Guadalajara también fue visigoda

El origen de la capital provincial es árabe. Un hecho que es aceptado por la historiografía y por la práctica totalidad de la ciudadanía. Sin embargo, la historia del territorio arriacense va mucho más allá del devenir de Guadalajara. Por el espacio caracense se han sucedido muchas culturas, religiones y sociedades, lo que se ha acabado reflejando en su patrimonio, que es muy rico y variado. Por este emplazamiento han pasado celtíberos, romanos, visigodos, musulmanes, judíos y cristianos, que han ido conformando la cosmogonía de nuestros pueblos. ¡Un lujo!

No muy lejos de nuestras casas se puede disfrutar de monumentos y yacimientos de impacto nacional e –incluso– internacional. Y para muestra, el caso de Recópolis, una urbe fundada en el 578 y que estuvo habitada –inicialmente– por visigodos. Fue impulsada por el rey Leovigildo en honor a su hijo Recaredo. Y, además, se constituyó como la capital de la provincia «Celtiberia», de límites imprecisos, domiciliada al Este de la «Carpetania» y de la que Toledo fue su capital.

La vida de esta localidad se mantuvo con una gran efervescencia hasta comienzos del siglo IX, centuria en la que desapareció como enclave urbano. “Del emplazamiento –o de sus ruinas– hablaron luego escritores cristianos y musulmanes, así como documentos de los reyes castellanos después de su «reconquista»”, indica el investigador Jesús Valiente Malla, en «Guía de la arqueología de Guadalajara». No en vano, “se trata de un yacimiento medieval, en el que se documentan vestigios de época visigoda, islámica y cristiana o feudal”, subrayaba el investigador Marcos Sáez Martínez, en uno de sus trabajos académicos.

Además, se constituye como un punto de gran relevancia continental, “al ser la única ciudad de nueva planta construida por iniciativa estatal en los inicios de la Alta Edad Media en Europa”, asevera Lauro Olmo Enciso, catedrático de arqueología de la Universidad de Alcalá (UAH). De hecho, llegó a ser “un importante centro administrativo, político y económico”, que no feneció tras la llegada de los árabes. Pasó a ser conocida como «Madinat Raqqubal», manteniendo su categoría de «centro de poder» en los alrededores. “Fue entre los siglos VIII y IX cuando perdió esta categoría, siendo abandonada y sirviendo de cantera para la fundación islámica de Zorita”, indicaba Marcos Sáez Martínez.

Pero, ¿dónde se encuentra este complejo monumental? “Las ruinas de la ciudad visigoda de Recópolis están situadas en el «Cerro de la Oliva», a unos dos kilómetros al sur de Zorita de los Canes”, enfatiza Jesús Valiente Malla. “Su ubicación responde a factores estratégicos y viarios, localizándose en un cruce de caminos”, añadía Laura María Gómez García, directora de este Parque Arqueológico durante años.

Además, la fundación de la urbe generó “una reestructuración del paisaje de la zona”, destacando “la reorganización del sistema viario del entorno, el surgimiento de nuevos asentamientos y modificaciones en el agrosistema”, confirman los investigadores Lauro Olmo, Manuel Castro y Pilar Diarte, en uno de sus trabajos científicos. Recópolis fue –asimismo– “un centro de producción y consumo”.

De hecho, “la fundación y creación de Recópolis constituyó una forma de disciplinar el entorno, entendido el mismo como espacio social, y una clara demostración de ejercicio de poder gracias al control de los recursos [por parte del Estado]”, añaden Olmo, Castro y Diarte. “Esta nueva estructuración del territorio convirtió a la mencionada entidad urbana en un punto central de las comunicaciones entre el centro peninsular y el levante”.

El impacto patrimonial del sitio
A día de hoy, todavía se pueden encontrar multitud de vestigios correspondientes al pasado glorioso del enclave. “De la época visigoda se conservan los restos de un complejo palaciego, de las fortificaciones y de un área de viviendas”, se confirma en «Guía de la arqueología de Guadalajara». Precisamente, el enclave regio es uno de los conjuntos más importantes del yacimiento, comprendiendo varios edificios. “El cuerpo principal del palacio, que originalmente tenía dos alturas, es una larguísima nave doble –con separación interior por pilastras– que discurría paralela al escarpe del Tajo sobre la que asienta la ciudad”, indicaba Valiente Malla.

