Brihuega, la villa árabe

Cuando se llega por primera vez a territorio briocense, lo primero que llama la atención al caminante es el patrimonio histórico existente en la villa. Fue un municipio que estuvo amurallado –aún hoy perviven restos de su perímetro defensivo– y en sus vías más importantes se suceden los palacios, las casonas y las iglesias. Sin embargo, actualmente no es muy conocido el germen árabe de la localidad. Pero esta plaza poseyó una gran vida durante la época musulmana.

“El protagonismo de Brihuega en la Edad Media viene determinado por su papel en el señorío territorial del arzobispo de Toledo. Pero el proceso arquitectónico y urbano del pueblo se estableció sobre la base de conceptos y transformaciones gestadas a lo largo del mandato de Al–Mamún, monarca de la taifa toledana”, confirma la investigadora María Magdalena Merlos Romero.

De hecho, desde la llegada del islam, Brihuega se constituyó como un enclave militar. “Esta función castrense, que posiblemente tuviera su origen en el periodo del emirato, vendría definida por el emplazamiento del pueblo en la «Marca Media», que se constituía como un emplazamiento de frontera”, describen los especialistas. No en vano, “los textos conocidos sobre la villa subrayan su relevancia durante la época musulmana”. Un postulado compartido por el cronista de Guadalajara, Antonio Herrera Casado, al indicar que está “inequívocamente probada” la existencia de un “castillete o torreón defensivo” de origen arábigo en la localidad, debido a su situación en el limes.

Fue precisamente en este contexto en el que se creó el referido “conjunto arquitectónico de origen marcial, al que –con posterioridad– se añadieron funciones residenciales y de recreo”, describe Merlos Romero. En cualquier caso, los elementos castrenses no desaparecerán tras la toma de la plaza por las tropas castellanas. “El valor militar se perpetuó durante el dominio cristiano”.

El ejemplo del castillo
Empero, la herencia islámica de Brihuega se puede observar –más detalladamente– en la fortaleza existente en el municipio. El origen del complejo presenta rasgos previos a la llegada de los castellanos. “El castillo original musulmán se emplazó sobre un lugar de indiscutible valor estratégico, una peña que domina todo el valle del Tajuña”, explican los historiadores. Por tanto, se concibió como un lugar de vigilancia.

Sin embargo, con el paso del tiempo, el monumento fue adaptando su estructura a los nuevos usos conferidos a lo largo de la historia. “El sistema fortificado sufrió múltiples modificaciones en su fisonomía, aunque orientadas al mantenimiento de las estructuras defensivas y a su adaptación a las funciones añadidas, la residencial y la recreativa”, explica Merlos Romero. “Así, desde un punto de vista militar, la evolución arquitectónica del monumento vino definida por la adecuación del recinto castrense a su nueva utilización, sin menoscabo de los fines defensivos previos”.

Pero, ¿cuál es la estructura mencionado espacio? “El núcleo del castillo está conformado por un recinto casi cuadrangular, tendente a la regularidad, muy determinado por la orografía, puesto que se ciñe a la cota más elevada de la peña en la que se asienta, aprovechándose –como defensa natural– el corte por el que mira al valle”. Asimismo, la orientación Sur del mismo facilitó el asentamiento humano al amparo del complejo, al igual que en la bajada hacia el Tajuña –donde también se establecieron residentes civiles–. De esta forma, se propició “un resguardo adicional a la población, frente a la dura climatología de la zona”, explican los investigadores.

En cualquier caso, todas las características patrimoniales del lugar entroncan con la arquitectura hispanomusulmana. “El trazado de un recinto reforzado por torres macizas de escasa proyección es característico de las construcciones militares emirales y califales. Las propias dimensiones de los torreones remiten a las de Huesca, Madrid, Mérida, Talavera o Madinat Al–Zahra, cuyo ancho se sitúa alrededor de los cuatro metros y medio”, confirman los especialistas. “La disposición de estas atalayas –situadas en los ángulos– evoca a las edificaciones militares del islam peninsular hasta el fin del Califato, que eran regulares y poseían torres en las esquinas y el centro de los lados”.

De esta forma, el conjunto defensivo de Brihuega –de «torre complementada con recinto»–, “enraíza con la evolución tipológica de las construcciones del Alto Tajo en los siglos del dominio islámico, entre el IX y el XI”, explica Merlos Romero. Dicho modelo partiría de la versión más sencilla de este tipo de infraestructuras, protagonizada por la presencia de una única atalaya, sin construcciones alrededor. Así ocurre, por ejemplo, en las ruinas existentes sobre la cueva de Los Casares. “En un estadio más avanzando se encontraría en la villa briocense, respondiendo a un sistema más complicado, integrado por un recinto, donde la torre es el elemento principal”.

En este contexto, “Brihuega se comprende en conexión con los hábitats fortificados de los bereberes de Al–Ándalus”, indican los historiadores. De hecho, la mencionada localidad “comparte con estas comunidades determinados rasgos, como la ubicación de la estructura defensiva, que domina un valle con una importante vega”. Por tanto, la influencia arábiga en el lugar es más que evidente, a pesar de que –actualmente– en el antiguo castillo se distinguen nuevas edificaciones y usos, establecidos a lo largo de la historia. Entre ellos, el cementerio municipal…

Por tanto, adentrarse en la localidad briocense es conocer la historia de la villa. Sus callejuelas medievales, sus iglesias y sus casonas hablan del pasado medieval y castellano del municipio. Sin embargo, no se pueden obviar sus orígenes árabes. Fue durante la época islámica cuando la población comenzó a tomar forma. Y lo hizo en torno a su fortaleza, que –inicialmente– tenía usos militares. Unas funciones que, con el paso de los años, se fueron ampliando, gracias al enfoque residencial que adoptaron las instalaciones. En consecuencia, esta población bien merece una visita, con el fin de conocer todos sus detalles. ¡No te la puedes perder!

Bibliografía.
HERRERA CASADO, Antonio. Castillos y fortalezas de Castilla–La Mancha. Una guía para conocerlos y visitarlos. Guadalajara: AACHE Ediciones, 2002.
MERLOS ROMERO, María Magdalena. «El castillo de Brihuega y sus orígenes islámicos», Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, 12 (1999), pp.: 41-60