“Las fotos de Sebastián Taberna muestran la magnitud del drama en la batalla de Guadalajara”

ENTREVISTA A PABLO LARRAZ, autor de ‘La cámara en el macuto’

Pablo Larraz

La fotografía tiene la capacidad de certificar el pasado con un rigor impenetrable. Con este objetivo, Pablo Larraz, doctor en Medicina por la Universidad de Navarra; y Víctor Sierra-Sesúmaga, titulado en Informática por Deusto, publican La cámara en el macuto (La Esfera de los Libros, 2018, 524 págs.). Este volumen contiene un impresionante catálogo de imágenes de la Guerra Civil procedente de los fondos de distintos fotógrafos entre los que destaca Sebastián Taberna, un fotógrafo no profesional alistado en las filas carlistas. Las fotos de Taberna en Guadalajara constituyen un legado muy valioso para entender el foco del conflicto desde el lado de los sublevados. Su cámara retrata Cogolludo, Jadraque y escenas de la batalla de Guadalajara, de la que ahora se cumple el 82 aniversario. Taberna capta el desastre italiano en tierras de la Alcarria, lo que en su momento resultó decisivo para detener el avance franquista hacia Madrid.

¿Cómo surgió el proyecto de ‘La cámara en el macuto’?
A raíz de la edición del libro Requetés, de las trincheras al olvido, que realicé también de forma conjunta con Víctor Sierra-Sesúmaga, contactamos con las familias de varios fotógrafos aficionados que habían tomado parte como voluntarios en la guerra civil, y que conservaban extraordinarios fondos inéditos. De allí surgió la posibilidad de elaborar un monográfico sobre su obra y legado fotográfico.

¿Cómo se desarrolló la producción de esta enciclopedia fotográfica de la Guerra Civil?
Con el volumen de material fotográfico inédito que hemos manejado no ha sido tarea fácil, la verdad. Al final optamos por estructurar el libro por temáticas, y no por autores, con el objetivo de dar una mayor coherencia narrativa al volumen. Los primeros capítulos están centrados en los frentes y los episodios bélicos determinados, mientras que el resto se refiere a las cuestiones y aspectos concretos de la guerra, vistos desde la perspectiva del combatiente. Los últimos capítulos se centran específicamente en la figura y la trayectoria bélica y fotográfica de cada uno de los autores.

¿En qué contribuye este material al estudio de la historia de nuestro conflicto fratricida?
Pienso que lo más novedoso y singular de este libro es mostrarnos el conflicto desde su interior, es decir, desde la perspectiva del propio combatiente, alejada de los intereses propagandísticos o periodísticos de los reporteros de guerra oficiales. En el volumen se recogen casi un millar fotografías inéditas, la mayoría de indudable valor artístico, técnico y estético, gracias al excepcional estado de conservación de los legados.

Sebastián Taberna en Jadraque, en junio de 1937. //Foto: Archivo S.T.

En contraposición o como complemento al trabajo de los corresponsales, ¿qué aportó la fotografía al relato del conflicto?
Sin duda, la fotografía puso rostro a la tragedia. La imagen nos acerca a la faceta más íntima y real del conflicto en el que podemos apreciar aspectos que una crónica periodística difícilmente nos puede describir en su totalidad: caras, miradas, vestimentas, climatología, paisajes… La fotografía es capaz de conservar su fuerza original y hacernos intuir con una frescura a veces descarnada lo que pudieron sentir, pensar y vivir las personas que allí aparecen. Tiene la capacidad de humanizar al combatiente, más allá de las visiones oficiales y propagandísticas.

La obra recoge el relato de la contienda a partir de la mirada de Sebastián Taberna y otros fotógrafos no profesionales. ¿Qué conocemos de estos combatientes?
Cada uno tiene su trayectoria particular: son tres navarros, un alavés, un vizcaíno y un guipuzcoano, además de una “margarita” enfermera y visitadora de los frentes de batalla. Unos se presentan como requetés voluntarios en Pamplona al comienzo de la sublevación, otros escapan de la zona republicana para incorporarse a las filas carlistas. Todos tienen en común ser aficionados a la fotografía y marchar al frente de batalla con “la cámara en el macuto”, dispuestos a recoger para la historia y para su memoria personal, sin más pretensiones, lo que iban a vivir y presenciar en los siguientes meses.

¿Cómo se forjó su compromiso para intervenir e inmortalizar uno de los episodios más cruentos de nuestra historia reciente?
Más que compromiso, intuyo que lo que motivó la fotografía de estos hombres y mujeres fue la inquietud juvenil y la intuición de estar presenciando unos hechos de incalculable trascendencia y dramatismo histórico. Sin pretenderlo, hicieron de cronistas de la tragedia. Con el tiempo y según sus circunstancias y posibilidades, algunos sí fueron adquiriendo cierto interés personal por recoger en fotografía toda su trayectoria bélica, pero no fue ese su empeño inicial.