La mencionada construcción se encontraba “articulada” con la ermita románica existente actualmente en el enclave, que se encuentra dedicada a la «Virgen de la Oliva» y que se fundó tras la toma cristiana de la zona. Un proceso que se produjo hacia 1156, en el marco de creación de nuevos asentamientos para albergar campesinos procedentes de la repoblación castellana tras la «Reconquista». Y uno de los terrenos elegidos fue la antigua Recópolis, donde se aprovechó el templo visigodo –ya arruinado– para edificar –en ese mismo lugar– la parroquia de la nueva aldea. Tras el abandono del caserío, el oratorio fue transformado en la ermita que se puede recorrer hoy.

El referido santuario se constituyó como “la cabecera reutilizada de la basílica visigótica original”, que tenía “planta cruciforme y ábside de diseño cuadrado al exterior y semicircular prolongado en lados rectos al interior”. Además, contaba con sendas naves laterales que –a su vez– se comunicaban con los brazos del transepto. “A los pies tenía un nártex o atrio todo lo ancho del edificio”.

Asimismo, las murallas de Recópolis contaban con un par de metros de ancho y se hallaban construidas de mampostería de calicanto. “Había torres flanqueantes cuadradas con proyección al interior y al exterior”, aunque era más pronunciada esta característica hacia fuera. “Las puertas estaban –igualmente– protegidas por torreones, aunque –en este caso– con una proyección más acentuada hacia la ciudad”, reconocen los arqueólogos.

La zona de viviendas se extendía por la ladera meridional del yacimiento, “a partir del espolón en el que se asienta el complejo palacial, en hileras paralelas al mismo y sobre aterrazamientos”. En cuanto a los hogares, eran de planta cuadrada, distinguiéndose “zócalos de mampostería no muy regular y alzados de tapial”. Unas características que se han podido describir gracias a las campañas científicas desarrolladas en el entorno.

Además, se han de mencionar otros elementos cercanos a la referida ciudad. Entre ellos, el camino de conexión entre Recópolis y el castillo de Zorita, donde se han identificado “restos de rodadas de carros”. Asimismo, se pueden visitar las canteras y el acueducto existentes en las cercanías. Del primero de los recursos –las explotaciones mineras– “se extrajeron los sillares para la construcción de los edificios notables de la ciudad”. En cuanto a las conducciones acuáticas, captaban el líquido elemento de un sector de manantiales situado a unos dos kilómetros de la urbe visigoda, en dirección a la Sierra de Altomira.

Parque arqueológico regional
Por tanto, la relevancia patrimonial e histórica de Recópolis es evidente. Se trata de un recurso científico de primer nivel. Sin embargo, también presenta una evidente potencialidad turística. En consecuencia, se deben divulgar sus valores. Así, fue un acierto que desde la Junta de Comunidades de Castilla–La Mancha declarasen dicho espacio como Parque Arqueológico. Una calificación de la que se puede disfrutar desde hace 18 años –en noviembre de 2005 se inauguró la consideración– y que permite la difusión continua de su riqueza.

Esta aparición respondió a la Ley 4/2001, de 10 de mayo, de Parques Arqueológicos de Castilla–La Mancha, que impulsó la creación de dichas infraestructuras. Inicialmente, se diseñó una por provincia. Entre ellas, Recópolis, en Guadalajara. Dicha política respondió al “aumento del interés por lo relativo al patrimonio natural y cultural, que se ha convertido en una constante que denota cómo la sociedad está –cada día– mejor formada e instruida y se ha convertido en mucho más exigente con respecto a los recursos que le rodean”, aseguraba Gómez García.

