Alcarria, comarca natural

Cuando se habla de La Alcarria, a muchos nos viene a la cabeza la magnífica miel que se genera en sus campos. En dicha comarca se produce este «oro azucarado», reconocido a nivel mundial. Incluso, es demandado en lugares tan dispares como Francia o México. Su elaboración está protegida por una «Denominación de Origen» desde hace más de tres décadas –la D.O. comenzó su andadura el 11 de noviembre de 1992–. No en vano, este territorio natural genera una materia mielera exquisita, “con una sutileza y aroma que recuerda su procedencia, las plantas aromáticas silvestres”, explican sus responsables.

Sin embargo, la mencionada comarca ofrece otras muchas potencialidades. “Constituye, a grandes rasgos, una región natural con unos patrones geológicos, geomorfológicos y topográficos muy definidos y conocidos a escala regional”, explican Juan Javier García–Abad Alonso y Josep María Panareda. Por tanto, se trata de una unidad territorial en lo natural, geológico y cultural que se emplaza en la Submeseta Sur, y que se extiende en el centro y sur de la provincia de Guadalajara, el noroeste de la de Cuenca y el sureste de la de Madrid. En lo referente al relieve, destaca el páramo calizo –que, en las partes más elevadas, supera los 1.000 metros–, el cual –a su vez– se encuentra cortado por profundos valles.

El fondo de estas gargantas se halla surcado por ríos y regatos, que –en ocasiones– se retienen en grandes embalses, como Entrepeñas y Buendía, considerados como los «Mares de Castilla». Entre los cursos fluviales más relevantes, destacan el Tajo, el Tajuña o el Guadiela. En cualquier caso, “la actuación humana –con un fuerte componente agrario–, que ha acompañado durante siglos a este conjunto físico, ha configurado unas pautas paisajísticas muy conocidas”, añaden los investigadores Juan Javier García–Abad Alonso y Josep María Panareda.

De todos modos, “se presenta como un paisaje tranquilo en el que la naturaleza encierra páramos y ríos de sorprendente belleza”, explican desde la Junta de Comunidades de Castilla–La Mancha. Los efectos de la erosión han conformado una sucesión de pequeños montes y extensiones de matorrales, en cuyo entorno crecen plantas aromáticas como el tomillo, la jara o el espliego, que son esenciales en la elaboración de su famosa miel.

Asimismo, la geomorfología aludida produce un notable contraste florístico en La Alcarria. En la misma, se distinguen –por una parte– los encinares y la agricultura de secano del páramo, y –por otra– las pequeñas huertas, los olivares y las hierbas aromáticas de las cuestas y valles. En este contexto, la vegetación paramera es resistente a las duras condiciones climáticas a la que está sometida. El cultivo de cereal se combina con los sabinas albares y enebros, que cohabitan con otros arbustos leñosos, al tiempo que aparecen numerosas masas de encinas, quejigos y coscojas. Incluso, fruto de la repoblación, brotan pinos carrascos, laricios y piñoneros.

En cambio, las pendientes y las cárcavas se encuentran pobladas de un monte bajo compuesto por quejigal, que se alterna con espliegos y aulagas. Su impacto “radica en la importancia de las formaciones de quejigos en las umbrías y de encinas en las solanas”, se indica desde la Consejería de Desarrollo Sostenible. Además, estas formaciones se alternan con coscojares, romerales, gayuba, tomillares, enebrales, esplegares, aliagares e, incluso, con sabinares albares.

Asimismo, estos conjuntos vegetales, combinados con las formaciones geológicas ya mencionadas, permiten el cobijo a una gran diversidad de fauna, propia de ambientes mediterráneos. Entre los mamíferos, la presencia del jabalí posee un papel relevante, seguida por la gineta, la garduña y el zorro, así como el conejo y la liebre. Sin olvidar la variedad de especies de aves, como la perdiz, la codorniz, la tórtola y diversos córvidos, que también pueblan los enclaves naturales alcarreños. En cuanto a las rapaces, destacan –anidando en los roquedos– el águila real, el buitre negro, el águila perdicera, el halcón peregrino, y el cernícalo. Y más allá de estos cortados, se pueden encontrar ejemplares de águilas culebrera y calzada, de azor, de gavilán o de milano real. Y, con nocturnidad, salen de los nidos los búhos reales y chicos, el cárabo, el mochuelo, el autillo o la lechuza común.

