José María Canfrán, pionero de la dulzaina en Guadalajara

Homenaje José Mª. CanfránEl municipio molinés de Labros organizó recientemente un homenaje a José María Canfrán, gaitero insigne, castellanista de pro, el pionero de la dulzaina en la provincia de Guadalajara. Tengo un recuerdo vivo y palpitante de Canfrán, una figura sin la que es imposible entender la recuperación de varias tradiciones en nuestra tierra, entre ellas, la de los danzantes y zarragón de Galve. Compartí tardes y danzas en este empeño, y fui testigo de la generosidad de José Mari y de su inseparable compañero, el tamborilero Carlos Blasco. Siempre tocó por gusto, nunca por dinero. Su pasión por la cultura y las raíces de Guadalajara tienen difícil parangón en la historia reciente de una provincia acostumbrada a quererse poco. Por eso, y aunque no pude asistir por motivos de trabajo, he sentido una enorme alegría cuando vi el acto organizado por los amigos de Labros, en línea con otros homenajes tributados en Sigüenza -su ciudad, donde cada año se organiza un certamen de dulzaina que lleva su nombre- y también en Galve el 14 de julio de 2001, durante el II Encuentro de Danzas de Guadalajara. Aprovecho la ocasión para recuperar un ensayo que publiqué en 2007 en Cuadernos de Etnología de Guadalajara. Aunque el texto aborda la presencia en la dulzaina en Galve de Sorbe, una de las cunas de este instrumento en nuestra provincia, creo que da cumplida reseña del relevante papel desarrollado por Canfrán en el folklore guadalajareño y, especialmente, serrano.

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La dulzaina en Galve de Sorbe (Guadalajara)

Raúl Conde Suárez

“Si es día festivo, después de la comida asistís al baile, danzando al son de monótono tamboril o pandereta, o de chillona dulzaina, cuyos sones burilados se os clavan en el oído como una serie de punzadas acústicas”

(Miguel de Unamuno. En torno al casticismo, Madrid, 1895)

  • INTRODUCCIÓN 

La Real Academia Española define la voz dulzaina, en su primera acepción, de la siguiente forma: “instrumento músico de viento, parecido a la chirimía, pero más corto y de tonos más altos”. La dulzaina es un instrumento que pertenece al género de los aerófanos. El origen quizá reside en las vetustas flautas de caña o pitos y su etimología se remonta varios milenios antes de Jesucristo, en el antiguo Egipto, “dándonos testimonio de su configuración pinturas egipcias, monumentos, esculturas y toda clase de vestigios de orden plástico hallados en diferentes lugares, donde se ven figuras de esta clase de instrumentos.

José María Canfrán, dulzainero de Sigüenza, recuperó la música de las danzas de Galve en 1989 junto a su compañero Carlos Blasco.
José María Canfrán, dulzainero de Sigüenza, recuperó la música de las danzas de Galve en 1989 junto a su compañero Carlos Blasco.

La dulzaina es un instrumento de lengüeta doble de la familia del oboe (es el equivalente de la bombarda bretona). No se sabe con exactitud su origen, Algunos lo sitúan en el Antiguo Egipto. Sin embargo, los dibujos encontrados nos muestran un instrumento de la familia de las chirimías pero no exactamente una dulzaina. La palabra dulzaina se usaba antes para designar otros instrumentos y no es hasta 1850 que encontramos por escrito la asociación entre la palabra dulzaina y lo que conocemos hoy. Está fabricada con madera (palosanto, granadillo, algarrobo, azufaifo, etc.), de forma cónica y unos 30,5 cm de longitud. El tubo cónico tiene tres zonas diferenciadas llamadas: cubilete, cuerpo y campana.

