El 27 de agosto de 2022 se cumplirá un siglo desde que Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo, falleciera en la capital española. Este personaje ha sido una de las figuras más prominentes de la historia de la arqueología patria. Por ello, se han organizado diferentes iniciativas para honrar su memoria. Entre los lugares que se han sumado a las conmemoraciones se encuentran Luzaga y Aguilar de Anguita, donde el mencionado aristócrata también dirigió excavaciones. En dichas poblaciones se han programado –durante el mes de agosto– conferencias, visitas guiadas, exposiciones y otros eventos de divulgación.
Todo ello, para poner en valor el trabajo de Aguilera y Gamboa. El marqués de Cerralbo fue “una persona que, a pesar de su trascendencia para la investigación arqueológica y el descubrimiento de la «cultura celtibérica», no ha sido lo suficientemente reconocido”, explican los organizadores de este homenaje.
Pero, en realidad, ¿quién fue este investigador? Se trató de “un carlista, noble de nacimiento y senador por derecho propio, que tuvo en la arqueología su pasión, actividad que fue extendiendo desde su residencia veraniega en Santa María de Huerta hacia las tierras de Zaragoza, Soria y Guadalajara”, explican sus biógrafos. “Fue, precisamente, en este último territorio –el arriacense– donde llevó a cabo los más importantes descubrimientos, entre los cuales se encontraron las necrópolis celtíberas de Luzaga y de Aguilar de Anguita”.
Sus investigaciones permitieron poner una importante semilla para conocer el pasado de Guadalajara. “Si en Luzaga, Aguilar de Anguita, Garbajosa, Clares, Turmiel, Padilla, Hortezuela de Océn, Torresaviñán, Hijes, Carabias, Alcolea de las Peñas, La Olmeda de Jadraque o El Atance sabemos cómo éramos hace más de 2000 años, es –en parte– gracias a él, a Enrique de Aguilera y Gamboa”, aseguran los historiadores.
El político
Sin embargo, la primera gran pasión del aristócrata fue la política. Durante sus estudios de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad Central de Madrid, entró en contacto con el conde de Melgar y con Juan Catalina García, quien más tarde se convertiría en cronista provincial arriacense. Ambos le indujeron los ideales del Carlismo. “Su relación con ellos fue, sin duda, fundamental para su trayectoria, aunque las actividades relacionadas con la arqueología le proporcionaron más gratificaciones que las políticas, de las que cada vez se sintió más desencantado y le obligaron a períodos de exilio, que aprovechó para viajar por Europa”, explica la especialista Magdalena Barril Vicente.
En cualquier caso, a los 24 años –en 1869–, se afilió al Partido Carlista, una tendencia en la que tuvo un papel destacado. De hecho, llegó a ser diputado en Cortes en 1872 por la circunscripción de Ledesma (Salamanca), tras haberlo intentado el año anterior –sin éxito– por la de Ciudad Rodrigo. A pesar de ello, poco después hubo de exiliarse en Francia, donde conoció al pretendiente Carlos. A su regreso a España, Aguilera y Gamboa se mostró contrario a las tesis ultramontanas de Cándido Nocedal, quien –en ese momento– era el máximo responsable de la formación carlista y que había situado a dicha entidad al margen de la “competencia electoral democrática”, explica Jaime Alvar Ezquerra. Algo con lo que no estaban de acuerdo ni don Carlos ni el marqués de Cerralbo.
Por ello, impulsaron una “Junta de carlistas leales” para intentar acabar con Nocedal, pero fracasaron en el intento. Esto no fue óbice para que Enrique Aguilera fuera nombrado senador en 1885 por «derecho propio», debido a su título nobiliario. Tres años más tarde –en 1888–, fundó el «Círculo Tradicionalista». Del mismo, fueron excluidos los sectores más integristas del carlismo, que tras la muerte de don Cándido –acaecida también en 1885– quedaron en minoría. Gracias a ello, se adoptó la política basada en la participación en la contienda electoral. Los primeros comicios a los que concurrieron fueron los de 1891, pero los resultados decepcionaron a todos. Como consecuencia, el marqués de Cerralbo se lanzó –por encargo de don Carlos– a la tarea de formar una “base social” carlista, impulsando agrupaciones por todo el país.
