Solanillos del Extremo y sus despoblados

Determinados municipios son conocidos por su luenga historia. Otros, por su impresionante patrimonio. Algunos más, por encuadrarse en un entorno natural único. Y, por último, existen enclaves que reúnen todas estas características. Es el caso de Solanillos del Extremo, una localidad situada en el corazón de la Alcarria. Sin embargo, este lugar acoge otras muchas potencialidades. Entre ellas, sendos despoblados que –en algún momento– presentaron una importante demografía, pero que –por una sucesión de causas– se quedaron deshabitados. Y, a día de hoy, tenemos la oportunidad de recorrer los vestigios de su pasado.

Pero, ¿por qué se abandonaron dichos emplazamientos? Existieron razones diversas para explicar este proceso. Por tanto, “en la mayoría de los casos es muy difícil conocer la causa exacta de la despoblación, tal vez porque no sea una única, sino un conjunto de las mismas”, explicaban José Antonio Ranz Yubero, José Ramón López de los Mozos –ya fallecido– y María Jesús Remartínez Maestro, en el libro «Despoblados de la provincia de Guadalajara». “Estos núcleos de población pudieron desaparecer por las guerras que asolaron los edificios, no volviendo a restaurarse; por las epidemias que mermaron su censo; o por la insalubridad del sitio en que se encontraban, que obligó a sus moradores a emigrar a poblados cercanos”.

Además, se deben tener en cuenta las inclemencias climáticas, que afectaron al sustento de los agricultores. Igualmente, se deben tener en cuenta los motivos meteorológicos. Sequías prolongadas o precipitaciones intensas generaban la pérdida de cosechas y, en consecuencia, hambrunas. Pero también podían desembocar en la propagación de enfermedades… “Los periodos de lluvias torrenciales solían ir seguidos de la aparición de tercianas pertinaces por las exhalaciones de aguas cenagosas y corrompidas debido a los calores del verano. Estas epidemias llegaban a ser tan graves que impedían a los labradores desarrollar las faenas agrícolas, de modo que las cosechas se perdían por imposibilidad de recogerlas”, aseguraba Nicolás Cabrillana.

A su vez, se han de mencionar las subidas de las rentas de la tierra, debido al incremento de los precios agrícolas, lo que empujaba a la salida de los habitantes de un determinado lugar. Sin olvidar que determinadas decisiones políticas, como la expulsión de los moriscos en 1609, afectaron negativamente a estos emplazamientos, al quedarse sin mano de obra especializada. Incluso, los reyes otorgaron a las ciudades diversas ventajas, como la concesión de fueros o la celebración de ferias, generándose la primacía de los grandes burgos sobre su entorno, que se quedó deshabitado.

Y, como curiosidad, los despoblados fueron más habituales en las llanuras que en las montañas. En las zonas de sierra, “había más precipitaciones, el clima era menos árido y abundaban las fuentes y los manantiales”, por lo que la demografía permaneció más fija en las poblaciones serranas, frente a las planicies, donde se dieron más movimientos migratorios. Un ejemplo de ello fue «Casares» –en Solanillos del Extremo–, un antiguo enclave del que sabemos de su existencia gracias a la tradición oral. Sin embargo, en su emplazamiento todavía se encuentran ciertas huellas de su vida. “En tiempos, hubo cerradas para el ganado, pero ahora es un terreno arijo –delgado y fácil de cultivar– y se suceden diversas piedras sueltas”, enfatizaban Ranz Yubero, de los Mozos y Remartínez Maestro. Unos investigadores que aseguraban que el topónimo de «Casares» “indica «una agrupación de casas», construidas en época de repoblación sobre los muros de otras preexistentes”.

Asimismo, se ha de mencionar «El Villar», también conocido como «El Campanario». Este despoblado estuvo vivo –al menos– durante la Edad Media, al encontrarse documentado tanto en 1301 como en 1353. “Junto al terreno agrícola en el que se asienta, todavía se observan los cimientos del lugar –o de algunas viviendas que pertenecieron a este antiguo núcleo–, hechos de cal y canto, cerca de un colmenar”, confirman los expertos. “La pila bautismal de «El Villar», pueblo que desapareció por la supuesta acción de las hormigas [una explicación legendaria que se analizará en el despiece], se halla en la iglesia de Solanillos”. El conjunto poblacional se asentaba –hasta su desaparición– sobre “un terreno fresco regado por el «barranco del Villar».

