Barbero: “Cuando subí por primera vez al Ocejón, me enamoré de la sierra”

Se le puede considerar como un hombre del Renacimiento. Toca todas las disciplinas, desde la música a la escritura, pasando por el deporte. Además, impulsa una gran cantidad de actividades en la comarca más septentrional de Guadalajara. Es uno de los responsables del medio maratón de montaña del Ocejón, de la cita musical «Ranas Folk», de un certamen de cine documental o del futuro festival de artes escénicas que tendrá lugar en Campillo. Nos referimos a Fernando Barbero (Vallecas, Madrid, 1949), un auténtico «agitador cultural» que, aunque vive en Alcalá de Henares, lleva vinculado a la sierra más de 40 años. De hecho, tiene casa en Robleluengo, en plena «Arquitectura Negra». Su compromiso con la zona le ha valido que sea condecorado con el reconocimiento de «Serrano del año 2023», concedido por la asociación Serranía de Guadalajara. Desde Henares Al Día hemos querido conversar con él, para que nos hable de su trayectoria y de sus futuros proyectos. ¡No te lo pierdas!

Usted fue declarado como «Serrano del año 2023», por parte de la Asociación Serranía de Guadalajara. ¿Cómo recibió esta noticia?
Con mucho orgullo. Fui muy feliz. Me dio una gran alegría recibir este reconocimiento.

Usted no nació en la sierra norte. Lo hizo en Madrid, pero se considera un «serrano de Vallecas». ¿Cuántos años lleva vinculado a la comarca?
La primera vez que ascendí el pico Ocejón fue durante el invierno de 1973/1974. No recuerdo exactamente si fue a últimos de 1973 o a inicios de 1974. Desde entonces, no he dejado de venir a la sierra, hasta que conseguí una pequeña casita en la zona hace 31 años. La vivienda la compré en Robleluengo, uno de los barrios que componen el Concejo de Campillo de Ranas.

¿Por qué eligió el Ocejón como primer destino en la serranía?
Yo siempre he sido montañero, y cuando «descubrí» el Ocejón ya había subido muchos picos. Pero cuando ascendí a dicha montaña, simplemente me cautivó. Me enamoré de él. He regresado cuando he podido. Además, ahora, teniendo una casita, paso más tiempo en Robleluengo que en Alcalá de Henares, donde tengo el domicilio «oficial».

¿Qué le cautivó de Robleluengo?
Lo de Robleluengo fue –en realidad– una casualidad. Ya había estado previamente en la localidad dos o tres veces. Era una época en la que su iglesia se encontraba tirada en el suelo, sus calles eran un barrizal… De eso hace ya muchísimos años.

Sin embargo, quedarme en el pueblo ocurrió porque surgió la posibilidad de comprar una vivienda en el mismo. Hasta entonces, lo había intentado en otras poblaciones, pero siempre –en el último momento– se estropeaba la adquisición. No obstante, en este caso, sí que pude realizar la transacción y no lo dudé ni un segundo.

Desde entonces, se ha involucrado en diferentes iniciativas culturales y deportivas que se han desarrollado en la comarca. Ha sido el impulsor de propuestas como el «Ranas Folk» o diversos certámenes de cine. Pero, para empezar, quiero preguntarle: ¿cómo brotó el referido festival musical?
A mí me gusta mucho la música. De hecho, soy un «poquito músico». Y por aquel entonces, cuando comenzamos con el «Ranas Folk», esta zona no contaba con ninguna propuesta cultural de este estilo. Y de alguna forma, lo que se pretendía era traer un poco de música a esta parte del mundo. Por eso nació dicho certamen.

Además, en ese momento, yo era concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Campillo de Ranas [al que pertenece Robleluengo]. Tuve el apoyo absoluto del Consistorio y del alcalde, Francisco Maroto, por lo que tiramos hacia adelante. El festival comenzó su andadura en 2003, definiéndose como un evento itinerante, en el que –cada edición– se realizaba en una localidad del Concejo. Gracias a ello, se ha convocado en Robleluengo, Roblelacasa, El Espinar, Campillejo o en el propio Campillo. Y, en todos ellos, se ha cosechado una magnífica respuesta.

Sin embargo, en 2024, y en sustitución del «Ranas Folk», se va a impulsar un festival de artes escénicas
¡Así es! Se trata de una idea muy incipiente, que se encuentra en la cabeza de unos cuantos locos que estamos tratando de llevarlo a cabo. Pero conociendo a todas estas personas, puedo asegurar con total seguridad que se programará esta actividad.

Creemos que el «Ranas Folk» ha cumplido con su cometido, que ha llevado la música hasta el valle del Ocejón. Hemos tenido actuaciones maravillosas, de una calidad enorme. Y ahora que el certamen se encuentra en todo lo alto, hemos querido terminar con él, para que no sufra ningún declive.

En su lugar, realizaremos este festival de artes escénicas, que llamaremos «de las ranas», en alusión a la «Cabeza de ranas» –denominación de una montaña cercana– y al propio apellido de Campillo, localidad en la que se desarrollará la propuesta. Trataremos de traer teatro, poesía, música, danza… ¡Va a ser algo importante!

