Cifuentes, cuando el agua alcanza el protagonismo

Mucha gente, cuando escucha hablar de Castilla, piensa en planicies áridas e interminables. Algo que también ocurre cuando se menciona a la Alcarria. Pero nada más lejos de la realidad. Y, para muestra, un botón. Se debe visitar Cifuentes para romper este mito. De hecho, sólo hay que analizar su topónimo para darse cuenta. Evoca a la expresión «Cien Fuentes», en alusión al río que brota en su casco urbano y que toma el nombre de la villa.
“Al pie del montículo sobre el que se asienta la fortaleza, las tierras y las piedras se abren en un sinfín de fuentes, que reunidas al poco de nacer en canal único, dan lugar al caudaloso río Cifuentes, que acabará suicidándose –muy joven aún– en las cascadas de Trillo, antes de pasar al Tajo”, narra José Serrano Belinchón. “De una sencilla covacha a ras de suelo, bajo una mínima arcada de apariencia románica, surge a borbotones el limpísimo caudal de la «Fuente de la Balsa», la mayor de todas, cuyo manar lleva anejo un enorme balsón de agua cristalina por el que, a temporadas, navegan a su antojo miles de truchas”, añade.

Por tanto, y como se observa, la sequedad de la comarca es una leyenda. El agua es fundamental en Cifuentes. Pero también lo es su historia, que hunde las raíces en la Edad Media. “Hasta después de la conquista de la zona por los reyes cristianos, y su posterior incorporación a la villa de Atienza, el devenir cifontino discurre en estricto desconocimiento, para despertar durante la época de Alfonso X”, explica Serrano Belinchón. El mencionado monarca “convirtió a la localidad en Señorío, con el fin de donarla –con título incluido– a su amante, doña Mayor Guillén de Guzmán, quien de esa manera pasó a ser su primera señora”, añade.

Poco después, el referido Señorío se enajenó en favor del Infante don Juan Manuel, que fue quien ordenó la construcción del castillo. Dio la orden en 1327. “Es muy probable que el autor de El Conde Lucanor, y de tantas obras más, permaneciese largas temporadas en la mencionada fortaleza, dada la abundante caza que siempre tuvo La Alcarria –una de sus grandes aficiones– y la absoluta tranquilidad de aquellas tierras para entregarse de lleno a sus ocupaciones literarias”, explica Serrano Belinchón.

Por tanto, la localidad tuvo una gran relevancia histórica e, incluso, literaria. Pero, también, bélica. Muestra de ello han sido las consecuencias que se han sufrido en Cifuentes a causa de las contiendas. Sin ir más lejos, durante la Guerra de Sucesión. “Las tropas de Felipe V prendieron fuego al pueblo por los cuatro costados, saquearon el castillo y demolieron el palacio de los condes que hubo en la plaza”, explican los especialistas.
Asimismo, durante la Guerra de Independencia, acaecida a inicios del siglo XIX, los franceses tomaron el pueblo en varias ocasiones. Incluso, llegó a pasar por allí el general Hugo, padre del escritor Víctor Hugo, quien también estuvo en la villa. Finalmente, el emplazamiento fue recuperado por El Empecinado. Sin embargo, el devenir bélico cifontino no finalizó aquí. “Durante la contienda de 1936 se desoló y se convirtió en escombros unabuena parte de los monumentos”, describe Serrano Belinchón.

El patrimonio

Sin embargo, algunos de estos complejos se lograrían restaurar años después. Gracias a esta decisión, todavía hoy se puede disfrutar de una gran variedad patrimonial en Cifuentes. Entre sus ejemplos, los restos de las murallas –de las que aún se conservan algunos faldones y torreones–, así como los conventos de las madres Capuchinas de Nuestra Señora de Belén o el de Santo Domingo, de estilo barroco.

De igual forma, existe la posibilidad de visitar casonas y otros detalles de gran interés. “Casi al alcance de la mano, bajo el añoso alero de un palacete, se admira la heráldica filigrana que luce la «Casa de los Gallos», un juego increíble de mediorrelieves en donde figuran leones rampantes, escalas, ángeles y puentes, caretas y penachos, en un alarde de formas complicadísimas”, explica el especialista José Serrano Belinchón.

Pero si hay un edificio relevante en la localidad –además del castillo–, ése es la iglesia del Salvador. Todavía hoy conserva la portada de Santiago, levantada entre 1262 y 1268. “Es lo único que se mantiene en pie del templo románico levantado en el siglo XIII, bajo favor –cabe suponer– de la primera señora de la localidad, doña Mayor Guillén de Guzmán”, explican los historiadores. “Hubo de ser a finales del siglo XVI y primera mitad del siglo XVII, cuando, en sustitución de la anterior, se dio a el Salvador su actual aspecto”, complementan. En cualquier caso, en su interior pueden observarse elementos de un gran valor, como el púlpito gótico de alabastro procedente del vecino convento de Santo Domingo.

En consecuencia, la riqueza de Cifuentes es mucha y variada. Se define por su exuberancia natural e hidráulica. Pero, también, por su profusión patrimonial y monumental. E, incluso, literaria. Si el caminante recorre las calles de la villa puede empaparse de las huellas que, las diferentes etapas y sucesos históricos de España, han dejado en el municipio. Por tanto, esta localidad bien merece una visita.