El instrumento recibe distintos nombres en función de la geografía, pero con ligeros matices es casi idéntico en sus características. Dulzaina, en Castilla y Euskadi; ‘dolçaina’, en Levante; ‘gralla’, en Cataluña o gaita en Aragón Navarra son algunos de estos nombres. Se trata de un instrumento tradicional que pertenece a la misma familia que los oboes, aunque más cortos que aquellos, hasta el punto que muchos autores se refieren al instrumento como una variedad de oboe tenor tradicional. Desde el punto de vista de clasificación organológica, nos encontramos con un aerófono de lengüeta doble soplado directamente, es decir que el sonido se genera por la vibración de dos láminas, generalmente de caña, colocadas una sobre otra (lengüeta doble) al impulsar el aire desde la boca por un espacio abierto existente entre ambas.

Oboes cortos de este tipo podemos encontrar además en numerosos países de Europa, como la bombarda en Bretaña, o el pífano de ciertas regiones de Italia. Así mismo en todo el norte de África y países subsaharianos de influencia árabe. En numerosos puntos de Asia, desde la península arábiga hasta el Sudeste asiático, Tíbet, China o India en donde existen ejemplares con lengüeta cuádruple, es decir dos láminas en vez de una a cada lado.

La palabra gaita, que así se llama a la dulzaina en los pueblos de la serranía de Guadalajara, se emplea para denominar un gran número de instrumentos de aire tradicionales, especialmente de lengüeta, pero también de bisel cuando éstos cumplen la misma función social que aquellos, como la gaita charra. Existe gran controversia, en la que no merece la pena entrar, acerca del al origen de la palabra, hay quién la relaciona con el suevo “gaits”, que significa cabra, refiriéndose a su piel, elemento utilizado en las gaitas de odre de donde se extendió a otros instrumentos. Otros autores la relacionan con la palabra, procedente del germano “wahta” relacionada con el ingles “wait” o “walter”, que viene a significar vigía o vigilante, por la existencia en determinadas comunidades de un personaje encargado, a modo de sereno, de velar durante la noche vigilando cualquier imprevisto y que mediante algún tipo de instrumento musical se encargaba de avisar en ese caso y despertar al alba a la población. O bien de procedencia Greco-romana “gaudeo”, alegría o regocijo que produce su música o del árabe “gayete”, hinchar mejillas y ponerse colorado, aludiendo a los tocadores que adquieren este aspecto, al tocar con la técnica de soplo constante.

La dulzaina es el instrumento característico de Castilla. La localidad de Galve de Sorbe, que ostenta el título de villa desde 1557, pertenece administrativamente al territorio de Castilla-La Mancha, pero social e históricamente al de Castilla. De ahí su interrelación con grupos dulzaineros y de danzantes de provincias limítrofes, como Segovia o Soria, principalmente. De hecho, como se analiza en este artículo, ante la ausencia de dulzaineros propios, sobre todo en la década de los 70 del siglo XX, los pueblos de la Sierra de Guadalajara tuvieron que recurrir a dulzaineros segovianos y sorianos para poder seguir celebrando sus rituales. En todo caso, desde la creación de las escuelas de dulzaina, tanto en Sigüenza como en Guadalajara capital, el instrumento se ha extendido sobremanera hasta el punto de garantizar su supervivencia en toda la provincia. En el caso de Galve, los danzantes se apoyan en la música de dulzaineros de Cantalojas y Atanzón, ambas localidades de Guadalajara. Y, en el caso de otros grupos de danzas, como Valverde de los Arroyos, también disponen de músicos del pueblo, cosa que no ocurría hace quince o veinte años.

  • HISTORIA Y CARACTERÍSTICAS DEL INSTUMENTO

Según la mayoría de entendidos en la materia, las diferentes variedades de oboes cortos y de gran potencia sonora empleados como instrumentos populares aparecen tardíamente, no antes de la segunda mitad del s. XVIII. En muchos lugares hasta mediados del XIX no consigue desplazar otros instrumentos más arraigados como la flauta de tres agujeros Luis A. Payno considera que “no existen datos concretos sobre su uso anterior en la música del pueblo llano. Si es cierto que numerosos instrumentos de la familia del oboe se empleaban en los ambientes cortesanos y a muchos de ellos se les cita como dulzainas, pero no siempre se refieren al instrumento al que nos referimos, Es el caso de la cita sobre el inventario organológico de Felipe II que se refiere a “una dulzaina a manera de callado”, lo que claramente se refiere a un cromorno. Si su origen es árabe o centroeuropeo no creo que presente polémica, pues en ambos lados han existido y existen instrumentos de lengüeta doble, y el continuo intercambio cultural de la península Ibérica con ambos lados posibilitó la mezcla y fusión de elementos semejantes”.

