Mantiel, un pueblo con historia

La Alcarria es una comarca con rincones insuperables. Ofrece al caminante multitud de alternativas, que le permiten un contacto directo con la naturaleza, la historia, el patrimonio e, incluso, con la astronomía. Y para muestra, el caso de Mantiel, un pequeño municipio –cuenta con 31 habitantes empadronados–, en cuyo término se suceden multitud de opciones. Entre ellas, su luenga historia, expuesta –por ejemplo– en el «Diccionario geográfico–estadístico–histórico de España y sus posesiones de Ultramar», dirigido por Pascual Madoz.

En el mencionado documento –realizado a mediados del siglo XIX– se indicaba que la localidad poseía una población de 372 habitantes. Por aquel entonces, el municipio pertenecía al Obispado de Cuenca –no pasó a integrarse en el de Sigüenza-Guadalajara hasta la reforma diocesana de 1959–, poseyendo un centenar de casas en su casco urbano. Entre las mismas, destacaban el complejo consistorial –que contenía un granero, a modo de pósito–, o la escuela de instrucción primaria –a la que acudían 25 alumnos de ambos sexos–. De igual forma, había dos fuentes “de buenas aguas” y que “proveían al vecindario de los recursos necesarios para beber y otros usos domésticos”.

Además, el viajero ya podía deleitarse con la arquitectura de la iglesia parroquial del pueblo y de la ermita de San Roque. En cuanto al servicio postal, se despachaba en la estafeta de Budia, gracias a la labor de un cartero cuyo sueldo era financiado por “varios pueblos” cercanos. Asimismo, hace casi 200 años también se producía en Mantiel trigo, cebada, aceite, vino y diversas hortalizas. También había ganado lanar, cabrío, vacuno, mular y asnal, sin olvidar diversas especies cinegéticas y de pesca que se desarrollaban en el entorno natural.

Por tanto, la industria existente en el enclave estaba vinculada al sector agrario, aunque también se distinguía un núcleo de arrieros, que daban salida –a mediados del siglo XIX– a los productos campesinos y ganaderos sobrantes. Una realidad que se narraba en el «Diccionario geográfico–estadístico–histórico de España y sus posesiones de Ultramar». Esto permitía la aprobación de un presupuesto municipal de unos 1.800 reales anuales, que se cubría gracias a “los productos de las fincas de «propios», consistentes en los molinos transformadores instalados en los alrededores. En caso de déficit, se procedía al reparto municipal”.

Por otro lado, el territorio de Mantiel –de acuerdo al trabajo compilado por el otrora ministro de Hacienda– se hallaba “quebrado, en su mayor parte, por algunos valles”. Incluso, se distinguía “una pequeña vega regada con un arroyuelo de curso perenne, que –en dirección de Este a Oeste– marchaba a desaguar en el Tajo”. Igualmente, “hay dos montes de encinas y chaparros”, que todavía hoy en día se pueden visitar y hacer senderismo en sus caminos.

En consecuencia, a mediados del siglo XIX se daba una imagen muy certera del tejido social, económico, natural y patrimonial de la localidad. De hecho, hoy en día se mantienen en pie –y en muy buen estado– los dos monumentos más importantes del pueblo. Nos referimos al templo principal y a la ermita mencionada, de composición barroca y levantada en el siglo XVII por los vecinos para protegerse de las epidemias. La parroquia, en cambio, se emplazaba en lo más alto del pueblo, ubicación en la que se domicilia –al menos– desde el siglo XVII. El edificio se caracteriza por su barroquismo tardío, que se imbrica con el neoclásico.

Su planta es de cruz latina, con portada y espadaña a los pies, que se encuentra formada por dos cuerpos. “El interior, con portada y un pequeño vano cuadrangular, mientras que el segundo se forma con dos huecos para alojar las campanas en arco de medio punto con remate de tímpano triangular”, explican los historiadores. “Goza en su interior de una sencilla nave, dispuesta en cinco tramos, de una cubierta de bóveda de medio cañón, sobre arcos del mismo estilo, al igual que la capilla mayor el coro y los brazos laterales”. El órgano existente en su interior está datado en 1803 y su constructor fue Josef Berdalonga, de Alcalá de Henares.

Al mismo tiempo, Mantiel fue famoso por sus baños, “de los que actualmente sólo queda el antiguo edificio”, explican desde el Consistorio. Sin embargo, el complejo “conserva el sabor y frescura de la naturaleza que le circunda”, así como unos paisajes impresionantes donde poder recrear la vista. Un entorno que –además– se halla jalonado por unas bellísimas fuentes del siglo XVIII. En los alrededores también se puede tomar la ruta GR–113, «Camino Natural del Tajo», desde Albarracín a Lisboa, que pasa por las calles de Mantiel.

Asimismo, en el lugar se suceden otras rutas senderistas, recomendadas por el portal especializado «Caminos de Guadalajara». La más relevante es la RCGU–23, una propuesta circular de 6,5 kilómetros, de fácil realización y que recorre la calzada de Cereceda a través del observatorio astronómico de Mantiel. Todas las sendas presentan “un buen estado de conservación”, pudiéndose recorrer en cualquier época del año, aunque “se debe prestar mucha atención a la época estival, por el calor”, explica Ángel de Juan, especialista en la materia. Durante el trayecto, se cuenta con la posibilidad de disfrutar de un paisaje “eminentemente alcarreño, con encinas, olivos y vistas al embalse de Entrepeñas”.

Unas alternativas que no cesan
El visitante también cuenta con la oportunidad de conocer el observatorio astronómico existente en el enclave. Se trata de un complejo “totalmente equipado que nos brindará la oportunidad de disfrutar de un impresionante cielo sin ningún tipo de contaminación lumínica”, explican fuentes municipales. Además, se encuentra rodeado de unas condiciones únicas, en plena naturaleza, a 1.072 metros de altitud y a tan sólo 15 minutos del casco urbano, lo que estimula el conocimiento de las constelaciones tras un reconfortante paseo al atardecer.

Según confirman desde el Ayuntamiento, las visitas suelen tener lugar a primera hora de la noche, lo que permite una perfecta contemplación del Universo. Un visionado que –además– se ve facilitado por las instalaciones y la tecnología existente en dicho observatorio. Y para muestra, el telescopio de 10 pulgadas de apertura o los diversos oculares existentes en el lugar. De esta manera, se observarán diversos cuerpos celestes sin ningún tipo de problema.

En consecuencia, nos encontramos ante una población –Mantiel– que encarna a la perfección los valores de la Alcarria. En sus calles y campos circundantes se combinan –de manera precisa– la naturaleza, el arte, el patrimonio, la historia, el senderismo e –incluso– las observaciones astronómicas. Y todo ello, a poco más de una hora y media de Madrid. Sin duda, una magnífica opción para pasar unos días de asueto. ¡No te lo pierdas!

Bibliografía.
MADOZ, Pascual. «Diccionario geográfico–estadístico–histórico de España y sus posesiones de Ultramar», Madrid: 1845–1850.