Recópolis, la (gran) urbe visigoda

Hace un par de años saltaba la noticia. Se descubría una nueva ciudad en la provincia de Guadalajara. Y de origen romano. Como suena. Se trataba de Caraca, cuyos restos arqueológicos no se conocían hasta ahora. Es cierto que algunas fuentes clásicas la mencionaban, pero los expertos no la ubicaban con certeza. Entonces, un grupo de especialistas –comandados, entre otros, por Emilio Gamo y Javier Fernández– consiguieron determinar su emplazamiento. Se hallaba en el término municipal de Driebes. Fue una noticia de primer nivel. Se generó muchísima expectación. Incluso, el acontecimiento alcanzó las páginas de la prensa nacional.

Sin embargo, no muy lejos de allí existe otro yacimiento urbano de gran relevancia. No en vano, ha recibido la consideración de Parque Arqueológico. Un reconocimiento merecido debido a su relevancia histórica. “Fue la única ciudad que se fundó de nueva planta en todo el Mediterráneo y Europa entre finales del siglo VI e inicios del VIII”, confirma Lauro Olmo, director de las excavaciones. ¡Bingo! Estoy hablando de Recópolis.

La fundación de la población ocurrió en el 578. Y el impulsor fue el rey Leovigildo, quien la mandó edificar en honor a su hijo Recaredo. “La creación de la misma fue una operación con una carga ideológica muy fuerte, siendo la materialización más evidente del poder del Estado visigodo”, confirma el responsable de las investigaciones.

De hecho, “una de las causas que motivaron la aparición de esta ciudad fue la de transformarse en un centro urbano que estructurase el territorio –en este caso, la provincia de la Celtiberia, de la que fue capital–, de acuerdo a las necesidades administrativas, económicas y fiscales del naciente reino de Toledo”, explicaba Lauro Olmo en Recópolis: una ciudad en una época de transformaciones.

Por tanto, el nacimiento de esta metrópoli de nueva planta también supuso reordenar el espacio que la circundaba. “Una situación que implicó una gran inversión económica, lo que significaba que el reino de Leovigildo contaba con la capacidad fiduciaria suficiente como para destinar fondos a construir la gran operación que entrañó Recópolis”, añade Olmo.

Una circunstancia que, a su vez, fue resultado del desarrollo del sistema de recaudación tributaria. “Sin fiscalidad, impulsar esa ciudad hubiera sido imposible. Sobre todo si pensamos que –simultáneamente– se estaba edificando un nuevo desarrollo en la capital, en Toledo”, asegura el director de las excavaciones. “Fue esta capacidad de imponer un régimen impositivo la que ayudó a la consolidación estatal bajo Leovigildo y Recaredo, posibilitando su control territorial mediante una red de ciudades de la que Recópolis formaba parte”, confirma.

Asimismo, el lugar en el que se mandó construir no fue una elección gratuita. Todo lo contrario. Se escogió muy detenidamente. “El emplazamiento de Recópolis era privilegiado”, confirman los expertos. Se asentaba en una vía de comunicación de gran relevancia entre el centro peninsular y la costa mediterránea. “Durante toda la época medieval, árabe, cristiana y –también– entre los siglos XVI y XVIII, el camino principal para ir de la meseta a Levante transcurría por el eje Madrid-Zorita-Cuenca-Valencia”, asegura Olmo. “Además, el asentamiento tiene unas características estratégicas muy consolidadas, al tratarse de un altozano desde el que se divisa el río”, explica el cronista provincial, Antonio Herrera Casado.

Unas circunstancias que permitieron que esta urbe tuviera una gran transcendencia administrativa y comercial, lo que afectó positivamente a su extensión y demografía. Según los cálculos realizados, pudo ocupar una superficie superior a las 30 hectáreas.
– Pero, ¿se sabe cuántos vecinos llegó a albergar Recópolis?

– En la ciudad vivieron unas 4.000 personas, que para aquella época era mucho –asegura Lauro Olmo en declaraciones a Henares al Día–. Sobre todo, si pensamos que entonces la Península Ibérica no llegaba a los tres millones de habitantes…

Asimismo, fue una plaza amurallada, en la que se distinguían torres de hasta seis metros de altura. “Pero no se trataba de un elemento defensivo, si no de prestigio. Tenía por finalidad diferenciar dos ámbitos, el urbano y el rural”, confirman los especialistas.

