Ruta de la Arquitectura y Escultura Funeraria

Cementerio de Guadalajara
Cementerio de Guadalajara

Son muchas las maneras de conocer la capital, pero sin duda, una de las más particulares es siguiendo su ruta por la arquitectura y escultura funeraria, gracias a los numerosos y excepcionales ejemplos que se conservan de estas características en la ciudad.

Comenzamos nuestro recorrido en el Cementerio Municipal asentado en lo que eran los extramuros hasta hace poco de la capital alcarreña. Aquí el visitante podrá admirar magníficos ejemplos de la arquitectura y escultura funeraria del siglo XIX, donde la belleza de los mausoleos y la riqueza de los materiales empleados en altares y decoración darán buena cuenta de la magnificencia que nos depara esta propuesta. El ejemplo más destacado es, sin lugar a dudas, el panteón de los marqueses de Villamejor, pero también el de los condes de Romanones, figuras que participaron activamente en la vida social y política del momento en nuestro país. Otros ejemplos que merecen una parada en nuestro recorrido, aunque de menor enjundia artística, son los mausoleos de la familia Cuesta, los Chávarri, los Ripollés-Calvo, los Gamboa, Doña Josefa de Corrido de Gaona y otras personalidades importantes como Eduardo Guitián o el historiador Francisco Layna Serrano.

El recorrido en camposanto se completa con una visita a la pequeña capilla situada junto al acceso principal al cementerio, presidida por el Cristo de la Misericordia, una excepcional talla de madera que se procesiona en Semana Santa desde la Iglesia de Santiago; o el panteón de Tropa, muy próximo a una de las salidas secundarias, donde descansan los caídos en las campañas de África contra Marruecos.

Convento de la Piedad
Convento de la Piedad

Redirigimos nuestros pasos hacia el centro de la ciudad, concretamente hacia dos palacios mendocinos, el Palacio del Infantado y el Palacio de Antonio de Mendoza, que dan cobijo a los sepulcros de dos damas de esta familia nobiliaria tan destacada: doña Aldonza, en el Museo Provincial y doña Brianda, en el Convento de la Piedad. El de doña Aldonza, hija de don Diego Hurtado de Mendoza, puede considerarse una de las joyas artísticas del museo, cedido durante más de cien años al Museo Arqueológico Nacional y recuperado en los años setenta. Se trata de una pieza gótica de la primera mitad del siglo XV confeccionada en alabastro blanco. También en este museo el visitante podrá descubrir distintas piezas empleadas en ritos funerarios primitivos.

Por su parte, el sepulcro de doña Brianda de Mendoza se puede visitar en el Convento de la Piedad, anexo al Palacio de Antonio de Mendoza. Doña Brianda construiría este edificio junto al palacio que heredó de su tío, Antonio de Mendoza, para albergar en él una comunidad de religiosas. Este sepulcro a pesar de no ser el original, es una copia muy lograda; uno de los laterales originales fue adquirido a comienzos del siglo XX por unos comisarios estadounidenses de arte y está expuesto en el museo de Detroit. Obra del maestro Covarrubias, al igual que la portada del convento dedicada a Nuestra Señora de la Piedad, es una pieza en alabastro blanquecino, sobre la que reposa una gran pieza de jaspe rosáceo.

Conducimos nuestros pasos hacia la capilla funeraria de Luis de Lucena, también conocida de los Urbina o de Nuestra Señora de los Ángeles, lo que hoy día se conserva de la antigua iglesia de San Miguel, un monumento dedicado por su fundador a la Espiritualidad y a la Sabiduría. Luis de Lucena, su promotor, es una de las personalidades más universales que ha dado la tierra de Guadalajara; médico y humanista, pasó grandes temporadas en Italia al servicio del Vaticano siendo contertulio de los grandes del Cinquecento, como Miguel Ángel. En su testamento dejó su deseo expreso de ser enterrado en esta capilla funeraria, aunque finalmente esta voluntad no fuese cumplida, muriendo en Italia y siendo enterrado presumiblemente en la Iglesia de Santa María del Poppolo.

Pero la importancia de este espacio no sólo es arquitectónica; en ella se salvaguardan dos sepulcros de gran importancia escultórica, procedentes de la antigua iglesia de San Esteban, hoy desaparecida. Son los sepulcros de los Oznayos, tallas de comienzos del siglo XVI. Tras esta joya arquitectónica continuamos nuestro recorrido hasta la iglesia de San Nicolás, templo barroco que custodia el sepulcro de don Rodrigo de Campuzano, comendador santiaguista, obra maestra en alabastro de la escuela alcarreña de finales del siglo XV.

Muy próximas también se encuentran las iglesias del Carmen y de San Ginés, en las plazas del Carmen y de Santo Domingo respectivamente. Aquí el viajero podrá admirar en la primera parada, el sepulcro de sor Patrocinio también conocida como “Monja de las Llagas”, consejera y amiga de la reina Isabel II.

Ya en el segundo templo, cuatro excelentes monumentos de la escultura funeraria alcarreña de finales del siglo XV y principios del siglo XVI: las esculturas orantes de don Pedro Hurtado de Mendoza y doña Juana de Valencia, fundadores de este convento; y los de don Iñigo López de Mendoza y doña Elvira de Quiñones, primeros condes de Tendilla, mentores del monasterio de Santa Ana de esa localidad.

Iglesia de San Francisco
Iglesia de San Francisco

Como broche de oro a esta exquisita ruta, visitaremos los dos ejemplos más importantes de arquitectura funeraria que se conservan en la ciudad: la cripta de la familia Mendoza, ubicada en el antiguo convento de San Francisco, bajo el ábside de la iglesia y el panteón donde reposan los restos de la duquesa de Sevillano, condesa de la Vega del Pozo, gran benefactora de la ciudad de Guadalajara, y cuya cúpula vidriada de color púrpura es una de las señas de identidad de la misma.

Llegados a la plaza de Bejanque, se alcanza a ver la iglesia conventual de San Francisco, un magnífico ejemplo de la arquitectura gótica del reinado de los Reyes Católicos. Bajo la capilla mayor se ubica el panteón de los duques del Infantado, erigido a finales del siglo XVII a imitación del Real que existe en el monasterio de El Escorial, según la voluntad del décimo duque, don Juan de Dios de Mendoza y Silva, para mayor gloria de la principal estirpe mendocina. Paredes y suelo del espacio principal y del acceso, se tapizan de mármol rosa y negro, dotando al espacio de una gran belleza barroca. Tras la invasión francesa, los restos mortales de esta familia se trasladaron a la iglesia Colegiata de Pastrana. Una pequeña capilla de elevada cúpula remata este espacio.

Punto final de nuestro recorrido es uno de los ejemplos más bellos de la arquitectura española del siglo XIX: el panteón que la duquesa de Sevillano, condesa de la Vega del Pozo, erigió junto a su Fundación para descansar durante la eternidad. Proyectado por Ricardo Velázquez Bosco, se trata de un edificio aislado con planta de cruz griega y elevada linterna, cerrada por una llamativa cúpula.

En su interior, de gran riqueza por la profusión de mármoles y piedras nobles, que lo elevan a ser uno de los mausoleos privados más importantes del mundo, se puede admirar el Calvario pintado por Alejandro Ferrán y los mosaicos bizantinos de las bóvedas; ya en la cripta, el imponente monumento fúnebre de su fundadora, doña María Diega Desmaissières, labrado por el escultor Ángel García Díaz.