El Alto Rey, una sierra plagada de tradiciones etnobotánicas

Hace unas semanas, un grupo de expertos en senderismo conocieron más a fondo una de las sierras más emblemáticas del norte de la provincia de Guadalajara. Se acercaron hasta el Alto Rey. Y, para ello, realizaron un recorrido circular que tenía como salida y destino a la localidad de Prádena de Atienza, tras recorrer 17 kilómetros en unas siete horas. Durante la ruta, los asistentes pudieron empaparse –en primera persona– de los valores ambientales, geológicos, deportivos y culturales de la comarca.

Sin embargo, el referido entorno también cuenta con otras muchas riquezas, como las etnobotánicas. Pero, ¿en qué consiste esta disciplina? “Se trata de una ciencia basada en recoger los usos que –tradicionalmente– se han dado a las plantas en las sociedades rurales. No sólo conlleva aplicaciones medicinales y culinarias. También incluye utilizaciones agrícolas artesanales, veterinarias, mágico–religiosas, etc.”, explica la investigadora y especialista en la materia Carolina Lozano Merayo. En definitiva, se constituye como “un modo de recopilar una cultura ancestral”.

Por tanto, no es extraño que estos conocimientos se encuentren muy presentes en el Alto Rey. “La relevancia de la etnobotánica en esta sierra es muy elevada”, confirma Lozano. “No se trata de un espacio rico florísticamente hablando, pero –por este mismo motivo– resulta interesante estudiar la capacidad de sus pueblos para explotar los recursos vegetales en un entorno de difícil acceso, ya que –años atrás– las localidades de dicho territorio se encontraban casi aisladas”, se asegura en el trabajo «Estudio etnobotánico de la sierra del Alto Rey (Guadalajara)».

A pesar de ello, “la vegetación natural de la zona, y principalmente la superficie llana de las «mesas» existentes en el lugar, está muy degradada por la acción antrópica”, describen los expertos. Una circunstancia que no es óbice para que, aún hoy, se distingan formaciones de robledales rebollos en las proximidades. Sobre todo, en “las vertientes de los valles” y en aquellos espacios donde “la topografía ha impedido la implantación de sistemas de explotación agropecuarios”.

Además, se observan restos de encinares y enebrales, así como una gran variedad de matorrales y prados. De igual forma, “en las proximidades de los ríos cambia la vegetación y aparecen los chopos, fresnos, mimbres y juncos”, señalan los investigadores. En este sentido, la zona, “al pertenecer a la región mediterránea, se caracteriza por sus ecosistemas maduros”.

Riqueza etnobotánica
Así, no es raro que en el Alto Rey se hayan catalogado 97 especies etnobotánicas. Las mismas se encuadran en 170 usos distintos, ordenados en 12 categorías diferentes. Entre los mismos, destacan las actividades comestibles y culinarias, que alcanzan un 25,3% del total. También son reseñables las funciones artesanales (16%), medicinales (11,7%) u ornamentales (9,4%), entre otras.

“De los cometidos recogidos, la mayoría son de carácter alimentario, lo que pone de manifiesto que las gentes de los pueblos utilizaban los recursos nutritivos que el medio les ponía a su alcance”, explica Carolina Lozano. “Las siguientes categorías que mayor porcentaje de utilizaciones presentan son la artesanal y, luego, la medicinal”. Tal era el aprovechamiento que se realizaba del entorno que se comerciaban con estos productos en los mercados de los alrededores.

Entre los ejemplos más reseñables, se ha de mencionar el té («jasonia tuberosa»), que se preparaba en infusiones que “resultaban tonificantes y asentaban el estómago después de comidas copiosas”. Unos objetivos que eran compartidos –en parte– por la manzanilla, que también se encuentra en el Alto Rey. “Es la planta más empleada para hacer infusiones digestivas. Sale entre finales de primavera y principios de verano, y es muy habitual su recolección”, confirma Carolina Lozano.