Hay que remontarse hasta las civilizaciones antiguas como Sumeria o Babilonia para ubicar los instrumentos aerófonos de lengüeta doble, que ya por entonces existían en las regiones mediterráneas. En la antigüedad, a juicio de Payno, “siempre se representan los oboes tocados de dos en dos y situados en ángulo, como instrumento ‘culto’, pero es de suponer que se pudiera emplear también de forma individual. En Egipto algunos oboes se fabricaban con cañas delgadas de unos 30 cm de largo, y uno de ellos emitía una nota pedal (aunque podía ser variada) mas grave mientras que el otro interpretaba la melodía. Poseían tres y cuatro agujeros respectivamente. Varios ejemplares han llegado hasta nosotros y has sido objeto de numerosos estudios”.

También encontramos oboes en Israel, incluso se hace mención a ellos en la Biblia y comentarios Talmúdicos, empleados además en música ritual. Se refieren a ellos como ‘tubos’ pero por descripciones y sonoridad podemos deducir que se trata de lengüetas dobles. En los últimos tiempos, el tubo cilíndrico se reemplaza por uno cónico. En monedas judías acuñadas sobre los años 132-135 aparecen instrumentos en los que se distingue la lengüeta y un apoyalabios. Y es de suponer que se sustituye la caña por madera. Grecia y Roma emplearon el instrumento doble con gran profusión, aulos o tibia (ambos tubo). Poseían una gran variedad morfológica y musical. A veces, por su forma ya cónica, que probablemente aumentó el volumen sonoro y la dureza del instrumento, era necesario colocarse una correa de cuero o carrillera que pasa sobre la boca y se ata en la parte trasera de la cabeza. Otras veces no aparecía y se ensalzaba su dulce sonido. En los tubos frigios, el más largo era curvo y terminaba en campana y los orificios estaban situados en diferente posición que el corto. Los tubos lidios eran ambos idénticos. Tal fue el esplendor de los oboes dobles que se celebraban concursos de interpretación.

Se desconoce cual fue la evolución en siglos posteriores, pero en el s. XIII Alfonso X en sus Cantigas vuelve a hablar de Chirimías y dulzainas en manos de Juglares, y en 1391, el rey de Aragón ensalza como mejores a los instrumentistas Germanos, algunos de los cuales se desplazaron a las Cortes peninsulares. Debieron existir, en fin, numerosos tipos de oboes, pues son muchas las referencias a tañedores de caramillo o “charamela” (Chirimía) refiriéndose probablemente a diversos tipos de instrumentos de doble lengüeta.

Gregorio García Vicente escribe: “La dulzaina se introdujo en España a partir del siglo XV más o menos, procediendo de los países de Oriente Medio; su influencia ha sido importante en zonas de la región de Levante, Navarra y alguna otra, pero donde más raigambre y prestancia ha alcanzado este instrumento ha sido en las distintas provincias castellanas y concretamente en Castilla La Vieja, imprimiendo y tomando carácter propio, haciéndose poco menos que imprescindible su intervención en toda clase de fiestas de carácter tradicional y popular tales como fiestas patronales, romerías, rondas, procesiones, etc.; interpretando danzas, jotas y demás motivos de estilo y carácter netamente folklórico y popular. Como se sabe, en un principio la dulzaina carecía de llaves, hasta que a principios del siglo XX se empezó a construir la dulzaina con llaves, atribuyendo tal iniciativa al gran dulzainero y músico castellano Lorenzo García Blanco, quien con este nuevo sistema y en cuantos certámenes de dulzaina tomaba parte, siempre obtenía los primeros premios; por esta época fueron también grandes dulzaineros Angel Velasco, Modesto Herrera y otros varios que consiguieron dar gran popularidad y renombre a este instrumento”.

