Vicente Riaza, el barítono de Brihuega

Vicente Riaza Martín
Vicente Riaza Martín

Vicente Riaza Martín, salió por última vez de su domicilio en la calle de Gutenberg, de Madrid, el 2 de abril de 1970. Se dirigió a la estación del metro más cercana, Méndez Álvaro, en la línea 1. Apenas el convoy se adentró en los túneles en dirección a la estación de Atocha comenzó a sentirse mal. Pensó que era una indisposición pasajera, pero al detenerse en la estación de Antón Martín, siete minutos después de haberlo tomado, don Vicente Riaza, al abandonar el convoy y dirigirse a la salida cayó fulminado por un derrame cerebral que lo dejó tirado en el andén de la estación.

La noticia pasó desapercibida para el gran público madrileño y, por supuesto, también para el de Guadalajara. La prensa de la época, la de Madrid, recogió el suceso como una de esas curiosidades que ocurren a diario en una gran ciudad, no así la de Guadalajara, que nada dijo porque nada supo. Era don Vicente el último representante de una saga musical que había tenido su centro en Brihuega, de donde era natural, puesto que allí había nacido en 1894.

En pos del triunfo dejó la villa alcarreña en 1910 para dirigirse a aquel Madrid de los triunfos al que se acudían cuantos querían ser algo en la vida. Su voz prometía, como le advirtieron en su localidad natal, y es por ello que trató de ser cantante de ópera.

Que su voz prometía lo supo la familia, y el mismo Vicente, poco tiempo después de haberla educado y lanzado al aire los primeros gorgoritos. Alcanzada la mayoría de edad ya triunfaba. Vicente Riaza estuvo contratado en la década de 1920 por la empresa que regentó el conocido tenor Miguel Fleta, con quien actuó en numerosos espectáculos. Posteriormente formaría compañía propia, sin demasiado éxito, todo hay que decirlo. Así que se pasó a la que, para transmitir la ópera a los domicilios españoles, fundó la compañía Unión Radio. En Guadalajara se transmitían sus conciertos a través de los aparatos que por la ciudad fue instalando don Tomás Camarillo.

José Feliú y Codina, autor de la obra Miel de la Alcarria, inspirada en Brihuega
José Feliú y Codina, autor de la obra Miel de la Alcarria, inspirada en Brihuega

Pocas localidades de la provincia podían entonces presumir, como Brihuega, de formar parte de la música, y de la voz, de los escenarios madrileños. El nombre de Brihuega, con la “Miel de la Alcarria”, se paseaba en tiempo de jota, con música de Enrique Granados que, aunque la villa no sonase, a ella sonaba. Y esa “Miel de la Alcarria” sonaba a aquella otra composición lírico-dramática en tres actos de José Feliú y Codina que ésta sí, ésta transcurría en Brihuega. Por cierto, que al orondo don José Feliú y Codina también le llegó la muerte de aquella manera improvisada con la que a veces hace su visita. Don José comió con sus amigos, en su casa, se sintió indispuesto, le prepararon una manzanilla, por si era indigestión y, tras tomarla, expiró.

Y también tenía Banda de Música, Brihuega; la Sociedad Filarmónica de Jóvenes Briocenses, que se fundó allá por el 1868, año revolucionario donde los haya, cuando de Brihuega eran algunas de las personas que tenían mando en plaza, en Madrid y Guadalajara. A pesar de que don Ramón Casas o don Antonio Hernández, que les hubiese gustado, no pudieron presumir de que su pueblo fuese la capital de la provincia, que a punto estuvo de serlo, porque la población estaba mejor situada que la capital de los Mendoza, más a mano para cualquiera, más en el centro de la Guadalajara provincial, pero… las discusiones políticas, tan complicadas a veces, dejaron a Brihuega sin ser la capital de la provincia de Guadalajara.

Aquella Banda juvenil se convirtió en Filarmónica cuando el siglo XIX comenzaba a dar sus últimos bandazos. Cuando don Tomás Bretón, que escribía música zarzuelera, dedicó una marcha a la Virgen de la Peña. Marcha que, como es lógico, interpretaron año tras año los jóvenes músicos briocenses.

Los títulos de las composiciones que tocó la Banda, y sus directores, desde el mítico Pedro Marlasca a cualquiera de los integrantes de aquella gran comisión que dio días de gloria a la villa con motivo del Centenario de la Batalla de Villaviciosa, son páginas de historia. Que allí, en los actos institucionales de Villaviciosa también estuvo la Banda de Brihuega y, probablemente, el joven Vicente Riaza Martín.

Vicente Riaza no faltó, mientras pudo, a la festividad de la Virgen de la Peña
Vicente Riaza no faltó, mientras pudo, a la festividad de la Virgen de la Peña

A Brihuega, desde que salió de la villa, únicamente regresaba, como casi todos aquellos que salían en busca de futuro, para honrar a la patrona, a la Virgen de la Peña con motivo de las fiestas y sus procesiones; allá por el agosto luminoso que llenaba las calles de alegría. Vicente Riaza, las crónicas lo cuentan, solía cantar algunas plegarias, para honor y gloria de su localidad; y actuaba, generosamente, para recaudar fondos con los que paliar alguna que otra desgracia. Que no faltaron a lo largo del primer tercio y mitad del siglo XX. Vicente Riaza Martín, a pesar de recorrer los escenarios musicales de España, no solía faltar anualmente a las fiestas de Brihuega, cuya actuación formó parte de los espectáculos que rodeaban aquel acontecimiento anual, siendo admirado no sólo en su población natal, sino también en la provincia y capital de Guadalajara donde actuó, y se destacó, en numerosas ocasiones.

En 1926, año de sus mayores triunfos, Vicente Riaza contrajo matrimonio en Madrid con Elena Franchini, en el mes de octubre. Matrimonio del que nacieron al menos dos hijas.

Arco de Cozagón, quizá la imagen más significativa de Brihuega
Arco de Cozagón, quizá la imagen más significativa de Brihuega

Sus años de mayores triunfos se centraron entre 1924 y 1935, ya que tras la Guerra Civil su nombre apenas aparece, salvo esporádicamente, en los escenarios madrileños de la ópera, del mismo modo que de estos desaparece, salvo ocasiones contadas, la ópera. En los escenarios de la posguerra triunfará la copla y, por supuesto, la zarzuela. Vicente Riaza intervendrá en numerosos espectáculos del mal llamado género chico hasta su definitiva retirada en los años finales de la década de 1950. Tras el fallecimiento de su esposa. Su muerte, y la posterior de sus hijas, lo sumieron en el abatimiento. A pesar de que una de sus sobrinas, Berta Riaza, trató de continuar en el mundo del espectáculo como actriz de cine.

Desde entonces, desde la muerte de su mujer y sus hijas caminaba por la vida como quien lo hace sin rumbo fijo. Como quien, castigado por la mala fortuna, no encuentra dicha. Hasta aquel día en que tomó el metro en la estación de Antón Martín para dirigirse a la plaza de Santa Ana. A aquella esquina en la que se ubicaba la hoy olvidada Casa de Guadalajara en Madrid, entonces sede de los hijos de la provincia. Y en una estación de metro, bajo el asfalto de la capital, quedó la vida, y el recuerdo, del último gran barítono briocense. Recibió sepultura en aquel Madrid que fue parte de su vida, el día 4 de abril, en el cementerio de la Almudena.

Vidente Riaza Martín, barítono, intérprete de zarzuela, nació en Brihuega (Guadalajara), en 1894; murió en Madrid, el 2 de abril de 1970.