La Sierra de Altomira, riqueza ambiental

Se trata de una de las sierras más desconocidas de Guadalajara. Se emplaza al sur de la provincia, muy cerca de los «mares de Castilla». A sus pies brota el embalse de Bolarque, mientras que sus cumbres más elevadas superan los 1.100 metros de altitud –el enclave más alto, que da nombre al lugar, llega a los 1.183–. Además, su biodiversidad es digna de mención. Nos referimos a Altomira, una de las cadenas montañosas más occidentales del Sistema Ibérico. Su orientación es de norte a sur, prolongándose a lo largo de más de 50 kilómetros. Y en su interior, el caminante puede recorrer las diferentes serrezuelas que la componen, entre las que destacan la de Anguix, la de En medio, la de Santa Cruz, la de San Cristóbal y la de Degollados.

“En la comarca predominan los materiales cretácicos que contribuyen a la conformación de diferentes hoces, cañones o barrancos cársticos, aunque también tienen importante representación los materiales terciarios protagonizados por arcillas y arenas, especialmente en la parte incluida en la provincia de Guadalajara y en las bases de las montañas”, explican desde la Consejería de Desarrollo Sostenible. Por tanto, “los elementos más abundantes son los más antiguos, los mesozoicos. Están constituidos por rocas evaporíticas carbonatadas, como calizas y dolomías, rosadas o blancas, del Jurásico y del Cretácico”, añaden los geólogos. “Se acompañan, además, por formaciones detríticas –conglomerados, areniscas y margas– y, puntualmente, por yesos”.

Conviven en el espacio unidades paisajísticas bien diferenciadas. Por un lado, la cordillera de Altomira, perteneciente a los paisajes de las sierras Ibéricas. Por otro, los páramos alcarreños y, en último lugar, la unidad paisajística del páramo y de los embalses de Entrepeñas y Buendía. “La agricultura ha aprovechado la fertilidad de los valles para instalar huertas de regadío, empleando los altiplanos para el cultivo cerealista y de girasol, que se abren paso entre el bosque mediterráneo, dejando al olivar para las zonas con más pendiente, donde se asientan sobre taludes”, explican los geógrafos. “Este mosaico aporta diversidad cromática al paisaje”.

Incluso, el visitante puede disfrutar de una hidrografía de primer orden. El entorno se encuentra surcado por cauces tan conocidos como el Tajo, el Guadiela o el Jabalera, que abren profundos valles en la sierra. Una riqueza orográfica y fluvial que ha permitido al entorno contar con una variedad ecosistémica de primer orden. Altomira se encuentra cubierta por formaciones boscosas y de matorrales de tipo mediterráneo, destacando las masas de pino carrasco. Incluso, por su emplazamiento, ha servido como «vía migratoria» de diversas especies florísticas entre los ámbitos valenciano–tarraconense y el celtibérico–alcarreño.

“Este papel de corredor ecológico, junto a su litología y el microclima más cálido de sus hoces –entre las que destacan la de Entrepeñas-Anguix, Buendía y Jabalera–, han facilitado la aparición de extensos pinares, sabinares, bojedas y romerales basófilos, de claras reminiscencias levantinas”, confirman desde la Junta de Comunidades. Incluso, en el interior de este espacio se encuentran diversos endemismos. El más conocido es el Anthirrhinum microphyllum, que –al mismo tiempo– da nombre a la peculiar comunidad de los farallones en dolomías Anthirrinetum microphylli. Asimismo, se distinguen encinares, quejigares, coscojares y enebrales. Incluso, se suceden formaciones riparias, como las alamedas y las saucedas. Se trata, en consecuencia, de “una muestra bien conservada de los hábitats alcarreños”, aseguran los expertos.

Además, la diversidad fluvial y orográfica del entorno –en la que se combinan farallones, hoces y cumbres– ha permitido el surgimiento de otros hábitats, como los bosques de galería en torno al Tajo, caracterizados por su buen estado de conservación. En las aguas de este río también se distinguen comunidades de fauna de relevancia, como las de barbo comizo, nutria europea y las de galápagos. Sin olvidar que, en los escarpes del entorno, se distinguen enclaves de cría para aves rupícolas amenazadas.

“Existe un gran número de rapaces de interés, siendo el lugar especialmente importante para la cría del águila perdicera”, explican desde la Consejería de Desarrollo Sostenible de nuestra región. “También se reproducen el alimoche, el halcón peregrino, el águila real y el buitre leonado”. Y los embalses de los alrededores –Entrepeñas, Buendía y la Bujeda– “son puntos habituales de grulla y muchas otras especies de aves acuáticas en invernada y pasos migratorios, incluida el águila pescadora”. Asimismo, se distinguen ejemplares de pato colorado, focha común, de cercetas o de porrones. Igualmente, “existe un reducto de alondra de Dupont en los páramos que culminan la sierra en Saceda–Trasierra”. Por tanto, Altomira se constituye como un emplazamiento ideal para la práctica de la ornitología.