Cardillo
Cardillo

Sin embargo, la riqueza etnobotánica de esta comarca también se vincula al ámbito culinario. Y en este marco destaca el «cardillo» («scolymus hispanicus»). Sus ejemplares “se cuecen, se rehogan con aceite de oliva y ajos, y se hacen en revuelto o en tortilla”, explican los investigadores. El resultado es muy positivo. “Tienen un sabor muy suave e, incluso, hay quien los añade al cocido con los garbanzos”. Otro ejemplo es la pamplina («montia fontana»), que aparece en los cursos de agua serranos. “Se recolecta con unas tijeras y se recogen los tallos y las hojas cuando están tiernas, antes de que florezcan en primavera. Después se «esmota» con la mano y se comen frescas en ensalada, aliñadas con aceite y sal”.

También existe la posibilidad de degustar «collejas» –en tortilla o acompañadas por otros vegetales– y «aceras» o «acederas» («Rumex acetosa»), que se sirven en ensalada. Incluso, de un arbusto como la jara pringosa se extrae alimento. De sus flores se obtiene una de las mejores mieles de la provincia. Una circunstancia que es conocida por los apicultores locales, que no dudan en estimular este tipo de producción.
Y, al mismo tiempo, especies como la «Romaza» se utilizan –en esta comarca– en platos muy elaborados, con el fin de enriquecerlos. “Se usan las hojas basales tiernas antes de que florezca. Una vez recolectadas, se echan, bien lavadas, en los potajes típicos de Cuaresma, junto con los garbanzos y el bacalao. Posee un sabor ligeramente ácido”, confirma Carolina Lozano Merayo.

Zarzamora
Zarzamora

Pero si hay una planta comestible por excelencia en el Alto Rey, ésa es la zarza o zarzamora. “Cuando comienzan a brotar en primavera, sus pámpanos se ingieren como verdura fresca en el campo”, explican los informadores. “De sus moras, aparte de saborearlas al natural, se obtiene –también– mermelada y es común ver a la gente recogerlas en grandes cantidades cuando maduran”. Se trata de una costumbre muy extendida en la zona.

Propiedades curativas
Sin embargo, otras especies –de acuerdo a la tradición existente en el Alto Rey– se han empleado para funciones medicinales. Entre ellas, la gayuba o las ortigas. A pesar de la fama urticante de esta última, “las gentes del lugar aseguran que sus infusiones son buenas para las articulaciones”. Incluso, los más aventados la comen en ensalada o la cocinan en tortilla. Asimismo, la «ruda», una herbácea que se da en los alrededores, cuenta con propiedades curativas. Y no sólo en humanos. “También se untaba en las heridas de los animales o para curarles el «torzón» de tripas a las vacas”.

Asimismo, se ha de mencionar el caso de la amapola, que en diversos pueblos de la sierra se utilizaba como relajante e –incluso– somnífero. “Algunas mujeres, cuando los niños lloraban mucho y no se dormían, les daban una infusión con una pequeña cantidad de fruto de esta flor, para que se calmaran”, asegura Carolina Lozano Merayo. En este contexto también se ha de referir la «sanguinaria» («Paronychia argentea Lam.»). “Con este ejemplar se realizan combinaciones para tratar el dolor de garganta y la ronquera”, confirman los informadores de la zona.

Unas propiedades médicas que –igualmente– se observan en la «malva», también nombrada como «panecitos». “Se utiliza únicamente la flor. Se cuece y se respiran sus vahos para curar los resfriados y catarros”, explica Lozano Merayo. “Es muy conocida en la zona por tales características y hoy en día se sigue usando como remedio tradicional”. De hecho, a los animales –ganado y mascotas– también se les daba cuando agarraban frío…
Sin embargo, varias de estas especies se siguen empleando actualmente. Y algunas de ellas con fines ornamentales. La «centena» es un ejemplo. “Tiene una flor rosada en forma de copa, muy vistosa. Y por este motivo se usa como adorno junto con más elementos, como el fruto de amapola”, se explica en «Estudio etnobotánico de la sierra del Alto Rey (Guadalajara)». “Los floreros que incluyen esta especie resultan muy llamativos”.

Otra muestra de la utilización estética de la vegetación se encuentra en la «Hoja plateada» («Lunaria annua L.»). “Sus frutos son de aspecto plateado al secarse. Se emplea en la decoración de jarrones y centros de muchas casas por su espectacularidad”, indica Carolina Lozano. Un uso que, de igual forma, se daba al «cebo», el cual aparece en la referida comarca. “Se deja secar la plantita entera y se pone como adorno. Algunos los colocan encima de los muros de piedra de los huertos, porque así sujetan la tierra y no se derrumban”.

