Atienza también tuvo fantasmas

La serranía de Guadalajara es una tierra legendaria. Sólo hay que recorrer Sigüenza o el Alto Rey para comprobarlo. La tradición oral brota por doquier. Hay que tener en cuenta que esta comarca fue –durante siglos– un enclave de frontera. Árabes y castellanos, musulmanes y cristianos pelearon a lo largo de centurias por avanzar en el lugar. Se trataba de una guerra entre poderes políticos, económicos y religiosos que no impidió que ambas sociedades se imbricaran y tuvieran un gran contacto entre ellas. También con el ámbito judío, presente en el territorio. Una relación que se condensó en el intercambio de muchos elementos. Entre ellos –quizá el más importante–, el de las leyendas…

Uno de los lugares más relevantes –en este sentido– es Atienza. La mencionada villa ya aparecía mencionada en el Cantar del Mío Cid, al señalarse que las tropas de Rodrigo Díaz de Vivar pasaron muy cerca del enclave: «Assiniestro dexan Atineza, vna penna muy fuert». Sin embargo, y aunque la trama actual de la población es medieval, sus orígenes son anteriores. Posiblemente, celtíberos. No es extraño –en consecuencia– que la localidad, debido al cúmulo de estas circunstancias, se conformara como un crisol de culturas, razón por la cual las narraciones que se cuentan en sus calles son muy variadas. Una de las más conocidas tiene que ver con una supuesta aparición espectral.

En el barrio atencino de la judería, se asegura que estaba domiciliado un hebreo llamado Ismael, que poseía unas grandes riquezas, aunque vivía de manera mísera. Solía desaparecer con su pollino y un fiero cánido, para cobrar sus altos intereses, que ocultaba en un subterráneo existente bajo el castillo. Sin embargo, nadie supo el lugar exacto donde ocultaba sus riquezas, por lo que el misterio en torno a su persona se fue incrementando, tal y como confirma la especialista Modesta Soledad Serrano.

Un enigma que aumentó tras su fallecimiento. Después de varias jornadas sin dar señales de vida, sus vecinos lanzaron la voz de alarma. Las autoridades entraron en su vivienda y lo encontraron sin vida. Lo recogieron y le dieron sepultura en el cementerio de la población. Con el paso de los años, se fue difuminando la memoria de este prestamista, hasta que décadas después retornaron los rumores en torno a su figura. Se aseguraba que “por las noches, cuando en la lejanía –entre la espesa maleza– comenzaba el tétrico concierto de aullidos de lobos, se corría hacia un lado la pesada losa que cubría la tumba del judío Ismael”, añadía Serrano.

Esta circunstancia dio lugar a las más estrambóticas teorías. “Decían las gentes que, por las noches, cuando la luna estaba en menguante y la oscuridad era casi completa, se escuchaban los cascos de la mula del prestamista, que volvía como alma en pena para comprobar si alguien había hallado su tesoro”, relataba la referida investigadora. De acuerdo a las leyendas, si quien encontraba la fortuna era una persona sin recursos, el espíritu del hebreo descansaría en paz.

Un acontecimiento que –finalmente– llegó de la mano de una familia, cuyos hijos morían de inanición. Debido a su desesperada situación, el padre se apostó frente al acceso al camposanto. En ese momento, se abrieron las verjas del complejo y apareció en escena Ismael montado sobre su jumento. Dirigiéndose hacia el hombre, el espectro le desveló el lugar del castillo atencino donde podría encontrar el tesoro oculto, con el fin de tomarlo prestado y poder sacar a su familia de la miseria que sufría.

De esta forma, Dios le perdonaría su pecado de avaricia y podría abandonar el purgatorio. Confirman los rumores que el receptor de los caudales y su prole se fueron de la villa, estableciéndose en una ciudad lejana, donde adquirieron una gran mansión. La misma fue siempre “refugio de los necesitados”, añade Modesta Soledad Serrano. Tras ello, el alma de Ismael fue perdonada por Yahvé y, desde entonces, el hebreo se encuentra en el cielo.

Por tanto, relatos como éste –además de su evidente moralina– hablan de una tierra –la sierra norte arriacense– que brilla no sólo por sus monumentos y luenga historia. También por su etnografía. Una realidad que responde al crisol de culturas que –a lo largo de los siglos– ha contenido esta comarca, debido a su conformación como frontera. Pero también por la imbricación que hubo entre los diferentes grupos que la han poblado a lo largo de los decenios.

Una diversidad que ha permitido a la serranía en concreto –y a la sociedad en su conjunto– avanzar hacia el futuro. Porque, como señaló el físico teórico británico, Stephen Hawking: «Todos somos diferentes. No hay nada parecido a un ser humano estándar o típico, pero compartimos el mismo espíritu humano. Lo importante es que tenemos la capacidad de crear».

Para más información sobre la tradición oral de la Serranía de Guadalajara, pueden consultar el libro «Guadalajara, tierra de leyenda», pinchando en el enlace.

Bibliografía.
MARTÍNEZ GARCÍA, Julio. Guadalajara, tierra de leyenda. Guadalajara: Océano Atlántico Editores, AACHE Ediciones, 2023.
SERRANO, Modesta Soledad. Rutas de leyendas. Una antología de historia y leyendas que las gentes cuentan por Guadalajara. Guadalajara: AACHE Ediciones, 1997.