Pero, ¿en qué consiste un Parque Arqueológico? Según el artículo segundo de la Ley 4/2001, de 10 de mayo, se entiende por esta figura “el espacio físico dentro del cual, sin perjuicio de la concurrencia de otros valores culturales o naturales, confluyen necesariamente los siguientes dos factores: a) La presencia de uno o varios bienes de interés cultural declarados, con categoría de «Zona Arqueológica», conforme a la legislación de Patrimonio Histórico vigente. b) Unas condiciones medioambientales adecuadas para la contemplación, disfrute y comprensión públicos de las mencionadas «Zonas Arqueológicas»”.

Por ello, en estos complejos es fundamental la apuesta por la difusión. Entre los recursos divulgativos existentes en los mismos destacan los «centros de interpretación», que “recogen, describen e interpretan cada uno de los elementos que forman parte de los Parques, mediante una serie de servicios generales que se prestan al visitante”, indicaba Laura María Gómez García. “Con la visita a estos complejos no sólo se hace un recorrido por las distintas etapas culturales que ha vivido este territorio, sino que –a través de toda una serie de modernos y novedosos elementos museográficos– el visitante es capaz de capturar toda la información necesaria para poder interpretar y comprender los distintos restos arqueológicos que posteriormente visitará”.

En Recópolis, los referidos fines pedagógicos se fundamentan en diferentes propuestas, como la instalación de paneles didácticos que ilustran los distintos contextos, usos y momentos históricos que se quieren mostrar. Dichos elementos se encuentran realizados por gran variedad de técnicas, que van desde fotos fijas, dibujos en 3D, recreaciones pictóricas, cajas de luz y reconstrucciones. Las mismas “no sólo resultan atractivas para el público, sino que son de una fácil compresión para todos los visitantes, indistintamente de su edad y conocimientos culturales más o menos especializados en relación al tema”.

Pero el esfuerzo divulgativo del Parque Arqueológico no finaliza aquí. Una vez que el caminante ha recorrido el Centro de Interpretación y ha procesado la información contenida en el mismo, se enfrenta a la ciudad visigoda como tal. Se interna en sus ruinas, mediante una serie de rutas. En ellas, “se explican, con el apoyo de una serie de medios complementarios –guía intérprete, carteles, folletos, etc.–, los elementos que forman el espacio que se está visitando, así como sus distintas características y relaciones”, comentaba Laura María Gómez García.

En el caso concreto de Recópolis, el Parque Arqueológico está integrado por una serie de yacimientos que nos llevan por un recorrido histórico que comienza en la época visigoda, pasando por la andalusí y la feudal, inscritos en un entorno de enorme impacto. Una serie de circunstancias que dan como resultado “un recorrido excepcional por un paisaje histórico que se hace entendible en función de las distintas transformaciones que ha sufrido con el devenir de las distintas culturas que lo han habitado”. Todo ello conforma un conjunto digno de una visita, que permitirá conocer un poco más a fondo la rica historia de la provincia. ¡No te lo pierdas!

Bibliografía
GÓMEZ GARCÍA, Laura María. «El Parque Arqueológico de Recópolis (Zorita de los Canes, Guadalajara). Teorías y prácticas de una realidad de gestión de nuestro patrimonio histórico y medioambiental», Espacio, tiempo y forma. Serie I, Prehistoria y arqueología, 3 (2010), pp.: 161–183.
OLMO ENCISO, Lauro; CASTRO PRIEGO, Manuel; DIARTE BLASCO, Pilar. «Transformación social y agrosistema en el interior peninsular durante la Alta Edad Media (s. VI-VIII d. C.). Nuevas evidencias desde Recópolis (Zorita de los Canes, Guadalajara)». Lucentum, 38 (2019), pp.: 355–377.
SÁEZ MARTÍNEZ, Marcos. «Reutilizaciones en la necrópolis de Recópolis (Zorita de los Canes, Guadalajara). Área 300/30.000», ARPI: Arqueología y Prehistoria del Interior Peninsular, 6 (2017), pp.: 79–101.
VALIENTE MALLA, Jesús. Guía de la arqueología en Guadalajara. Guadalajara: AACHE Ediciones, 1997.