Contemplar un atardecer desde el Mirador de la Alcarria

La Alcarria es la comarca de Guadalajara por excelencia, la que identifica a la provincia en toda España y la que le ha dado fama y buen nombre. Gran parte de culpa de este conocimiento la tiene el escritor Camilo José Cela, que en 1946 inmortalizó el territorio alcarreño en lo que pronto se convirtió en una de sus obras más apreciadas. Viaje a la Alcarria –acostumbraba a decir José Saramago– es el libro en el que mejor reluce la personalidad literaria de su autor. También el más vivo y audaz. Porque Cela no sólo retrata un paisaje, una montaña, un río. Fue más allá: profundiza en el alma humana de un territorio que no es de ficción, sino hecho a base de lugareños que la historia de la literatura ha convertido en personajes: Julio Vacas alias “Portillo”, Pepita Sánchez, el arriero Martín Díaz, Felipe “el Sastre” de Casasana, Paco Cortijo o el niño que meaba “gloriosamente” desde un balcón de Pareja.

Para abordar la Alcarria lo mejor es extender un mapa y ver primero qué zona escogemos. La comarca es una sola, pero sus límites traspasan la vecina provincia de Cuenca. En la parte de Guadalajara pueden hacerse dos grandes distinciones. Por un lado, la Alcarria Alta, con poblaciones como Cifuentes, Trillo, Brihuega o Torija. Y, por otro, la Alcarria Baja, donde se hallan joyas como Pastrana, Tendilla, los embalses del del Tajo o Zorita de los Canes.

Cualquiera de los dos itinerarios acabará seduciendo al lector de estas líneas. “La Alcarria es un hermoso país al que a la gente no le da la gana de ir”, sentenció Cela. Ahora la gente está empezando a conocer y admirar los parajes alcarreños. Sus valles, el del Badiel, el del Tajuña, el del Guadiela. Sus piedras, como Recópolis o el castillo de Torija. Sus fiestas, como los festivales medievales de Hita. Su gastronomía, como el asado o las gachas que sirven los restaurantes de la comarca. O sus estampas de postal, como el Prado de Santa María en Brihuega. Muchos de estos iconos aparecen desmenuzados en este libro. Y, en todo caso, detrás de todos ellos subyace una tierra plagada de pueblos con una densa historia que el tiempo ha sabido macerar con esmero.

Los caminos de La Alcarria son múltiples, pero un buen punto de partida es el mirador situado en la localidad de Trijueque, a la vera de la A-2, que es la principal vía de comunicación que atraviesa la provincia. Desde allí, la estampa parece infinita. Delante de nuestros ojos aparece el cercano valle del Badiel, pero también gran parte de la comarca alcarreña y de la Sierra. El placer es inconmensurable a todas las horas del día, pero resulta especialmente destacable al atardecer, cuando los últimos rayos de sol se escapan por una planicie tanzana. “El paisaje que más me atrae de Guadalajara es el de los extensos trigales con el cielo azul planeando sobre ellos y de pronto un profundo soto en su orilla o un bosquecillo de pinos al fondo”, escribe la novelista Clara Sánchez, natural de Galápagos.

Conviene asomarse al Mirador de la Alcarria de la misma forma que conviene recorrer los caminos de una tierra ahíta de contrastes. Conviene echarse un morral a la espalda, con una hogaza de pan, de Horche si es posible, y un cacho de tocino dentro. Conviene lanzarse a las veredas de una provincia que encuentra en este mirador una atalaya embriagadora.