El cambio climático acecha al Hayedo de Tejera Negra

El calentamiento global es una realidad. Existen muchos indicadores que lo demuestran. Por ejemplo, julio de 2019 fue el mes más cálido desde que se tienen registros, según el Servicio de Cambio Climático de la agencia europea Copernicus. Y las previsiones no son optimistas. De acuerdo al «Met Office» británico, la media anual del 2020 se encontrará entre 0.99 °C y 1.23 °C por encima de las temperaturas del periodo de 1850 a 1900…

Este proceso ya se deja notar a través de distintos fenómenos –como olas de calor y sequías–en la práctica totalidad del planeta. Precisamente, uno de los emplazamientos que más está sufriendo dicho deterioro es la Península Ibérica. “El entorno mediterráneo es un lugar donde los efectos del calentamiento están siendo más exacerbados”, confirma Adrián Escudero, catedrático de Ecología de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) y especialista en cambio climático.

Una opinión compartida por el profesor del Departamento de Geografía de la Complutense (UCM), Fernando Santander. “Este es un fenómeno mundial del que no se escapa ningún entorno del planeta. Pero no afecta a todos los lugares por igual, aunque aquí –en la Península– ya contamos con evidencias de este calentamiento”, subraya.

Además, existen ecosistemas ibéricos que presentan una mayor exposición –si cabe– a los efectos de este deterioro medioambiental. Son aquellos que se sitúan en el “límite de su distribución meridional”, como los hayedos del Sistema Central. Los mismos se constituyen como reductos de formaciones boscosas «eurosiberianas», que han permanecido en la zona gracias unas determinadas condiciones de humedad y temperatura. Así lo aseguran especialistas como Adrián Escudero o Fernando Santander.

De hecho, este tipo de bosques necesitan una serie de «requisitos» para desarrollarse. Por ejemplo, presentan “una gran dependencia de la disposición de agua”, explica el conservador de la sección de Plantas Vasculares del Herbario MA, del Real Jardín Botánico–CSIC, Leopoldo Medina. Además, esta especie “también demanda frío”, añade Fernando Santander, de la UCM.

Por ello, el cambio climático podría amenazar su continuidad en el Sistema Central. “Con el calentamiento global, se modifican los rasgos térmicos y –en alguna medida– también los pluviométricos. Esto provoca que las condiciones de formaciones boscosas como estas se vean alteradas”, asegura Adrián Escudero, de la URJC.

Sin embargo, el director–conservador del parque natural de la Sierra Norte de Guadalajara, donde se emplaza el hayedo, José Juárez, indica que todavía es pronto para ver si se nota esta degradación ambiental en Tejera Negra. “Es difícil decirlo, ya que los cambios climáticos se dejan ver de manera lenta”, indica dicho especialista.

Pero, al mismo tiempo, Juárez reconoce que se ha percibido “un ligero aumento de las temperaturas”. Además, explica que “las precipitaciones en los climas mediterráneos oscilan mucho de unos años a otros”, aunque admite que “una disminución drástica de la humedad en verano sí que podría perjudicar a este ecosistema”.

La evolución de los indicadores
En cualquier caso, para observar el posible impacto del cambio climático en la zona hay que dirigirse a los datos. Para ello, se debe consultar la evolución pluviométrica y térmica de dicho entorno. Con este fin, se ha elegido un periodo de 20 años –entre 2000 y 2019, ambos incluidos–, en el que se han tomado las cifras oficiales que ofrece la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).

Más concretamente, se han utilizado las informaciones procedentes del observatorio de Riaza, en Segovia, uno de los más completos y cercanos al ecosistema estudiado. Además, en el término municipal de esta localidad se encuentra el hayedo de La Pedrosa, un entorno muy similar al analizado y situado a pocos kilómetros de Tejera Negra. Las cifras consultadas se han querido exponer como «visualizaciones de datos», diseñadas mediante el programa «Tableau», para que el lector las pueda consultar de manera interactiva.

Así, y en relación a las precipitaciones (Gráfica 1), no se observa una reducción evidente de las mismas en la zona. Se mantienen entre los 500 y los 1.000 milímetros anuales desde el 2000. Un abanico muy amplio que se corresponde con las «oscilaciones anuales» de las que hablaba José Juárez, director–conservador del parque natural de la Sierra Norte de Guadalajara. Los años más secos fueron 2001, 2005, 2007, 2012, 2015 y 2017, mientras que los más húmedos fueron 2003, 2008, 2010, 2013, 2016 y 2018.