Una variedad ecosistémica que también se ha de entender por la diversidad climática propia de la zona. La sierra de Altomira actúa como elemento diferenciador del clima, existiendo en su vertiente occidental unas condiciones más favorables en cuanto a precipitaciones y humedad, en relación a su cara Este, donde los vientos son más secos y existe un régimen de precipitaciones más escaso”, confirman desde el gobierno regional. Esta realidad ha permitido que se distinga una importante sucesión de hábitats. “De dicha combinación de paisajes y de distintos elementos, surge un conjunto de alto valor paisajístico, que aporta a la comarca un buen ámbito de acogida”, aseguran desde la Junta de Comunidades.

Un espacio muy protegido
Todo ello, ha permitido que Altomira haya sido reconocido con diversas figuras de protección. Entre ellas, la de Zona Especial de Protección, incluida en la red Natura 2000, que se extiende a lo largo de 29.493 hectáreas, repartidas en 21 localidades de Guadalajara y Cuenca. Asimismo, esta comarca ha sido declarada como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), que también ocupa casi 30.000 hectáreas. Incluso, existe un Refugio de fauna en Bolarque, en donde observar algunas de las especies del entorno. “La sierra analizada es un espacio natural de gran interés medioambiental, reuniendo altos valores geológicos, paisajísticos, faunísticos y de flora y vegetación”, aseguran los especialistas.

Todos estos elementos pueden ser disfrutados por la ciudadanía, que cuenta con la posibilidad de conocer Altomira de diferentes formas. La que recomendamos desde Henares Al Día es el senderismo, por ser una de las propuestas más completas, al reunir –en una sola actividad– la práctica deportiva, la imbricación con la naturaleza y el conocimiento directo del medio ambiente. En la zona, se suceden muchas alternativas de esta propuesta, entre las que destaca la RCGU-63, que une la presa de Buendía y la ermita de los Desamparados. Según indica Ángel de Juan, especialista en la materia, se trata de una ruta circular, que alcanza los 16 kilómetros de longitud. “Transitamos por tramos de caminos y sendas en buen estado”, explica el experto. “El recorrido se puede completar en unas cinco horas y media, aproximadamente”.

“Si lo hacemos en verano, podemos bañarnos en el puente que cruza el Guadiela, ya que son zonas habilitadas para un chapuzón”, añade Ángel de Juan. “Se puede realizar durante todo el año. En época estival es conveniente andarla temprano y en invierno se ha de prestar atención a la meteorología”. Por tanto, se trata de una magnífica opción para conocer uno de los enclaves ambientales más biodiversos de la provincia de Guadalajara, que ha sabido mantener y defender su riqueza ambiental a lo largo de los siglos. ¡No te lo pierdas!

También se suceden los peligros
A pesar de su buen estado de conservación, los ecosistemas de la sierra de Altomira también sufren riesgos. Las principales amenazas del enclave se centran en la abundante presencia de tendidos eléctricos y en los procesos de edificación del entorno, que han afectado fuertemente a esta sierra, destacando las urbanizaciones para segunda residencia”, explican los investigadores. Las mismas “constituyen una alteración paisajística difícil de revertir y que ha restado hábitat propicio a muchas especies, generando molestias continuas”. 

Además, estructuras eléctricas de alta tensión cruzan la sierra, con el peligro que suponen para varias especies. Sin embargo, de manera progresiva, se han ido modernizando las líneas y balizándolas adecuadamente, para evitar la muerte de aves por colisión y electrocución”, explican desde la Junta de Comunidades. Otras amenazas son la construcción de nuevas pistas y carreteras, la explotación de canteras de caliza y la extracción de áridos. Además, “los yesares situados a ambos lados de la sierra pueden verse afectados por eventuales roturaciones o por reforestaciones”. Son unos riesgos que se han de abordar, para evitar afecciones sobre el entorno natural.

Asimismo, “la práctica de la caza puede suponer un riesgo para la reproducción de determinadas especies, debido a la coincidencia de la temporada cinegética con la época de reproducción de las mismas”, explican desde la Consejería de Desarrollo Sostenible. “La existencia de vallados cinegéticos a lo largo del espacio, que impiden el tránsito libre de los animales de mayor tamaño, puede generar también impactos negativos”. Otros tipos de cercados, como los que rodean propiedades privadas enclavadas en la zona, generan la misma problemática.