Durón también tuvo apariciones marianas

España es un país con una gran tradición religiosa. Actualmente, hay reconocidas más de 22.000 advocaciones de «Nueva Señora», que se representan en más de 50.000 imágenes marianas repartidas por todo el país. Unas creencias que se fundamentan en “vestigios de concepciones y costumbres de origen muy antiguo”, explican los especialistas Javier Sierra y Jesús Callejo. Muchas de ellas se vinculan con ciertos cultos basados en la naturaleza –de carácter animista–, considerada como “habitáculo de numerosos genios dotados de facultades y poderes superiores a los del hombre”. De ahí, “su veneración, respeto y miedo” entre las comunidades cercanas.

Muchos de estos hallazgos virginales dependieron de pastores guiados por uno de los animales de su rebaño. E, incluso, se han descrito «avistamientos» junto a monumentos megalíticos (lo que nos hace remontar a viejos cultos telúricos); entre el ramaje de un árbol; en una gruta; o dentro de un tronco. De esta forma se explica la existencia de ermitas en zonas agrestes, solitarias e inaccesibles. Se emplazan ahí porque –hipotéticamente– sus imágenes se negaron a ser movidas de su «enclave inicial mariano».

Además, muchas de estos «contactos virginales» se ven acompañados por diferentes “señales sobrenaturales”, que son las que alertan de su presencia. Una vez transmitida la noticia, se distingue un primer momento de escepticismo social. A causa de esta respuesta de la población, la Virgen generaría diferentes signos, para demostrar la sacralidad de su aparición y del lugar en el que se «ha mostrado al mundo». De esta forma, se intentaría convencer a los ciudadanos de que la imagen es sagrada y se la debe rendir culto en el emplazamiento donde ha aparecido.

En este contexto, Durón también habría acogido una aparición mariana en mayo de 1350. Un vecino de la localidad, llamado Fernando Villafaña –y de ocupación, pastor de ovejas–, se alejó de la villa. En las cercanías del Tajo, cuando la pradera se convertía en bosque, fue sorprendido por el fuerte sonido de un trueno. A los pocos segundos, una impresionante luminosidad le cegó. En un inicio, pensó que le había pillado una tormenta. Sin embargo, al instante, se dio cuenta que la claridad celeste no admitía chaparrones.

En ese momento, el bueno de Fernando se dio cuenta de que –sobre una encina– se divisaba la figura de «Nuestra Señora». Ambos establecieron una conversación, en la que la aparición le pidió al vecino que fuera hasta el pueblo para comunicar a sus gentes que construyeran una ermita en su honor, para poder venerarla. Y así lo hizo Fernando, confiado que cosecharía un buen resultado en su misión, gracias a la protección que le brindaba «Nuestra Señora».

Sin embargo, la incredulidad de los vecinos hizo acto de presencia. Los gobernantes no le atendieron, mientras que los duroneros se mofaron de sus visiones. Unas circunstancias que entristecieron al muchacho. Regresó alicaído a hablar con la «Madre de Dios» sobre lo sucedido, que –no satisfecha– le volvió a ordenar que llegara a la población, aunque –en esta ocasión– indicó que, si los receptores no le creían, mandaría “una desgracia que les haría cambiar de parecer y admitir forzosamente lo que, de buen grado, no quisieron”, narraba el etnógrafo Jesús Simón Pardo.

A pesar de ello, la incredulidad de los habitantes continuó vigente. Como consecuencia, “muchos de los paisanos empezaron a enfermar durante las siguientes jornadas. Nadie conocía el origen del mal que estaba llevando a la tumba a parte de los censados en la aldea. Los más avezados achacaron esta circunstancia al maleficio lanzado por «Nuestra Señora», por lo que acudieron al párroco para que pusiera solución al problema”, se explica en el libro «Guadalajara, tierra de leyendas». Finalmente, el religioso, tras reunirse con los mandamases de la villa, impulsó una “procesión penitencial, convertida en rogativa”, hasta el enclave donde había tenido lugar la materialización de la «Madre Santísima». Allí se solicitó “piedad y misericordia”.

