
La provincia de Guadalajara está jalonada de monumentos que sorprenden por un sencillo magnetismo que no tiene nada que ver con la envergadura arquitectónica de enclaves con grandes catedrales o iglesias. De ahí que sea imprescindible alejarse de las principales vías y surcar los caminos del interior para encontrar pueblos o joyas monumentales que merecen la pena. Pero hay veces en que no es necesario escarbar tanto.
Alcolea del Pinar es una localidad que hace frontera entre la Sierra y la Tierra de Molina y se encuentra al pie de la A-2, la autovía que comunica Madrid con Zaragoza y Barcelona y que recorre a modo de zanja buena parte de la provincia. El municipio, que cuenta alrededor de 350 habitantes, incluye los núcleos de Cortes de Tajuña, Garbajosa, Tortonda y Villaverde del Ducado. Según los especialistas, el poblamiento de Alcolea se remonta a época muy antigua y en su término se han hallado documentos arqueológicos de yacimientos y poblados celtíberos en los enclaves locales de la Pinilla y la Rabera, además de restos megalíticos o de la Edad de Hierro en Garbajosa.
Después de la Reconquista, en el siglo XVI, este pueblo quedó incluido en el Común de Medinaceli. El florecimiento de Alcolea comenzó justo en ese tiempo, que coincide con el desuso del camino romano entre Sigüenza y Medinaceli y el auge del camino real, que partía desde Madrid y Guadalajara hasta Aragón, coincidiendo con el actual trazado de la Autovía de Aragón. El pueblo destaca por los servicios que ofrece, su ubicación privilegiada y por ser el punto de partida para numerosas rutas en el norte de Guadalajara. Pero, sobre todo, por la impresionante Casa de Piedra, un monumento único en España.
La Casa de Piedra es una vivienda excavada en una roca de arenisca obra de Lino Bueno, a principios del siglo XX. Un descomunal trabajo cincelado a base de paciencia y esfuerzo. en 1907, Lino Bueno solicitó permiso al Ayuntamiento de Alcolea para habilitar una casa horadando un peñasco. El consistorio se lo concedió, pero nunca en el pueblo creyeron que este hombre fuera capaz de llevar a efecto su propósito. El caso es que, al cabo de cinco años picando en la roca, el buen hombre abrió la primera habitación. Y, en los años sucesivos, terminó por disponer una vivienda de dos plantas, con establo y cocina. Bueno siguió picando en la roca hasta que murió en el año 1935 a los 82 años. En 1928 Primo de Rivera le concedió la medalla al trabajo por una obra entre faraónica y pintoresca que sigue llamando la atención del viajero.
Considerada la mayor estructura cavada en roca viva por una sola persona en todo el mundo, los nietos de Lino Bueno siguen facilitando su visita. La entrada es gratuita, aunque la familia acepta la voluntad para pagar los gastos de la vivienda, dado que sigue tributando sus impuestos de luz, agua y alcantarillado como cualquier otro vecino. La Casa de Piedra, actualmente puesta a la venta por los herederos de Lino Bueno, sigue siendo un lugar peculiar y fascinante. Y lo es tanto por las dificultades que entraña picar el granito como por las dimensiones de su estructura. Una de las muchas sorpresas que esconde en su interior la tierra de Guadalajara.