Las dimensiones de la dulzaina, oscilan según su afinación, las más comunes en Sol o Fa se encuentran entre los 30 y 35 cm. Pero existen ejemplares más cortos y agudos, que pueden tener desde 25. Otros   más graves pueden llegar hasta los 42cm. Por supuesto en los ejemplares rústicos existen multitud de formas, tamaños y tonos. La dulzaina o gaita completa se compone de tres piezas: el tronco o dulzaina, la lengüeta y el tudel.

Danzantes de Galve de Sorbe junto a dulzaineros de Cantalejo (Segovia), años 79. // Foto: Antonina Gallego.
Danzantes de Galve de Sorbe junto a dulzaineros de Cantalejo (Segovia), años 79. // Foto: Antonina Gallego.

El tronco o tubo es de madera, aunque en ocasiones se han fabricado metálicas o de material sintético. Se suelen emplear maderas duras, de la zona en modelos tradicionales olivo, encina o boj y más modernamente, maderas de importación de gran calidad como granadillo, ébano o palosanto. En el tubo podemos diferenciar tres partes: La “cabeza”, situada en el extremo mas estrecho, normalmente reforzado por un engrosamiento de la madera o por una pieza metálica, ya que está destinado a albergar el tudel, y el taladro interior de ésta parte se aumenta hasta el tamaño de la espiga cilíndrica de aquel. La “campana”, situada en el otro extremo del instrumento, se forma por un ensanchamiento, tanto interior como exterior más brusco que el resto del instrumento. Su función es de amplificar el sonido y suelen presentar dos o tres agujeros destinados a ajustar la afinación, que se denominan “oídos”, aunque no todos los ejemplares los tienen.

El tudel es tubo, normalmente metálico, de latón o bronce en forma cónica unido a un aro y este a su vez a un espárrago cilíndrico que se introduce el extremo de la cabeza, está destinado a conectar la lengüeta con el resto de la dulzaina, pero su tamaño afecta a la afinación. El espárrago suele estar forrado de hilo o corcho para facilitar el ajuste y evitar pérdidas de aire. La lengüeta, caña, pipa o pita consiste en dos láminas de caña en forma mas o menos triangular que atan fuertemente una sobre otra por la parte mas estrecha, pero dejando un orificio circular por el que se introduce el extremo del tudel. La parte ancha de ambas se rebaja hasta conseguir una ranura alargada en su extremo por la que se sopla, apoyando los labios, lo que las hace vibrar produciendo el sonido. El atado se realiza con hilo resinado o con cola, y a veces se las provee de un alambre en la parte superior del atado, llamado freno, que permite regular la apertura de las palas y la dureza de la caña. Esta pieza, con el uso se deteriora por lo que debe de sustituirse por otra. Tradicionalmente los músicos se construían sus propias cañas, ello requería una cierta práctica pero las adaptaban a sus necesidades y gustos. En la actualidad se compran a artesanos especialistas en su fabricación, ya en los años 30 existían fábricas en Barcelona, Bilbao y Valencia que comercializaban excelentes cañas para todo tipo de dulzainas. Teniendo en cuenta su potencia acústica y de sonido, la dulzaina es habitual en las fiestas, danzas y rituales al aire libre. También bodas y procesiones.

  • NOTAS DE GEOGRAFÍA E HISTORIA 

La villa de Galve de Sorbe conserva 143 habitantes y se sitúa a 1.364 metros de altitud, en el noroeste de la provincia de Guadalajara, próximo al macizo de Ayllón. Se accede por diferentes vías: desde Sigüenza, por la CM-110 (Alcolea-Aranda), desvío carretera local. Desde Guadalajara, pasando por Humanes y Cogolludo, por la CM-101; a partir de Cogolludo, seguir los indicadores. Desde Ayllón (Segovia), por la CM-110, desvío perfectamente señalizado a Galve de Sorbe por carretera local nada más cruzar el límite de la provincia de Segovia con la de Guadalajara. Por último, desde Madrid por la Autovía de Aragón o por la de Burgos y desvío a la CM-101 y CM-110, respectivamente.

