Juan-Catalina García López. El primer cronista

Juan-Catalina García López, el primer cronista
Juan-Catalina García López, el primer cronista

A la media noche del 24 de noviembre de 1845, festividad de San Juan de la Cruz; iniciándose el día 25, de Santa Catalina, vio la luz del mundo, en Salmerón, quien sería el primer Cronista oficial de la provincia, y de la ciudad de Guadalajara. Un hombre que dedicó su vida al estudio. Juan Catalina García López.

Nombre y apellidos que llevan a la confusión. Una confusión que, a su fallecimiento, aclaró quien escribiese su nota necrológica para la Real Academia de la Historia, su amigo y compañero don Manuel Pérez Villamil: Había nacido en Salmerón, provincia de Guadalajara, en el año 1845, y como se disputasen su nacimiento el acabar del día 24 de noviembre y el empezar del siguiente, sus padres quisieron dedicarlo a los santos titulares de ambos días, que lo eran San Juan de la Cruz y Santa Catalina, por lo cual tomó los nombres de Juan Catalina, creándose nuevo apellido que relegó a segundo término el García de su padre.

Juan-Catalina García López nació en Salmerón, en la provincia de Guadalajara
Juan-Catalina García López nació en Salmerón, en la provincia de Guadalajara

Su padre, Luis García Dorado, natural de Berninches, era en ese momento el maestro de la escuela de niños de Salmerón, de donde pasó poco después a ejercer la enseñanza en la de Brihuega; su madre Petra López Recio, nació en Alocén. Entre Berninches y Alocén se encontraban la mayoría de sus ancestros, salvo los de la abuela materna, originarios de Extremadura. Berninches, Alocén y Salmerón, poblaciones todas ellas de la provincia de Guadalajara que junto a Brihuega y Espinosa de Henares se convertirían en los centros desde los que lanzar al universo la provincia de Guadalajara.

Junto a su padre, en Salmerón y Brihuega, estudió las primeras letras antes de pasar al Instituto de Guadalajara en 1858, y al San Isidro de Madrid en 1861, donde se hizo Bachiller antes de pasar a la Universidad donde continuó estudios, de Derecho y Filosofía y Letras, en los que alcanzó el doctorado, iniciando a partir de la década de 1860 un ascenso meteórico en el mundo de la historia, como conclusión de unos estudios que lo llevaron a terminar sus carreras obteniendo premios, como el concedido por la Universidad Central de Madrid en 1867, a la conclusión de los de Filosofía y Letras del año anterior.

Juan Catalina García, de la Ilustración Española y Americana, 1892
Juan Catalina García, de la Ilustración Española y Americana, 1892

Para estos años la familia al completo se hallaba en Madrid, a donde se trasladó desde Brihuega su padre en 1861, obteniendo plaza en las escuelas municipales de La Latina, y en cuyo distrito formó parte de la Asociación de padres de familia para redención de la suerte de los soldados, fundada por el entonces primer teniente de alcalde de Madrid, D. Manuel del Llano, e igualmente formó parte de numerosas asociaciones de maestros, y dejó para la docencia algún que otro libro, de enseñanza para los niños de la escuela, entre ellos, el más popular, Aritmética para niños, que vio la luz en 1866, y en el que compartió autoría con el también maestro Patricio Nájera Cosín. Mientras Juan Catalina comenzaba su vida literaria en la revista semanal “Fomento Literario”, con la que en 1864 comenzó a colaborar.

Junto a alguna de las amistades creadas durante su periodo universitario, y como primer paso de lo que en el futuro sería parte de su dedicación, el día de Reyes de 1869 quedó constituida bajo su presidencia, y junto al futuro Marqués de Cerralbo, la Asociación Católica de Jóvenes de Madrid, destinada a defender en la ciencia, las letras y el arte la unidad religiosa de España, que bajo el título de Academia Católica recorrió España y llegó a reunir a varios cientos de asociados que mantuvieron como Presidente a nuestro paisano por espacio de cerca de veinte años.

