Guadalajara, una ciudad verde

Una de las potencialidades más llamativas de la capital caracense es la gran cantidad de zonas verdes que proliferan entre sus calles y plazas. Las mismas superan los dos millones de metros cuadrados –200 hectáreas–. ¡Impresionante! Algunas presentan, además, una historia centenaria. Es el caso de «La Concordia», que se inauguró el 13 de junio de 1854, tras una remodelación que despojó a este enclave de su función original –se constituía como las «Eras Grandes»– para convertirse en un lugar de esparcimiento de la sociedad arriacense. Desde entonces, ha mantenido esta misma función. Y eso que ha transcurrido más de una centuria y media…

Por tanto, Guadalajara es una «ciudad verde», en la que se imbrican –a la perfección– la naturaleza y la historia. ¡Un lujo! Debido a ello, nos preguntamos cómo se podría calificar la variedad botánica existente en la ciudad. “En los parques históricos, aquellos que poseen décadas de vida a sus espaldas, sí que se puede encontrar una gran diversidad de árboles y arbustos”, subrayan Raúl Ablanque y Tino Tovar, naturalistas y expertos en la materia. “En la localidad contamos con algunas zonas antiguas, como «La Concordia», donde se distinguen ejemplares muy valiosos”.

No hay que olvidar que en la urbe caracense hay censados 163 parques y 27.000 árboles plantados. “Tenemos masas arbóreas en muchos puntos del casco urbano, por lo que somos un referente a nivel regional y nacional”, confirman desde el Ayuntamiento. Entre los emplazamientos naturales más relevantes se hallan «La Concordia» y «San Roque», así como el espacio circundante al río Henares. Éste último contiene un gran interés florístico, ya que “no ha sido plantado –totalmente– por la mano del hombre”, explican fuentes consistoriales. Conserva, por tanto, muchos elementos propios del ecosistema de ribera.

Algo que es muy relevante. Sobre todo, si escuchamos a los especialistas, que insisten en su postura favorable a las alternativas autóctonas. “Tradicionalmente, se ha abusado de los cerezos chinos, de las falsas acacias, de los plataneros y de los chopos canadienses”, asegura Ablanque. Y para evitar problemas asociados a estas variedades, se debe abogar por opciones más cercanas, como sabinas, álamos, pinos, olivos o encinas. En este contexto, tampoco se pueden dejar de lado los arbustos típicamente alcarreños, como el romero o el espliego.

Ésta última “es una planta vivaz, provista de una cepa leñosa poblada de pequeñas hojitas lanceolados de color grisáceo. En primavera brotan unos tallos muy finos en forma de prisma cuadrado, rematados por una espiga de flores de color entre azul y morado, fuertemente perfumada”, indica el investigador Doroteo Sánchez. Asimismo, “tiene fama de constituirse como un tónico digestivo, balsámico y antirreumático”. Y, al mismo tiempo, “se encuentra muy bien adaptada a nuestro entorno mediterráneo, por lo que requiere menos cuidados y es más resistente a las plagas”, enfatiza Tino Tovar. “Lo malo es que, a veces, este tipo de especies son más caras y de más lento crecimiento que las alóctonas”.

La singularidad arbórea
En cualquier caso, en la capital arriacense se pueden encontrar varias decenas de «árboles singulares», cuyo conocimiento y recorrido hará las delicias de propios y extraños. Pero, ¿en qué consiste esta realidad? “Son aquellos ejemplares que, si cerramos los ojos, podemos recordar y recomponer su imagen en nuestra memoria y que, por alguna razón, cuidamos y mimamos, ya que tienen algo que los hace especiales”, explican desde Micorriza, una asociación que editó en 2022 una guía sobre dichos ejemplares en la ciudad, junto a la Concejalía de Transición Ecológica, comandada entonces por María de los Ángeles García. De todos modos, “los caracteres más sencillos para determinar la mencionada «singularidad» son el diámetro del tronco y la altura de la copa”, explica Rafael Marco, ingeniero de montes y técnico de la mencionada ONG.

A su vez, se trata de ejemplares que “han sido importantes para la sociedad, debido a que bajo sus copas se han celebrado reuniones de concejos o se han firmado pactos. Incluso, algunos estaban situados estratégicamente para delimitar territorios o para ser un punto de encuentro en las plazas”. En otros ejemplos, “el árbol era considerado como un ser sagrado. Y, asimismo, pueden tener asociado un acontecimiento histórico o cultural”.

Entre los tipos de especies que predominan dentro de las especies «singulares» de Guadalajara se hallan los pinos. Muchos de ellos, carrascos. También destacan los cedros, como los existentes en Santo Domingo, en «La Concordia» o en otros lugares de la ciudad. Pero, al mismo tiempo, “existen otros casos menos abundantes, como un castaño de indias, una morera o un ciprés de Portugal”, asegura Rafael Marco. En total, en la capital se han registrado 53 árboles singulares de los más de 113 que tenían potencialidad de serlo.

¡Un lujo!
Uno de los casos más afamados es la antigua olma de Bejanque, fallecida hace varios años debido a la grafiosis, y de la que únicamente se conserva su tronco. “Contaba con 4,80 metros de perímetro normal en 1988, frente a los 5,00 metros de ahora sin corteza. Y, además, tenía más de 20 metros de altura. Este árbol era descrito como el monumento vivo más emblemático de la capital provincial”, explican desde Micorriza. De hecho, “existen planos de 1849 en los que la plaza circundante se llamaba de «La Olma», en vez de Bejanque”.

Al referido ejemplar se le considera un «árbol fantasma». “Con este llamativo término, acuñado en 2013 durante el primer catálogo que realizamos desde Micorriza, pretendemos dar cabida a aquellos ejemplares que, formando parte de la memoria colectiva, han desaparecido del paisaje o sólo se puede apreciar una parte de su estructura vegetal muerta”, explican los especialistas.

Pero, ante todo, se ha de hacer referencia al pino carrasco existente en la plaza de María Pacheco, frente al parque de «La Concordia». Es un caso muy particular, por su disposición tumbada. “Es el más querido por los habitantes de Guadalajara y se ha convertido en todo un símbolo de la ciudad. Para los niños y niñas, siempre ha sido un columpio, porque es muy fácil subir por su tronco y caminar por él aprovechándose de su gran inclinación”.

“En la actualidad tiene el tronco totalmente apoyado en el suelo”, describen los investigadores. “Es su porte y el aprecio social lo que lo convierten en un auténtico monumento vivo. Se considera que su edad está cercana al siglo de vida”. Sin embargo, hay otros muchos casos «singulares» en la capital, por lo que sería muy intrincado enumerarlos uno a uno. Sin embargo, algunos de ellos están distribuidos en espacios muy transitados, como la plaza Mayor, el Jardinillo, Santo Domingo, el parque de San Roque o el cementerio municipal.

De todos modos, la variedad florística existente en Guadalajara ha de ser conocida por sus pobladores y visitantes. Es la única forma de que los ciudadanos podamos valorar nuestra riqueza botánica. “La divulgación es muy importante, ya que se trata de la manera más eficaz de que los vecinos y los turistas sepamos apreciar la naturaleza con la que convivimos”, concluye Tino Tovar. Sobre todo, en una ciudad como la nuestra, en cuyo interior hay más de 200 hectáreas de zonas verdes. ¡No te las pierdas!

Bibliografía
SÁNCHEZ MÍNGUEZ, Doroteo. «Medicina y veterinaria popular. Plantas medicinales alcarreñas». Cuadernos de etnología de Guadalajara, 27 (1995), pp.: 9–64.