Sentarse en la Plaza de la Hora (Pastrana)

Palacio Ducal de Pastrana (s. XVI).
Palacio Ducal de Pastrana (s. XVI).

Pastrana es una de las cimas de La Alcarria de Guadalajara, en concreto, de la Alcarria Baja. Un destino imprescindible para quien quiera conocer esta tierra. Una villa, declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1966, cuya huella histórica aún marca de forma indeleble el paso de sus días en la actualidad. Los siglos XVI y XVII le reportaron su etapa de mayor esplendor. Hoy se mantiene como un burgo castellano, de apenas un millar de habitantes. Pero recorrer sus calles, y sentarse una tarde en la Plaza de la Hora, a ver pasar la vida, siguen siendo atractivos de los que cualquier viajero avezado en Guadalajara no debería perderse.

Conjunto monumental de Pastrana desde las alturas.
Conjunto monumental de Pastrana desde las alturas.

La villa de Pastrana, fruto de su riqueza arquitectónica y artística, ha sido siempre un lugar que ha ejercido un magnetismo relevante en algunas de nuestras mejores figuras. Quizá también por su situación geo-gráfica, un tanto apartada de los caminos principales de la meseta, y por la singularidad, la magia que encierran las callejas estrechas, cuestudas y pedregosas de su entramado urbano y rural a un tiempo.

Santa Teresa de Jesús, la princesa de Éboli (que residió en el Palacio Ducal pastranero hasta su muerte en 1592) y San Juan de al Cruz son tres de los personajes históricos que supieron admirar la belleza del lugar. Tampoco hay que olvidar a Moratín, ni a Camilo José Cela. El escritor gallego, en su Viaje a la Alcarria, conoce a Mónico Fernández Toledano, Don Mónico, alcalde de Pastrana, abogado y administrador del conde de Romanones; y a Paco Cortijo, médico y teniente de alcalde. “Cuando el viajero se asomó a la plaza de la Hora, y entró, de verdad, y para su uso, en Pastrana, la primera sensación que tuvo fue la de encontrarse en una ciudad medieval, en una gran ciudad medieval”, escribió Cela, quien describió la plaza de la Hora –el centro neurálgico del pueblo– como una plaza “cuadrada, grande, despejada, con mucho aire”. La plaza de la Hora dispone en realidad sólo de tres fachadas y de un balcón que asoma a la vega del Arlés, en una de las estampas alcarreñas por excelencia.

Una calle de Pastrana
Una calle de Pastrana

La evolución histórica de Pastrana tiene una génesis desconocida, probablemente anterior a la época romana, en la que recibía el nombre de Palaterna, primero, y Paterniana, posteriormente. En el siglo VI fue sede episcopal y después pasó a integrarse en Zorita, bajo dominación musulmana.

En la actualidad, sigue siendo un conjunto monumental e histórico que tiene a la calle por museo. Las callejas, los edificios, las fuentes, todo rezuma un ambiente medieval que termina trasladando al viajero hasta épocas pretéritas. El Palacio Ducal, ubicado como hemos dicho en la emblemática Plaza de la Hora, es uno de los edificios principales. En una de sus dependencias estuvo recluida Ana de Mendoza y de la Cerda, la famosísima princesa de Éboli. Y fue aquí donde encontró la muerte en 1592, después de estar sus últimos años encarcelada por orden de Felipe II, tras conocer éste las intrigas que se traía con su secretario Antonio Pérez. El balcón enrejado al que se asomaba la princesa de Éboli sigue siendo uno de los mayores atractivos de Pastrana.

El Palacio Ducal, actualmente propiedad de la Universidad de Alcalá, es una pieza renacentista que data del siglo XVI, obra de Alonso de Covarrubias. La Colegiata (s.XIII), otro baluarte del patrimonio local, presenta un estilo gótico y renacentista, y se debe a fray Pedro González de Mendoza, hijo de los príncipes de Éboli. En su interior sobresalen un retablo facturado por Matías Jimeno y el Museo Parroquial, que alberga varias piezas entre las que destacan los fabulosos tapices góticos del siglo XV, tejidos por Grenier en los mejores talleres flamencos. Debajo de la iglesia se halla el panteón de los duques, en una cripta inferior al Altar Mayor.

Fuente de los Cuatro Caños (1731), una de las más hermosas de Guadalajara.
Fuente de los Cuatro Caños (1731), una de las más hermosas de Guadalajara.

La fuente de los Cuatro Caños fue construida en 1731 y es una de las más hermosas de Guadalajara. Pasear por las travesías de Pastrana es un placer inmenso. El barrio morisco del Albaicín sigue siendo un reducto conservado nítidamente. Y cerca de los campos de hortaliza, cereal y demás frutales, la hermosura de Pastrana se manifiesta también en el Colegio San Buenaventura, levantado en 1628, y los tres conventos que agrupa en su término municipal. El convento de San José lo fundó Santa Teresa y los duques de Pastrana en 1569. Está situado en la plaza de San Avero, primer obispo de la villa, al lado de una fértil huerta y de una fuente de la que fluye un manantial. La iglesia que ha llegado a nuestros días es de una sola nave y con un campanario de espadaña. Tiene cinco altares barrocos y una lápida de alabastro con el escudo de los Vegas. El convento del Carmen, a las afueras de la población, también fue fundado por Santa Teresa de Jesús y, finalmente, el convento de San Francisco, fue erigido en 1640 y hoy sede de un restaurante hospedería. Este recinto, junto a la ermita de Santa Ana y el Antiguo Hospital, conforman la magnífica plaza del Deán.

Pastrana es un enclave que merece una visita a lo largo de todo el año, aunque en primavera irradia los destellos de la fértil vega que lo rodea. Dispone de una oferta completa de restaurantes y de servicios, y su emplazamiento queda a poco más de una hora y cuarto desde Madrid. En el calendario festivo, Pastrana alberga el Festival Ducal, que recientemente dedicó una de sus ediciones al quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa; y la Feria Apícola, convertida en el eje principal del gran potencial turístico que tiene la localidad. Son más de treinta ediciones las celebradas y el certamen sigue atrayendo a gentes del sector, ávidas de las novedades que presentan los diferentes expositores y también a centenares de turistas. La feria de la miel, que se celebra el segundo fin de semana de marzo, es un motor tractor del turismo en La Alcarria y sirve no sólo para aumentar la afluencia de visitantes sino para incentivar viajes futuros más largos y pausados en una comarca situada a dos pasos de Madrid.