La importancia de los quejigares briocenses

Brihuega es una villa con una gran historia a sus espaldas. Algo que se observa en el legado patrimonial que trufa sus calles. Sólo en conocer todas sus iglesias, sus murallas, sus cuevas árabes, sus casonas, el castillo de Peña Bermeja, la Real Fábrica de Paños o sus imbricadas plazuelas, el paseante puede invertir varias jornadas. Todo ello, sin mencionar la fantástica gastronomía del lugar, en la que se combina –a la perfección– la tradición castellana con la gran calidad de las materias primas. ¡Un lujo!

Sin embargo, existe otro elemento a tener en cuenta. Nos referimos al medio natural que envuelve a la población y que le ha permitido el apelativo de «Jardín de la Alcarria». Este municipio se asoma –coqueto– al vergel que supone el valle del Tajuña, donde se mezclan huertas, un imponente bosque de galería, cultivos de secano y representaciones de monte alcarreño. Todo ello, arroja una imagen única, digna reyes y visires.

Además, no muy lejos de esta villa se domicilia la Zona de Especial Conservación (ZEC) «Quejigares de Barriopedro y Brihuega». Su impacto “radica en la importancia de las formaciones boscosas existentes, de quejigar en las umbrías y encinar en las solanas”, se indica en su Plan de Gestión. “La gran representación de quejigos en la ladera, con un aceptable grado de conservación –debido a su uso tradicional para leña–, son una buena muestra de su variante «celtíbero–alcarreña»”. Además, estas formaciones se alternan con coscojares, romerales, gayuba, tomillares, enebrales, esplegares, aliagares e, incluso, sabinares albares.

“El quejigar forma la unidad vegetal más extensa de esta ZEC”, explican desde la Junta de Comunidades de Castilla–La Mancha. “La presencia de estas formaciones, características de los pisos bioclimáticos meso y supramediterráneo –en cuyo límite altitudinal se localiza este territorio natural–, se ve favorecida por diferentes condicionantes fisiográficos, tales como la humedad, la pedregosidad y la profundidad del suelo, la topografía, la orientación o determinados procesos climáticos, como la inversión térmica propia de estos valles”.

Y aunque el grueso de dicha masa arbórea se asienta en pendiente, “las zonas bajas de las cuestas, además de los enclaves más umbrosos, son los puntos en los que los ejemplares alcanzan un mayor grado de madurez”, explican desde la Consejería de Desarrollo Sostenible. Además, en estos lugares han conseguido refugio “un mayor número de taxones botánicos de interés”. Entre ellos, el bonetero, el arce de Montpellier, el espantalabos o el álamo temblón, de “carácter eurosiberiano” y que en Castilla–La Mancha sólo aparece puntualmente en enclaves abrigados y umbrosos…

Algunos datos
Este espacio protegido –que se extiende a lo largo de 4.358,48 hectáreas– se sitúa en el curso medio del Tajuña, a su paso por los territorios de Barriopedro, Brihuega y Valderrebollo. “En este estrecho valle alcarreño, formado por la acción erosiva del río, se sitúa una campiña de superficie aplanada, delimitada por laderas de fuerte pendiente sobre las que se desarrollan formaciones naturales arbóreas y arbustivas”, explican desde el Gobierno regional. De hecho, en su fondo sobrevive un bosque de galería, compuesto por álamos blancos, fresnos, sauces y cornejos, que se hallan acompañados por carrizos, juntos y eneas.

En todas estas formaciones boscosas encuentran refugio y alimento “una importante representación de pequeños y medianos mamíferos carnívoros”, explican desde Castilla–La Mancha. Entre ellos, el gato montés, la gineta, la garduña, la rata de agua o el tejón. “Esta comunidad de carnívoros tienen una gran importancia en el ecosistema, ya que actúan como controlares biológicos de invertebrados, reptiles, micromamíferos…, evitando la incidencia de episodios de superpoblación o plagas”, explican los investigadores.

Igualmente, “y a pesar de que su caudal está regulado por el cercano embalse de La Tajera –a unos 14,5 kilómetros aguas arriba–, el Tajuña mantiene buenas poblaciones de nutria”, explican los expertos. Este mustélido habita en los ríos bordeados por bosques, vegetación espesa o roquedos, siendo su presencia uno de los mejores indicadores del buen estado hídrico. “Las nutrias se alimentan de peces, ranas, culebras y anguilas, colaborando en el equilibrio biológico de los cauces”, enfatizan los biólogos. No en vano, entre los reptiles que se desarrollan en esta zona destacan el lagarto ocelado, así como diversas especies de lagartijas y de ofidios.

También se ha de mencionar la comunidad reproductora de aves rapaces forestales –como el azor y el gavilán– o migratorias, entre las que se suceden el águila calzada y la culebrera. Incluso, se han descrito nidos de rapaces nocturnas –búho chico y cárabo–. Del mismo modo, cabe destacar la presencia de martín pescador, tan poco habitual en el interior peninsular. Unos animales que, si el caminante es observador, llegará a divisar durante su recorrido por la ZEC.

Las posibilidades de visita
La totalidad de este espacio protegido puede ser conocido por los ciudadanos, gracias a la red de caminos y senderos que lo atraviesan. Por ejemplo, muy cerca de este emplazamiento se encuentra el RCGU–50, una ruta circular de 13.10 kilómetros, cuya longitud se completa en apenas cuatro horas. Su dificultad no es muy elevada. Se puede consultar su recorrido y puntos de interés en la web especializada «Caminos de Guadalajara» .

Se recomienda hacer la visita cuando el clima sea más benigno, con el fin de zafarse de la época de lluvias y de los rigores termométricos de invierno y verano. “En esta zona se dan inviernos muy frescos, siendo enero el periodo más frío –con temperaturas medias de 3.70ºC–, mientras que julio es el más cálido”, explican desde la Junta de Comunidades. “La etapa de heladas es bastante prolongada, siendo más probables durante siete meses al año”.

La elección de la mejor época para pasear por la zona también permitirá conocer la geomorfología de la localización, de la que destacan los elementos característicos de la Alcarria. Es decir, “llanuras formadas por calizas en las zonas altas, situadas a más de 1.000 metros, así como valles y barrancos encajados, con laderas de fuerte pendiente”, describen desde la Consejería de Desarrollo Sostenible. Entre estas formaciones, se ha de mencionar una gran toba domiciliada en las inmediaciones de Cívica –pedanía briocense–, en la que se puede encontrar un “sector activo” donde existe una cascada recubierta de musgos y vegetación. Su estado de conservación del conjunto es “excelente”.

Así, el conjunto de los «Quejigares de Barriopedro y Brihuega» bien merece una visita, debido a sus valores faunísticos, geomorfológicos y, sobre todo, florísticos. Todo ello, sin olvidar la cercanía de Brihuega, una localidad que destaca por su riqueza histórica y patrimonial. Esta villa, además, ofrece “diferentes actividades y equipamientos de naturaleza, como rutas de senderismo marcadas, excursiones geológicas, la celebración del día de las aves o rutas en bicicleta”, concluyen desde el Ayuntamiento de la localidad. ¡No te lo pierdas!