El castillo medieval constituye el enclave histórico más importante del pueblo. Es una fortaleza del siglo XV, mandada construir por Diego López de Estúñiga “el mozo”, cuya trascendencia histórica y artística primordial reside en su torre del homenaje, casi intacta, una de las “más bellas de la provincia”, en palabras del cronista provincial Dr. Layna Serrano en su libro sobre castillos de Guadalajara. Lo cierto es que esta antigua residencia de notables señores –en sus dependencias fijaron morada descendientes de los reyes de Navarra y de la familia del Cardenal Mendoza- es uno de los monumentos de mayor valor histórico de la zona. Del conjunto monumental, cabe destacar además sus murallas y los fosos. La plaza del pueblo es otro punto interesante en el recorrido por esta villa. Su plaza Mayor forma una bella estampa serrana engalanada con la Casa Consistorial y sus soportales, la fuente de cuatro caños y el “rollo” o picota gótico del siglo XV. Son de especial interés en Galve sus restos románicos, patentes en numerosas tapias y fachadas del pueblo, además de una sólida red de casonas de mampostería y sillarejo que perduran y que se renuevan para dotarlas de mayor comodidad, como extraordinario legado de aquella “arquitectura seudoseñorial”, como símbolo más claro de la categoría de villa o antigua plaza fuerte que ostentó Galve. Por último, resaltamos las tres ermitas con que cuenta Galve: San Antonio Abad, la Soledad y la Virgen del Pinar, siendo ésta última la más importante.

La historia local transcurre íntimamente ligada a su efigie más representativa: el castillo. La villa de Galve tuvo importancia en épocas pasadas. Durante la Reconquista y la Repoblación fue sede de un arciprestazgo perteneciente a la diócesis de Sigüenza, igualando su categoría a otras villas de reconocido renombre como Ayllón, Atienza y Almazán. Más tarde Galve de Sorbe fue cabecera, junto a Ayllón, Sepúlveda y Atienza de un Señorío, o más concretamente, de un viejo Condado y de su Comunidad de Villa y Tierra, que abarcaba los pueblos de Valdepinillos, La Huerce, Zarzuela de Galve, Valverde de los Arroyos, Umbralejo y Palancares. El título de condes de Galve pertenece desde hace años a los Reyes de España. El cronista oficial Dr. Herrera Casado opina que tras la Reconquista, Galve perteneció al Común de Villa y Tierra de Atienza, dato que contrasta con el que otorga a Galve la cabecera de su propio Común de Villa y Tierra.

A comienzos del siglo XV, adquieren el castillo mancomunadamente Don Diego Hurtado de Mendoza, almirante de Castilla, y Don Diego López de Estúñiga, Justicia Mayor del Reino (escritura fechada en Toledo a 8 de marzo de 1403). Este último cedió su mitad de Galve al almirante con sus vasallos, términos y jurisdicción. A la muerte del almirante, en 1405, don Diego López de Estúñiga, argumentando como pretexto el adeudamiento por parte del primero de ciertos “maravedíes” y “costas”, se apoderó de la mitad de Galve heredada por su mujer e hijos. El 6 de diciembre de 1428, Don Diego López de Estúñiga, “el mozo”, fundó un mayorazgo en cabeza de su hijo Pedro de Estúñiga. (comprendiendo “todas las jurisdicciones e señoríos e rentas e pechos e derechos que a mi pertenecen aver, por razón del Señorío y Basallos solariegos que sean vecinos e moradores situados en Galve con su tierra, e en Baides con su tierra…” (Colección Salazar, tomo M-51, de la Real Academia de la Historia). El 18 de septiembre de 1543 se firma en Valladolid la escritura de compra del castillo por parte Doña Ana de la Cerda y su hijo, Don Baltasar Gastón Mendoza y de la Cerda, es nombrado primer conde de Galve, título concedido por el rey Felipe II en 1557. El condado de Galve pasó más tarde a la rama principal de la casa de Mélito, titulada ducal de Pastrana. Y, posteriormente, por entronques familiares, a la casa de Alba.

