagando sobre el asunto. Gracias a su esfuerzo, ha sacado el libro «Alcarria bruja. Historia de la hechicería en Guadalajara y los procesos de la villa de Pareja». ¡Todo un lujo!

Ilustraciones: Miguel Zorita, en el libro Alcarria Bruja
Ilustraciones: Miguel Zorita, en el libro Alcarria Bruja

Pero antes de meternos en materia, debemos indicar que “un proceso inquisitorial por brujería se enmarca dentro de los delitos de heterodoxias”. Es decir, “incluye a todos los elementos que la Iglesia, a través de su «brazo armado» –la Inquisición–, pretendía regresar al redil”. Por tanto, estos tribunales eclesiales se fijaban en los “elementos subversivos” en la época. Sobre todo, en aquellos que “generaban escándalo público”, como los herejes, los hechiceros o las brujas.

Una situación que había que atajar de alguna manera. Fue el Santo Oficio el responsable de realizar dichas funciones de control. La entidad estuvo en funcionamiento desde finales del siglo XV en la Corona de Castilla –donde se emplazaba Pareja–, con el fin de “«poner orden» sobre las personas que estaban generando conmoción en la sociedad”.

Así, cuando se apresaba a brujas se abría un «proceso judicial» en contra de las encausadas –mayoritariamente mujeres–, que tenían que demostrar su inocencia. Justo al revés de lo que ocurre en la actualidad, cuando disfrutamos de la «presunción de inocencia». Una vez iniciada la causa, los pesquisidores llamaba a declarar a una serie de ciudadanos –para que testificasen–. E, incluso, se empleaban determinadas pruebas para que el enjuiciamiento siguiera adelante.

Ilustraciones: Miguel Zorita, en el libro Alcarria Bruja
Ilustraciones: Miguel Zorita, en el libro Alcarria Bruja

Por ejemplo, “era muy importante la declaración de culpabilidad del reo, razón por la cual se le aplicaban torturas”. Así, conseguían confesiones más rápidas. A pesar de ello, el Santo Oficio en Castilla fue “incrédulo con los actos brujeriles [en comparación con otros lugares de Europa, como Francia]. No daba pábulo al hecho de que las procesadas tuvieran un pacto explícito con el diablo”, indica Javier Fernández Ortea.

De hecho, “no lo consideran un problema político de primer orden”, como sí ocurría con el asunto de los conversos, en el que los inquisidores fueron “furibundos”. De hecho, en el territorio peninsular apenas se dictaron condenas a muerte por brujería. Algo que también se observó en Pareja, donde hubo media docena de procesos, que se sucedieron en dos periodos diferentes –entre los que medió 30 años–. En los mismos, se vio afectado el «clan de las Morillas», una saga de vecinas emparentadas entre sí. Pero no hubo ninguna sentencia capital.

Los acontecimientos en la localidad alcarreña comenzaron a partir de la muerte de Juana de Morillas –la versión oficial señala que se suicidó desde la «Torre de Pareja»–. Tras ello, los vecinos quemaron el cadáver de esta mujer, por “temor a su figura”, se confirma en el artículo «Hechicería y superstición en la Alcarria de Guadalajara». “La brujería se consideraba contagiosa”, por lo que se intentó combatir estas prácticas “en el entorno familiar y de amistades” de este primer caso. Así, la vinculación de amistad que había unido a Francisca la Ansarona con Juana de Morillas fue razón suficiente para acusar a la primera del mismo delito. Su juicio comenzó en 1527. “La rea confesó ser bruja desde hacía 30 años y de acudir volando a conventículos, tras administrarse un unto procedente de niños”.

Ilustraciones: Miguel Zorita, en el libro Alcarria Bruja
Ilustraciones: Miguel Zorita, en el libro Alcarria Bruja

Además, la Ansarona “describió los conjuros para convocar los demonios, la forma de viajar por el aire e, incluso, las relaciones íntimas que se daban en el «Sabbat»”. No obstante, Francisca fue torturada “en repetidas ocasiones” por la Inquisición, por lo que sus aseveraciones pudieron estar influidas por dicha violencia. A pesar de ello, el 16 de septiembre de 1529 las autoridades la consideraron culpable, condenándola a cadena perpetua en su domicilio. También la obligaron a ir habitualmente a la iglesia, además de recibir 100 azotes, explica Eva Lara Alberola en «Las brujas de Barahona: la construcción del relato a partir del proceso».

