Zafra, un monumento de película

Guadalajara ha sido un territorio que ha acogido diversos rodajes cinematográficos. Todos nos acordamos –por ejemplo– de «Espartaco», dirigida por Stanley Kubrick. En esta cinta se distinguen varios parajes arriacenses, como el perfil de la Peña Hueva, un monte ubicado en las cercanías de la capital. Pero también se han de mencionar otros filmes que han seleccionado emplazamientos arriacenses para algunas de sus escenas. Entre ellos, «Cristóbal Colón: el descubrimiento», de John Glen, rodada en Sigüenza; o «Flores de otro mundo», de Icíar Bollaín, que se desarrolló en localidades como Cantalojas.

Además, en los últimos años un espacio de la provincia ha ido adquiriendo relevancia como plató audiovisual. Más concretamente, el castillo de Zafra, donde se han grabado varios capítulos de la serie «Juego de Tronos», una producción internacional a cargo de HBO. De hecho, el lugar sirvió de escenario para tres de sus episodios: «Perjuro», «Sangre de mi sangre» y «Vientos de invierno». La fortaleza existente en el lugar fungía como la «Torre de la Alegría» en el referido producto serial.

Pero, ¿qué historia hay detrás de la referida fortaleza molinesa? Se trata de un complejo de tipo roquero emplazado en el término municipal de Campillo de Dueñas. Se caracteriza por su particular figura, situada sobre un farallón pétreo –conformado por areniscas y conglomerados rojizos de origen fluvial de hace 240 millones de años–, que provoca que sus accesos sean muy complicados. Los primeros asentamientos del lugar pueden datarse en época visigoda. Posteriormente, los musulmanes también habrían hecho uso del espacio, debido a su valor estratégico.

Pero no fue hasta el siglo XII –hacia 1129– cuando la referida atalaya cambio de manos. En ese momento, pasó a ser cristiano, como el resto de la zona. Inicialmente, los aragoneses fueron los dueños, siendo utilizado como enclave defensivo de la ciudad y Tierra de Daroca. “Pero el señor de Molina, el conde Manrique de Lara, en pleno consolidación de su territorio, reclamó a Ramón Berenguer la fortaleza, que éste le entregó sin problema”, aseguran los historiadores.

El castillo tomó la forma actual entre la segunda mitad del siglo XII y las primeras décadas del XIII. Fue en ese momento cuando los señores de Molina –encarnados en el linaje de los Lara– siguieron consolidando su dominio sobre el territorio. Para ello, edificaron nuevas fortalezas y reforzaron las que ya estaban en pie, como el complejo existente en Campillo de Dueñas.

Sin embargo, los enfrentamientos continuaron, debido a lo estratégico de la plaza. “En 1222, el rey castellano Fernando III decidió castigar a los Lara cogiéndoles Zafra y, para ello, movió su ejército poniendo cerco a esta fortaleza, en la que se refugió el Conde con su familia, su reducida corte y sus ejércitos. Durante unas semanas, el rey castellano presentó la batalla sin que el molinés pudiera hacer otra cosa que resistir en lo alto de su inexpugnable bastión”, explican los investigadores. “Cuando el cerco hizo mella en las reservas del molinés, éste finalmente se rindió”.

En el contexto de esta política se ha de entender la «Concordia de Zafra», sancionada en esta plaza. Según este acuerdo, el Señorío molinés sería heredado por Mafalda de Lara, quien se matrimoniaría con el príncipe Alfonso, hijo de Fernando III de Castilla. De esta forma, se puso el espacio bajo el control de la Corona castellana. Sin embargo, los cambios de propiedad del monumento no finalizaron aquí.

Durante las guerras civiles de Castilla volvió a control aragonés, aunque poco después regresó a sus manos anteriores. Finalmente, los Reyes Católicos otorgaron el control de Zafra a Juan de Hombrados, cuya familia custodió el complejo de forma hereditaria. Sin embargo, el fin de las guerras peninsulares –con el retroceso de los árabes y la unificación de los reinos peninsulares–, y la consiguiente pérdida de valor estratégica de la plaza, provocó que la fortaleza sufriera un proceso de ruina desde el siglo XVI.

Con el paso de los años, el castillo acabó siendo propiedad del Estado, bajo cuya custodia permaneció hasta 1971, cuando se procedió a su subasta pública. El comprador fue Antonio Sanz Polo –fallecido en 2008–, quien pagó 30.000 pesetas. En la actualidad, el mencionado edificio sigue perteneciendo a la familia de Sanz Polo, que continúa con las labores de rehabilitación de la fortaleza comenzada por su antepasado reciente.

Una estampa impresionante
Gracias a las labores restauradoras impulsadas por sus propietarios actuales, el complejo defensivo vuelve a mostrar su grandeza de antaño. De hecho, a día de hoy “encontraremos parte de los muros que conformaron su muralla almenada y reforzada con torres en sus esquinas. En el patio de armas se conserva el aljibe, mientras que la torre del homenaje presenta una puerta gótica de arco apuntado”, explican desde «Turismo de Castilla–La Mancha». “Su interior dispone de una escalera de caracol que permite acceder a la terraza superior”.

Sin embargo, esto no siempre fue así. “Sabemos que, en tiempos primitivos, cuando los condes de Lara lo construyeron, Zafra tenía un acceso al que se calificó como de gran ingenio y traza”, añaden los historiadores. “Una vez arriba vemos cómo el edificio se trata de un espacio estrecho, alargado, bastante pendiente. Queda hoy la torre derecha que custodiaba la entrada por este extremo. A mitad del espacio de la lastra surgen los cimientos de lo que fue otra torre que abarcaba la roca de uno a otro lado, y que una vez atravesada, permite entrar en lo que fuera «patio de armas»”.

Todo ello, además, se ve acompañado por el impresionante espacio en el que se emplaza el monumento. “El castillo de Zafra se encuentra situado a 1400 metros de altitud, en la caída meridional de la sierra de Caldereros (Guadalajara), sobre una amplia sucesión de praderas de suave declive se alzan impresionantes lastras de roca arenisca, muy erosionadas, que corren paralelas de levante a poniente”, confirman los especialistas en la materia.

Por tanto, lo monumental de la fortaleza, junto con el espacio natural en el que se emplaza, ha encandilado a propios y extraños. Es impresionante. Bien merece una visita. La estampa es tan bella y singular que no es extraño que haya llamado la atención de compañías audiovisuales internacionales. Entre ellas, HBO, que grabó en el lugar tres episodios de la serie «Juego de Tronos». Una razón más para considerar a Guadalajara como una provincia cinematográfica.