La panacea del turismo

Espacio de Castilla-La Mancha en Fitur 2019. // Foto: Henares al día.

Leo en un teletipo de Europa Press fechado el pasado 14 de enero que la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto (PSOE), apuesta por el turismo “para combatir la despoblación”. Lo dijo tras girar una visita a Zaragoza, ciudad en la que se reunió con los agentes sociales. El turismo -dijo- tiene que ser el efecto “tractor” para mantener “el talento” y a los jóvenes en los pueblos. No especificó cómo piensa lograrlo. En el exhaustivo suplemento especial de Nueva Alcarria con motivo de Fitur, José Manuel Latre (PP) sostuvo: “La Diputación tiene claro que el turismo debe seguir siendo eje fundamental para el desarrollo de nuestros pueblos”.

Ambas declaraciones sintetizan la posición que mantienen desde hace décadas las distintas administraciones, con independencia de su color político, con relación a las políticas públicas en el medio rural. Descartada la posibilidad de articular un incipiente desarrollo industrial en lo que antaño fueron los cabezas de partido judicial y teniendo en cuenta la falta de relevo generacional en el sector primario (se necesitarían 20.000 nuevos agricultores al año para garantizar la continuidad, según la organización agraria Coag), el turismo se presenta como la principal tabla de salvación de las comarcas de la España rural interior. Como si no pudiera ya implementarse ningún otro tipo de incentivo económico. Como si se hubiera arrojado la toalla a la hora de vertebrar la meseta, concebida no como un territorio vivo sino como un suministrador de ocio para los ciudadanos de la gran urbe.

Según los datos del Gobierno regional, la provincia de Guadalajara es la tercera de España que más ha crecido en alojamientos. La llegada de turistas extranjeros creció el pasado año un 46% en Castilla-La Mancha, una comunidad que por primera vez superó los cinco millones de pernoctaciones. Son cifras alentadoras presentadas en el marco de Fitur. La gigantesca feria organizada por Ifema registró 253.000 visitantes, un 0,7% más que el año anterior, lo que da una idea de su proyección a pesar de las nuevas tecnologías, las aplicaciones móviles y la relevancia del negocio digital para el sector turístico.

Los 475.000 euros invertidos por la Junta de Castilla-La Mancha en Fitur pueden darse por bien empleados. Es una feria en la que hay que estar, a pesar de todo. Y, puestos a estar, hay que hacerlo con el nivel adecuado al certamen. Cuestión distinta es el empeño de todas las administraciones en situar el turismo como la gallina de los huevos de oro para salvar los pueblos. Emiliano García-Page pronosticó la creación de 10.000 empleos ligados al turismo en los próximos años, que se sumarían a los 8.300 puestos de trabajo generados desde la puesta en marcha del Plan Estratégico de Turismo. Negar el impacto de esta actividad en la dinamización de las economías locales en el medio rural sería absurdo. Tanto como fiar el futuro de estas zonas únicamente a esta misma actividad.

El turismo activa la economía, atrae visitantes, genera riqueza y crea empleo, aunque de forma limitada. Pero a lo largo de las últimas décadas, en las que el turismo rural ha experimentado un crecimiento exponencial, no ha demostrado su capacidad de fijar población. La inversión millonaria procedente de los fondos europeos ha servido para renovar la planta hotelera y modernizar las infraestructuras, pero no para crear las bases necesarias para reactivar las zonas rurales. El turismo requiere un fuerte impulso, mejorar la coordinación entre administraciones y evitar duplicidades en la gestión de estas competencias. Hay comarcas de la provincia muy descuidadas en este aspecto y otras que esperan un respaldo especial por su potencial crecimiento, como la Arquitectura Negra o la Tierra de Molina. Sin embargo, cualquiera que tenga un mínimo contacto con los pequeños pueblos sabe que este sector es un eslabón más en el engranaje de su depauperada economía. Uno más, pero no el único. Primero porque no todos los pueblos son turísticos y, segundo, porque sería un suicidio trasladar ahora al campo los efectos perniciosos de la masificación que ya sufren muchas ciudades.

Equilibrio, señores políticos. Equilibrio y racionalidad. El turismo es un gran invento, pero no puede fagocitar una visión global sobre las necesidades del medio rural.