Castilla-La Mancha y el bla, bla, bla de la despoblación

Jesús Alique, durante su participación en el seminario organizado por la Universidad de Valencia. // Foto: JCCM

El viernes pasado asistí, vía streaming, a un seminario organizado por la cátedra Avant de la Universidad de Valencia sobre las políticas públicas contra la despoblación. La jornada fue coordinada por el profesor Javier Esparcia, catedrático de Geografía Regional de la mencionada universidad. El objetivo implícito era persuadir a la Generalitat Valenciana de las estrategias que se están implementando en otras comarcas europeas y también en otras comunidades autónomas en las que el reto demográfico resulta de vital importancia. Fue muy aleccionador, por ejemplo, escuchar las medidas aplicadas en las Tierras Altas (Highlands) de Escocia, basadas en elementos que aquí ni están ni se les espera: diseño territorial, concepción transversal del desarrollo, agencia independiente para gestionar los fondos, objetivos asequibles, visión a medio y largo plazo…

Miembros de varios gobiernos regionales expusieron lo que están haciendo en sus respectivos territorios. No anoté los nombres de todos y pido disculpas por no citarlos. En todo caso, el representante de Aragón detalló una directriz contra la despoblación pionera y modélica a la que le falta aprobar una Ley de dinamización rural, crear una agencia especializada e integrar los fondos. El portavoz de la Comunitat Valenciana reveló la merma de habitantes en casi una docena de comarcas y explicó el reto que supone afrontar la despoblación en una comunidad cuya capital es la tercera ciudad de España en número de habitantes y con corredores urbanos en el litoral que registran una radiografía demográfica y económica radicalmente diferente a las del interior. En València están aún en pañales, pero después de décadas dilapidando fondos europeos –esta comunidad fue Objetivo 1 de la UE-, la Generalitat parece decidida a hincarle el  diente al problema. Hay que recordar que Ximo Puig es ex alcalde de Morella, en Els Ports de Castelló. No hace falta que le abran los ojos sobre la lacra que supone la hemorragia de vecinos.

En representación de Castilla-La Mancha intervino Jesús Alique, que si no recuerdo mal ejerce de comisionado para el reto demográfico. Este cargo se lo sacó de la manga Emiliano García-Page después de su aplastante triunfo en las elecciones del año pasado. Lo hizo, tal como ha ocurrido con la infradotada consejería de Desarrollo Sostenible, a rebufo del acceso de esta materia en la agenda política y mediática nacional. Conozco a Jesús desde hace muchos años y no dudo de su honestidad y buena voluntad. Cuestión distinta es que las políticas diseñadas sean adecuadas o se ajusten a las necesidades del territorio.

Hablemos claro. En Castilla-La Mancha, la despoblación nunca fue una prioridad de primer orden. Si alguien se molesta en revisar los discursos de los Debates sobre el Estado de la Región de las últimas décadas comprobará que este tema apenas aparece o lo hace de un modo tangencial, al contrario de lo que ocurre en otras regiones vecinas como Aragón o Castilla y León. Esto es así por dos motivos. Primero, porque la clase política autonómica, como ha ocurrido en gran parte del país, ha sido insensible a la sangría del medio rural. Y, segundo, porque este problema en CLM, básicamente, se localiza en las provincias de Guadalajara (excepto el Corredor del Henares) y Cuenca, que son algo así como el patio trasero de una autonomía que entró en el café para todos del Título VIII de la Constitución casi sin quererlo.

