Los sabinares invaden Alustante

En el extremo suroriental del Señorío de Molina, lindando con la provincia de Teruel y al norte de la Sierra de Albarracín, se encuentra Alustante, un municipio en el que se distinguen dos núcleos de población, la cabecera homónima y la pedanía de Motos. Además, en su territorio existe –también– uno de los espacios protegidos arriacenses más desconocidos. Nos referimos a la Zona Especial de Conservación (ZEC) «Sabinares rastreros de Alustante–Tordesilos». “En este emplazamiento es donde aparecen las más extensas y mejor conservadas formaciones del mencionado arbusto de toda Castilla–La Mancha”, se explica en el Plan de Gestión de la ZEC.

Esta variante florística se encuentra relegada a ciertas áreas de los páramos de la meseta ibérica, junto a formaciones de quejigos y de pino albar, que –en ocasiones– aparecen “insólitamente” mezclados con encinar. “La manera en que se desarrollan las manchas sabinares, así como el aspecto que le confiere el efecto del pastoreo, generan un paisaje característico en la paramera caliza, conocido como «piel de leopardo»”, explican desde la Consejería de Desarrollo Sostenible. Todo ello, repartido en las 6.064,93 hectáreas que ocupa el espacio protegido.

Sin embargo, la riqueza del lugar no queda aquí. Hay muchos más elementos que hablan de la diversidad del ecosistema. De hecho, los conjuntos de tomillar–pradera intercalados entre las encinas son –igualmente– de “interés botánico”. Además, se han de conocer otras especies de matorral que se desarrollan en los alrededores y que representan “las últimas etapas de degradación” de las sabinas.

Dentro de esta riqueza, se han de mencionar los brezales alpinos y boreales existentes en la ZEC, que se distribuyen sobre un sustrato calizo y una altitud superior a los 1.400 metros, “formando un tapiz denso y discontinuo”. Estructuralmente, estas formaciones presentan “un estrato superior, leñoso, que no se eleva de más de 60 centímetros del suelo”. Así, este hábitat “soporta de manera adecuada los rigores invernales, al ofrecer una menor exposición a los vientos y permanecer protegido bajo las nieves”. Por ello, se considera una vegetación “relíctica de épocas glaciares y periglaciares de la Península Ibérica”.

Pero el impacto del lugar no queda aquí. Se ha enriquecido con el humedal existente en el extremo nororiental de la ZEC, más conocido como la laguna de Tordesilos. Se trata de “un sistema lacustre temporal asociado a una flora temporal y a comunidades vegetales acuáticas y anfibias de gran valor”. En este punto se pueden encontrar especies como el hidrofito perenne, que se desarrolla en aguas poco profundas de carácter estacional.

Una encrucijada de caminos
La ZEC se sitúa en la zona oriental de la rama castellana del Sistema Ibérico, con un predominio de las parameras sobre las sierras. De esta manera, los sabinares rastreros de Alustante–Tordesilos se ubican sobre “superficies llanas, subhorizontales y con pendientes muy ligeras, situadas a altitudes superiores a 1.000 metros”, explican desde la Consejería de Desarrollo Sostenible. Asimismo, estas mesetas se encuentran surcadas por escarpes y gargantas no muy profundas, que la acción erosiva del río Gallo –y de sus arroyos tributarios– ha ido labrando.

En los alrededores, también son habituales las dolinas, de tipo kárstico y ubicadas –sobre todo– en la zona sureste del espacio. Una composición geomorfológica que acaba influyendo en el conjunto del paisaje. También en su flora. “La cubierta vegetal de la ZEC se encuentra condicionada por el sustrato, la topografía y la acción agroganadera llevada a cabo en el sitio”, explican los especialistas. Las partes “más altas y venteadas” de las llanuras –con una elevación entre los 1.370 y los 1.650 metros– están colonizadas por las sabinas rastreras. Gracias a su extensión, se originan “densos tapices que cubren el suelo”.
E intercaladas con estas formaciones, se distinguen extensos campos de cultivo, que “parchean el espacio”. Al mismo tiempo, en las laderas occidentales, donde “las condiciones climáticas son más favorables”, el sabinar deja paso al encinar. Una floresta que, en el fondo de los valles –caracterizados por suelos más frescos y húmedos–, es sustituida por los quejigares.

