El regalo de Casado a Page: resucitar a Cospedal

Pablo Casado y María Dolores de Cospedal arropan a Paco Núñez tras ser elegido presidente del PP de Castilla-La Mancha. // Foto: MásqueAlba

Si te pasas una campaña electoral hablando de tu adversario, lo habitual es que acabe ganando las elecciones tu adversario. Es posible que Francisco Núñez (en adelante, Paco Núñez, tal como él mismo se presenta) no conozca esta regla básica de la comunicación política. De otra forma no se entiende la contumaz insistencia del PP de Castilla-La Mancha en reducir los comicios autonómicos a un plebiscito sobre la gestión de Emiliano García-Page y no tanto a enarbolar una alternativa sólida, creíble e ilusionante.

Ambos candidatos a la Presidencia de Castilla-La Mancha coincidieron ayer en la romería de Barbatona, en las cercanías de Sigüenza. García-Page -muy afectado por el repentino fallecimiento de Alfredo Pérez Rubalcaba– llega al 26-M habiendo superado tres obstáculos, en la doble vertiente institucional y orgánica: no sólo ha salido vivo sino que ha reforzado la posición del PSOE después de su pacto con Podemos, ha sobrevivido a las batallas internas de su partido y ha logrado visualizar un modelo de gobierno ajeno a los recortes. Su tarea en Fuensalida no es inmaculada: persisten quejas fundadas en sectores como la dependencia, los empleados de las ambulancias o las plataformas que luchan contra la despoblación. Sin embargo, puede acreditar un balance óptimo en economía (la tasa de desempleo, según la EPA, es del 15,7%, levemente por encima de la media nacional), la reactivación del macizo de las políticas de bienestar y la recuperación de una voz propia regional en materias sensibles como el agua, el freno al almacén nuclear y el fracking, y en lo tocante al modelo de financiación autonómica, que sigue pendiente de renovación.

La espantada de Podemos –previa a su entrada en el Gobierno regional- frustró los presupuestos de Castilla-La Mancha para 2017, que ascendían a 8.919 millones de euros, con un techo de gasto de 5.960 millones. Esto ralentizó las obras en equipamientos e infraestructuras básicas. Aun así, el ritmo final de la legislatura ha permitido al Gobierno de PSOE y Podemos materializar proyectos como la construcción del nuevo hospital de Guadalajara. No es baladí. Esta provincia ha pasado de paralizar esta obra durante el Cospedalato, en virtud de una salvaje senda de ajustes, a empezar a ver la luz en materias básicas como sanidad, educación y bienestar social, que además se comen el grueso de las cuentas públicas de la región.

No es extraño, por tanto, que García-Page presente a Núñez como “heredero” de María Dolores de Cospedal –ausente del debate público de la comunidad- y que circunscriba la convocatoria del 26 de mayo no a modo de una segunda vuelta de las generales, que es el mantra agitado por PP y Ciudadanos, sino como una cita en la que hay que optar entre la oferta socialdemócrata clásica de protección social o la de un partido que abre la puerta a las privatizaciones en la sanidad, que cuestiona los planes de empleo o que propugna una rebaja fiscal y un paquete de bonificaciones que haría insostenible mantener en pie el edificio del Estado de bienestar en Castilla-La Mancha.

De ahí que Pablo Casado le hiciera hace unos días un inesperado regalo a Page. Vino a Toledo para presentar el programa de su partido para las próximas autonómicas y allí no tuvo reparos en proclamar que el de Cospedal había sido “el mejor gobierno de Castilla-La Mancha” de la historia. Casado se encuentra en estado de shock después del hundimiento del PP en las generales. Es posible que ni siquiera recuperando parte del poder territorial que esta formación perdió en 2015 consiga retener el liderazgo en Génova. Muchos dirigentes dan por amortizado a un político que ha sido incapaz de reunificar a un partido ahora ajado en tres opciones. Pero ni siquiera esta situación de depresión explica el patinazo cometido en el Cigarral del Ángel en el que el PP arropó a Núñez. Era comprensible que reivindicara a Cospedal, pieza clave en la victoria final de Casado en el Congreso del PP de julio pasado. No, en cambio, que defendiera de forma tan rotunda y explícita la gestión de una dirigente que redujo diez puntos el déficit público de la JCCM a costa de destrozar la sanidad, la educación y la dependencia, y de reducir la obra pública a la mínima expresión.

Defender a Cospedal es comprar el marco político en el que Page quiere situar la campaña, que pasa por desdeñar a Núñez como un aspirante sin consolidar –lo que explica la ausencia de un debate cara a cara- y presentar el 26-M como una pugna entre el modelo Page y el modelo Cospedal. “Nos han hecho la campaña”, me reconocía un destacado miembro del equipo del presidente de la Junta. Quizá no necesitaba este obsequio, porque llega a los comicios con viento de cola, pero el candidato socialista lo ha acogido con verdadera fruición.

La encuesta del CIS, hecha antes del 28-A, otorga al PSOE entre 15 y 18 escaños, es decir, tendría opciones de alcanzar la mayoría absoluta, fijada en 17. El PP se derrumbaría al sumar solo entre 11 y 14 escaños. Ciudadanos entraría en las Cortes regionales con dos o tres diputados, la misma horquilla que el organismo que dirige Tezanos asigna a Podemos.

El mapa general que dibuja este sondeo es verosímil, aunque hay que abordarlo con dos prevenciones. La primera es que la historia de nuestra democracia demuestra que el ciudadano discrimina entre convocatorias: ni siquiera en tiempos de las mayorías arrolladoras de Bono logró el PSOE desplazar al PP como fuerza más votada en las generales en Castilla-La Mancha. La segunda prevención estriba en la pugna que mantiene la derecha por la hegemonía. Ciudadanos aglutinó en las generales más del 17% de los sufragios en la región y Vox obtuvo dos escaños en Toledo y Ciudad Real. Esto augura que la sangría del PP, a pesar de su mayor capilaridad territorial, se prolongará en los próximos comicios. El discurso sobre la “radicalidad” y las “cesiones” al independentismo que el PP esgrime contra Sánchez en el plano nacional no funcionan en estas tierras. Núñez promete articular “una sanidad de excelencia” –en su día defendió abiertamente privatizarla- y conseguir “un orgullo de ser español y castellano-manchego”. La política moderada de Page y su nítida identificación con el sector más jacobino y españolista del PSOE neutralizan la estrategia de los populares.

La candidatura del presidente regional y candidato a la reelección trabaja con trackings en los que bordea la mayoría absoluta. La ven posible o, en su defecto, un escenario con posibilidad de pacto a izquierda (Podemos) y derecha (Cs). En todo caso, todas las señales que emite Ciudadanos dejan claro que les gusta la música que interpreta el socialismo castellano-manchego. Por tanto, no parece probable que se repita aquí el veto que Rivera mantiene sobre Sánchez. A día de hoy, sólo un milagro de primavera podría salvar a Núñez. Y a Casado.