Gráfica 1:

Pero si se analizan los «días de lluvias» (Gráfica 2), se observa que en el periodo 2000–2009 existió un mayor número de jornadas de precipitaciones que durante el decenio posterior, el correspondiente a 2010–2019. Por tanto, se estaría produciendo una tendencia hacia la intensificación de los aguaceros.

Gráfica 2:

Además, en el ámbito de las temperaturas (Gráfica 3) se advierte un ascenso de la media térmica entre el 2000 y el 2019. Sobre todo, en la época estival. Julio y agosto presentan un aumento de –aproximadamente– dos grados desde el 2000. Una evolución ascendente que también se deja ver en la progresión de las temperaturas máximas mensuales (Gráfica 4), tanto de verano como de otros meses.

Gráfica 3:

Gráfica 4:

Pero este incremento térmico es más evidente –si cabe– en las temperaturas mínimas mensuales (Gráfica 5). Una situación que, asimismo, está relacionada –directamente– con la reducción de los días de heladas durante los últimos 20 años. Eso sí, el número de jornadas con máximas por encima de los 30 ºC se mantiene más o menos constante, aunque con un leve repunte (Gráfica 6).

Gráfica 5:

Gráfica 6:

¿Qué se puede hacer?
A pesar de estos indicadores, todavía se pueden tomar medidas para controlar las amenazas que se ciernen sobre Tejera Negra. De hecho, la gestión forestal para minimizar los impactos del cambio climático puede orientarse en varias líneas. Una de las posibilidades pasa por la reducción de la “competencia intraespecífica”, indica Adrián Escudero, de la URJC. Es decir, que “se aclaren –de alguna manera– estos bosques”, para que se reduzca la rivalidad entre las especies.

De igual forma, se debería estimular la expansión de la masa forestal hacia cotas más altas, con el fin de amortiguar el impacto de la subida de las temperaturas. “Se puede ayudar al bosque en su regeneración natural, la cual se estaría produciendo –actualmente– en las zonas más altas del hayedo”, propone el especialista de la URJC.

E, incluso, se ha de seguir apostando por el haya frente a otras especies no autóctonas, como el pino. De hecho, el director–conservador del parque natural de la Sierra Norte de Guadalajara, José Juárez, asegura que ya se están “recuperando zonas que habían sido ocupadas por esta conífera”. No hay que olvidar que hace unos 50 años, el franquismo impulsó reforestaciones con especies de crecimiento rápido, para su posterior explotación. Algo que también sucedió en Tejera Negra.

Sin embargo, se eligieron árboles que no procedían del entorno, por lo podrían generar afecciones a los ecosistemas. Por ello, en la actualidad se está apostando por especies propias de la zona. Entre ellas, las hayas. “Se está intentando potenciar la flora autóctona”, confirma el presidente de Ecologistas en Acción–Guadalajara, Augusto Barcenilla. “La política para la gestión de la conservación en Castilla–La Mancha ha mostrado bastante sensibilidad en este sentido”, corrobora Adrián Escudero, catedrático de Ecología.

En cualquier caso, y ante este contexto, no se debe olvidar el control del turismo, aunque –a día de hoy– dicho sector no supone una amenaza. “Por regla general, en el norte de Guadalajara no hay grandes problemas generados por la mencionada actividad. Y no percibo que, en un futuro próximo, se produzcan estos inconvenientes”, asegura Escudero, de la URJC. Además, “la administración ya está gestionando y limitando esta realidad”, confirma Fernando Santander, de la UCM.

 

De hecho, “la zona abierta al uso público en el hayedo es muy pequeña”, recuerda José Juárez, mandatario del parque natural de la Sierra Norte. No obstante, si –dado el caso– el turismo se incrementara mucho en las cercanías de este espacio, podría tener consecuencias negativas sobre el mismo, que se sumarían a las del calentamiento que sufre el planeta. “Las sinergias entre los diferentes motores del «cambio global» es bastante habitual”, añade Escudero.

Al fin y al cabo, el proceso de degradación medioambiental y climática que está soportando la Tierra es un fenómeno general. Pero sus consecuencias también se observan en el ámbito local. Y, para muestra, el hayedo de Tejera Negra –en Guadalajara–, un reducto de ecosistemas «eurosiberianos» dentro de la Península Ibérica. Sin embargo, aún se está a tiempo de tomar diferentes medidas de «adaptación» y detención del problema. Porque, al fin y al cabo, como dijo el expresidente de Estados Unidos, Barak Obama:

«El cambio climático es la mayor amenaza para las generaciones futuras»