Sin embargo, a finales del siglo XIX esta ideología sufrió –de nuevo– disensiones internas, lo que impulsó a Aguilera y Gamboa a dimitir de sus cargos partidarios –en diciembre de 1899– y a retirarse a Portugal, donde permaneció entre 1900 y 1901. Eso sí, continuó siendo senador. A su regreso a España, se centró en otros asuntos, como la cría equina y la arqueología. Éste último era un interés que, si bien había mostrado desde años antes –en 1885 ya era miembro del Tribunal de Arqueología de la Escuela Superior de Diplomática–, no comenzó a desarrollar de forma sistemática hasta ese momento.
“El marqués se dedicó a la erudición histórica y a la arqueológica, al mismo tiempo que confeccionaba en su Palacio las bases de lo que –en la actualidad– se conoce como el «Museo Cerralbo», que filantrópicamente donó al Estado en su testamento”, indica el historiador José Luis Agudín Menéndez. De hecho, en sus últimas voluntades, “legaba a la nación española las colecciones artísticas y su palacio de Ventura Rodríguez, estableciendo en el mismo la referida exposición permanente”, añade el investigador Agustín Fernández Escudero.
En cualquier caso, el aristócrata mostró –desde siempre– un gran interés por la ciencia. Sin ir más lejos, financió las investigaciones de Vives en el yacimiento campaniforme existente en Ciempozuelos (Madrid). “A partir de entonces, Enrique Aguilera se convirtió en un infatigable arqueólogo”, rememora Alvar Ezquerra. De hecho, “ni la viudedad ni los fracasos políticos doblegaron la vitalidad del estudioso”. Se casó a los 26 años con Manuela Inocencia Serrano y Cerver, quien falleció el 21 de junio de 1896, poco antes de que Cerralbo comenzara a labrarse un renombre mundial como arqueólogo.
El noble acudió, en 1912, al Congreso Internacional de Antropología y Arqueologías Históricas, donde alcanzó “un éxito notorio por su comunicación sobre tumbas ibéricas”. No en vano, su prestigio experimentó un punto de inflexión definitivo tras su participación en esta cita científica. Gracias a ello, fue elegido miembro de la Real Academia Española en 1913 y de la de Bellas Artes de San Fernando en 1917. Anteriormente, en 1908, ya había accedido a la Academia de Historia, institución “a la que había sido invitado en 1898, pero que no había podido incorporarse por sus múltiples ocupaciones”, explica Fernández Escudero.
Unos reconocimientos que también le sirvieron para formar parte de diversas entidades extranjeras. “Su entrega a la ciencia le permitió recibir cargos académicos en Europa, como el del Instituto de Francia, el de la Sociedad de Anticuarios de Londres, el del Instituto Imperial de Berlín, el de la Academia Pontificia Romana dei Nuovi Lincei, el de la de Bellas Letras y Artes de Burdeos, el del Instituto de Paleontología Humana de París, el de la Sociedad de Prehistoria de Francia y el de la Academia de Antropología de Núremberg, entre otros”, relatan sus biógrafos.
Además, siendo senador –cargo que mantuvo de manera vitalicia–, Aguilera y Gamboa tomó parte en la redacción de la Ley de Excavaciones Arqueológicas de 7 de julio de 1911. E, incluso, fue nombrado vicepresidente de la Junta de Excavaciones y Antigüedades.
Y en esto, llegó Guadalajara. El marqués desarrolló parte de su labor científica en nuestra provincia. Entre sus excavaciones más conocidas, las que impulsó en Luzaga y en Aguilar de Anguita. “Pudo realizar su actividad arqueológica y sus estudios artísticos en Guadalajara gracias a su buena relación con el obispo de Sigüenza, del que dependía la zona y al que los párrocos locales le mantenían informado de los hallazgos arqueológicos que se producían con motivo de trabajos agrícolas y obras públicas”, explica Magdalena Barril Vicente.
Hay que tener en cuenta, como indica Marta Chordá Pérez, que –territorialmente hablando– lo que primaba en esta época “eran las Diócesis”, y no tanto la división provincial. “El noble se llevaba muy bien con el prelado seguntino, por lo que hizo una búsqueda masiva de restos, utilizando a los curas de los pueblos, que –a su vez– se servían de la información que les brindaban los vecinos”. De esta forma, el aristócrata madrileño logró construir una red de informantes que le facilitó el hallazgo de yacimientos celtibéricos.
Gracias a ello, entre 1907 y 1922 emprendió “una intensa actividad arqueológica en las provincias de Soria, Guadalajara y Zaragoza”, confirma Rebeca Recio Martín. Todo ello, sufragado con fondos propios de su familia, como era habitual en la época. Así, logró describir los primeros horizontes celtíberos. “Fue el descubridor de una cultura, la celtibérica, que él mismo denominó –al principio– simplemente como «ibérica»”, asegura Marta Chordá Pérez.