La estructura de la ciudad
Además, en el interior de Recópolis se distinguían dos zonas. Por un lado, el complejo palatino, que tenía funciones residenciales, judiciales, fiscales y administrativas, relativas tanto a la ciudad como a la provincia. Este emplazamiento se ubicaba en el lugar más alto de la ciudad. Y, por otro lado, se hallaba el resto de la urbe, donde se incluían la zona comercial y las viviendas.

La primera de estas partes –el complejo palatino– se alzaba como uno de los elementos definitorios de la localidad. De hecho, en su interior se encontraban “las construcciones de mayores dimensiones de la Alta Edad Media Europea en sus inicios”, confirma el director de las excavaciones. Los inmuebles se estructuraban en torno a una gran plaza. Muchos de ellos contaban dos plantas, siendo la superior la dedicaba a funciones representativas.

En el complejo palatino también existía un templo. “La iglesia de Recópolis era de planta cruciforme inscrita en un rectángulo, formada por una nave central y una transversal a modo de transepto, con un ábside semicircular peraltado al interior y rectangular al exterior”, explicaba Lauro Olmo.

A todo este conjunto se accedía a través de una puerta monumental, que permitía –a su vez– el paso al resto de la ciudad. “Construida en sillares de piedra caliza, sólo se conserva su basamento, pero sabemos –por la excavación de parte de su derrumbe– que estaba formada por dos arcos y bóveda de dovelas, inscritos en una construcción rectangular”, añade el director de las excavaciones.

Desde el mencionado punto partía la calle más importante de la metrópoli. A ambos lados de esta vía –y en el área más cercana al palacio– existieron dos grandes inmuebles que se destinaron a diversas actividades productivas y artesanas. En el edificio occidental –por ejemplo– se fabricaba vidrio soplado. “Allí se producían objetos de vajilla de mesa”, indicaba Lauro Olmo en Recópolis: una ciudad en una época de transformaciones. En el otro complejo –el oriental– también se han hallado talleres, pero especializados en orfebrería.

De hecho, Recópolis se caracterizó por su importancia comercial, que se observaba en el consumo de aceites –producidos en el norte de África– o vinos de la zona de Gaza-Palestina, “que eran los mejores del mundo en aquel periodo”. “Unas circunstancias que demostraban –además– la existencia de una élite con una gran capacidad adquisitiva que podía acceder a este tipo de productos”, narraba Lauro Olmo.
– Pero, ¿cómo eran las casas de la mayoría de los vecinos de la ciudad?

– Estas viviendas muestran una organización del espacio formada por habitaciones rectangulares de diferente funcionalidad (estancias, zonas de cocina, de almacenaje, establos), articuladas en torno a patios –confirma Olmo.

Dichas edificaciones –al menos las excavadas hasta el momento– se emplazaban al sur del conjunto palatino. “Se planificó una zona residencial estructurada en manzanas que seguían el modelo de tendencia regular que caracterizaba el urbanismo durante la fase fundacional de la urbe”, explican los responsables del yacimiento.

Todo ello requería diversas fórmulas de abastecimiento, como la relativa al agua. “Recópolis poseía dos sistemas de suministro, definidos por la existencia de un acueducto –que posiblemente proveía al conjunto palatino– y la presencia de cisternas, destinadas al resto de la población”, describen los arqueólogos. El mencionado acueducto fue el “único construido de nueva planta en toda Europa Occidental en aquella época”, confirma Lauro Olmo.

Y llegó la decadencia…
Empero, el florecimiento de Recópolis no fue eterno. La ciudad acabó desapareciendo a principios del siglo IX.
– Pero, ¿por qué se abandonó una urbe como Recópolis?

– Esta circunstancia se encuadró en un proceso general que vivió gran parte de la Península Ibérica –asegura Lauro Olmo–.

Cuando los árabes llegaron en el 711, derrotaron al ejército visigodo y conquistaron la mayoría del territorio peninsular en tan sólo siete años. Seguidamente, hubo un periodo de transición, durante el cual –aunque el predominio político correspondía al Emirato Omeya de Córdoba– la estructuración del paisaje todavía era la propia de la etapa anterior. “Las transformaciones de los medios rural y urbano son lentos”, aseguran los especialistas.

Sin embargo, en el siglo IX el estado emiral omeya ya se había organizado y tenía una muy buena estructura administrativa, por lo que comenzó a diseñar y organizar un nuevo paisaje. “Esto supuso el abandono de ciudades antiguas y la creación de otras nuevas”, explica Olmo. En este contexto, Recópolis acabó por desaparecer, “construyéndose una medina en las proximidades, coincidente con la actual Zorita de los Canes”, explica Lauro Olmo.

