Bibiano Gil, el ermitaño que llegó a Cifuentes en vísperas de Navidad

La noche de su desaparición, el 21 de febrero de 1905, hizo lo que en los pueblos se llamó “una noche de perros”, o de lobos. Lo recordó Vicente del Olmo cuando, acuciado a preguntas por el juzgado y la Guardia civil de Cifuentes, terminó por confesar lo sucedido aquella noche en la que, mientras se dirigía a la Sima del Cura, comenzaba a nevar y arreciaba el frío. Lo confesó quince días después de que los hechos tuviesen lugar.

Nadie supo de dónde vino, y muy pocos se aventuraron a indagar en sus orígenes. Pero poco después de que desapareciese, la mayoría de las gentes de los contornos intuyeron que algo grave había ocurrido, y que Bibiano Gil, el ermitaño de la Cueva del Beato, no regresaría a la ermita de Loreto. A donde llegó en las vísperas de la Navidad del año anterior, con permiso episcopal, para ocuparse de la ermita, o santuario de Loreto, en la siempre dichosa, amigable y señorial villa de Cifuentes.

Ermita de la Cueva del Beato en la época en que vivió Bibiano Gil
Ermita de la Cueva del Beato en la época en que vivió Bibiano Gil

A partir de entonces todo dio un vuelco. A la investigación; a la averiguación de quién era Bibiano Gil y a sentir que, detrás de cada persona, en muchas ocasiones, se oculta un mundo.

La prensa de Madrid, y de media España, comenzó a ocuparse del asunto y por medio de las disputas públicas de los abogados de Bibiano se conoció el dato de que bien podría ser hijo de un acaudalado personaje de la alta sociedad madrileña, aunque originario de tierras alavesas, don Antonio Gil Leceta, fallecido un par de años antes de que todo aquel devaneo cifontino tuviese lugar. Don Antonio murió en la triste soledad de su riqueza.

Alguien contó a nuestro Bibiano, abandonado en la más tierna infancia a las puertas de la Inclusa madrileña, que era hijo de don Antonio y de una de sus amas de llaves, doña Josefa. El parecido físico hizo todo lo demás; y a pesar de que a la Inclusa no se le entregó más documento que el que anunciaba que aquel chiquillo, de nombre Bibiano, estaba bautizado, Bibiano siempre, al parecer, se tuvo por hijo natural de don Antonio Gil Leceta, con quien tuvo tratos familiares. Hasta que don Antonio falleció a causa de aquel frío que le congestionó el cerebro y la funeraria de la calle de Preciados se hizo cargo del traslado del cuerpo a la Sacramental de San Justo, utilizando el nombre, por lo conocido de don Antonio, para su propia publicidad.

Bibiano, antes de llegar a Cifuentes, encargó anuncios en la prensa de media España ofreciendo recompensa considerable a quien fuese capaz de ofrecerle su partida de bautismo. Una partida que le diese acceso a la considerable herencia dejada por su supuesto padre, cifrada en 1903 en varios millones de pesetas que pensaba emplear en de obras de caridad.

Porque Bibiano ingresó cuando se lo permitió la edad, en los franciscanos. Con hábito franciscano recorrió España, Francia e Italia pidiendo limosna y haciendo caridad. De aquella manera llegó a Cifuentes. Y tan buenas eran sus palabras que por media Alcarria fue tenido como santo varón.

Sucede que lo que es bueno para unos suele para otros no estar del todo bien visto. Levantando las iras envidiosas, o insidiosas, de quienes hasta su llegada se ocuparon de la ermita; un pastor de la zona y su mujer, Vicente y María.