  • DANZAS A LA VIRGEN DEL PINAR 

La fiesta de los Danzantes de Galve de Sorbe es una tradición recuperada en 1989 después de permanecer casi treinta años en el olvido. Ahora se organiza en torno a la Asociación Cultural “Danzantes de Galve de Sorbe”. El Grupo de Danzas está compuesto por ocho bailadores más el Zarragón, personaje que se encarga de proteger y vigilar al resto. Se completa el grupo con dos dulzaineros provistos de “gaita” y tamboril. Bailan el tercer fin de semana de agosto (viernes y sábado) en honor de la Virgen del Pinar, patrona del pueblo junto a Ntra. Sra. de la Asunción.

José Mari Canfrán (segundo por la izq.) junto al dulzainero Antonio Garrido (izq.) y los tamborileros Carlos Blasco (segundo por la dcha.) y Antonio Garrido hijo., en Galve, en la fiesta de los danzantes de 1990.
José Mari Canfrán (segundo por la izq.) junto al dulzainero Antonio Garrido (izq.) y los tamborileros Carlos Blasco (segundo por la dcha.) y Antonio Garrido hijo., en Galve, en la fiesta de los danzantes de 1990.

Las Danzas, de carácter ritual y origen celtibérico, son en su mayoría del tipo de paloteo, aunque los bailadores también utilizan castañuelas y cintas en algunas piezas. Realizan el toque de diana pidiendo la voluntad por todas las casas, la procesión a la ermita de la Virgen del Pinar y, por la tarde, actuación popular en la plaza Mayor. Entre el repertorio de danzas, cabe destacar títulos como “Las Cadenas”, “Es María pura y bella”, “El Cordón”, “Tero-Lero” y “El Castillo”, en la que los danzantes forman una torre humana que corona con uno de ellos boca abajo.

Esta manifestación folclórica, declarada Fiesta de Interés Turístico Provincial por la Diputación de Guadalajara, según diversos etnólogos, se remonta al acto de acción de gracias como celebración del fin de la recolección del grano. Para agradecer la divinidad de los frutos recogidos, los ciudadanos que poblaban esta zona bailaban a los dioses paganos de la antigüedad. La cristianización de las danzas hizo que los primitivos dioses fueran sustituidos por advocaciones religiosas, en el caso de Galve, los danzantes comenzaron a bailar a la Patrona de la Villa en la festividad de la Virgen del Rosario, si bien la imagen que se desplaza en la eucaristía es la de la Virgen del Pinar.

El traje de danzante se compone de camisa blanca, de algodón, con manga larga recogida por encima del codo antiguamente (ahora la camisa se lleva de manga larga sin recoger); faja negra, ancha, enrollada a la cintura; chaleco de pana liso, negro, corto y entallado, sin solapas, con tres aberturas de bolsillos horizontales en el delantero, dos bajas y una alta, abrochado con una fila de botones. Se lleva suelto. Hay que añadir la chaqueta corta con las sisas abiertas, que sirven para meter los brazos, de modo que las mangas quedan sueltas. La chaquetilla del traje que se utiliza en la actualidad presenta un diseño con rayas rojas y amarillas, y que constituye la actual vestimenta. También llevan corbatas. Desde la cintura para abajo, llevan pantalón corto, a la altura de la rodilla, de la misma tela que la chaqueta, con remate de puntillas. Cubriendo los pies y piernas llevan medias blancas caladas. En cuanto al calzado, utilizan alpargatas de esparto cocido –“esporches”- atadas con cintas negras que van desde la punta al tobillo. Últimamente usan alpargatas de suela de cáñamo y “capillos” de lienzo. la cabeza está cubierta con un pañuelo ceñido, tapando parte de la frente y atado en la nuca, dejando suelto un pico.

