La arqueología arriacense continúa dando alegrías (ahora, en Las Cristinas)

Guadalajara capital sigue generando sorpresas arqueológicas. Hace unas semanas se producía un intenso debate sobre el posible hallazgo de la antigua Puerta del Mercado de las murallas  tras el derribo de la «Casa de los Solano», ubicada al inicio de la calle Mayor. Finalmente, estos vestigios no resultaron corresponder al antiguo perímetro de la ciudad, sino a muros de cerramiento y de carga de viviendas de la segunda mitad del XIX y de inicios del XX, así como a un pozo de drenaje y varios conductos de aguas residuales del mismo periodo. Pero, a pesar de este varapalo, las excavaciones no han parado en otros puntos de la ciudad, por lo que han surgido nuevas alegrías. El último ejemplo, en el antiguo colegio de Las Cristinas, durante los trabajos de construcción de las nuevas instalaciones de la Universidad de Alcalá (UAH).

Más concretamente, se han encontrado elementos de un antiguo camposanto y del amurallamiento andalusí de la capital. “Desde mediados del mes de mayo se vienen desarrollando, en el futuro campus de la UAH en Guadalajara, dos actuaciones arqueológicas de gran relevancia”, aseguran desde el centro de estudios alcalaíno. “Por una parte, la excavación de un cementerio tardomedieval en el extremo oeste del futuro complejo, junto a la calle Dos de Mayo, bajo la dirección técnica de Ernesto Agustí y Carlos Caballero. Y, por otra, el descubrimiento de restos de la antigua muralla andalusí, en la calle Madrid, con Ildefonso Ramírez como responsable”.

Las actuaciones relativas al panteón ya han arrojado los primeros resultados. “Se ha conseguido identificar más de 200 tumbas. Se trata de una necrópolis de época bajomedieval, con cronologías en torno a los siglos XIV-XV”, confirman los especialistas. “Los enterramientos, a los que acompaña un ajuar muy escaso o inexistente –en la mayoría de los casos–, ofrecen una variedad de tipologías”. No obstante, se han encontrado una serie de enseres en algunas tumbas juveniles o infantiles, consistentes en pulseras, pendientes o anillos…

En otros casos, destaca “la presencia de inhumaciones cubiertas con bóvedas de ladrillo, un tipo de enterramiento –conocido como «lucillo»– que fue característico de aquel momento histórico”, indican los arqueólogos. Sin embargo, las prospecciones aún están curso. De hecho, de las 200 tumbas halladas, sólo se han excavado unas 150, lo que se corresponde con el 75% del total. Y por lo que se ha comprobado, este emplazamiento presenta “muchas características en común” con otra necrópolis que ya había sido estudiada en el actual cementerio municipal de Guadalajara.

En este contexto, “los datos obtenidos en aquellos trabajos, sumados a los que hasta ahora se han podido recuperar, permiten suponer que nos encontramos ante un gran camposanto”, describen los responsables de las prospecciones de 2021. “Hemos realizado una excavación en extensión, sobre un área de, más o menos, unos 1.800 metros cuadrados”, explican Ernesto Agustí y Carlos Caballero, dos arqueólogos de la empresa «Barbacana Patrimonio» que han intervenido en los trabajos. “Todas las tumbas están realizadas en fosas simples, excavadas en el terreno natural”. Y, por lo que se ha comprobado, “los enteramientos son muy similares, en posición decúbito supino”.
Vestigios árabes.

Sin embargo, los hallazgos obtenidos en Las Cristinas no finalizan aquí. También se han descubierto restos de la antigua muralla andalusí de la capital. Estos elementos se describieron durante la supervisión arqueológica de la cimentación del nuevo vallado del campus a lo largo de la calle Madrid. “Los vestigios corresponden al encuentro de la muralla con el torreón sur de la Puerta de la Alcallería”, aseguran los arqueólogos.

La edificación de este acceso a la ciudad se ha documentado en 1550, pero los orígenes de la infraestructura eran anteriores. “Se trata de un muro de mampostería de cal y canto con mampuesto con tizones verticales que conserva un grosor de cuatro codos, es decir, de cerca de dos metros”, explican desde la UAH. Una forma constructiva típica de la época arábiga.

Pero, ¿por qué se han encontrado los mencionados restos en «Las Cristinas»? Para contextualizar dichos hallazgos hay que remitirse al urbanismo histórico de la capital provincial. “La antigua medina de Guadalajara discurría desde este punto hasta el río Henares, quedando constreñida por los barrancos del Alamín y de San Antonio”, describen fuentes universitarias.

