La catedral seguntina, la joya de la Corona…

Nadie duda de la riqueza histórica y patrimonial de Sigüenza. No en vano, desde diferentes sectores han diseñado una candidatura para que la ciudad sea reconocida –por la UNESCO– como «Patrimonio Mundial». Un proceso largo, pero que –sin embargo– traería aparejadas muchas ventajas a la localidad. Por fin se pondría en valor el pasado y el presente de un municipio con grandes potencialidades. Sólo se ha de consultar su «catálogo de monumentos» para comprobarlo…

Unos edificios con centenares de años que trufan la panorámica seguntina. Si se observa la fotografía general de la población se puede corroborar este extremo. Y, entre estos complejos, la catedral ocupa un lugar preponderante. Cuenta con casi un milenio a sus espaldas. De hecho, los orígenes del edificio se enraízan en el siglo XII, poco después de que el lugar pasase a manos castellanas, tras ser gobernada por los almorávides.

Justo en esa época, el aquitano Bernardo de Agén fue nombrado obispo. Él se encargó de capitanear la conquista seguntina y de reorganizar la diócesis. “La carrera del citado personaje en los reinos peninsulares se inició como chantre de la catedral de Toledo y se vinculó muy pronto a la Corte, donde ocupó cargos de confianza, como el de capellán y notario del heredero Alfonso de Raimúndez”, describe María Concepción Cosmen Alonso.

“En ese contexto fue nombrado prelado, con el fin de lograr la adscripción de la sede seguntina a la mitra toledana y facilitar la reforma y la influencia vaticana en la zona”.
Sin embargo, los documentos históricos no se ponen de acuerdo sobre los orígenes catedralicios exactos. “Tal vez, en los años 20 de la duodécima centuria, Bernardo de Agén y su séquito se instalaron –provisionalmente– en la zona de los huertos, en la parte baja de la población, cerca de la ribera del Henares, aprovechando los restos de algún templo alto–medieval”, explica Cosmen Alonso. Empero, “los componentes de este grupo, con el mitrado a la cabeza, eran miembros de una Iglesia actualizada, con la Reforma romana incorporada en sus formas de pensar y actuar, por lo que el diseño de un templo mayor que sirviese a las necesidades de vida y liturgia cotidianas era imprescindible para ellos”.

En consecuencia, parece probado que las primeras obras de la actual catedral comenzaron en 1144. Desde ese año se fueron levantando diferentes partes del edificio, hasta definirse como lo que es hoy. El complejo “se construyó –principalmente– con areniscas. En este sentido, una de las peculiaridades del monumento es el contraste cromático de los distintos sillares. Existe una gran variedad de tonos, dando un aspecto abigarrado a todo el conjunto”, indican Fort González, Mingarro Martín, Rodríguez Blanco y López de Azcona. De hecho, esta pluralidad de tonalidades es uno de los elementos definitorios que –aún– conserva la infraestructura…

La construcción empezó por la cabecera, los cimientos de los muros y las torres. La nave central es del siglo XIV y, en la misma, predomina el gótico. Durante la centuria siguiente –la XV– fue Pedro González de Mendoza quien dio un nuevo impulso a las obras, cubriendo las bóvedas del crucero y reformando las del presbiterio. Sin embargo, los trabajos no finalizaron aquí. Continuaron en el XVI, cuando se levantó la girola. Incluso, aún hoy se pueden observar las intervenciones que se realizaron durante el siglo XX.

No hay que olvidar que, en 1936, en el marco de la Guerra Civil, el conjunto catedralicio sufrió diferentes daños. Por ello, una vez finalizada la contienda, se impulsaron una serie de reformas sobre el mismo. Entre ellas, la del diseño cimborrio, en la parte del crucero. E, incluso, se procedió a la restauración de todas las esculturas deterioradas a lo largo de la conflagración. Unos trabajos que estuvieron dirigidos por el imaginero segoviano Florentino Trapero…

Atendiendo a esta trayectoria, no es raro que en la catedral seguntina se distingan una gran variedad de estilos. Por ejemplo, la fachada principal es románica, aunque –en ella– también se presentan elementos góticos y añadidos posteriores, como los barrocos o neoclásicos. Todo, acompañado por las dos torres que presiden la portada y que superan los 40 metros de altitud.

Otro de los puntos a tener en cuenta es el frontis sur o del mercado, que mira hacia la plaza Mayor. En el mismo se distingue la «Torre del Gallo», diseñada a comienzos del siglo XIV y que –por su estructura, situación y prominencia– ha sido utilizada en diferentes ocasiones como atalaya militar. A los pies de este baluarte se encuentra la antigua puerta de «La cadena», románica, aunque protegida por un pórtico de finales del XVIII y de estilo neoclásico. Unos recursos que, a su vez, están coronados por un impresionante rosetón, que continúa fascinando a propios y extraños.