Alique aprovechó su presencia en el citado seminario para soltar la matraca oficial sobre lo mucho y bien que está haciendo la Junta por las comarcas menos pobladas. Como me dijo uno de los intervinientes, no hizo una explicación de una estrategia regional para encarar la despoblación sino que trató de abrumar a los asistentes con una cascada de titulares. Que si las inversiones ITI, agitadas a modo de panacea. Que si el Pacto contra la Despoblación, como si fuera el acuerdo de Yalta y no la constatación obvia del consenso en el diagnóstico. Que si el maná de los fondos estructurales y de inversión europeos. Que si la oportunidad de la “digitalización” y la “economía verde”, así, en abstracto, como si se nos apareciera la Virgen María. La prueba de que la intervención estaba pensada para la prensa y no para un panel de ponentes especializados es que el Gobierno regional envió luego un comunicado a los medios con un resumen de la perorata.

Al final de sus palabras, Alique aludió –aunque sin citar la obra- a ¿Lugares que no importan? (Universidad de Zaragoza), una investigación en la que los profesores y economistas Vicente Pinilla y Fernando Collantes demuestran que la España vacía nunca estuvo llena. Lo conté en verano en un reportaje amplio en EL MUNDO. Ciertamente, es así. La densidad demográfica de estas áreas, si ahora es escuálida, siempre fue pírrica. Pero ello no debería llevar a los poderes públicos ni a la resignación ni a la autocomplacencia. Tan nocivo es lo uno como lo otro.

La Junta de CLM hace mucho hincapié en la necesidad de renovar el modelo de financiación autonómica, para incorporar parámetros como el de la población y el coste que supone prestar servicios en el medio rural. Dado que esto es así, y Jesús hizo referencia explícita a ello, en el turno de preguntas trasladé una cuestión concreta: ¿Se compromete el Gobierno regional a que los fondos obtenidos en una eventual mejora de la financiación autonómica sean finalistas, es decir, que lleguen de verdad a las comarcas más castigadas y con menos vecinos? La respuesta fue vaga y ambigua, reflejo de la inconcreción de las políticas desarrolladas. Habrá que esperar a la elaboración de la anunciada Estrategia Regional para la despoblación para establecer un juicio más elaborado. Pero, de momento, los instrumentos puestos en marcha no funcionan.

No hace falta tanta parafernalia propagandística ni tanta retórica hueca. Bastaría con concebir el medio rural como algo más que una gigantesca finca para macrogranjas y explotaciones agrarias; con acelerar la extensión de la banda ancha real y la fibra óptica; con interceder ante Red Eléctrica para acabar de una vez con las inaceptables averías de un suministro eléctrico a todas luces deficiente; con evitar convertir muchas comarcas en simples almacenes de placas solares y molinos eólicos con los que se forran las grandes eléctricas; con garantizar y no seguir recortando el transporte público (repasen el Facebook del alcalde de Cifuentes, que está muy interesante últimamente); con modificar el modelo de gestión de los grupos de acción local, para mejorarlo y potenciarlo como verdadero agente local dinamizador; y con intervenir de manera proactiva para paliar la falta de vivienda, un déficit estructural en las zonas menos pobladas.

Hagan todo eso, señores del Gobierno de Castilla-La Mancha. Haced todo eso, querido Jesús y compañía. Está en vuestra mano: no depende de otras administraciones ni de corporaciones privadas. Y hacedlo con determinación. Creyéndose de verdad este reto. Aprendiendo de lo que han hecho en otros lugares. Escuchando a los ayuntamientos y a las entidades sociales que están a pie de territorio. Y empatizando con sus necesidades en persona, no desde un despacho en Toledo con un discurso de cartón piedra elaborado por los servicios de la Vicepresidencia.

No es exclusivo de Castilla-La Mancha, de acuerdo. Es una sensación extrapolable al conjunto del país: la logorrea alrededor de la despoblación causa hartazgo y desazón. El personal está cansado de informes, estrategias, diagnósticos, planos y castillos en el aire. Lo he podido constatar como periodista a raíz de mi contacto con muchos territorios. Así que quizá, en una tierra tan hermosa y al mismo tiempo tan necesitada de esperanza como Castilla-La Mancha, podría aplicarse la máxima de Kennedy: no te preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país. Sobre todo, si formas parte de la Administración.