En cambio, en los escarpes calcáreos labrados por el río Gallo, se suceden las especies rupícolas propias de regiones más septentrionales. También se ha de mencionar la vegetación propia de sistemas lacustres en torno al humedal de Tordesilos –ya referido con anterioridad–. De semejante importancia son las masas arbóreas de repoblación de «pinus nigra», situadas en los puntos más orientales del espacio protegido. “A pesar de su carácter artificial, es destacable como formación vegetal integrada en el paisaje”, subrayan desde el gobierno regional.

La relevancia de la fauna
Gracias a su riqueza florística, este territorio se constituye como un “hábitat ideal” para un significativo número de poblaciones de aves esteparias y paseriformes forestales, tales como escribanos hortelanos, verderones serranos, mirlos comunes, zorzales charlos y currucas rabilargas. “Los sabinares rastreros tienen un papel relevante, al constituirse como un buen refugio durante los rigurosos inviernos”, explican desde la Junta de Comunidades.

Además, se ha de mencionar el interés ornitológico de la laguna de Tordesilos, que sirve como “punta de refugio y alimentación durante los viajes migratorios” de diferentes especies. “En los inviernos en los que la laguna presenta lámina de agua y vegetación desarrollada, se han registrado grupos invernantes de aves acuáticas, entre las que destacan el ánade real, el porrón europeo, la agachadiza común, el roscón común o la gallineta”, explican desde la Consejería de Desarrollo Sostenible. Incluso, en años muy favorables, se ha descrito la presencia de –al menos– una pareja reproductora de aguilucho lagunero.

Al mismo tiempo, en la ZEC también se distingue una significativa representación de pequeños y medianos mamíferos carnívoros, como el gato montés o la garduña. “Esta comunidad posee una gran considerable función en el ecosistema analizado, ya que actúan como controladores biológicos de invertebrados, reptiles y micromamíferos, evitando –así– la incidencia de episodios de superpoblación o plagas”, confirman los especialistas.

Asimismo, se debe referir la existencia de ejemplares de topillo de cabrera, aunque su presencia es “escasa y fragmentada”. De igual forma, se han de mencionar importantes poblaciones de mamíferos víctimas de la caza, como el zorro, el jabalí o el ciervo. En referencia a los reptiles y anfibios, destaca la presencia de lagartija colilarga, lagarto ocelado y culebra de collar. Sin olvidar que la laguna de Tordesilos tiene un papel trascendental para la reproducción de algunas especies. Entre ellas, el sapo –corredor y de espuelas– o el sapillo pintojo. Unos ejemplares que, si el visitante es observador y sigiloso, llegará a divisar (y escuchar)…

Esta riqueza, por tanto, se puede conocer de primera mano, gracias a la práctica de diversas actividades ambientales, como el senderismo. Se han diseñado diversas rutas en el entorno, como la que parte de la pedanía de Motos con dirección a la dolina «El Hoyón», próxima al límite provincial de Teruel. Incluso, los más avezados podrán aventarse al camino existente en el término municipal de Tordesilos, conocido como «Los Pairones», con varios kilómetros de longitud y que discurre parcialmente por esta ZEC.

Así, se podrá conocer más de cerca este espacio protegido. Para profundizar en el mismo, se recomienda evitar los inviernos, que –en territorio molinés– siempre son duros. “Las grandes oscilaciones térmicas anuales, además de la alta incidencia de las heladas, son dos rasgos del clima general de la comarca”, explican los especialistas.

En cualquier caso, y gracias al acercamiento turístico y senderista al lugar, no sólo se podrá conocer al detalle una de las más desconocidas y relevantes ZEC de Guadalajara. También se contará con la oportunidad de recorrer parte de una zona que mantiene características propias de un área de montaña –con “una demografía baja y una economía agropastoril y maderera”– y una gran variedad paisajística, dominada por las parameras calizas. ¡No te lo pierdas!