La ‛España Vaciada’ busca modelos de gestión para sus residuos

En los últimos años, las necesidades de las zonas más despobladas del país han entrado de lleno en la agenda pública. En este contexto, se han creado diversas organizaciones, como la Coordinadora de la ‛España Vaciada’ –aparecida en junio de 2019 Madrid–, que han puesto de manifiesto las necesidades de los territorios menos habitados. Así, durante la III asamblea de la entidad, celebrada en Priego (Cuenca) este otoño, se decidió participar en los próximos comicios, sobre todo tras el éxito electoral de Teruel Existe. De esta forma, anhelan hacer más visibles sus problemas, entre los que se encuentra la gestión de residuos en lugares con baja densidad demográfica.

Un censo exiguo que se acaba reflejando en la prestación del mencionado servicio. “En muchas ocasiones, en los pequeños pueblos se observan menos contenedores y una frecuencia más reducida en su recogida, lo que provoca que se llenen, rebosen y, al final, la gente no los use, dejando la basura fuera o no separando los deshechos”, critica Julio Barea, responsable de campañas de Greenpeace España.

Precisamente, uno de los grandes inconvenientes de dicha prestación es su coste. Por ello, en los ámbitos rurales se están probando diferentes modelos de gestión. En algunos lugares se ha apostado por la realización de la recogida “mediante contenedores en superficie para la ‛fracción resto’ y a través de áreas de aportación para las fracciones recogidas selectivamente de papel/cartón, vidrio y envases”, indican los investigadores Marta Jofra, Ana Citlalic y María Calaf en ‛Estudio sobre modelos de gestión de residuos rurales aislados’.

No obstante, en algunos territorios se han inclinado por la opción ‛húmeda–seca’, “en la que también existen cuatro contenedores, pero uno es exclusivo para la ‛fracción orgánica’, otro para papel/cartón, el tercero para vidrio y en el cuarto se deposita la ‛fracción inorgánica’, que incluye los envases y el resto”. Otros sistemas, como la recogida soterrada o la neumática, están poco implantados en las zonas rurales, aunque la fórmula del ‛puerta a puerta’ ya está comenzando a cosechar importantes éxitos, como se mencionará más adelante.

El problema del dinero
Además, para dar solución a la inversión que supone este servicio en núcleos aislados, algunas regiones han diseñado una red de plantas de transferencia. Es el caso de Castilla–La Mancha. Por ejemplo, en uno de sus cinco territorios –Guadalajara–, además de un complejo centralizado, existen siete infraestructuras intermedias. “La Diputación saca a licitación este servicio y aquellos pueblos que no puedan tener una recogida propia, cuentan con la oportunidad de adherirse a esta propuesta provincial”, confirma Rubén García Ortega, diputado del Consorcio de Residuos.

Sin embargo, desde algunos sectores critican el deficiente servicio que, aún hoy, se observa en determinadas localidades alcarreñas. “Hay pueblos en los que ni siquiera se han instalado los puntos necesarios para la recogida selectiva”, denuncia Alberto Mayor, de Ecologistas en Acción Guadalajara. “Solamente existe un contenedor y los ciudadanos mezclan todos los deshechos”.

En la vecina Cuenca, al implantarse una fórmula similar, también se distingue un vertedero centralizado –ubicado en las cercanías de la capital–, que recibe la basura desde varias localizaciones de transferencia. “Es un modelo obsoleto”, asegura Carlos Villeta, de la agrupación conquense de Ecologistas en Acción. Además, se habrían observado algunos problemas de funcionamiento. De hecho, la gestión es indirecta y la empresa concesionaria estaría siendo retribuida por tonelada recolectada, razón por la cual “se incentiva a generar y recoger más deshechos”. Sin embargo, el camino correcto es ir “hacia la eliminación de los envases de un único uso y hacia la reutilización”.

‛Puerta a puerta’
Ante estas circunstancias, en otras regiones de la ‛España Vaciada’ se han comenzado a implementar sistemas de gestión más eficaces, que permiten un porcentaje de separación mayor desde el origen. Es el caso del modelo ‛puerta a puerta’, que se estaría aplicando en la comarca de la Matarraña, en Teruel, y en diferentes lugares del interior de Cataluña, País Vasco, Navarra o Mallorca. Se trata de una opción que consiste en entregar los deshechos en el acceso de la vivienda o del comercio, de acuerdo a una fecha y un horario determinado.

“Cada día, según este calendario, se recoge una o más fracciones de residuos”, relatan Jofra, Citlalic y Calaf. De esta forma, los contenedores desaparecen de la vía pública, excepto un número muy reducido de ellos, por si los usuarios no pueden adaptarse a los momentos de recogida. “Los materiales que no se entreguen correctamente no se admiten y, así, se maximiza la calidad del residuo”. No en vano, este modelo obtiene unos resultados de reciclado muy importantes, que pueden llegar al 60% y 80% del total, frente al 20-40% de los sistemas convencionales.

Una realidad que se ha comprobado en la comarca de la Matarraña (Teruel), donde hace tres años se estableció una prueba piloto. “Recogíamos las diferentes fracciones de residuos casa por casa tres días a la semana, dos tipos de deshechos cada jornada”, explican los responsables. Así, “la separación se hace en el hogar”, pasándose, gracias a ello, del 20% del reciclaje a más del 65%.