Una importante historia
Sin embargo, y a pesar de que ha perdido parte de sus antiguos núcleos de población, Solanillos del Extremo cuenta con una relevante historia a sus espaldas. Tras la conquista castellana, la localidad perteneció a la Villa y Tierra de Atienza. “Se formó el extremo meridional de dicho territorio”, explican desde el Ayuntamiento. De hecho, el nombre del pueblo –según la creencia popular– estaría vinculado a que el enclave se encontraba “en la frontera entre el área cristiana y la musulmana”. Más tarde, en 1478, pasó a formar parte de las propiedades de los condes de Cifuentes, una dominación bajo la que permaneció el sitio hasta la supresión de los señoríos en 1812, cuando así se estableció en la Constitución de las Cortes de Cádiz.

Así, nos encontramos ante una población con un pasado que se cuenta por centurias, dejando huella en su patrimonio. Del mismo, destaca la iglesia parroquial –en honor Santiago Apóstol–, del siglo XVI. “El exterior ofrece un aspecto de fortaleza y sencillez, con torre de cuatro cuerpos, divididos por ligeras impostas, siendo los muros de sillar y sillarejo calizo”, explican los historiadores. Su planta es de cruz latina, y el interior se encuentra estructurado en una sola nave, que –a su vez– se halla recubierta por una bóveda, en la que se distinguen variados trabajos en yesería. El acceso se resguarda por un pórtico, sostenido por tres columnas toscanas.

También se puede visitar la ermita dedicada a Santa Bárbara. Se sitúa en el norte del municipio, junto a la carretera y a un costado de las Eras. “Se trata de un edificio pequeño, de base cuadrada y con una puerta de arco de piedra de sillería, ubicado sobre el muro sur”, narran desde el Consistorio. Asimismo, se hay de recorrer el oratorio de Nuestra Señora de la Soledad. “Es un complejo de planta alargada, con puerta de acceso sobre el muro norte, espadaña en el poniente y un ábside semicircular con contrafuertes en la pared de levante”.

Por tanto, nos encontramos ante una localidad –Solanillos del Extremo– de 86 habitantes empadronados –según la última actualización del Instituto Nacional de Estadística (INE)– que ofrece un importante patrimonio natural y luenga historia. Sin embargo, las alternativas turísticas no quedan aquí. El caminante también puede disfrutar de un paisaje alcarreño único en sus alrededores y de los restos de los antiguos pueblos de «Casares» y de «El Villar» –o «El Campanario», según a quien le pregunten–, que también se domicilian en el territorio de esta localidad. ¡No te lo pierdas!

Explicaciones populares
Para comprender la aparición de estos despoblados, se suceden los factores sociales, históricos, meteorológicos e –incluso– políticos. Sin embargo, la población –enseguida– comenzó a imaginar posibles razones para justificar el abandono de determinados pueblos. En algunos casos, se ha echado mano de la teoría del envenenamiento masivo. “Los vecinos habían comido en una boda productos guisados con agua tóxica al caer en ella salamanquesas u otros bichos ponzoñosos, quedando siempre viva una única persona anciana –generalmente una mujer con fama de bruja–, a la que no se había invitado al evento”, se describe en «Despoblados de la provincia de Guadalajara». 

En otras ocasiones, se hablaba de plagas de insectos. Los más habituales, las hormigas. “En terrenos cálidos, en las proximidades de los ríos, se creía que las termitas se «comían a los niños» o que destruían los muros de las casas”, describen los expertos. E, incluso, para explicar la multiplicación de estos «despoblados», algunas leyendas hablan de «males de ojo» que afectaron a celebraciones populares. Unos conjuros procedentes de una persona que no había sido convidada al encuentro y que –por venganza– lo que acababa generando era la desaparición de la localidad, al fallecer el grueso de sus habitantes, debido al maleficio que lanzaba.

Pero, como señalan los especialistas, la mayor parte de estos municipios desaparecieron por motivos económicos y políticos, relacionados –sobre todo– con la realidad agrícola, ganadera o fiscal del momento, así como con la excesiva dependencia de las grandes ciudades. Unas circunstancias que provocaron que la vida fuera más difícil en esos lugares concretos, por lo que sus habitantes acabaron migrando a otros emplazamientos.

 

Bibliografía
CABRILLANA, Nicolás. “Los despoblados en Castilla–La Vieja I”, Hispania, XXXI, 119 (1971), 485–550.
RANZ YUBERO, José Antonio; LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón; y REMARTÍNEZ MAESTRO, María Jesús. Despoblados de la provincia de Guadalajara. Guadalajara: AACHE Ediciones, 2019.