Por tanto, nos encontramos ante una gran disparidad faunística que –sin duda– engrandece a los paisajes alcarreños. Una realidad medioambiental que ha recibido diferentes figuras de protección. De hecho, a lo largo y ancho de La Alcarria se suceden la Microrreserva de los Cerros Margosos de Pastrana y Yebra, la Reserva de Sotos del río Tajo –emplazada entre los municipios pastranero, yebrano y de Zorita de los Canes– o el Monumento Natural de las Tetas de Viana –domiciliado en la localidad homónima–, entre otras muchas opciones.

Un patrimonio natural con solera
Toda esta riqueza ya se mencionaba en el «Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar», impulsado por Pascual Madoz a mediados del siglo XIX. “El terreno presenta multitud de cerros, siendo –en algunas partes– tan elevados que causan admiración al viajero”, se explicaba en el referido compendio. “Los aires se estrellan en los cortes de las montañas y producen un sonido agudo y prolongado que, repitiendo el eco, le hace desaparecer a gran distancia después de convertirse en un ruido sordo que atemoriza fácilmente a un alma apocada”. De hecho, “contribuyen a producir este ruido los muchos montes de roble y encina que hay donde se cogen excelentes maderas para artefactos”.

En la el «Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar» se indicaba –al mismo tiempo– que, en la comarca, “los pastos son de excelente calidad, por lo cual se apacientan en sus campiñas un gran número de ganados que constituyen la principal riqueza del país”. Asimismo, en este documento histórico se subrayaba que “la miel se encuentra en abundancia en el enclave, pues produciendo el suelo muchas flores aromáticas, acuden a las mismas enormes «bandadas» de abejas que dejan a los naturales el fruto de sus afanes”. Por tanto, hace casi 200 años, los expertos ya divulgaban los importantes valores ambientales y agrícolas de la zona.

“A lo largo y ancho del mencionado territorio podremos contemplar unos elementos naturales de gran variedad y espectacularidad, porque La Alcarria es un raro ejemplo de área no montañosa que ofrece un fuerte contraste visual determinado por la coexistencia de formas del relieve tan distintas como altos páramos, extensas campiñas tapizadas por fértiles vegas, valles encajados, cerros testigo y fuertes pendientes”, explican desde la Diputación Provincial. “A los encantos de la naturaleza le sumaremos un asombroso conjunto de arquitectura popular y el atractivo de algunas grandes ciudades monumentales cargadas de historia, conjuntos urbanos que guardan un rico patrimonio monumental, iglesias, palacios y arquitectura civil de diferentes estilos, testigos fieles de un rico pasado histórico”.

En consecuencia, nos encontramos ante una comarca –la alcarreña– con una variedad ambiental y paisajística de primer orden. Una riqueza que –además– se ha mantenido a lo largo de la historia, como se puede observar en el compendio decimonónico de Pascual Madoz. Y aunque la acción antrópica sobre el terreno ha sido grande –a través del establecimiento de diferentes cultivos, tanto de secano como de regadío–, su imbricación con el entorno ha sido total. Por tanto, el contexto ambiental alcarreño ha de conocerse. ¿Y qué mejor que hacerlo a través del ejercicio del senderismo? En este enlace se ofrecen diversas opciones, diseñadas por los especialistas de «Caminos de Guadalajara», que –a buen seguroؘ– harán las delicias de los caminantes más exigentes. ¡No te las pierdas!

Bibliografía
GARCÍA–ABAD ALONSO, Juan Javier y PANAREDA, Josep María. «Diversidad fitoecológica, biotípica y de procedencia en Miralrío. Comparación con la flora de La Alcarria Occidental de Guadalajara», Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, 67 (1º Cuatrimestre), 2015, pp.: 117–142.
MADOZ, Pascual. Diccionario geográfico–estadístico–histórico de España y sus posesiones de Ultramar, Madrid: 1845–1850.