Tras la confesión de Francisca, Quiteria de Morillas –hija de Juana– fue también sometida a tormento. Su proceso inquisitorial comenzó el 18 de noviembre de 1527. Era, igualmente, vecina de Pareja, aunque por miedo escapó a Sacedón, donde fue apresada. No la condenaron a muerte, pero “conforme avanzaba el tormento se fue desmoronando”, reconociendo que se dedicaba a “estos menesteres desde hacía unos siete u ocho años”.

A pesar de estos procesos, tres décadas más tarde se produjo un nuevo brote de psicosis en la villa, como consecuencia de una serie muertes infantiles. “Las destinatarias de las acusaciones fueron Ana La Roa y María Parra, ambas hijas de Juana de Morillas. Esta circunstancia es lógica debido a la creencia de que la brujería era hereditaria”, aseguran los investigadores.

“María fue penitenciada a 100 azotes y destierro, pero desconocemos el devenir de Ana la Roa, pues su proceso quedó suspenso”. Además, y con el fin de rebajar su castigo, estas dos hermanas “acusaron a Violante, la Machuca, y a sus hijas Teresa López, Ana Machuca y Mari Rodrigo, de los mismos cargos de brujería”, que sufrieron un tormento inquisitorial muy parecido a los anteriores. Pero, al final, no padecieron la pena capital.

Estos casos antecedieron en casi un siglo a los de Zugarramurdi, los más conocidos de España. Pero los procesos de Pareja no se quedaron atrás. Tuvieron una amplia repercusión en la Castilla del siglo XVI. Por ello, el actual Ayuntamiento ha querido recuperar la memoria de dichos sucesos, mediante un museo centrado en los mismos. El lugar seleccionado es la antigua torre del palacio episcopal parejano, justo el punto donde estuvo presa Juana de Morillas, y desde donde se precipitó –o la precipitaron–, dando comienzo a la «caza de brujas» del municipio.

“Nos encontramos ante una propuesta museística en la que se explican los detalles de los sumarios sobre brujería que se abrieron en la localidad a inicios de la Edad Moderna”, explica Javier Fernández Ortea, quien –también– es curador de la iniciativa. “Hemos querido hacer un repaso de esta parte de la historia del pueblo”.

A los textos explicativos se unen diversas ilustraciones en torno a los referidos acontecimientos, realizadas por el diseñador e investigador Miguel Zorita. Asimismo, se han incluido objetos relacionados con los procesos inquisitoriales. Entre ellos, un potro de tortura y dos sambenitos. El primero se empleaba a lo largo de los “interrogatorios con tormento”. El mecanismo servía para apretar y estirar los tobillos y muñecas de la acusada, con el fin de conseguir una confesión. Los sambenitos, en cambio, consistían en un “atuendo” de arpillera que se imponía a las sentenciadas, para que la población las pudiera identificar a simple vista.

De esta forma, gracias al museo, se ha podido mostrar una parte del pasado de Pareja que permanecía en el olvido. Más concretamente, el referido a los procesos por brujería. En consecuencia, qué mejor que acercarse hasta la villa para conocer un poco más estos sucesos, ya que, como dijo Jacinto Benavente: «una cosa es continuar la historia y otra repetirla».

Bibliografía
FERNÁNDEZ ORTEA, Javier. «Alcarria bruja. Historia de la hechicería en Guadalajara y los procesos de la villa de Pareja». Guadalajara: AACHE Ediciones y Océano Atlántico Editores, 2022.
FERNÁNDEZ ORTEA, Javier. «Hechicería y superstición en la Alcarria de Guadalajara», Cuadernos de etnología de Guadalajara, 49 (2017), pp.: 293–324.
LARA ALBEROLA, Eva. «Las brujas de Barahona: la construcción del relato a partir del proceso», Boletín de Literatura Oral, 12 (2022), pp.: 74-105