Evidentemente, la implantación del ‛puerta a puerta’ en el medio rural supone un incremento de los costes. “Requiere una mayor dedicación de personal y rutas más largas y lentas, pero el hecho de alcanzar elevados niveles de recogida selectiva hace que este sobreprecio se compense con unos menores gastos de tratamiento de la fracción resto y con un aumento de los ingresos derivados de los sistemas integrados de gestión y de venta de materiales”, confirman los técnicos.

Y, al mismo tiempo, existen medidas que facilitan la aclimatación de esta propuesta a la ‛España Vaciada’. “En el caso de los municipios con fuerte estacionalidad y segundas residencias se puede adaptar la frecuencia de recogida a las dinámicas de la población, recogiendo varias fracciones los domingos, o aumentando la frecuencia en épocas de mayor afluencia, como el verano”.

¿Y qué hacemos con los voluminosos?
De cualquier forma, la recogida de los residuos especiales presenta retos logísticos añadidos para los municipios más pequeños. Por ello, los expertos señalan que “lo idóneo” es que en las capitales de comarca y en localidades de mayor tamaño existan puntos limpios. Y para aquellos ciudadanos que no tengan la oportunidad de acercarse hasta los mismos, se ha de ofrecer la posibilidad de ‛puntos limpios móviles’. “Son camiones o remolques que se ubican durante uno o más días en diferentes municipios, de forma rotativa”. Es lo que estaría ocurriendo en el Consorcio número ocho de Aragón. “Las comarcas tienen diferentes tipos de recogida de voluminosos, al poseer puntos fijos –es el caso de Teruel– o combinar los espacios permanentes con otros móviles”, confirma Samuel Morón, presidente de la entidad.

Sin embargo, dichas infraestructuras se encontrarían mal gestionadas en algunos lugares, como Cuenca. “Se construyen con dinero de la administración provincial, pero los ayuntamientos con menos población no cuentan con los recursos necesarios para la gestión diaria de dichos complejos”, aseguran desde Ecologistas en Acción. Por esta razón, en ocasiones aparecen desperdicios en sus accesos o se tratan de forma inconveniente los materiales almacenados en su interior.

En cuanto al tratamiento del vidrio, las zonas rurales también poseen sus ritmos. “Desde un punto de vista operativo y de gestión, la recogida es más compleja, debido a la dispersión poblacional. Se ha de dimensionar la demanda, con el fin de ofrecer el mismo nivel de prestación que en las zonas urbanas”, narra Ana Cardona, de Ecovidrio. Y, para ello, se necesitan un mayor número de contenedores, ya que se ha de gestionar, al menos, un ‛iglú verde’ por población. Incluso, se han instalado puntos de reciclado en refugios del Pirineo, para asegurar la separación del material.

¿Quién se encarga de la recogida?
Y desde un punto de vista legal, otro de los inconvenientes de la ‛España Vaciada’ es el diminuto tamaño de las administraciones responsables de la recogida y tratamiento de los residuos. Los ayuntamientos son los competentes. Y en provincias como Guadalajara estas labores se complican, ya que un total de 176 de sus 288 municipios son menores de 101 habitantes.

Por ello, se han tenido que buscar fórmulas para hacer frente a este tipo de prestaciones. “El servicio de recogida de residuos en las zonas rurales se presta a través de entes locales supramunicipales, como mancomunidades, consorcios, consejos comarcales o diputaciones”, aseguran Jofra, Citlalic y Calaf. En consecuencia, en lugares como Soria cerca del 90% de los deshechos son recolectados por la Diputación. “Aquí no tenemos mancomunidades, salvo dos muy pequeñitas”, asegura Raúl Lozano, presidente de la Comisión de Agricultura, Montes y Medio Ambiente de la institución soriana. Sin embargo, en otros puntos, como Aragón, la gestión de los desperdicios depende de las comarcas, que –a su vez– se agrupan en consorcios. Se observa, así, una gran disparidad.

A pesar de esta situación, todas las administraciones han de acogerse a la normativa europea, que establece una jerarquía de prioridades en la materia. En primer lugar, se ha de apostar por la prevención en la generación de basura. Sin embargo, una vez producida, se aboga por la reutilización, el reciclado, su uso para obtener energía y, en último lugar, por su eliminación. Una filosofía que en las zonas rurales está siendo fácil introducir. “El consumo en los pueblos es menor, por lo que se generan menos residuos”, asegura Julio Barea, de Greenpeace. Incluso, “lo orgánico se queda en casa”, al utilizarse para alimentar a los animales o como abono de los cultivos.

De hecho, “la propia composición del medio rural y estructura territorial y demográfica ayuda a una gestión mucho más sostenible de los desperdicios”, asegura Raúl Conde, periodista especializado en despoblación. Pero, al mismo tiempo, este experto propone “caminar hacia un modelo más público de recogida y evitar la externalización y la participación de empresas privadas, que jibarizan el negocio”. Y, sobre todo, se ha de incrementar la atención hacia estas zonas. “Hay que dotar con recursos económicos a las autoridades competentes, como los ayuntamientos, sobre todo a los más pequeños”, enfatiza Adriana Espinosa, de Amigos de la Tierra. Pero todavía hoy en las políticas para la ‛España Vaciada’ se observa “mucha poesía, pero falta pasar a la prosa”, concluye Conde.