Alternando esa dedicación a la Juventud Católica con la fundación de otra academia, esta para abrirse camino en la docencia, como profesor. Academia que fundaría en su domicilio particular de la calle del Desengaño número 25 bajo el significativo título de Colegio Politécnico Español, dirigido a estudiantes de primera y segunda enseñanza. Compaginando esta dedicación con su primer oficio, el de oficial en la Escuela Matritense que con un sueldo anual de 1.500 le permitió contraer matrimonio, el 4 de diciembre de 1871 en la iglesia de San Millán de Madrid, con doña Juana María de las Mercedes Pérez y Menéndez, hija de un alto funcionario del entonces ministerio de Hacienda, don José María Pérez Doblado.

La Alcarria en los dos primeros siglos de su reconquista, el discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, convertido en pilar para la historia de Guadalajara.
La Alcarria en los dos primeros siglos de su reconquista, el discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, convertido en pilar para la historia de Guadalajara.

Había igualmente comenzado a dar rienda suelta a su espíritu de divulgación histórico literaria, con la investigación y posterior edición de algunos títulos significativos para el futuro histórico de Guadalajara y Madrid. Primeros trabajos literarios que serían presentados en 1876 en la Gran Exposición Provincial de Guadalajara que tendría lugar en el Palacio del Infantado en el otoño de ese año, y que lo harían merecedor de una medalla de plata y otra de bronce, ambas por las obras presentadas a concurso: Estudios biográficos-bibliográficos de la provincia de Guadalajara, y Catálogo de la Biblioteca de la Sociedad Económica Matritense.

La primera obra pasaría después a formar parte de un proyecto mucho más ambicioso su “Biblioteca de Escritores de la Provincia de Guadalajara y Bibliografía de la misma hasta el siglo XIX”, que vería la luz en 1899 y continúa siendo, al día de hoy, una de las obras de referencia histórica de la provincia. La segunda había sido impresa dos o tres años atrás, viéndose ampliada en edición del año siguiente.

Con anterioridad a este año de 1876 había preparado tres obras históricas más: El Madroñal de Auñón (1871), que vería la luz en 1884; El Municipio durante la Monarquía Visigoda (1872), y la Historia sucinta de Nuestra Señora de la Almudena de Madrid (1874).

Fue ese año de 1876, a raíz de aquella exposición, el que le abrió la puerta de la Historia, con mayúsculas, en Guadalajara, ya que fue el año en el que la Diputación provincial, en su sesión del 7 de noviembre lo nombró Cronista oficial de la provincia, a través de una larga sesión plenaria en la que al final queda recogido que: “Penetrada la Diputación de las relevantes circunstancias y méritos literarios que posee D. Juan Catalina García, la especial predilección que a este país profesa, patentizándolo tan cumplidamente los notables trabajos que a él ha consagrado, entre los que merecen singular mención los estimabilísimos estudios biográficos acerca de los escritores hijos de esta provincia, presentados por dicho Sr. A la Exposición que se está celebrando, y deseando darle una prueba de la estimación en que tiene sus obras, y a excitación del Sr. Diputado D. Ceferino Garcés, acordó la Corporación nombrar al Sr. Catalina Garcia, Cronista de la provincia de Guadalajara.

Retrato Oficial de Juan Catalina, como Director del Museo Arqueológico Nacional
Retrato Oficial de Juan Catalina, como Director del Museo Arqueológico Nacional

Días después el Ayuntamiento de la ciudad le confirió igual cargo en cuanto a la capital se refiere. Aprobado por unanimidad, a propuesta del primer teniente de alcalde, D. Felipe de la Vega. A continuación el Ayuntamiento de Brihuega lo nombró “Hijo Predilecto de la Población”. Fue también, el de 1876 un año triste, el 1 de agosto, en Madrid, falleció su padre.

En compensación a aquellos nombramientos ofreció a la ciudad un nuevo hito histórico-literario, el Rasgo Histórico de Nuestra Señora de la Antigua de Guadalajara, que quedaría impreso en 1885. A la provincia, el inicio de sus Relaciones Topográficas, que serían finalmente publicadas en seis tomos a partir de 1903, y concluiría don Manuel Pérez Villamil, al fallecimiento de nuestro hombre. Obra ésta de las Relaciones Topográficas de tan hondo calado que necesitó, para llevarla a cabo, de una subvención especial concedida por la Diputación, con una cuantía sumamente elevada para su tiempo, 4.500 pesetas, que le fueron pagadas en tres años a semestres vencidos. E ímprobo trabajo que lo llevó a recorrer a lomos de mula, la provincia entera.