El traje de Zarragón se compone de camisa blanca de algodón, faja ancha, negra, colocada alrededor de la cintura, chaleco negro de pana lisa, como el descrito para los danzantes y, finalmente, chaqueta corta, de tela estampada en colores vivos, diferente a la de los danzantes, con solapas pequeñas, entallada, con un corte horizontal en la cintura del que salen los faldones terminados en pico, que llegan hasta las corvas. Los chiquillos y no tan pequeños juegan a darle tirones de los faldones. Desde la cintura para abajo, usan pantalón de la misma tela que la chaqueta, de hechura semejante al de los danzantes, pero con un pequeño volante en la boca de cada pernera, que termina en picos (en lugar de la puntilla de los danzantes). Cubriendo los pies utiliza medias de lana negra (de las usadas por las mujeres). El calzado consta de alpargatas de esparto atadas con cinturas negras, iguales a las de los danzantes. Por último, el tocado está compuesto de gorro de distinta tela que el pantalón y la chaqueta, ajustado a la cabeza, del que pende una borla amarilla. El gorro acentúa la diferencia de este característico personaje con el resto de los danzantes. El traje, como el de los danzantes, pertenece al Ayuntamiento, pero el cuidado y conservación está a cargo del danzante que lo utiliza.

  • LA DULZAINA EN GALVE 

No ha sido la dulzaina un instrumento justamente valorado en la cultura musical popular y tradicional de Guadalajara, en la que las rondallas y las bandas de música ocupan un papel predominante. Sin embargo, no por ello ha dejado de utilizarse. En Galve de Sorbe la dulzaina goza de gran prestigio, popularidad y tradición, formando con el tamboril, al menos en este siglo, una faceta inherente de la fiesta constituyendo parte esencial de ésta junto a los danzantes y el zarragón. Ahora bien, la pérdida de las danzas durante más de veinte años –desde los sesenta hasta 1989- repercutió en perjuicio de este instrumento. No hay fiesta sin danzantes, pero tampoco hay danzantes sin música. La dulzaina va invariablemente ligada a las danzas de Galve y, es obvio, si éstas no se practican aquélla desaparece. A pesar de todo, danzas y dulzaina son dos elementos que se complementan a la perfección y que originan la Fiesta en toda su magnitud.

Mariano Contreras, apodado 'El Obispo', legendario dulzainero segoviano, también tocó un año en Galve.
Mariano Contreras, apodado ‘El Obispo’, legendario dulzainero segoviano, también tocó un año en Galve.

Pocos datos hay recabados hasta la fecha pero los mayores del pueblo, vecinos de la villa de Galve como Celedonio Sierra Martín y Satunirno Esteban Ricote, ambos jubilados de 70 y 82 años respectivamente, certifican la relevancia de la dulzaina y el tamboril en la ejecución de las danzas y en el contexto festivo local pero lamentan la ausencia de gaiteros propios de la tierra en sus años mozos, es decir, en la década de los treinta, cuarenta y cincuenta. Ante la falta de dulzaineros guadalajareños, y así lo corrobora Lizarazu de Mesa en su “Cancionero popular tradicional de Guadalajara” (Diputación y Caja de Guadalajara, 1995), en Galve los danzantes y el Zarragón se veían en la obligación de contratar gaiteros de Segovia y, sobre todo, de Soria, concretamente de la localidad de Noviales. Estos dulzaineros, que según Celedonio y otros testimonios eran los mismos que iban a tocar con los danzantes de Valverde de los Arroyos, lograron dejar una profunda huella en Galve de Sorbe, por su maestría para tocar la dulzaina y el tamboril y por la cantidad de años que acudieron a la villa. Pascual Gordo Montero, jubilado de 63 años, antiguo danzante e impulsor de la recuperación de las danzas en los noventa, afirma sin rubor que aquellos gaiteros fueron “los mejores que han pasado por Galve en todo este siglo, sin desmerecer al resto”. Los gaiteros de Noviales hacían servir en Valverde la “gaita” o “pito”, “un tubo de hierro con cuatro agujeros” según descripción de Lizarazu de Mesa, pero en Galve el papel preeminente lo ocupaba –hoy sucede lo mismo- la típica dulzaina castellana, ya que la música de sus danzas es radicalmente distinta a la que acompaña a los danzantes de Valverde en su fiesta de la Octava del Corpus. Los gaiteros de Noviales, dos dulzainas y un tambor, acudieron a Galve hasta los años sesenta, en que se produjo la desmantelación del grupo de danzantes y la masiva emigración a las grandes ciudades. En el pueblo no recuerdan la fecha exacta de tal extravío folclórico.