Una relevancia internacional…
A pesar de ello, tal fue la importancia de Recópolis que su fama ha transcendido fronteras. “El yacimiento tiene un impacto internacional muy grande”, asegura Lauro Olmo. De hecho, existe una iniciativa de diferentes centros universitarios del mundo –como Harvard; Frankfurt; el Instituto Arqueológico Alemán o la Universidad de Alcalá– para actuar sobre el terreno. “Nos coordinamos para trabajar en asuntos relacionados con nuevas tecnologías de detección de yacimientos”, aseguran los integrantes.

“Según la arqueología, este emplazamiento se considera como uno de los más importantes de la época medieval en Europa”, asegura Laura Olmo. Tal es así que, en las diferentes campañas de excavaciones realizadas, han participado estudiantes e investigadores de Francia, Italia, Holanda, Reino Unido o Estados Unidos.

Estos acuerdos, además, están dando importantes resultados. “Ahora, de la mano de las prospecciones geomagnéticas que hemos hecho sobre el terreno –gracias a un acuerdo con Harvard– se está revelando que todavía existen edificios de grandes dimensiones en Recópolis esperando excavación”, confirma Lauro Olmo.

Los trabajos vienen de lejos
Por tanto, las labores arqueológicas actuales en la antigua metrópoli van viento en popa. Sin embargo, es un yacimiento conocido desde hace décadas. “El primer cronista provincial, Juan Catalina García, dedujo que en aquella zona había algo más que las ruinas de la ermita de Nuestra Señora de la Oliva, construida sobre los restos de la urbe. Supuso que allí existió una gran ciudad”, asegura Antonio Herrera Casado. Esto ocurrió a finales del siglo XIX, en 1893.

Sin embargo, las primeras intervenciones sistematizadas no tuvieron lugar hasta 1945 por parte del arqueólogo Juan Cabré. Las campañas se retomaron en la década de 1970. En un inicio, estuvieron a cargo de Dimas Alcalá-Galiano, quien –por aquel entonces– era el director del museo de Guadalajara. Tras él, y a partir de 1992, las investigaciones fueron dirigidas por Lauro Olmo, un experto que –actualmente– se mantiene al frente de las mismas.
– Pero, a día de hoy, ¿queda mucho por excavar?

– Así es. Hasta el momento, hemos trabajado sobre el 7%-8% del total. Por tanto, falta el 92% restante –confirma Lauro Olmo.

En cualquier caso, los estudios desarrollados hasta la fecha han tenido unos resultados muy positivos. Se ha avanzado mucho en el conocimiento histórico de la Península Ibérica. Y más concretamente, del mundo visigodo. Por ello, es fundamental apostar por la investigación en Recópolis. Hay que seguir invirtiendo en esta disciplina y en la divulgación de los resultados. Porque como dijo Cicerón:

«La historia es testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, testigo de la antigüedad»

La apuesta por la difusión
Recópolis, a día de hoy, se constituye como uno de los Parques Arqueológicos que existen en la región. Una figura que se definió en la Ley 4/2001, de 10 de mayo. “Castilla-La Mancha fue, en 2001, la primera Comunidad Autónoma a nivel nacional en procurarse un instrumento jurídico para hacer –de dichas iniciativas– proyectos culturales, donde el visitante pueda conocer la evolución histórica y disfrutar del entorno natural”, señala Laura María Gómez.
Así, en la ciudad visigoda arriacense se proponen diversas alternativas. Entre ellas, varios itinerarios o un centro de interpretación. Este último, “se trata de un edificio concebido como lugar de articulación de todos los aspectos relacionados con el Parque Arqueológico de Recópolis”, explica Gómez. “No sólo hace un recorrido por las distintas etapas culturales que ha vivido este territorio, sino que a través de toda una serie de novedosos elementos museográficos el visitante es capaz de capturar toda la información necesaria para poder comprender los restos arqueológicos que posteriormente se visitarán”, añade la especialista.

 

Bibliografía:
Gómez García, Laura María. “El parque arqueológico de Recópolis (Zorita de los Canes, Guadalajara): Teorías y prácticas de una realidad de gestión de nuestro patrimonio histórico y medioambiental”, Espacio, tiempo y Forma. Serie I, Nueva Época, Prehistoria y Arqueología, 3, 2010, pp.: 161-184.
Olmo Enciso, Lauro. “Recópolis: una ciudad en una época de transformaciones”, Zona Arqueológica, 9, 2008, pp.: 41-62.