Tras estos ruegos, marcaron –en dicho emplazamiento– el perímetro que debía tener la ermita en honor a la virgen. Una vez concluido el ritual, y durante su regreso al pueblo, se encontraron con algunos de los enfermos, quienes –tras la «procesión penitencial»– se habrían sanado milagrosamente. Por ello, se apresuraron a edificar el oratorio, como agradecimiento a «Nuestra Señora». Y como en las apariciones no se había especificado la advocación, cuenta la leyenda que –tras una reunión vecinal– finalmente se optó por la de «Esperanza».

Unas leyendas que no cesan
Sin embargo, la aparición virginal duronera no es el único relato mítico que se escucha en la localidad. En la villa también se desarrollaron algunos procesos brujeriles. Uno de los más conocidos fue el protagonizado por Francisca «La Vieja», que “se dedicaba, en 1570, a solicitar limosna, amenazando con sus poderes sobrenaturales a la población reluctante”.

De acuerdo a las fuentes inquisitoriales, “los niños se constituyeron como su principal amenaza, amedrentando a sus temerosos padres como vía para alcanzar sus pretensiones”, narra el investigador Javier Fernández Ortea, en su libro «Alcarria bruja. Historia de la hechicería en Guadalajara y los procesos de la villa de Pareja».

Los testigos la acusaron de “mala cristiana”, al evitar la eucaristía y los ayunos establecidos por la Iglesia. Incluso, se la culpó de “escuchar conversaciones lejanas o infundir enfermedades en aquellos que se resistían a sus exigencias”. De todos modos, “Francisca «La Vieja» no incorporó todos los elementos de la bruja clásica, como el pacto explícito con el demonio, la transfiguración, la reunión en conventículos, la marca demoniaca…”. En cualquier caso, “el proceso inquisitorial se encuentra incompleto”.

Igualmente, se han de mencionar los casos de los «loberos», que eran aquellas personas que realizaban tratos sobrenaturales con los canis lupus. Una muestra de ello también se produjo en Durón, donde se interpuso una denuncia por este motivo contra Fulano Rey, un pastor de 60 años. El delator fue Tomás González, vecino de Escamilla, quien se dirigió al Santo Oficio en 1649. “Trae lobos a los ganados cuando quiere y les quita del lugar cuando desea”, se explicaba en los autos inquisitoriales. Y únicamente retiraba a las alimañas tras recibir la contraprestación económica solicitada. “Decía unas palabras santas que hacían irse a estos mamíferos”.

Así, en este municipio alcarreño se suceden varios relatos legendarios, que enriquecen el devenir histórico y el patrimonio de la localidad, ya de por sí muy luengo. Estamos, por tanto, ante una realidad que enriquece el valor turístico de esta villa alcarreña, al permitir conocer a fondo más detalles del pasado de la localidad. E, incluso, dado el caso, hacer una rutita para visitar la ermita de la Esperanza, donde –supuestamente– se apareció la Virgen. ¡Un lujo!

Bibliografía
FERNÁNDEZ ORTEA, Javier. Alcarria bruja. Historia de la hechicería en Guadalajara y los procesos de la villa de Pareja. Pareja (Guadalajara): Océano Atlántico Editores, AACHE Ediciones, Excmo. Ayuntamiento de Pareja (Guadalajara), 2022.
MARTÍNEZ GARCÍA, Julio. Guadalajara, tierra de leyendas. Guadalajara: Océano Atlántico Editores, AACHE Ediciones, 2023.
SIERRA, Javier, y CALLEJO, Jesús. La España extraña. Madrid: EDAF, 2005.
SIMÓN PARDO, Jesús. Leyendas sobre la Virgen de Guadalajara. Guadalajara: AACHE Ediciones, 2001.