En el transcurso de este tiempo había sido nombrado, el 23 de abril de 1870 académico correspondiente de la Real de la Historia, que pasaría a ser numerario el 18 de abril de 1890, formalizando su ingreso y leyendo su discurso el 27 de mayo de 1894. Un discurso contestado por quien era a la sazón uno de sus padrinos en la Academia, D. Juan de Dios de la Rada y Delgado, entonces director del Museo Arqueológico Nacional a quien, casualidades del destino, sustituiría nuestro paisano años después.

El discurso de ingreso fue una de esas lecciones que quedan para la historia, pues con el título de “La Alcarria en los primeros siglos de su reconquista” continúa siendo, cien años después, un referente para el estudio de la provincia de Guadalajara.

Juan Catalina García (Izq.) durante la recepción como académico de la Historia de Manuel Pérez Villamil (Drcha).
Juan Catalina García (Izq.) durante la recepción como académico de la Historia de Manuel Pérez Villamil (Drcha).

En la Real Academia se convirtió don Juan Catalina García en promotor, o padrino, de algunos otros ilustres historiadores, entre ellos el seguntino don Manuel Pérez Villamil, a quien contestó en su discurso de ingreso, del mismo modo que lo hizo cuando oficialmente entró en la academia el ilustre Marqués de Cerralbo, a quien conoció en el Instituto de San Isidro y cuya amistad mantuvieron a lo largo del tiempo, trabajando juntos en numerosas ocasiones.

Su ingreso oficial en la Real Academia de la Historia, así como la lectura de su discurso, ocupó primera plana en numerosos periódicos de la capital del reino. Pues era ya don Juan Catalina una de esas eminencias que brillan con luz propia más allá de la provincia que lo vio nacer. A pesar de que con el tiempo haya sido contestado su figura y trabajo.

Olvidada la carrera de Derecho se dedicó a las letras, colaborando en un buen número de periódicos de tirada nacional, entre los que destacaron La Unión, así como El Fénix, siendo director de La España, periódico desde el que no perdió ocasión de hablar de Guadalajara, y de Brihuega. En el Fénix solía firmar con un seudónimo que hizo por entonces popular “Al-Katina”, que le servía para ejercer la crítica sin miramientos y, en ocasiones, con un toque de humor.

Con el tiempo colaboraría en la mayoría de la prensa provincial, desde periódicos como La Crónica, a semanarios como Flores y Abejas o las revistas y periódicos locales Atienza Ilustrada y El Briocense; del mismo modo que lo hizo en la Revista de la Asociación Española de Excursiones; en la de Archivos, Bibliotecas y Museos; en la de la Real Academia de la Historia, o en la erudita Revista Contemporánea, a través de la que dio a conocer el Fuero de Brihuega, en 1887, que al año siguiente se trasladó a libro. Igualmente de referencia provincial. Tampoco faltaron sus líneas en La Ilustración Católica, que terminó dirigiendo su buen amigo Manuel Pérez Villamil.

Juan Catalina Garcia, Senador del Reino, 1909
Juan Catalina Garcia, Senador del Reino, 1909

En 1881 formó parte, como secretario, de la Comisión del Primer Congreso de Americanistas, presidido por el duque de Veragua.

El 15 de abril de 1885 alcanzó a ser nombrado, por oposición, Catedrático de Arqueología en la Escuela Diplomática de Madrid, y poco después, en el mes de julio, fue comisionado por el Gobierno del Reino para viajar por Europa a fin de conocer los museos arqueológicos de Italia, Suecia, Francia e Inglaterra, a fin de reorganizar el de Madrid.
Fue, 1886, año de glorias literarias para la provincia, puesto que se dedicó a la preparación de otra obra de referencia, La Historia de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Guadalajara, desde los tiempos más remotos hasta nuestros días. Dos tomos que en conjunto superan las mil páginas.