En los siguientes años, la dulzaina quedó postergada al ostracismo en Galve, que no resistió el envite del éxodo brutal a las capitales. Comenzaron a aparecer, citando al prestigioso etnólogo Aragonés Subero, “la técnica fonoeléctrica y la extravagante canción extranjera”. Los mozos de la villa –los pocos que quedaban- olvidaron las raíces de sus ancestros, heredadas a través de los siglos, y abandonaron las danzas y la dulzaina. Sin fiesta popular y tradicional, sin danzas, no había ni gaita ni tamboril. Esto provocó ineludiblemente la decadencia de la dulzaina que en Galve llegó a adquirir tintes agónicos debido a que nadie del pueblo aprendió a tocarla –como aconteció en Valverde- ni tampoco en Guadalajara existían dulzaineros a los que recurrir. Claro que este era un problema menor puesto que tampoco había interés por practicar las danzas.

En 1979 ocurrió una anécdota singular. La intención esporádica de rescatar la ‘Danza’ obligó a Victorino de Antonio Sierra y a Celedonio Sierra Martín –alcalde y Zarragón por aquel entonces- a viajar justo la víspera de la fiesta hasta Ayllón y Segovia en busca del afamado dulzainero Mariano Contreras. Pudieron contactar con él a altas horas de la madrugada en su domicilio de la mencionada capital castellana. Lograron convencerle y durante el viaje de vuelta, Cele –al que tanto le gusta cantar las danzas con su voz rotunda y emotiva al mismo tiempo- consiguió enseñarle todas las piezas que componen el repertorio de los danzantes de Galve, hecho verídico que revela el talento de este reconocido dulzainero segoviano y también las precarias condiciones en las que se movían los protagonistas del folclore de entonces. Dulzaineros posteriores que fueron a tocar a Galve también procedían de Segovia, como los de la localidad de Cantalejo, que actuaron en 1989, año de la definitiva recuperación de la tradición.

Gaiteros Mirasierra, acompañantes de los danzantes de Galve desde hace más de dos décadas. // Foto: R.C.
Gaiteros Mirasierra, acompañantes de los danzantes de Galve desde hace más de dos décadas. // Foto: R.C.

Durante esta última década es inevitable destacar los nombres de José María Canfrán Lucea y Carlos Blasco Hernando, los “dulzaineros de Sigüenza” tal y como se les conoce en Galve, que siempre han manifestado un cariño y respeto por las danzas que difícilmente podrá pagar algún día el pueblo de Galve. Durante estos años han colaborado con los danzantes de una manera absolutamente plausible y desinteresada. Desplegando esfuerzo y tesón, aprendieron con celeridad las danzas galvitas cuando en Guadalajara nadie se acordaba de la dulzaina, e incluso actuaron en Sigüenza con los danzantes de Galve el 15 de agosto de 1991, con motivo de las fiestas patronales de la “Ciudad Mitrada”. Canfrán y Blasco, de la “Escuela municipal de dulzaina y tamboril de Sigüenza”, compartieron protagonismo en Galve desde 1994 con Antonio González y Antonio González hijo, gaiteros de Cantalojas. En los últimos años, capitalizados por la incorporación de jóvenes al grupo de danzantes hasta su total integración, la música es obra del grupo “Mirasierra” formado por los dos últimos gaiteros mencionados además de Valentín, Tini y Diego. Tres dulzainas y dos tamboriles para unos danzantes que piden paso en el folclore de Guadalajara con el objeto de recuperar el puesto que nunca debían haber abandonado.

  • BIBLIOGRAFÍA

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