Asimismo, también se ha podido documentar que el arrabal desarrollado en el sureste, y que tenía como eje el camino compuesto por las actuales calles Miguel Fluiters y Mayor, ya se encontraba muy saturado a finales del siglo XI. Una circunstancia que acababa produciendo “el adosamiento de viviendas a la muralla”, por lo que los vecinos se fueron expandiendo a otros emplazamientos.

Ante este contexto de propagación de la población, el cronista provincial, Antonio Herrera Casado, es muy claro. “No me extraña, por tanto, que en este lugar [por Las Cristinas] aparezca un cementerio medieval, porque ese era el área que siempre, en las descripciones de la ciudad, recibió nombres como «El osario» o «El castil de los judíos». Era el punto donde se enterraba a la gente en la Edad Media”, indica el especialista.

“El primer dato sobre la existencia del «Castil de los Judíos» se remonta a 1173, considerándolo como un arrabal habitado por esa comunidad hasta 1412, año en que sus integrantes pasaron a alojarse en el recinto fortificado de la ciudad”, explica Pedro José Pradillo, técnico de Patrimonio del Ayuntamiento de Guadalajara. No obstante, “esa supuesta primera judería estaba enclavada al otro lado del barranco de San Antonio, en una superficie de tamaño indefinido –en paralelo al primer recinto de la medina de Guadalajara–, más al norte de la puerta de Alvar Fáñez y hasta los farallones del Henares, frente a la parroquia de San Julián y el convento de San Antolín”.

Una vez conocidas estas delimitaciones, y según el Talmud, “la instalación de los camposantos judíos debía estar fuera del recinto de la judería –a más de 50 pasos de la última casa y a menos de tres kilómetros de la misma–, a extramuros de la cerca urbana –aunque bien comunicado con una de sus puertas–, en un lugar elevado, sobre eriales y lo más próximo a un cauce de agua”, confirma Pradillo. “El espacio fúnebre, adornado por abundante vegetación de flores y árboles, quedaba delimitado por un muro de cerramiento dotado de una o varias puertas”.

Además, se conoce que “las sepulturas de los cementerios de las comunidades hebreas hispánicas se distribuían formando hileras –guardando entre ellas el espacio suficiente para posibilitar nuevas exhumaciones–, perfectamente alineadas y orientadas”, indica el técnico de Patrimonio de Guadalajara. “También sabemos que esas «filas» se abrían en dirección este–oeste, permaneciendo las cabezas de los cadáveres en el extremo occidental, de tal modo que, en el momento de la resurrección, los difuntos tuvieran su mirada dirigida hacia el este, hacia su prometida Jerusalén”.

Por ello, y ante estas informaciones, se ha de seguir investigando para conocer un poco más sobre este tema. Hasta el momento se está yendo por el buen camino. Los vestigios hallados este 2021 profundizan en el conocimiento de la referida zona de la ciudad. Permiten saber “cómo eran las inhumaciones de nuestra capital hasta el momento en el que se centralizó todo en el cementerio municipal”, añade el guía arriacense, Manuel Granado.

Por tanto, todos estos elementos hablan de la historia de la ciudad, al reflejar la evolución de la misma. En consecuencia, y tras los mencionados descubrimientos, no es extraño que se hayan impulsado algunos cambios en el proyecto del campus. “Para conservar y valorar las estructuras históricas, se ha modificado el diseño original del cerramiento del recinto educativo. Los hallazgos se han protegido adecuadamente y la base del vallado vuela sobre la muralla en vez de apoyarse en ella, lo que permitirá acondicionar la zona para exponer los restos”, explican desde la UAH.

Sin embargo, las medidas adoptadas no finalizan aquí. También “se ha modificado el diseño de la reja en el tramo de interés, aumentando su transparencia y flanqueándolo con dos vitrinas que albergarán paneles divulgativos”, aseguran los responsables del proyecto. No en vano, “estos hallazgos permiten avanzar en el conocimiento de la Guadalajara medieval, habitada por una vibrante comunidad multicultural”. De esta forma, se arrojará un poquito más de luz sobre nuestro pasado, algo que es fundamental para seguir construyendo el futuro. De hecho, y como dijo el escritor y filólogo Marcelino Menéndez Pelayo:
«Pueblo que no sabe su historia es pueblo condenado irrevocablemente a la muerte».

PRADILLO ESTEBAN, Pedro José, «El Castil de los Judíos de Guadalajara», En Ernesto GARCÍA-SOTO MATEOS, Miguel Angel GARCÍA VALERO, Juan Pablo MARTÍNEZ NARANJO, Actas del Segundo Simposio de Arqueología de Guadalajara, Molina de Aragón (Guadalajara): Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 2008.