En 1888 fue nombrado Catedrático de la Universidad Central; en 1889 dio a la luz su Ensayo de una Bibliografía Complutense; en 1891 tomó parte del gran proyecto de la Academia de la Historia, que trataría de escribir la de España, siendo el encargado de llevar a cabo los tomos correspondientes a los reinados de los reyes castellanos Pedro I, Enrique II, Juan I y Enrique III, que vieron la luz entre 1892 y 1893. Años en los que formó parte, junto a Fidel Fita, de la Comisión Real para la Exposición Histórica Europea, celebrada en Madrid, con motivo del cuarto centenario del Descubrimiento; trabajo recompensado con la concesión de la Gran Cruz de Isabel la Católica, por España; y de la Cruz de la Real Orden de Cristo, por Portugal.

A estos trabajos, dedicaciones, ediciones y nombramientos seguirían otros, como el ya dicho de Director del Museo Arqueológico Nacional, que le llegó en 1900 y ocupó hasta su fallecimiento; el de Catedrático de Numismática y Epigrafía, en 1903; el de Consejero del Consejo Penitenciario, en 1904; el de Vicepresidente de la Comisión de Excavaciones de Numancia, en 1905; o el de Secretario Perpetuo de la Real Academia de la Historia, en 1909.

En medio, Senador Real por designación de las academias de la Historia, y de las Sociedades Económica y Matritense, de Madrid y del País, entre 1904 y su fallecimiento.
No todo le fue bien en la vida. En el camino del éxito la muerte se llevó a cuatro de sus siete hijos y a alguno de sus nietos, en cuyas enfermedades gastó el poco patrimonio que logró a lo largo de su carrera; del mismo modo que comenzó a perder la vista, cuando más centrado estaba en la edición de obras de calado provincial. También había tenido que vender la casa de sus sueños, levantada en la población de Espinosa de Henares, a la que solía acudir junto a la familia todos los veranos desde la década de 1890, para realizar desde ella las excursiones soñadas al través de la provincia.

Estaba a medias de concluir, cuando la vista comenzó a fallarle, otra de esas obras que son de referencia histórica, el Catálogo Monumental de la Provincia de Guadalajara, elegido por el Conde de Romanones para llevarlo a cabo, que a pesar de que no pudo terminar, puede estar considerado como uno de los pilares para el estudio, en historia y arte, de numerosos pueblos de Guadalajara que conocieron su presencia. También la conocieron aquellas instituciones que los naturales de la provincia fundaron en Madrid, siendo parte activa, junto a sus hijos Pío y Ramón, de la creación del Centro Alcarreño de Madrid entre 1903 y 1908; sin que faltase su mano en las iniciativas que durante su vida se llevaron a cabo para el progreso de Brihuega; o para paliar alguna de sus desgracias, como la de la gran riada que tuvo lugar en el mes de septiembre de 1877.

Tras toda una vida dedicada al estudio, y ser designado Secretario Perpetuo de la Real Academia de la Historia, cambió su domicilio a la institución, en la calle del León 25, donde le correspondía vivir. Hasta entonces lo había hecho, después de dejar la calle del Desengaño, en el número 6 de la calle de la Ballesta.

Vuelos arqueológicos se convirtió en la obra póstuma de Juan Catalina García López, al aparecer meses después de su fallecimiento
Vuelos arqueológicos se convirtió en la obra póstuma de Juan Catalina García López, al aparecer meses después de su fallecimiento

De su domicilio en la Real Academia salió el viernes 13 de enero de 1911 para presidir un tribunal de oposiciones. Había nevado mucho en Madrid y hacía, como entonces se diría, un frío de pasmo, pero nuestro hombre cumplió con su deber, a pesar de que regresó a casa encogido de frío y con un malestar que fue diagnosticado por los médicos como de bronquitis aguda, que fue debilitándolo y haciéndole empeorar hasta el punto de que el domingo día 15 hizo llamar a su gran amigo el también historiador y académico Ignacio Calvo y Sánchez, el cura natural de Horche que dio a la luz, entre otros trabajos el Dómini Quijoti; Don Ignacio lo confesó y le dio la extremaunción. Al amanecer del miércoles día 18, a eso de las 4,30 de la madrugada, expiró.