Sin embargo, la labor de Cerralbo no finalizó aquí. Él y su equipo realizaron otros hallazgos de relevancia. “En 1912, a punto de finalizar las excavaciones en la segunda necrópolis de El Altillo, en Aguilar de Anguita, el párroco de la localidad, Rafael Portela, coordinador en el campo de los trabajos del aristócrata, localizó los primeros enterramientos correspondientes al dolmen del «Portillo de las Cortes», al que atribuye una cronología neolítica. Se iniciaron así los trabajos de excavación en el mismo”, describe Recio Martín.
En definitiva, y sólo en el caso de Aguilar de Anguita, el referido noble impulsó excavaciones de tres necrópolis –con miles de tumbas–, además del mencionado dolmen, un tramo de vía romana y de los restos de la ermita de la Virgen del Robusto, un complejo que también se descubrió gracias al trabajo del referido investigador. “Este entorno, por tanto, se ha convertido en un núcleo arqueológico muy importante”, confirma Marta Chordá Pérez.
El noble “se dio cuenta de que en el emplazamiento donde existe un santuario y una fuente es muy probable que, a su vez, se pueda encontrar una necrópolis celtibérica”. En consecuencia, “fue el primero capaz de leer el paisaje”. Formuló una teoría que defiende que “los actuales vestigios de religiosidad del entorno –como los oratorios medievales– obedecen a una tradición que tiene que ver con la ritualización de determinados lugares”.
Una perspectiva que permitió a su equipo encontrar tantos yacimientos en la provincia….
Por tanto, Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo, fue un hombre que aportó un importante granito de arena al avance del conocimiento histórico de nuestro país. Es cierto que sus métodos arqueológicos distaban mucho de los que se emplean en la actualidad –la disciplina ha avanzado mucho en el último siglo–, pero su contribución a la especialidad fue evidente. Una labor que también se pudo observar en el territorio arriacense. Sobre todo, una vez que el noble madrileño dejó en un segundo plano sus compromisos políticos. En cualquier caso, su desempeño académico ha de ponerse en valor. Es lo que se está intentando hacer ahora, a 100 años de su fallecimiento. Al fin y al cabo, y como dijo el poeta escocés Robert Burns:
«La historia es cuestión de supervivencia. Si no tuviéramos pasado, estaríamos desprovistos de la impresión que define a nuestro ser»
Bibliografía. AGUDÍN MENÉNDEZ, José Luis. «El Marqués de Cerralbo: Algo más que un político», Historia Autónoma, 12 (2018), pp.: 309–312. ALVAR EZQUERRA, Jaime. «El marqués de Cerralbo, la Arqueología y el coleccionismo». En José BELTRÁN FORTES, Beatrice CACCIOTTI y Beatrice PALMA VENETUCCI (coords.), Arqueología, coleccionismo y antigüedad: España e Italia en el siglo XIX. Sevilla: Ediciones de la Universidad de Sevilla, 2007, pp.: 23-36. BARRIL VICENTE, Magdalena. «El marqués de Cerralbo y la arqueología soriana», Boletín del Museo Arqueológico Nacional, 34 (2016), pp.: 121-138. FERNÁNDEZ ESCUDERO, Agustín. «El XVII marqués de Cerralbo (1845-1922). Primera parte de la historia de un noble carlista, desde 1869 hasta 1900», Ab Initio: Revista digital para estudiantes de Historia, 2, 4 (2011), pp.: 67–92. FERNÁNDEZ ESCUDERO, Agustín. «El XVII marqués de Cerralbo (1845-1922). Segunda parte de la historia de un noble carlista, desde 1900 hasta 1922», Ab Initio: Revista digital para estudiantes de Historia, 2, 2 (2011), pp.: 135–153. MORENO LÓPEZ, Guadalupe. «El archivo de Enrique Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo, en el Museo Cerralbo. Propuesta de clasificación», Boletín de la ANABAD, Tomo 48, 1 (1998), pp.: 207-230. RECIO MARTÍN, Rebeca C. «Documentación inédita del dolmen del Portillo de las Cortes (Aguilar de Anguita, Guadalajara) en el Museo Cerralbo (Madrid)», Boletín del Museo Arqueológico Nacional, 37 (2018), pp.: 43–60. |

Historiador y periodista, especialista en comunicación ambiental y en Masonería mexicana. El reporterismo es mi vocación. Ahora informando desde Guadalajara. “Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz” (Benito Juárez, 1867).