Además, ha diseñado varios certámenes de cine en la comarca. Entre ellos, el de viajes y el centrado en género documental. Cuéntenos un poco más sobre ellos…

En primer lugar, hicimos el «Certamen de cine de viajes del Ocejón». Era una auténtica maravilla. Sin embargo, años más tarde –desafortunadamente– se marchó del valle a otro lugar de España. Desde entonces, hemos organizado –aunque de forma precaria, y con la pandemia de por medio– el «Festival de documentales Arquitectura negra», una muestra de trabajos fílmicos de carácter social y político. Se trata de una iniciativa que, en su primera edición, fue un verdadero éxito. Así, podemos anunciar que, en 2024, se desarrollará la segunda edición de la idea.

Asimismo, Fernando, en su figura se materializa aquella frase de «mens sana in corpore sano», ya que usted también es uno de los responsables del «medio maratón de montaña del Ocejón». ¿En qué consiste esta prueba deportiva?
Además de montañero, soy corredor, por lo que la suma estaba hecha. La organización del medio maratón de montaña se dio, por tanto, de manera casi natural. En este empeño también me apoyó el Ayuntamiento de Campillo, así como los vecinos del Concejo, que –en un principio– no se lo podían creer. Decían que estaba desbarrando, pero al final todo el mundo se ha entregado. Y ahora somos un grupo numerosísimo de voluntarios, que –cada año– estamos haciendo todo lo posible para que los corredores se lo pasen de maravilla.

Y, como apunte, esta iniciativa –en la que se asciende hasta el Ocejón– no se basa únicamente en «carrera pura y dura». También se proponen diversas actividades culturales –como conciertos–, en las que lo pasamos estupendamente. Se trata de una propuesta familiar. Incluso, en 2023, hemos hecho –por primera vez– una «muestra de fútbol», a cargo de la ONG Wanawake, que se mantendrá en ediciones venideras. En definitiva, se prima la convivencia por encima de la competición…

El único problema es que no puedo correr este medio maratón. Tengo que estar pendiente de la organización [ríe].

En el valle del Ocejón se ha encontrado un conjunto de gente muy comprometida con la cultura y el deporte. ¿Cómo surgió este grupo de personas?
Algunos de los participantes han asistido al medio maratón, al «Ranas Folk» o a algunos de los certámenes de cine, y han mostrado el mismo ímpetu cultural, musical y social que el resto de involucrados, por lo que se ha ido generando este grupo de entusiastas. Somos «compañeros de cultura». Y, a partir de ahí, se han ido formado varios conjuntos de ciudadanos muy comprometidos. Esto es lo más importante –el compromiso–, algo que escasea a día de hoy.

De hecho, nosotros funcionamos a la vieja usanza. Es decir, hablamos, nos escuchamos y nos miramos, con el fin de llegar a un entendimiento que casi no necesita palabras. En definitiva, presentamos un amor a la cultura, a la música, a la poesía y a hacer cosas. No queremos estar parados, ya que son tiempos de hacer cosas y, sobre todo, de traer y apostar por la cultura.

Porque, como se está viendo en ayuntamientos, diputaciones y Comunidades Autónomas, al entrar en sus gobiernos la extrema derecha –yo prefiero llamarlo fascismo–, algunas acciones culturales se están cercenando. Es cierto que se trata de unos representantes que han sido elegidos por el pueblo, por lo que no tengo nada que objetar desde el plano democrático, aunque no me gusta que supriman la cultura de los ciudadanos…

Asimismo, fue uno de los impulsores de la Biblioteca de Campillo de Ranas…
Montamos la biblioteca en una vivienda propiedad del Ayuntamiento de Campillo. Y para ponerla en marcha, convocamos a una banda de rock que –por aquel entonces– existía en Alcalá de Henares, para que tocara en el pueblo. Y cada dos o tres temas, la gente subía y leía pasajes de libros que tenía en casa. Una vez que daban a conocer el texto, donaban la obra. Así, y tras varias horas de evento, se lograron reunir más de 200 títulos.

A partir de ese acto, montamos la biblioteca, que estuvo en funcionamiento gracias al trabajo de voluntarios, sobre todo mujeres. Pero debido a diferentes discrepancias, fueron despareciendo las ayudas y el Ayuntamiento decidió cerrar la iniciativa. Espero que más pronto que tarde se pueda reabrir. Es cierto que no había gran asistencia, aunque hay que tener en cuenta la escasa población fija existente en los alrededores. Por ello, aunque vayan dos personas y lean un libro, me doy por satisfecho.

¿Qué otros proyectos tiene en mente?
Por el momento, en el valle del Ocejón, no hemos previsto nada más, porque entre el festival de artes escénicas, el certamen de cine documental, el medio maratón de montaña, etc., acabaríamos generando «estrés rural» [ríe].

En lo personal, y como soy profesor de escritura creativa en las cárceles femenina y masculina de Alcalá–Meco, hemos constituido un grupo de amantes de la literatura, y estamos editando libros para personas privadas de libertad. En este contexto nos encontramos publicando obras de poesía, de relatos o novelas. Ya estamos trabajando sobre la tercera publicación de la serie. En este trabajo han colaborado profesionales como el diseñador Pablo Richi, la ilustradora Noemí Gómez Posada o la editorial Océano Atlántico Editores.