En los estantes de la historia reposaban sus obras, numerosas, imposibles de enumerar, desde aquel de “La Edad del Hielo y el hombre terciario”, a su “Elogio del Padre Sigüenza”; desde “El Libro de la Provincia de Guadalajara”, a su “Diario de un patriota complutense”, pasando por los ya conocidos del Madroñal de Auñón; las Relaciones Topográficas, los Vuelos Arqueológicos, y las decenas de artículos, de historia, arte y cultura, esparcidos por la prensa y revistas especializadas.

El 19 de enero, a media mañana, el cortejo fúnebre se puso en camino, desde la Real Academia de la Historia, hasta la Sacramental de San Justo de Madrid. El duelo familiar lo presidía su hijo Ramón, a quien acompañaban su madre, su hermano y su hermana. Tres hijos que aún le vivían de los siete que le nacieron; el oficial era mucho más numeroso: D. Amós Salvador, como ministro de Instrucción Pública, en nombre del reino; D. Alejandro Pidal, como director de la Real Academia de la Lengua; el Conde del Cedillo por la Real Academia de la Historia; el rector de la Universidad Central, Sr. Conde y Luque; el arzobispo de Madrid D. Bernardino Nozaleda; el Marqués del Vadillo, por la Sociedad Económica de Amigos del País; D. José Ramón Mélida, el Conde de Doña Marina, D. Ignacio Calvo y Sánchez… y comisiones de academias, de universidades, de estudios… porque era la despedida de una de las glorias del reino, además de un Senador. De uno de esos hombres que surgen en contadas ocasiones.

La comitiva salió de la calle del León en dirección a la parroquia de San Sebastián, desde aquí, a pie, y atravesando medio Madrid, a la Sacramental. Donde sus restos reposan a la eternidad de los siglos, mientras que su nombre, y su obra, también a la eternidad de los siglos, será recordada, admirada, y estudiada, por quienes aman la historia de una provincia, Guadalajara.

Juan-Catalina García López nació en Salmerón (Guadalajara), el 25 de noviembre de 1845; falleció en Madrid el 18 de enero de 1911.

(Nota: El autor, al margen de la polémica suscitada en torno al lugar de su nacimiento, y como la mayoría de los autores de su tiempo, lo da por nacido en Salmerón (Guadalajara). Conforme el propio Juan Catalina García López reconoció al afirmar “Salmerón, mi patria…”, en su obra “Biblioteca de Escritores de la Provincia de Guadalajara”; lo mismo afirma Santos Bozal Casado en Atienza Ilustrada de 1º de enero de 1899: Nació en Salmerón (Guadalajara); Juan Diges Antón, en Flores y Abejas (22 de enero de 1911): Nació en Salmerón, pueblo también de esta provincia…; Manuel Pérez Villamil, en su Necrología para la Real Academia de la Historia (1911): Había nacido en Salmerón, provincia de Guadalajara…; La Ilustración Española y Americana, con motivo de su fallecimiento: Nació en Salmerón (Guadalajara); José Úbeda y Corral en su Necrología para la Real Sociedad Económica Matritense (1911): Nacido en Salmerón, pueblo de la provincia de Guadalajara…; Expt. Académico de la Facultad de Filosofía y Letras (1863): Natural de Salmerón (Guadalajara); Facultad de Derecho de la Universidad Central (1863-83): Natural de Salmerón (Guadalajara); etc.

De la misma manera, tampoco valora el extenso trabajo que bajo el título de: “A la sombra de Cerralbo. Catalina García y López, Primer Catedrático de Arqueología y Director del Museo Arqueológico Nacional (1900-1911), firmado por Alfredo Mederos Martín, del Departamento de Historia y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid (BSAA arqueología, LXXX, pp., 165-218. Universidad de Valladolid 2014), en el que se cuestionan los doctorados de D. Juan Catalina García López, así como su trabajo al frente del Museo Arqueológico Nacional, entre otros).