Un recorrido digno de reyes
Sin embargo, la grandiosidad de dicha cristalera se puede disfrutar –mucho mejor– desde el interior del templo, que es donde se custodian varios de los secretos catedralicios seguntinos. De forma general, el templo se estructura en una planta de cruz latina, dividida en tres naves, «partidas por un amplio transepto» y coronadas –en la cabecera– por un impresionante ábside. Entre las capillas del lugar, se han de mencionar las San Marcos, San Valero o la de la Anunciación –también llamada de la Purísima–, en la que destaca su portada, profusamente decorada…

Asimismo, la verja del oratorio de San Pedro es digna de mención. “Del conjunto de rejas documentadas y atribuidas a Juan Francés, la de esta capilla es considerada la de mayor belleza. Presenta una estructura de fuerte carácter goticista, tanto por la compartimentación de los cuerpos como por el mayor desarrollo de la puerta, por la alternancia de barrotes torsos y lisos, y por la elaborada forma de sus basas”, explica Juan Carlos Hernández Núñez. “En sus frisos aparecen elementos ornamentales inspirados en los que realizó este escultor en la reja interior de la capilla del Cardenal de la catedral de Ávila”.

Pero la riqueza catedralicia seguntina continúa. Es destacable la placa de alabastro conservada en la capilla de las Reliquias, y centrada en el «Descendimiento». “Esta pieza la podemos considerar entre las de mayor calidad y mejor estado de conservación dentro de los relieves de su tipología existentes en la Península Ibérica”, confirma María del Carmen Muñoz Párraga. “Presenta una serie de detalles comunes, utilizados en la producción alabastrina inglesa, aunque con ligeras variantes”.

No obstante, si existe un elemento destacable en este monumento, ese es el retablo de San Librada, ubicado en el crucero de la catedral. Fue mandado construir por el obispo Fabrique de Portugal y en el conjunto se observa una impresionante combinación entre arquitectura, pintura y escultura, todo bajo un diseño plateresco. En las labores de composición de esta estampa intervino –durante 1518– Alonso de Covarrubias, quien también trazó el mausoleo de dicho prelado, enterrado en el templo seguntino tras su muerte en 1539…

El Doncel
En cualquier caso, en su camino, el paseante no puede perderse el sepulcro de Martín Vázquez de Arce –más conocido como el Doncel–, un militar que luchó en la Guerra de Granada acaecida a finales del siglo XV. El sepulcro se encuentra coronado por la escultura recostada del guerrero, realizada el alabastro, y en la que se le representa leyendo un libro. A esta composición se la califica una obra maestra de la escultura funeraria gótica en España…

Un poquito más allá se pude disfrutar de la «sacristía de las cabezas», emplazada en la parte norte de la girola. Se trata de uno de los ejemplos cumbre del renacimiento hispano, diseñado ente 1532 y 1534 por Covarrubias, continuada por Nicolás de Durango (hasta su fallecimiento) y terminada por Martín de Vandoma. Esta capilla es de planta rectangular, con arcos de medio punto adosados a sus muros. La bóveda es de medio cañón, compuesta –enteramente– por casetones, en cuyo interior se distinguen las esculturas de más de 300 cabezas. Estas figuras remiten a diversos personajes, entre los que se distinguen religiosos –como obispos o monjes–, guerreros, reyes, campesinos o nobles, lo que confiere al conjunto una imagen muy particular, única en la Castilla del momento.
Y cuando se piensa que todo el «pescado está vendido», aparece el claustro catedralicio.

Su estructura es cuadrada y se encuentra cerrada por cuatro galerías, en las que –a su vez– se distinguen siete arcos en cada una de ellas. Los mismos son ojivales, de inspiración gótica, al igual que las rejas que cierran dichas arcadas. Sin duda, este espacio es perfecto para disfrutar de la quietud y desconectar del estrés de la vida actual.

Una sensación de la que se disfruta en diferentes puntos de la catedral de Sigüenza. En el presente artículo sólo hemos tocado algunos elementos de la misma, pero –en ningún caso– hemos mencionado la totalidad de la riqueza del templo, que es casi inabarcable. Por ello, querido lector, si quiere conocer esta realidad de primera mano, le invitamos a pasarse por la Ciudad Mitrada y a acceder al mencionado monumento. Entonces, comprobará –en primera persona– porque este templo es considerado como la «joya de la Corona»…

Bibliografía
COSMEN ALONSO, María Concepción. «Paisajes artísticos velados. La cabecera románica de la catedral de Sigüenza y la posible difusión del modelo». De arte: revista de historia del arte, 15 (2016), pp.: 7-32.
FORT GONZÁLEZ, Rafael, MINGARRO MARTÍN, Francisco, RODRÍGUEZ BLANCO, J., LÓPEZ DE AZCONA FRAILE, María Concepción. «Las areniscas de la Catedral de Sigüenza (Guadalajara). Estudio petrológico». Geogaceta, 25 (1998), pp.: 75-78.
HERNÁNDEZ NÚÑEZ, Juan Carlos. «La reja de la capilla de San Pedro de la catedral de Sigüenza». Laboratorio de Arte: Revista del Departamento de Historia del Arte, 23 (2011), pp.: 107-124.
MUÑOZ PÁRRAGA, María del Carmen. «Precisiones iconográficas sobre un alabastro inglés de la catedral de Sigüenza (Guadalajara)». Anales de historia del arte, 4 (1993-1994) pp.: 805-814.