La retama es, también, una especie que se ha empleado con perspectiva ornamental, aunque esta función se encuentra en decadencia. “Únicamente se usaban sus flores como arreglo. Los mozos se las ponían a las muchachas em la puerta de sus casas –junto con otras flores– el primero de mayo”, confirma Carolina Lozano Merayo.

Unas funciones que no terminan…
Asimismo, en otros casos se realizan manufacturas con la flora de la zona. Y para ejemplo, el chopo. “Cuando no había mimbre suficiente se empleaban los brotes jóvenes de este árbol para hacer cestos, del mismo modo que se procede con el mimbre. Es decir, se cortaban los brotes del año, se pelaban y se dejaban secar”, aseguran los especialistas. “Con estas varas, los artesanos dedicados al trabajo de la cestería elaboraban diferentes formas, según fuera a ser su uso”.

Fresno
Fresno

Incluso, en algunos pueblos –como Bustares– las «yescas» de otras especies arbóreas –el fresno– se fumaban, siempre que no hubiera tabaco. Así lo confirmaba la investigadora Lozano Merayo tras hablar –hace años– con uno de los informantes de esta localidad. Se trataba de Herminio Torija, más conocido como «Solera», un tratante de ganado –ya fallecido– que recorrió media España, lo que le permitió atesorar una gran cantidad de conocimientos.

En consecuencia, acercarse hasta el Alto Rey no supone –únicamente– un paseo por una sierra de naturaleza exuberante, valles escarpados, picos elevados y localidades con un importante patrimonio arquitectónico. También permite sumergirse en tradiciones milenarias y en conocimientos ancestrales, muchos de los cuales conservan una vinculación muy íntima con el medio ambiente. Y para muestra, los usos que –aún hoy– se conceden a las especies vegetales existentes en el lugar. Una disciplina que, a pesar de su relevancia –habla de nuestra relación con el entorno florístico–, no se le concede la importancia que merece. No se puede olvidar que la etnobotánica se encuentra más presente en nuestras vidas de lo que creemos….

 

Una sierra emblemática del Sistema Central
El Alto Rey es uno de los lugares más paradigmáticos del norte de Guadalajara. No en vano, se constituye como uno de los “apéndices montañosos” del extremo oriental del Sistema Central. “Esta sierra presenta una dirección Oeste–Este, ligeramente incurvada en sus límites hacia el Sur en forma de anfiteatro, con una altitud máxima de 1.852 metros sobre el nivel del mar y una extensión aproximada de unos 70 kilómetros cuadrados”, explicaba el investigador Alfonso García de la Vega.
Pero, de una manera más concreta, ¿en qué lugar se ubica el mencionado accidente geográfico? “Está acotada al Norte por la depresión periférica triásica de los Condemios –de Arriba y de Abajo–; al Sur por el antiforme cámbrico de Hiendelaencina, que limita con el surco ortoclinal de Alcorlo y la cuesta cretácica de Los Lobos; al oeste por la sierra de los Mojones o de La Huerce; y al Este por los cerros de Robledo”, añadía García de la Vega.
En dicho espacio se pueden distinguir diversas formaciones geológicas. “En el Alto Rey existen modelajes y depósitos pertenecientes a distintos fenómenos periglaciares, heredados y actuales. Los primeros, por ejemplo, recubren las vertientes de la cordillera. En época actual, los fenómenos son puntuales y de escasa entidad”, añaden los especialistas. No obstante, se siguen produciendo gracias a determinados condicionamientos, como la disposición estructural de la sierra, su altitud y las condi

 

Bibliografía
GARCÍA DE LA VEGA, Alfonso. «Estudio geomorfológico de la sierra del Alto Rey (sector oriental del Sistema Central, Guadalajara)», Ería: Revista cuatrimestral de geografía, 33 (1994), pp.: 5–24.
LOZANO MERAYO, Carolina Cristina. «Estudio etnobotánico de la sierra del Alto Rey (Guadalajara)». Trabajo fin de carrera no publicado. Madrid: Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos. Universidad Politécnica de Madrid, 2005.