El Tajo ya no es la cenicienta

La Sexta emitió el pasado viernes un amplio reportaje sobre la España seca en el que prestó especial atención a la sangría del Tajo. No es habitual que un programa en prime time ahonde en las dramáticas consecuencias del saqueo de la cabecera de un río que, desde la activación del trasvase al Segura, se convirtió en la cenicienta del mapa hidrológico de nuestro país. Los compañeros de La Sexta Columna –que, en la práctica, ya ha sustituido al mermado y manipulado Informe Semanal como espacio informativo de referencia del fin de semana- hicieron un buen trabajo, y las buenas gentes que apoyan la causa del Tajo se esforzaron en dar publicidad a esta emisión.

Ciertamente, los que escribimos en la prensa echamos de menos este entusiasmo en ocasiones anteriores. Porque no fue la televisión sino la prensa, en papel y digital, local y nacional, la que puso el grito en el cielo contra la injusta explotación de los recursos del que Sampedro definió como río bravo de Iberia. Fue la prensa la pionera en denunciar el maltrato al Tajo. Fue la prensa la primera que precisó que había motivos más profundos que la sequía para explicar la escualidez de las reservas en Entrepeñas y Buendía. Fue la prensa la que dio la voz de alarma sobre el estercolero en que se había convertido el río a su paso por Toledo y Talavera. Y fue la prensa la encargada de explicar cómo se había esquilmado el desarrollo en la cabecera: primero expropiando las mejores fincas de labor y después cercenando el sector turístico y residencial hasta el punto de hacerlo marginal.

Conste que todo esto lo escribo sin ánimo corporativo, sino en aras de un elemental sentido de la memoria. La televisión es una caja con muchas lucecitas. Resulta hipnótica. Embriaga, cautiva, arrebata. Atrae la atención como no lo hace ningún otro soporte mediático y dispone de un grado de penetración social extraordinario. Pero la prensa –pese a todo- aporta las dosis necesarias de profundidad e influencia, dos intangibles que conviene reconocer porque, en caso contrario, no se entendería el cambio de mentalidad en el espacio público con relación al Tajo.

En España y fuera de España, lo relevante es que durante el último año y medio el Tajo ha abandonado su ostracismo. Ya no es invisible. Ya no se le ignora. Ya no pasa desapercibido. Ya no es inexistente ni para los medios de comunicación internacionales ni para los de casa. Éste es un cambio sustancial porque permite reorientar el enfoque social y político. El saqueo del Tajo ha dejado de ser una pataleta provinciana, fruto de la sempiterna etiqueta de insolidarios que ha colgado de Castilla y los castellanos, para convertirse en una arista fundamental para entender el fracaso de las políticas públicas en materia hidrológica desde la Transición.

El propio Luis del Rivero, presidente de la constructora Sacyr y regante del Campo de Cartagena, lo reconoció durante una de las últimas asambleas del Sindicato Central de Regantes del Trasvase Tajo-Segura (Scrts). “Estamos perdiendo la batalla de la comunicación”, tronó ante el silencio sepulcral de todos los miembros de este sindicato, incluido su presidente, tal como reveló el diario La Verdad. Lo dijo en referencia a la prensa murciana, lo que es un pelín exagerado teniendo en cuenta el incondicional apoyo mediático en Levante al trasvase. Pero también por los medios nacionales.

Por primera vez en cuatro décadas, los regantes de Murcia, Almería y Alicante no llevan la batuta en el plano mediático, coincidiendo con la incapacidad de la ministra Tejerina para consensuar una postura unitaria en las comunidades autónomas del PP, y con la debilidad de esta formación en la Comunidad Valenciana -donde está fuera del poder autonómico y municipal- y en la Región de Murcia, cercado por Ciudadanos. A los regantes les molestó incluso que a la titular de Medio Ambiente, natural de Valladolid, se le ocurriera decir que en la cuenca del Duero también hay sequía.

La clave ahora para el Tajo es que esta atención se traduzca en una planificación hídrica acorde con sus necesidades. A la espera del pacto del agua que Medio Ambiente dice querer auspiciar, la tubería sigue cerrada, los embalses de cabecera apenas alcanzan los 239 hectómetros cúbicos y el Ministerio ejecuta un plan de más de 11 millones de euros para blindar el suministro en las desaladoras de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla. La situación en Entrepeñas y Buendía es extremadamente crítica, por mucho que desde la Confederación Hidrográfica del Segura (por cierto, ¿cuándo habrá un Gobierno que se atreva a reformar o suprimir estos engendros político-burocráticos?) y el sindicato de regantes se compare el volumen de agua acumulada en ambas cuencas. Es una analogía tramposa que oculta el fondo del problema: la injusticia y el daño social, económico y medioambiental que supone alimentar el desarrollo de una región a costa de otra.

La buena noticia para el Tajo es que ya tiene quien le escuche. La mala es que este interés aún no se ha trasladado a los despachos donde se decide el futuro del río.