La batalla de Guadalajara marcó un punto de inflexión en la evolución del conflicto. ¿Cuál fue la experiencia de Sebastián Taberna en este frente?
Taberna fue testigo de la batalla con la División Soria del Ejército Nacional, donde estaba integrado el Tercio del Rey, que debía secundar por el norte, sobre Jadraque y Cogolludo, la ofensiva del CTV italiano. En sus imágenes de la batalla, recogió escenas tanto de los preparativos y la llegada de material italiano como de los combates y las extremas condiciones meteorológicas en que se desarrolló y que terminó con el estrepitoso fracaso italiano. Imágenes, por lo general, de fuerza extraordinaria y factura impecable. En los meses siguientes, con el frente ya establecido, recogería también infinidad de escenas, tanto civiles como militares, en numerosas poblaciones y lugares de la provincia de Guadalajara por los que pasó esta unidad carlista.

Bloqueo de las tropas franquistas por la lluvia y la nieve en Cogolludo el 11 de marzo de 1937. //Foto: Archivo Sebastián Taberna

¿Qué mensaje transmite este legado histórico a la sociedad?
El mensaje puede descubrirlo el propio lector a través de las fotografías y los fragmentos de cartas y diarios de guerra que se recogen en el libro. Efectivamente, se trata de una visión directa, sin filtros, desde las mismas entrañas de la guerra. La magnitud del drama, y los pensamientos, sentimientos e instintos contrapuestos que una guerra civil puede desencadenar en el ser humano se reflejan con nitidez descarnada en muchas de las imágenes y de los textos.

¿De qué modo esta investigación contribuye a recuperar la memoria histórica de la España del siglo XX?
La memoria es individual: cada persona, cada familia, tiene sus propias experiencias y recuerdos. No son excluyentes, y sólo en su conjunto pueden aportar una visión –la de aquellos que vivieron el conflicto en primera persona- que nos acerque a los aspectos humanos de aquel fracaso colectivo como sociedad que aconteció en España hace 80 años. Este libro recupera una parte de esa memoria visual, concreta –todos estos fotógrafos combatieron en unidades carlistas, dentro de las filas nacionales-, pero tan necesaria y válida como otras para aproximarnos al drama en su conjunto.

¿Cómo califica el tratamiento que se le ha dado en la literatura y los medios de comunicación a la Guerra Civil?
De todo hay, por supuesto. Desde mi punto de vista, se ha escrito mucho, a veces demasiado, sobre nuestra guerra. Todavía, sin embargo, es posible encontrar libros y estudios con aspectos y abordajes novedosos. No parece un tema agotado en absoluto. Sobre la televisión y el cine soy más crítico. Salvo honrosas excepciones, en demasiadas ocasiones han primado la simplificación y los tópicos frente al rigor histórico.

Unos niños esperan durante la misa sentados en la escalinata de la iglesia de San Juan Bautista de Jadraque, en junio de 1937. Foto Sebastián Taberna

¿La historiografía que se ha cultivado de la Guerra Civil en los últimos años nos permite romper con la frase del intelectual Santayana de que “los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo” o es necesario potenciar la didáctica en torno a este hecho histórico?
Creo que es bueno abordar nuestra historia de forma crítica, en particular sobre un episodio que nos ha marcado y nos sigue marcando, aunque una sociedad tampoco puede quedarse anclada en el pasado, o ser rehén de lo que hicieron las generaciones pretéritas. Se ha hablado mucho de la guerra, de sus desastres y sus nefastas consecuencias, pero quizá nos deberíamos plantear el cómo se pudo llegar a ella. Qué deterioro social y qué políticas de confrontación hicieron posible que, en unos años, media España estuviera dispuesta a aniquilar a la otra media. Ahí si que podemos aprender, para evitar repetir errores y que se produzca una nueva polarización en la sociedad que no es buena para nadie. A veces da la sensación de que todavía debe transcurrir más tiempo. En EEUU hicieron falta cien años para que la guerra civil americana se pudiera tratar con objetividad y normalidad. Ojalá, algún día, también nosotros lleguemos a considerar a “unos y a otros”, con independencia de nuestras simpatías o trayectoria familiar, como parte de nuestra historia y de nuestro pasado como nación. Sólo entonces, al mirar las fotografías, seremos capaces de vislumbrar lo que se esconde en el rostro de los que allí parecen, sin tener que fijarnos en el color de su uniforme.