Vicente del Olmo, fue condenado por el asesinato de Bibiano
Vicente del Olmo, fue condenado por el asesinato de Bibiano
María, esposa de Vicente del Olmo
María, esposa de Vicente del Olmo

De que pudieron ser ellos quienes se encargaron de la desaparición de Bibiano Gil dio cuenta quien entonces comenzaba a destacar en el periodismo y terminaría siendo, además de buen escritor, gran abogado criminalista, José Serrano Batanero, hijo del médico de Cifuentes, don Félix Serrano Sanz. Serrano Batanero puso la denuncia y siguió paso a paso la indagación del sucedido hasta que los ermitaños fueron detenidos y confesaron su crimen. Lo mataron aquella noche del 21 de febrero, cargando su cuerpo como si de un fardo de paja se tratase, sobre los lomos de una borrica y, en medio de la nevada, arrojaron su cuerpo a una sima cercana. La del Cura.

José Serrano Batanero, el periodista y abogado que investigó el caso
José Serrano Batanero, el periodista y abogado que investigó el caso

Rescatar el cadáver fue toda una aventura, ya que se necesitó material especial para descender a las profundidades de la tierra. Material que proporcionó la Academia de Ingenieros de Guadalajara, y maquinaria que puso a disposición de Cifuentes la pujante industria minera de Hiendelaencina. El valeroso hombre que descendió y subió en sus brazos el cadáver del infeliz, Perfecto García, recibió una recompensa en dinero, por colecta vecinal, y un empleo de caminero por parte del Gobernador de la provincia, que se desplazó hasta Cifuentes para dirigir personalmente los trabajos recibiendo a cambio el nombramiento de “Hijo Adoptivo de la Villa”. Claro que los políticos prometieron mucho y cumplieron poco. Años después el cifontino Perfecto todavía aguardaba su prometido puesto mientras que los políticos continuaban disfrutando de sus cargos.

Un enorme gentío contempló la escena de la extracción del cadáver de Bibiano
Un enorme gentío contempló la escena de la extracción del cadáver de Bibiano
Un enorme gentío contempló la escena de la extracción del cadáver de Bibiano. En segundo término el obrero Perfecto García
Un enorme gentío contempló la escena de la extracción del cadáver de Bibiano. En segundo término el obrero Perfecto García
Visita del Gobernador Civil
Visita del Gobernador Civil

Varios cientos de personas acompañaron los restos de Bibiano desde la Sima del Cura, donde lo sepultaron sus matadores, hasta la villa, y después hasta darle tierra santa en el interior de la ermita. A la ermita, sobre sus hombros, lo introdujeron los periodistas que lograron que el caso se resolviese; a la cabeza, claro está, Serrano Batanero, quien a partir de aquí alcanzó fama poco menos que nacional en lo de contar historias.

Mientras, en Cifuentes, algunos de los que estaban detenidos se enzarzaban a grito pelado en discusión pública a través de los barrotes de la cárcel. Que a punto estuvo de ser asaltada por los vecinos queriendo hacer justicia popular.

Cueva del Monje, donde apareciendo los restos de Bibiano Gil
Cueva del Monje, donde apareciendo los restos de Bibiano Gil

Serrano Batanero entrevistó a los acusados principales en el patio de la cárcel y sus fotografías dieron la vuelta al mundo. María, la mujer del pastor, se empeñó en ser retratada con una rosa en la mano, para mostrar al pueblo lo viva y fresca que se encontraba, y sin ápice de remordimiento. Se vino abajo cuando, al leerse el veredicto del jurado, la condenaron a 17 años en la galera de Alcalá. A su marido, a quien llamaban el “Calavera”, lo mandaron, de por vida, al penal de Cartagena; en él murió, el 25 de marzo de 1916.

El tiempo, que todo lo cura, no ha logrado borrar aquella historia que, a diario, pueden recordar quienes pasan por la ermita de Cifuentes, donde una placa recuerda a Bibiano; y lo que ocurrió antes y sucedió después. Ante la placa, y la tumba, una oración.

De que no se olvidase se encargó su sucesor, fray Lucio de la Madre de Dios, y quienes escribieron sobre el tema. Dejando un rastro de tinta que recuerda que, en Cifuentes y su ermita un buen día, un buen hombre…

Bibiano Gil, ermitaño, nació en Madrid, desconociéndose la fecha. Murió, asesinado, en la ermita o santuario que guardaba, en Cifuentes, el 21 de febrero de 1905.